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EL CORREO,  2 de junio, 2002                              

Apostillas sobre Preparar la paz

José Ignacio Calleja

Profesor de moral social cristiana en el Seminario de Vitoria

Confieso desde el principio que a mí el texto episcopal que responde a ese título, fundamentalmente, me ha gustado. Tengo, con todo, diferencias dignas de advertir y considerar. Me parece, en primer lugar, demasiado benigno con los nacionalismos, así en el plural. Destacar más claramente esa tendencia por la que los nacionalismos, y sus portadores, nosotros, tendemos a absolutizar el ser de un lugar, y a vivirlo como definitivamente inigualable, nunca está de sobra. Al fin y al cabo, todos somos de algún lugar y lo amamos, pero cómo somos y lo amamos, con qué tendencia al exceso y por qué, ahí está la diferencia y el matiz. Los obispos han sido muy benignos .

 También me parecería razonable cuidar las referencias a lo peculiar de un pueblo plural, pues no puede ser, a secas, la lengua y la cultura, así en singular, lo peculiar de un pueblo plural. Lo peculiar serán muchas cosas y, especialmente, una lengua y cultura singulares.

 Sin duda, otras formas de organización política democrática, distintas a las actuales, y que el bien común requiera, son perfectamente legítimas. Pero convendría reconocer que no todos los momentos son igual de propicios a su postulación, y que la existencia de ETA puede distorsionar muy gravemente el recorrido que toma, en la actualidad, el proceso y las oportunidades reales en el único pueblo plural. Por cierto, «cultivar una viva conciencia de pertenecer a un único pueblo plural» me parece muy razonable y dignísimo, pero no es un «deber».

 Y, por fin, el párrafo más comprometido, el referido a ciertos efectos muy probables, casi seguros, que, según los obispos y la opinión mayoritaria entre los fieles cristianos, afectarían gravemente a nuestra convivencia y que, por tanto, deberían ser evitados, «sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA». Evidentemente, el texto quiere decir que, dejando ahora de lado esa relación y sin prejuzgar su intensidad , hay consecuencias muy negativas para la convivencia que las medidas que se tomen siempre deberían tratar de evitar.

 Pero también cabe interpretar que pase lo que pase y se descubra lo que se descubra , las medidas que se tomen nunca pueden ser la ilegalización de un partido (Batasuna), porque las consecuencias sobre la ya maltrecha convivencia serán, casi con certeza, demasiado negativas. Esta argumentación sería muy endeble, pero la encuentro muy forzada con el conjunto del escrito. Así que la primera es mucho más clara y coherente.

 Cabe decir, sin más, que el texto debió mejorarse en su redacción, para dejar bien claro que la fuerza de la afirmación recae sobre las consecuencias que se han de evitar en todo caso: ahondar gravemente en la división social y empujar, más todavía, nuestra confrontación.

 Si alguien quiere interpretarlo como una afirmación completa en sí misma, y piensa que, «sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA», significa la impunidad absoluta de ETA, apaga y vámonos. En castellano, a mi juicio, está poco ducho y, en política, le pierden los intereses partidistas.

  

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