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El Correo8 de junio de 2002

SACERDOTIUM ET IMPERIUM

Carlos García de Andoin. Licenciado en Teología y Psicología

Texto enviado diractamente por el autor a ATRIO y a El Correo

A la carta pastoral le ha sucedido un segundo hecho mayor digno de análisis: la desmedida reacción del Gobierno popular y la contundente respuesta de la Conferencia episcopal.

Acusar al pronunciamiento de los obispos de “perversión moral e intelectual grave“ de defender, y por escrito, que los criminales anden sueltos por la calle, es una calumnia impropia de la prudencia debida del gobernante y de la más elemental ética cívica, a pesar de los puntos oscuros del texto episcopal (Cfr. A mis obispos 4.VI.02). Si jugáramos al ojo por ojo, ciertamente podía ser motivo para una demanda judicial o impedimento para alguna que otra comunión.

Es la segunda vez que el Gobierno de Aznar carga su intolerancia contra los obispos, la primera fue con ocasión de la firma del Pacto Antiterrorista. Curiosamente, tras aquel encontronazo ha habido un tiempo de reconciliación en el que el ejecutivo ha hecho importantes concesiones en la asignatura de la religión y en la financiación de la Iglesia. Pues bien, esta autoritaria forma de actuar no es anecdótica y poco tiene que ver con la democracia de la que tantas lecciones imparte. Esto ya lo han sufrido no solo los nacionalistas sino también otros poderes del estado como el judicial, los socialistas e Izquierda Unida. No hay margen ni para debatir, ni para discrepar. La critica es debilidad, ambigüedad o connivencia,... ¡nada menos que con el terrorismo!. Toda una sinrazón moral. El hartazgo de la sociedad española ante el terrorismo está siendo aprovechado de forma manipuladora y maniquea por el Partido Popular. Algo que aparte de dar votos al PP no acaba de resolver nada, divide a los partidos democráticos y les encadena endiabladamente a la unilateralidad de las iniciativas populares. Temen perder apoyos en una sociedad mediática que cada día entiende menos de matices; que, sin embargo, son absolutamente necesarios en una convivencia plural y democrática. El maximalismo moral de un político puede ser extremadamente peligroso. El combate a ETA de la mano popular está debilitando de forma alarmante la democracia. Asistimos a síntomas graves de una creciente militarización de nuestra cultura política, el alineamiento en bloques. Otro maldito éxito de ETA.

No debería caer el PSOE en la crítica fácil, seguidista y descalificadora de la Iglesia. En este sentido argumentos como el del portavoz socialista J. Caldera que recuerda a los obispos el mandamiento del no matarás son tan fáciles como poco sólidos (31.5.02). Más aún si como atestigua I. Anasagasti en Radio Popular de Bilbao (4.6.02) están hechos, según le confesó el propio Caldera, no sobre la lectura detenida del texto, sino sobre una base tan débil como la lectura de los titulares de La Razón. Más rigor, por favor. La apuesta de P. López de encontrarse con los obispos para dialogar sobre la “otra” realidad vasca es bastante más positiva y constructiva.

Quizá la historia futura recuerde el inicio del declive de la hegemonía popular precisamente en junio del 2002, el 7-J y el 20-J. Lo que hasta el momento no había podido hacer la oposición política lo consiguieron los obispos y los sindicatos.

Aznar ha topado con los obispos. Es verdad que este conflicto puede representar una crisis en el interior de la Iglesia en España, habrá que ver la evolución de esta posmoderna versión de aquel célebre conflicto de investiduras del Sacro-imperio germano. Pero no creo que los obispos cedan un ápice. No deben hacerlo. La historia de la Iglesia y del pensamiento político ponen de manifiesto que una de las notas más características de la identidad política del cristianismo es precisamente el celo de la Iglesia por la independencia respecto del Estado. El problema de las relaciones Iglesia y Estado no lo había conocido el mundo antiguo. Con el cristianismo emerge esta realidad: las instituciones éticas y religiosas son independientes del estado y de la coacción jurídica y en caso de conflicto la obediencia a Dios es anterior a la del Estado. Aquí estará la gran aportación del cristianismo a la democracia, muchos siglos después. Esta concepción supuso una diversidad de lealtades y un juicio íntimo que será precisamente la base de la idea de la libertad personal. La Iglesia es uno de los sujetos creadores y defensores de la sociedad civil, su propio espacio. El gobierno no puede ahogar la sociedad civil. Si lo hace tendrá enfrente a la Iglesia como ya desde antiguo.

Tienen razón los obispos cuando dicen que la lucha antiterrorista no se verá facilitada con el desprestigio y la descalificación de instituciones como la Iglesia cuya misión es fortalecer la conciencia moral de las personas. Los partidos políticos deben tomar buena nota de esto.

Ahora bien, la justa reacción de los obispos ante la avalancha del poder popular no debe cerrar en falso el debate que se ha de dar en el interior de la Iglesia acerca de nuestra posición ante ETA y el problema vasco. La firma de 200 curas en Guipúzcoa, son mayoría, de un texto que no condena a ETA expresamente y que en su lugar habla genéricamente de la necesidad del cese de todas las violencias es moralmente grave. Dicen que el epílogo de F. Sebastián al libro La Iglesia frente al terrorismo de ETA provocó el movimiento de estos curas desde Navarra. Lo he leído con detenimiento. Me parece excepcional. Entre otras cosas dice: “ante la persistencia persistente del terrorismo, el nacionalismo democrático se encuentra en la obligación moral de formar un frente común con las demás instituciones democráticas del Estado para luchar eficazmente contra ETA. En el momento actual ésta es la primera obligación política de todos los cristianos” (p. 802). Si la crítica a la Ley de Partidos se hubiera hecho junto a esta afirmación no habría habido gran parte de la desafección que la Carta Pastoral ha provocado en una importante parte de la comunidad cristiana. Comunidad que, por cierto, agradece la presencia pública de otros líderes cristianos, responsables eclesiales, teólogos y sacerdotes expresando más polifónicamente la voz de la Iglesia.

La estrategia de acoso y derribo de Aznar ha dado un pretexto para criticar el disenso público. Criticar, aunque fraternal y constructivamente, es alinearse con los maltratadores de los obispos. Así se quitan las razones. Los obispos tienen el desafío de abrir espacios para el debate público y libre en el mismo interior de la comunidad cristiana. Quisiera levantar con la mano una rama de olivo y reivindicar con J. Elzo el testimonio del diálogo en la sociedad, y ... en la comunidad eclesial.

Carlos García de Andoin

Licenciado en Teología y Psicología

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