Volver a Atrio Escribir a los autores ÉXODO, nª63, abril, 2002 MANIFIESTO SOBRE EL TERRORISMO DE LA INJUSTICIA A propósito de la campaña internacional contra el terrorismo
BENJAMÍN FORCANO, RAFAEL DÍAZ SALAZAR, JULIO LOIS, EVARISTO VILLAR.
MADRID.
En medio del conflicto, no se puede ser neutral
Convencidos de que la humanidad tiene un
destino común, de que todos los pueblos poseen la misma dignidad y
derechos, de que las relaciones entre ellos tiene que establecerse sobre
la confianza mutua, el respeto y la cooperación, deseamos expresar
públicamente nuestra palabra, como un aportación más a esclarecer los
problemas de las actuales tensiones internacionales.
Nunca en temas de ética, y menos de esta
envergadura, se puede ser neutral. El silencio delata por lo menos un
implícito asentimiento a lo que está ocurriendo y una pérdida de la
actitud evangelizadora profética que debe distinguir a los que siguen a
Jesús de Nazaret.
Esta nuestra declaración tiene como base la
situación creada entre los paises desarrollados y subdesarrollados. Es
ya un dato evidente que esta situación no ha surgido al azar, sino como
consecuencia de una serie de políticas dirigidas por el egoísmo
nacional, el lucro y el afán de dominar a otras naciones. Tales
políticas producen marginación, atraso, enfermedad, analfabetismo,
pobreza, hambre, exclusión, humillación, sufrimiento, emigración y otros
efectos que pesan negativamente sobre los pueblos que se intenta
explotar y dominar.
La violencia de las religiones manipuladas
En este sentido, queremos desenmascarar el
chantaje que la política occidental, con EE. UU. a la cabeza, pretende
producir sobre la opinión pública presentando el fenómeno del terrorismo
actual como efecto de un choque de etnias, culturas o religiones.
No negamos la presencia que el factor
religioso ha representado en la violencia y en las guerras de la
historia, pero tal presencia ha estado no pocas veces manipulada por
intereses y poderes políticos, logrando de esta manera que las
religiones se apartaran de su misión primigenia de asegurar la
fraternidad y la paz.
Los fanatismos religiosos son reales, pero
más que originantes de la violencia son las más de las veces derivados
de otros factores primordiales. En ese sentido, el factor religioso
puede desempeñar una labor de legitimación del fundamentalismo económico
más bárbaro. Todavía hay quienes creen que el neoliberalismo es enemigo
de la irreligión y que defiende los grandes valores religiosos, cuando
en realidad lo que ese neoliberalismo produce es injusticia y, como
consecuencia, violencia, represión y hasta terror.
La violencia original y originante de la injusticia
En nuestra opinión, el factor primordial de
la violencia es la injusticia impuesta por el capitalismo mundial a
través de las multinacionales y otras instituciones en colaboración con
poderes económicos y políticos dominantes.
Queremos subrayar que la violencia
original y originante, la primera y más importante, es la producida
en nuestro tiempo y en tiempos pasados, por la injusticia estructural,
que pertenece a los Estados con mayor poder económico y que se vincula
con el Orden Mundial, que es el que genera desigualdades entre los
pueblos ricos y pobres.
No hay más que reparar en estos datos:
- En 1997 el 20 % de la población más rica
del planeta se repartió el 86 % de la riqueza amundial.
- Sólo en 1999 los paises endeudados
realizaron a favor de sus acreedores una transferencia de 114.600
millones de dólares.
- La deuda externa es un instrumento de
guerrra contra los paises pobres: la deuda de los paises pobres es del
orden de 2,5 billones de dólares. La devuelven con un cuchillo en la
garganta. La de EE.UU. es de seis billones de dólares. Y nadie obliga a
EE.UU. a devolverla.
- De los 800 millones de habitantes de
Africa, más de 400 viven con menos de un dólar al día y están
desnutridos. En el año 2000 las multinacionales invirtieron en el mundo
por valor de 1 billón 270.000 millones de dólares. Africa sólo logró
atraer un 1 % de esa inversión.
