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Discurso pronunciado el día 26 de Junio, sábado, en el acto de entrega del Premio „Triángulo rosa 2004“ dentro de la Semana Gay en Gijón.

UN PREMIO QUE ME CONMUEVE por José Manuel Ruiz Marcos

Amigos todos, Xente Gai Astur:

Acabo casi de volver de un viaje por Asturias, donde asistí hace poco a la presentación de mi novela en el Club de Prensa de La Nueva España, en Oviedo. Siento mucho hallarme ahora tan lejos de mi „tierrina“, en Alemania, pero estoy con vosotros y con vuestra lucha y me siento feliz y orgulloso por el premio que me habéis otorgado. Feliz de haber escrito mi novela „Amar en Comillas“.

Tengo que deciros que, si bien el hecho gai no es el tema principal de mi novela, él sí forma parte de la trama, él es la amalgama de la ficción, de eso que hace que la narración se convierta en novela.“Amar en Comillas“ podría haberse titulado „¡Qué difícil era amar, en un Comillas tan entrañado en la España de entre las dos guerras, la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial!“

Hay en ese Seminario de Comillas dos jóvenes que deciden amarse y que arremeten valientes contra la opresión que todo lo domina, que están dispuestos a luchar por su amor. Su lucha los lleva a la confrontación más extrema con la doctrina sexual de la Iglesia católica. Esos dos jovenes tienen la osadía de romper con una densa muralla de prohibiciones, de condenaciones, de anatemas, de amenazas con infiernos eternos, cosas todas que vuestra generación hoy, a sólo medio siglo de distancia, apenas si alcanza a comprender. Esos dos jóvenes seminaristas que se sienten llamados al sacerdocio, juzgan que es precisamente el amor que se profesan el que los hace aptos para difundir el mensaje de amor que quiso legar al mundo el Galileo que murió en la Cruz, Jesús de Nazareth.

Vivís en nuestra España en un ambiente que se llama cristiano. Habéis nacido, lo queráis o no, en el recinto viciado de un cristianismo que, junto a muchos valores positivos, tiene desde sus comienzos una profunda aversión al amor. En esta religión, el deleite sexual sólo alcanza la moralidad si se supedita a la procreación de un nuevo ser humano. Yo aprendí desde muy niño, lo cuento en mi novela, que „para el cristianismo, los pecados más horrendos se cometen en la cama“.

Hubo uno que fue en su juventud un gran amante, Agustín de Hipona, que luego se convierte al cristianismo y se hace pregonero del desamor. El desamor: Ese fue su testamento ominoso para la cristiandad. Al hijo que tuvo con Floria, su amante de muchos años, le ponen los dos el nombre de Adeodato, A-Deo-datus, en latín, el ´“regalo de Dios“.Todo eso lo hizo cuando aún no era cristiano. Años después y convertido al cristianismo, a ese niño, al „regalo de Dios“, lo llama San Agustín ahora el „hijo de pecado“. Y a las relaciones homosexuales les cuelga un sambenito terible: Serán siempre pecado serán siempre aberración, por ser nada menos que „contra la naturaleza“. Si se oponen a la naturaleza humana, no habrá jamás posibilidad de moralizarlas ni de hacerlas aceptables a un cristiano. Esa es, desgraciadamente hasta hoy, la doctrina oficial de la Iglesia Católica. Contra esa doctrina oficial está escrita mi novela. ¡La lucha de un enano contra mil gigantes!

En un capítulo muy central, el capitulo 14 que titulé „Amor sobre el altar mayor“se escenifica intensamente la batalla con esa doctrina nefasta. ¡Dos pequeños pastores, como el David de la Biblia, contra el gigante Goliath de la Iglesia omnipotente! Dos estudiantes de teología, poco antes de llegar al sacerdocio, consuman su amor en un escondrijo suntuoso, en la bóveda de la iglesia del Seminario y Universidad Pontificia de Comillas, exactamente 20 metros por encima del altar mayor de la iglesia, del centro del culto católico, del lugar donde meses después recibirían las órdenes sagradas.

