¡Nuestra Señora de Guadalupe ha
cumplido lo que ha prometido!
1. Con espíritu lleno de alegría y de
agradecimiento al Padre de nuestro Señor Jesucristo, me dirijo a
ustedes hermanas y hermanos, como Pastor de esta Iglesia
particular de la Arquidiócesis de México ya que hoy, 26 de
Febrero, S.S. Juan Pablo Segundo ha tenido a bien manifestar su
decisión de Canonizar al Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Asimismo, quiero hacerme portavoz de los sentimientos de mujeres y
hombres, ancianos, niños y adolescentes, jóvenes y adultos, de
toda clase social y de todo nivel cultural, hermanos en el
episcopado de distintas nacionalidades y de distintas épocas, ya
que "Juanito, Juan Dieguito", será el primer indígena inscrito en
el Catalogo de los Santos, el misionero de Jesucristo, vidente y
mensajero de la perfecta siempre Virgen Santa Maria, Madre del
verdadero Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el
Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el
Dueño de la tierra, nuestra Madre del cielo.
2. Numerosos acontecimientos han
sucedido desde aquel histórico 1531, año clave para la
Evangelización de México y del Continente americano
JUAN PABLO II así los expresa cuando dice: "La
aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac,
el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la
evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la
nación mexicana, alcanzando todo el Continente",
en: Ecclesia in America,
Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999, n. 11, P 20..
Este hecho se ve coronado por la intervención autorizada del
Sucesor de san Pedro, que reconoce la acción del Espíritu divino
en la vida de Juan Diego, natural de estas tierras, y la propone
ante el Pueblo de Dios, para suscitar la acción de gracias y
animarnos a participar en la misión que el Padre le encomendó a su
Hijo al enviárnoslo lleno del Espíritu Santo.
3. La Niña y Señora del Tepeyac, Santa
María de Guadalupe, sigue manifestándose como la Madre del amor y
de la santa esperanza. Ella le encomendó a Juan Diego llevar su
maravilloso mensaje al obispo Fray Juan de Zumárraga, cabeza
visible de la Iglesia en México, cuando le dijo: "es
necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu
intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad."
VALERIANO, Antonio, Nican
Mopohua, traducción del
náhuatl al castellano del Pbro. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación
la Peregrinación, México 1998, vv. 34-35.
Ahora ha obtenido de Dios la gracia de cumplir en este tiempo la
promesa que le hizo al más pequeño de sus hijos: "ten
por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré, que por ello te
enriqueceré, te glorificaré"
Ibíd., v. 59..
4. De esta forma, el nuevo milenio de
la historia de la Evangelización da paso a un acontecimiento que
tiene gran significado para la Iglesia universal y especialmente
para la Iglesia en México. La canonización del indígena Juan Diego
Cuauhtlatoatzin
Cuauhtlatoatzin significa:
Águila que habla, o
el que habla como águila.
Cfr. SIGUENZA y Góngora Carlos de,
Piedad Heroica de Don Fernando Cortés.
Talleres de la Librería Religiosa, 2ª edición de "La Semana
Católica", México 1898, p. 31. También: ESCALADA, SJ, Xavier, Ed.,
Enciclopedia Guadalupana, México 1997, T. V.
(= el águila que habla
o el que habla como águila)
se convierte en signo luminoso del reinado de Cristo en una
persona concreta, que sirve de puente entre la cultura náhuatl
evangelizada por los frailes misioneros franciscanos, los
emigrantes españoles con su religiosidad de cristiandad europea y
la naciente cultura mestiza.
I. ITINERARIO DE LA CAUSA
5. La historia de la causa de
canonización de Juan Diego está íntimamente unida a la del
Acontecimiento Guadalupano, que consiste en las apariciones de
nuestra Señora de Guadalupe, del 9 al 12 de diciembre de 1531.