-Mil millones de personas se acuestan todas
las noches con hambre. La cuarta parte de la población nunca ha tenido
un vaso de agua potable.
- Sólo a causa del sida han muerto 22
millones de personas y hay 36 millones contagiados.
- No es de extrañar que la diferencia entre
paises ricos y pobres lejos de disminuir haya ido en aumento. En el año
1820 era de 3 a 1; en el 1992 es de 72 a 1.
Es un engaño colosal querer sobrapasar la
vista sobre esta realidad y achacarla sin más a episodios de fanatismo
religioso. La realidad es como es y no hay más camino para la
comprensión y solución de sus contradicciones que mirarla de frente y
llamarla por su nombre. Hay políticas que son injustas y execrables,
basadas sobre el egoísmo, la dominación y la desigualdad, que niegan la
dignidad y derechos fundamentales de las personas y de los pueblos. Esas
políticas generan injusticia, provocan miseria y opresión y acrecientan
la frutración y el odio hasta la desesperación.
No deja de ser aleccionador y confortante
que, a pesar de todas las cortinas de humo, el análisis que hacen la
mayor parte de científicos, sociólogos y politólogos va en este camino:
no se puede eliminar el terrorismo sin acabar con aquellas situaciones
que propician y almacenan injusticia.
Cuando los explotados y
sometidos deciden exigir sus derechos y acabar con la injusticia
impuesta, entonces la violencia original reacciona con violencia
represiva y, llegado el caso, con violencia terrorista. Porque
terrorismo, escribe Ignacio Ellacuría, "no es lo que hacen los que son
llamados terroristas de antemano, sino que son terroristas los que hacen
terrorismo, objetivamente definido como tal". Y, en este sentido,
la violencia estructural original actúa muchas veces como violencia
terrorista.
La farsa ofensiva del dualismo entre el Bien y el Mal
No podemos admitir que, en contra de la
realidad personal e histórica del ser humano, se intente establecer una
línea divisoria entre el Bien y el Mal, alistando a unos de una parte
(los terroristas) y a otros de la otra (los no terroristas): "Quien no
está con nosotros, está con el terrorismo".
Esta afirmación denota una gran simpleza.
Por la sencilla razón de que es uno sólo (el hoy emperador del mundo)
quien, por sí y ante sí, define quiénes son los terroristas, sin definir
antes en qué consiste el terrorismo y porque la definición la hace
dándose a sí mismo como exento del terrorismo. Sólo desde esta premisa,
se puede convocar una campaña unilateral antiterrorista, en la seguridad
de que, quienes la compartan, la obedecerán más por miedo que por
convicción.
Conviene señalar hasta qué punto esta
postura encubre una actitud de soberbia y desprecio de los demás
pueblos, la convicción racista y xenófoba de que su superior nivel de
vida les es debido connaturalmente y la blasfema confesión de que esta
diferencia abismal se debe, en última instancia a Dios, y es El quien la
bendice.
Con un poco de sentido común y una pizca de
filosofía se entiende que este planteamiento es burdo. Nunca el Bien y
el Mal, tratándose de humanos, se halla de una u otra parte, así
puramente. No hay seres que encarnen lo uno o lo otro. Pero a Bush le
resulta útil , en el tablero de la humanidad, jugar con el dualismo del
bien y del mal, como quien juega con fichas blancas o negras, con la
particularidad de que él marca quiénes son las fichas negras. Es el
juego peligrosamente insinuante de las palabras, sobre todo a partir del
11 de septiembre de 2001.
La caída de las Torres Gemelas de Nueva York
fue un atentado trágico, pero también un pretexto de oro para urdir la
campaña mundial contra el terrrrorismo, es decir, contra el mal. Todo el
mundo sabe que ese acto de violencia terrorista no ha sido el primero ni
el mayor. Ha habido masacres tan desoladoras como ésta, aunque
seguramnte menos espectacualres. Pero en este caso señalaba un corte
histórico, porque las Torres Gemelas eran el santuario del dios dinero,
de la ley del comercio global, del mercado total. Y ese dios fue
asesinado , en su propio templo, por quienes hacía tiempo se sublevaban
contra su dominio.