El escondite que eligen, un catafalco de hormigón armado, con apenas unos tenues tragaluces en el techo, nos revela hasta qué punto esos amores eran en Comillas difamados, prohibidos y cruelmente perseguidos. La cúpula de hormigón, la misma que allá abajo, en el recinto sagrado, es cóncava, caliente y acogedora, es allá arriba convexa y fría, los está excluyendo de la comunidad, catapultándolos al ostracismo, a la clandestinidad. ¡Como si no hubiera sitio para el amor en la Universidad Pontificia! El protagonista de la novela, lo mismo que su autor, ha visto desde los once años que llegó a aquella Casona cómo desaparecían de repente seminaristas, casi siempre por parejas, simplemente por haberse atrevido a esbozar ingenuamente, que no a consumar, los juegos preliminares del enamoramiento y del amor. Se les expulsaba de la noche a la mañana y sus nombres eran borrados de nuestra memoria.

Hacerles llegar al sacerdocio y llamar en mi novela a la unión íntima de sus dos seres „el sacramento del Amor“ les ha parecido a muchos una blasfemia. Pero es que esa unión, que nunca es sólo de los cuerpos, sino del todo que somos, esa aventura sublime del amor, se manifiesta y logra su mayor expresión a través de la unión corporal. Cuando os amáis, os estáis dando señales perfectamente accesibles a los sentidos: es algo que se ve, algo que se huele, algo que se disfruta como un vino prodigioso, algo que a unos les hace sollozar, a otros les impulsa a gritar a otros no les deja ni balbucear: signos todos sensibles de algo que está sucediendo pero que no se ve, de la comunicación más intensa entre dos seres humanos. Eso es lo que en teología se llama sacramento. Por eso yo me atrevo a llamar a esa unión de los dos varores el „sacramento del amor“. Con ello quiero introducirlo por la puerta ancha en el templo de lo maravilloso, de lo sublime, de lo sagrado.

¿Verdad que el amor sería bastante aburrido si no tuviérais cuerpos en los que entregarnos el uno al otro? Desde principios de la novela he tratado de esbozar la evolución intensa del amor entre dos varones. Es un amor que va creciendo lentamente y que al fin se desborda como una lluvia tropical. Sólo los que hemos vivido en los trópicos sabemos lo que es llover, llover de verdad.

Para comprender el capítulo catorce hay que haber leído todos los anteriores y los posteriores. Hay que ver cómo nace y crece y se desarrolla ese amor entre alambres de púas. Como el amor de los que tenían que llevar cosido el triángulo rosa en los campos de concentración nazis.Mi capítulo catorce, con la descripción detallada de ese encuentro de dos varones que se aman y consuman ese amor con endiosada fruición, lo escribí pensando en vosotros y en vuestra lucha. Pensé que algún día seres que marchan por la vida con vuestra dotación gai iban tal vez a leerme

Y quise escribirlo con la alegría de que, si algún día llegaran a leer este capítulo, albergaran en sus almas un convencimiento parecido al mío de que esos amores son perfectamente humanizantes y humanizables, de que ellos traen los mismos goces y encierran las mismas dificultades que el amor bisexual; que se engendran detestando toda violencia, acunándose en la ternura, acendrándose en la fidelidad y el respeto mutuo, templándose al afrontar abrazados las adversidades. Que la lectura de mi novela tal vez iba a ayudarles a caminar por la vida con la cabeza bien alta, persuadidos de que la dotación que los señala es perfecta, de que ni son antinaturales, ni son enfermos, ni son psicópatas.

Este premio que me habéis concedido me llena de alegría porque ahora sé que mi mensaje a vosotros, uno de los principales destinatarios de mi novela, os ha llegado ya. Espero que muchos gais la lean y que ella nos una a todos los que, cada cual con su dotación humana, marchamos por la vida en busca de este don sublime que es el amor.

Desde Alemania os saludo con el corazón abierto, y os digo con la mayor convicción de mi alma:

¡Llevad a este mundo, tan lleno de desamores, el mensaje alegre y confiado de vuestro amor, Xente Gai Astur!

¡La lucha sigue!

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