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IGLESIA DE VALLADOLID

Foro Millán Santos•

(TEXTO RESUMEN. Instrumento de Trabajo)

I.- INTRODUCCIÓN: QUIENES SOMOS Y QUÉ INTENTAMOS

1. Grupos de cristianos de la Diócesis de Valladolid, sacerdotes, laicos, varones y mujeres, religiosos y religiosas, pertenecientes a varias parroquias, comunidades y movimientos de la ciudad y del mundo rural y algunos pertenecientes a organismos diocesanos y parroquiales, hemos expresado nuestro sentir como miembros de la iglesia.

2. Este documento no pretende ser portavoz ni opinión de la diócesis. Nuestro deseo es ofrecer unos documentos de reflexión de cristianos y “corrientes” de la Iglesia, que normalmente no son tenidos en cuenta, ante la nueva etapa de nuestra diócesis y manifestar así la pluralidad que existente

3. Hemos trabajado sobre doce aspectos de la vida de la Iglesia; unos se refieren a su organización y vida interna y otros a su relación con la sociedad,: 1 Organismos y estructuras. 2 Liturgia. 3 Catequesis. 4 Mundo Rural. 5 Curas. 6 Seminario. 7 Religiosos. 8 Laicos. 9 Economía. 10 Justicia. 11 Cultura y 12 Sexualidad

II.- LO QUE VEMOS Y SENTIMOS EN LA IGLESIA

1. La primera impresión que da la vida de la Iglesia en la ciudad y nuestros pueblos, es la de tristeza: pueblos sin gente, templos cada vez más vacíos con una media de edad alta de los asistentes. Solemos mantener la religiosidad de siempre, hacemos pequeños planes de pequeñas cosas, aun sabiendo que nada o casi nada vamos a conseguir. La restauración y conservación de los templos nos ayuda a algunos curas a “justificar“ nuestra presencia en los pueblos. Da la impresión de que estamos al comienzo del fin de algo. Se constata, con pena, que tampoco hay mucha unión ni deseo de trabajar unidos.

2. Percibimos, en general, falta de esperanza e ilusión en muchos curas y laicos y que apenas sintonizamos con las preocupaciones de la vida de la sociedad. En las predicaciones, celebraciones, orientaciones, grupos y discursos utilizamos un lenguaje extraño, sin responder, en general, a los interrogantes, problemas y situaciones actuales.

3. Echamos de menos iniciativas pastorales y una reflexión teológica y bíblica sobre nuestra sociedad agnóstica, cada vez más técnica y culta, y al mismo tiempo con mayores bolsas de pobreza y exclusión. Son casi desconocidos y apenas se da importancia a los esfuerzos que hacen, como aventureros, pequeños grupos, comunidades o algunas parroquias o teólogos en traducir el Evangelio a la mentalidad del mundo actual.

4. Nuestra diócesis está dotada de un sistema completo de organismos, estructuras, consejos, delegaciones, secretariados, etc. ordenados o recomendados muchos de ellos por el Derecho Canónico. Al mismo tiempo hay una opinión generalizada de preponderancia de lo “jurídico” sobre la vida; falta de adhesión y entusiasmo a los organismos que se ven más como autoridad y poco eficaces; hay sentimiento de que muchos organismos no funcionan, de individualismo frente al trabajo en común, de preferencia de lo sacramental y la práctica religiosa sobre la misión y la reflexión como creyentes sobre la vida.

5. Constatamos que suele entenderse por «Iglesia diocesana», de forma generalizada, las «parroquias y curas». Los religiosos, religiosas y laicado quedan fuera excepto quienes están insertos en el funcionamiento de las parroquias. Al mismo tiempo, tampoco los religiosos y religiosas suelen tenerse como “Iglesia diocesana”

6. Muchos tienen la impresión, de ser tratados como menores de edad, sin capacidad de decisión. La palabra “comunión” no es expresión de comunidad fraterna, sino que encubre adhesión ciega a la jerarquía.

7. Finalmente hay un descontento generalizado y profundo con la gestión económica de la diócesis (por ejemplo la salida a la luz pública del tema de Gescartera y las herencias.) Este descontento es una manifestación crítica que se hace al ejercicio de la autoridad de la Iglesia: falta de participación en las gestiones, ocultismo, negación de responsabilidades, preponderancia, utilización subjetiva del dinero, etc.