En nuestros días el imperio norteamericano,
con la cohorte de Estados que le secundan, no toleran que nadie se salga
del ámbito de su dios: el mercado total, que debe dominar todos los
rincones del mundo.
La muerte de la justicia y de la democracia
La justicia, decía J. Saramago en la
conclusión de Porto Alegre, sigue muriendo todos los días. Muchos han
confiado en ella, la han esperado en el día a día,
"Como una justicia compañera cotidiana de los
hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto
y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable
para la felicidad como indispensable para la vida es el alimento del
cuerpo, una justicia en la que se manifestase , como ineludible
imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser
humano... Si hubiere esa justicia , ni un solo ser humano más moriría de
hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si
hubiese esa justicia, la existencia no sería , para más de la mitad de
la humanidad, la condenación terrible que ha sido".
La justicia, la única que acabará con el
terrorismo y traerá la paz, nos obliga a ponernos en pie, a revisar el
incumplimiento de esos Derechos Humanos hace cincuenta años promulgados,
a vivificar partidos políticos caducos y movimientos sindicales
burocratizados, a examinar la decadencia de las llamadas democracias y
rellenarlas con una participación directa del pueblo, a establecer unas
nuevas relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero
mundial.
Hace años que las Naciones Unidas
establecieron una dinámica de conferencias y cumbres internacionales con
el fín de abordar un conjunto de problemas producidos por la asimetría
de la globalización, con la convicción de que la lucha contra la pobreza
era, además de un imperativo moral, una exigencia práctica para la
estabilidad del sistema.
La conferencia intergubernamental celebrada
últimamente en Méjico concluyó con el documento de "Consenso de
Monterrey", el cual deja poco espacio para el optimismo. En él se exigen
claras reformas y se imponen estrictas condiciones a los paises pobres,
en tanto que a los paises desarrollados apenas si se les exige cambios
en las instituciones más importantes y que son las que regulan los
mecanismos de intercambio comercial y de ayuda a los paises más
necesitados. La ayuda ( un 0,39 % del PIB como promedio para el año
2006) es inferior a la acordada ya en los 90 (un 44 %). La
unilateralidad de los paises donantes va a ser la que se imponga, ya que
son ellos mismos los que acaparan un 66 % de los votos en el FMI y en
otras instituciones. Nadie va a creer que van a hacer efectiva la ayuda
para los objetivos de la Declaración del Milenio y que el Banco Mundial
evaluó entre 40.000 y 60.000 millones de dólares anuales.
Lamentablemente, gran parte de los acuerdos
del pasado han quedado relegados al capítulo de las buenas intenciones y
otro tanto va a va a ocurrir con los presentes.
Propuestas para el cambio y mejoramiento
Señalamos algunas propuestas que, de una y
otra parte, se sugieren como clave imprescindible para un cambio
operativo en el Orden Internacional:
- Acabar con la dictadura de los mercados
financieros mediante la creación de mecanismos democráticos planetarios.
- Acabar con el capitalismo financiero que,
a través de la Organización Mundial del Comerico (OMC), decide sin
ningún control político la suerte de los pueblos basándose únicamente en
el criterio del beneficio y siempre a favor de los más fuertes.
- Acabar con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) que, después de cambiar su función a partir de los
años 70, opera antidemocráticamente, dispone de mecanismos de bloqueo y
es el principal responsable del fracaso del desarrollo de los países
pobres.El FMI no es reformable: hay que suprimirlo. Y sustituirlo por un
sistema de representación rotatoria para todos los Gobiernos del
Planeta.
- Acabar con el Banco Mundial (BM) que, con
su política inversora, provoca daños irreparables en el medio ambiente.