6. Aun cuando la devoción a Santa
María de Guadalupe, ya existía mucho antes que el dominico fray
Alonso de Montúfar(1554-1573) llegara a México como sucesor de
Zumárraga, fue éste el primer arzobispo en apoyar expresamente el
culto de María de Guadalupe en el Tepeyac; lo hizo durante un
sermón pronunciado en la catedral Metropolitana el 6 de septiembre
de 1556, con el que procuró persuadir al pueblo para venerar a la
celestial Señora "Testimonio
de Juan de Salazar",
Información de 1556, ordenadas realizar por Alonso de Montúfar,
arzobispo de México, en
ERNESTO DE LA TORRE VILLAR Y RAMIRO NAVARRO DE ANDA,
Testimonios Históricos Guadalupanos,
Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 51. Este
testimonio y el de otros como Juan Meza, Marcial de Contreras,
Francisco de Salazar, Gonzalo de Alarcón, Juan de Masseguer,
confirma el hecho de que la devoción Guadalupana contaba con el
respaldo episcopal, pero tenía, ya desde antes, gran arraigo entre
el pueblo; mientras que los franciscanos, capitaneados por el
Provincial Fray Francisco de Bustamante, la consideraban como
peligrosa por provocar la idolatría, invención demoníaca..
7. En 1573, el Papa Gregorio XIII
concedió indulgencia plenaria y otras gracias a los fieles que
visitaran el templo de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe
y ahí recitaran piadosas preces
Gregorio XIII, Ut Deiparae semper virginis, Archivo Secreto
Vaticano, Sección Brev.69 fol. 537v-538v;,
y en 1576 revalidó y prorrogó las gracias e indulgencias antes
concedidas, lo cual agradece el entonces arzobispo de México,
Pedro Moya de Contreras
MERCURIANUS, Everardus Gen., "Carta
al Arzobispo de México, Pedro Moya de contreras",
Roma, 12 de marzo de 1576, en: Zubillaga, Félix (Editor),
Monumenta Mexicana. Monumenta Historica Societatis Iesu, Roma
1956, T. I: 1570-1580, p. 192-193..
8. Las orientaciones precisas que en
1634 emitió el Papa Urbano VIII acerca del culto a los santos,
hizo que oficialmente la devoción al vidente y embajador de la
Virgen Madre fuera suspendida; sin embargo, el decreto no logró
erradicarla de la mentalidad popular, que la conservó sin
interrupción, como lo prueba la documentación respectiva.
9. En 1663, el obispo de Puebla, Diego
Osorio de Escobar y Llamas, Gobernador de la Arquidiócesis de
México, en ese entonces sede vacante, y el Virrey de la Nueva
España, Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar habían
dirigido una carta al Papa Alejandro VII, pidiéndole la concesión
de celebrar la Misa propia en honor de Santa María de Guadalupe el
12 de diciembre, pues hasta entonces se había identificado con la
celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 del mismo mes
Cfr. CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Mexicana 184,
Canonizationis Servi Dei Joannis
Didaci Cuauhtlatoatzin Viri Laici (1474-1548). Positio super fama
sanctitatis, virtutibus et cultu ab immemoriabili praestito ex
officio concinnata, Romae
1989, Doc. IX. .
10. Desde el punto de vista jurídico
se abrió un proceso en 1666 para reconocer la historicidad del
Acontecimiento Guadalupano y de Juan Diego; los resultados del
proceso se conocen como
Informaciones Jurídicas de 1666
Las Informaciones Jurídicas sobre las apariciones de la Virgen de
Guadalupe y Juan Diego es uno de los documentos más seguros por su
naturaleza, objetivo y destinatarios sobre el tema que nos ocupa.
Se llevaron a cabo en dos momentos, el primero, del tres de enero
al 14 de abril de 1666 recopiló los testimonios de indígenas,
entre los 80 y los 115 años, vecinos de Cuauhtitlán, cuyos
antepasados habían conocido muy bien al indio Juan Diego. El
segundo, se desarrolló del 18 de febrero al 11 de marzo y recogió
los testimonios de doce ancianos de descendencia española, diez de
ellos eclesiásticos y dos laicos. La petición fue hecha por el
entonces obispo de Puebla, Diego Osorio de Escobar y Llamas,
Gobernador de la Arquidiócesis de México, sede vacante, y por el
Virrey de la Nueva España, Antonio Sebastián de Toledo Molina y
Salazar. La importancia de estas informaciones no es solamente
desde el punto de vista de proceso jurídico, sino también como
expresión escrita de diversas tradiciones orales, transmitidas por
generaciones. Dichas Informaciones, así como los documentos
recuperados de la biblioteca que el historiador italiano Lorenzo
Boturini reunió en 1739 sobre el Hecho Guadalupano y sobre el
indio Juan Diego, junto con muchos otros monumentos históricos nos
ofrecen suficientes datos que ubican en la historia los sucesos
ocurridos en la colina del Tepeyac aquel año de 1531.,
y fueron enviados a Roma.