III.- LO QUE SOÑAMOS. CAMINOS A SEGUIR

1. Queremos una iglesia diocesana en que las parroquias y comunidades seamos más comprometidas con los excluidos, con la pobreza y los derechos humanos; colaborando con organizaciones y movimientos sociales que, aun partiendo de concepciones diversas, trabajan sinceramente a favor de la justicia. Al mismo tiempo en la Iglesia debemos plantearnos la autofinanciación a base de las aportaciones de sus miembros y renunciar a privilegios económicos.

2. Deseamos una Iglesia más pluralista y democrática en la que haya opciones de participación en los nombramientos del obispo y de los párrocos, que han de estar al servicio de la comunidad. Que se dote de capacidad de decisión a los diversos organismos diocesanos y parroquiales; y que se tenga en cuenta el pluralismo existente entre los creyentes.

3. En la Iglesia debemos aceptar los signos de los tiempos, la libertad de opinión y manifestación, estar abiertos al pensamiento y a las diferentes culturas, lenguajes y expresiones de fe y formas de vida en el campo y en la ciudad, con jóvenes y adultos, con intelectuales y gente sencilla, para encontrar nuevos caminos que nos acerquen a Dios

4. Es necesario una visión positiva de la sexualidad y sus diferentes opciones, del matrimonio y de los que se encuentran en situaciones canónicamente irregulares, que no sean objeto de discriminación y exclusión para ningún sacramento o de puestos de responsabilidad.

5. En nuestra sociedad de la información y del conocimiento, el cristiano no puede permanecer en la “fe del carbonero”. Es indispensable que los creyentes, y aun más los servidores de la comunidad (catequistas, presbíteros, formadores, etc.) tengan una amplia formación (en la Biblia, teología, moral, mística, historia de la Iglesia, etc.), que facilite que la fe sea una opción razonable y fundamental y que el creyente pueda acceder a las vivencias religiosas, sepa discernir, dar razón del estilo de vida y ser fermento en su medio.

6. El presbítero debe ser persona con madurez humana (profesional, social y cultural), militante cristiano en su ambiente, creyente, propuesto por la Comunidad para presidir la Eucaristía y dirigir la Comunidad, y finalmente por la imposición de manos del Obispo, es enviado a la misión.

Consecuentemente debe ser normal el acceso a los diversos ministerios (diaconado, presbiterado y episcopado) de hombres y mujeres, célibes o no, que vivan de su trabajo si la comunidad a la que sirven no puede o no cree conveniente liberarles del mismo. Tenemos que procurar que surjan de las comunidades sus servidores, hombres y mujeres, con experiencia de Iglesia en parroquias o movimientos.

7. Es evidente que desde esta perspectiva el modelo de formación actual y de vida el Seminario no tiene ya mucho sentido. Por los resultados de los últimos 30 años la conclusión parece evidente. Esto no implica que hasta el Vaticano II haya cumplido su objetivo.

8. Tenemos que dar más valor y potenciar aquellos núcleos ya existentes, que están trabajando con los pobres y excluidos, en el mundo de la ciencia y de la cultura, o con la juventud, en una pastoral más de frontera y testimonio que de sacramentos y cristiandad.

9. Hay que fomentar equipos de curas que trabajen juntos en Escuelas de Catequesis, en la preparación de los Tiempos Litúrgicos, Campañas Sociales, actividades con jóvenes, ancianos, etc. y fomentar pequeños grupos de laicos comprometidos que podrían ser el futuro de una Iglesia minoritaria, auténtica en la ciudad y en los pueblos.

10. Las órdenes religiosas tienen sus carismas fundacionales y en sus prácticas un depósito de experiencias en el trabajo con las pobrezas, en la espiritualidad y en el terreno educativo que bien pueden apoyar y fecundar tareas diocesanas. ¿No tendrían que compartir sus trabajos, casas, fundaciones, etc. con la diócesis y ésta estar más abierta a las experiencias y los carismas de los religiosos?

11. La administración diocesana elaborará unos presupuestos públicos y una memoria–balance cada año en la que se incluyan las cuentas de todos los organismos y estamentos diocesanos incluso la Casa de Espiritualidad, Curia, Hogar Sacerdotal, Caritas, Manos Unidas y todo tipo de fundaciones.

Se debe informar a las Juntas Económicas (que tienen que funcionar en todas las parroquias) y a la comunidad diocesana de los bienes administrados y de los criterios de inversión teniendo en cuenta. de forma preferente, a los desposeídos para los que se debería asignar un porcentaje del presupuesto. Debemos de prescindir cuanto antes de toda asignación estatal para culto-clero católico.

Foro Millán Santos•

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