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La Vanguardia7 de junio de 2002

LA PASTORAL DE LOS OBISPOS VASCOS

J. I. GONZÁLEZ FAUS, responsable académico de Cristianisme i Justícia

He intentado "contar hasta cien antes de hablar". Creo tener una razón seria para defender la pasada pastoral de los obispos vascos: simplemente, ¡la he leído entera! Cosa que no pudieron hacer muchos medios que, por lo visto, sólo conocían alguna frase sin contexto, obligados como están a tomar postura ante los acontecimientos casi antes de que ocurran, no sea que se adelante algún competidor.

"La durísima violencia de ETA... debe desaparecer. Viola gravemente el derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad personal, socava los cimientos mismos del sistema democrático. Contraviene la exigencia de la inmensa mayoría... Destroza a numerosas familias. Provoca en sus víctimas potenciales miedo insufrible y sobresalto continuo... Esta valoración afecta a todas aquellas personas o grupos que colaboran con las acciones terroristas, las encubren o las defienden. Todos... tenemos la obligación moral de definirnos netamente frente a ETA. Concejales del PP y del PSOE se encuentran en el punto de mira de sus atentados. Atentar contra un concejal por asumir y promover la opción política de sus votantes es asestar un rudo golpe a la democracia."

He debido acortar el párrafo al citarlo. Pero, ¿se puede pedir más claridad y más dureza? ¿Cómo pudo Aznar calificarla de "perversión moral", tras avisarnos de que como gobernante prudente va a morderse la lengua? ¿Cómo pudo resumirla diciendo que "lo mejor para las víctimas es que sus asesinos anden sueltos"? Habrá que repetirle con el tono doliente de Gelsomina a Zampanó: "¡No lees, Aznar, no lees!". Un gobierno inteligente, aunque disintiera en algún otro punto, ¡aprovecharía ese párrafo en provecho propio!

El problema de la pastoral no es pues la barbarie de ETA, sino la reacción del Gobierno ante esa barbarie. Los obispos insinúan suavemente que no comparten esa reacción. Y algo de razón parece darles la desaforada respuesta del Gobierno, que nos ha trasladado a los días hoy tan divertidos de la homilía de Añoveros, y el avión preparado en Sondika para sacarle del país.

Y bien, la reacción del Gobierno ante la barbarie terrorista puede ser juzgada desde dos puntos: por su utilidad política y por su rectitud ética. Por lo que hace al segundo punto, decir que "no todo vale contra el terrorismo" o denunciar la inmoralidad de la tortura no sólo es tarea de obispos sino de todo buen ciudadano: también lo hizo el pasado año Amnistía Internacional, provocando en el Gobierno unas iras similares a las de ahora.

Por lo que hace al primer punto (y prescindiendo del juicio sobre el valor democrático de la ley de ilegalización en el que la pastoral no quiere entrar, en contra de lo que se dijo), tengo la vehemente sospecha (compartida por muchos en Euskadi) de que la ley será contraproducente. Mi razón es la misma que aduce el Gobierno en otros contextos: ETA no es sólo una banda de cincuenta o cien criminales, sino que más de la mitad de Batasuna es una cantera de ETA. Así lo creo. Pero de ahí parece seguirse que no se puede combatir a ETA como a una simple banda: de hecho este Gobierno es, a la vez, el que ha tenido más éxitos policiales en la lucha antiterrorista y el que más ha enconado la sociedad en la cuestión vasca. Para empezar, si, como parece ser, estaba produciéndose en Batasuna una grieta, porque varios de sus miembros no pueden compartir la barbarie como forma de lucha contra ninguna causa ni aun la más sagrada, esa grieta se ha cerrado como consecuencia de la ley de ilegalización. Así podría entenderse lo que la pastoral manifiesta como única reserva a la ley: el temor "sólidamente probable" de que "la división y la confrontación se agudizarían". Añado yo que el azuzamiento de un patriotismo hispánico ciego y antivasco, coreado por la nueva "prensa del movimiento", puede contribuir a ello.

Dicho esto, y desde una óptica de sintonía, creo que se debe hacer alguna reserva a la pastoral. Echo de menos una alusión al carácter no sólo bárbaro sino idolátrico de ETA. Un libro publicado este año en Euskadi se titula "El movimiento vasco de liberación: una religión de sustitución". Creo que ese título expresa la causa principal de que el innegable problema vasco se haya convertido en barbarie. Porque si peligrosas son todas las religiones, las religiones de sustitución (idolatrías en lenguaje bíblico o "transferencias de sacralidad" en el libro citado) son para echarse a temblar. De ahí brotan las otras atrocidades no asesinas pero sí "excomulgantes" a que alude la pastoral.

En resumen: no puedo menos que sospechar que lo que más escuece a los políticos de la pastoral no es lo que dicen contra ella, sino la instancia a todos los partidos para que dialoguen entre sí (en lugar de pensar cada cual cómo puede aprovechar mejor la barbarie terrorista para sus propios intereses políticos). Aquí los obispos no señalan a nadie, pero yo como ciudadano puedo correr el riesgo de hacerlo. Lo que me vuelve más pesimista sobre el problema vasco es la sensación de que tanto Aznar como Ibarretxe (con su buena voluntad) carecen de cintura, como esos defensas centrales ya viejos, y no están dispuestos a lo que la carta pide: "Que cada uno de los grupos modere sus legítimas aspiraciones". Según la pastoral, tanto los que se sienten sólo vascos, como más vascos que españoles, más españoles que vascos, o sólo españoles "son ciudadanos de pleno derecho en esta comunidad y deben ser respetados como tales". Iría bien que los políticos comenzasen por firmar un documento conjunto en el que se afirmase eso mismo. Siento no poder seguir, pero no dispongo de más espacio.

J. I. GONZÁLEZ FAUS, responsable académico de Cristianisme i Justícia

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