Su política debe ser sometida al control democrático de los parlamentos
nacionales y ser objeto de negociaciones transparentes.
- Impedir que, frente a la globalización
neoliberal, sectores fundamentales de la vida humana caigan bajo la
dinámica y dominio mercantilizador. Vigilar y reglamentar los mercados
financieros para que no hagan lo que les da la gana. Controlar los
movimientos de capitales , combatir los paraísos fiscales , inspirándose
en el impuesto Tobin y hacer realidad la solidaridad con los países del
Sur, poniendo fín a los planes de ajuste estructural que desligitiman a
los Estados, devalúan la Soberanía Nacional y someten a las sociedades,
no a las élites, a las obligaciones inflexibles del FMI.
Idolatría del dinero o ateísmo religioso
Desde la situación de pobreza, los países
del Tercer Mundo difícilmente plantean la cuestión de Dios en términos
de negar su existencia como condición para salir de la alienación y
permitir que el hombre sea él mismo y recupere sus poderes. En
Occicente, sí que el camino hacia la liberación humana se lo hace pasar
modernamente por esta negación de Dios.
Sin embargo, el mismo Occidente seguramente
sospecha que, tras su decretada muerte de Dios, ha erigido otros dioses
que lo suplen y cumplen con sus funciones. Es significativo que los
poderes fundamentalmente económicopolíticos se presenten como defensores
de la religión y de Dios mismo, cuando en realidad de verdad el dios que
ellos adoran es el dios Mammón, venerado secretametne en el santuario de
sus negocios.
Este dios materialista es el que representa
una negación frontal de la fe cristiana, es la idolatría del dinero, con
la injusticIa que genera, la que se constituye en incompatibilidad con
la fe.
En este sentido, la tarea fundamental de los
que creemos en Jesús de Nazaret, es desidolatrizar, pero entendiendo
como tal el desenmascaramiento de dioses históricos que, en nuestro
contexto actual, configuran y dominan la vida social, sobre todo en su
aspecto económico injusto y en otros aspectos que le aconpañan como
derivación y justificación. La dominación que estos estos ídolos ejercen
se presenta como inapelable, incuestionable e intocable, como si de
dioses se tratara, imponen su ortodoxia (ideología) y se alimentan del
del sacrificIo de millones de víctimas.
El planteamiento de Jesús de Nazaret es
inequívoco: "No se puede servir a dos señores: la fe en Dios excluye
la fe en el dios dinero". Porque los señores del dinero, si logran
entronizarse en el corazón humano y en las instituciones del poder,
exigen su propio culto, un culto que se convierte, si es preciso, en
asesino.
Nos duele que la Iglesia Católica, de la que
nosotros somos miembros, y que acumula una sabiduría y experiencia más
que seculares sobre la unidad y fraternidad de los pueblos, no haya
hecho sentir en estos momentos , con el relieve y fuerza necesarios, la
autoridad moral de su enseñanza y la haya ocultado vergonzosamente ,
dando lugar a una significativa e imperdonable omisión y el consiguiente
descrédito entre quieens forman parte de ella y la contemplan desde
fuera.
Creemos que, con ser importante los
problemas de la moral familiar y sexual , no lo son menos los que se
ventilan en el campo de las relaciones socioeconómicas y políticas. Sin
embargo, es en las primeras donde la Iglesia muestra una solicitud
puntual y extrema y en las segundas un desentendimiento clamoroso que
resulta intolerable en las actuales circunstancias.
Denunciamos esta postura
pseudocrsitiana , que rehuye comprometerse en la trama y conflictividad
de la historia, como si tal tarea no le incumbieses o hubiera de
remandarla para después de la vida. Esta fuga contradice el espíritu del
Evangelio. Pensamos que la fe es inseparable de la justicia, de la
fraternidad y del amor, que hay que verificar en la historia y sociedad
terrenas y que, cuando se procede en sentido contrario, se mutilan
aspectos esenciales del mensaje evangélico.
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