11. En 1720, el entonces arzobispo de
México, José de Lanciego y Aguilar, aprobó que se realizara una
nueva investigación, que originó las llamadas
Informaciones de 1723,
confirmando nuevamente la tradición de la milagrosa imagen de
nuestra Señora de Guadalupe.
12. El 2 de julio de 1757, el Papa
Benedicto XIV, a través de la Sagrada Congregación para los Ritos
concedió la Misa propia y el Oficio Divino para el 12 de
diciembre, extendiendo esta concesión a todos los dominios de
España
13. En 1891, el Papa León XIII, ante
la petición explícita del episcopado mexicano, ratificó lo que ya
había concedido su predecesor Benedicto XIV, añadiendo referencias
más explícitas sobre el Hecho Guadalupano y sobre Juan Diego,
incluyendo parágrafos enteros del
Nican Mopohua
en las lecturas del Oficio Divino
14. En 1894 se otorgó la coronación
canónica de la Virgen de Guadalupe.
15. En 1899 se llevó a cabo el
Concilio Plenario Latinoamericano. Allí se invocó a la Virgen de
Guadalupe, y se colocó el acontecimiento Guadalupano como punto de
referencia fundamental para comprender el catolicismo en América
Latina, y para iniciar una nueva etapa evangelizadora.
16. En 1910 los obispos mexicanos,
junto con numerosos obispos latinoamericanos, pidieron al Papa Pío
X que proclamara a la Virgen de Guadalupe Patrona de toda América
Latina, y extendiera la festividad litúrgica a todo el continente.
17. El 12 de septiembre de 1933,
alrededor de quinientos obispos de todo el continente americano y
de otras partes del mundo, enviaron al Papa Pío XI una carta en la
que le solicitaban la extensión de la Fiesta y del Patronato de
Nuestra Señora de Guadalupe a todo el continente. Lo mismo
pidieron los obispos de Filipinas y les fue concedido.
18. Durante la persecución contra la
Iglesia católica en México (1927-1930) la Virgen de Guadalupe fue
un punto constante de referencia para el pueblo mexicano.
Testimonio de ello era el grito que lanzaban los que morían en
defensa de su derecho a expresar y celebrar públicamente su fe:
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!
19. El 12 de octubre de 1945 Pío XII
ofreció una alocución radiofónica por el cincuentenario de la
coronación pontificia de la imagen de nuestra Señora de Guadalupe,
en la que decía: Y así
sucedió al sonar la hora de Dios para las dilatadas regiones del
Anáhuac. Acaban apenas de abrirse al mundo, cuando a las orillas
del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito
Juan Diego –como refiere la tradición- pinceles que no eran de acá
abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva
de los siglos maravillosamente respetarían
PIO XII, Alocución
Radiomensaje del 12 de octubre de 1945,
en AAS XXXVII (1945) 10, p. 265-266..
20. Por su parte, Juan XXIII, el 12 de
octubre de 1961, declaraba en la conmemoración del cincuentenario
del Patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda América Latina:
La siempre Virgen Santa
María, Madre del verdadero Dios por quien se vive derrama su
ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando
al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma
caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que
manos humanas no pintan. Así quería nuestra Señora continuar
mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el
indio Juan Diego y el obispo Zumárraga, como para simbolizar el
beso de dos razas (...) Primero, Madre y Patrona de México, luego,
de América y de Filipinas, el sentido histórico de su mensaje iba
cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los
horizontes en un anhelo universal de amor
JUAN XXIII, Ad
christifideles qui ex omnibus Americae nationibus Conventui
Mariali secundo Mexici interfuerunt,
Roma, 12 de octubre de 1961, en AAS, LIII (1970) 12, p. 685-687..
21. El 12 de octubre de 1970, el Papa
Paulo VI, exclamaba con motivo del 75 aniversario de la coronación
pontificia de la imagen: La
devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe, tan profundamente
enraizada en el alma de cada mexicano y tan íntimamente unida a
más de cuatro siglos de vuestra historia patria, sigue conservando
entre vosotros su vitalidad y su valor, y debe ser para todos una
constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana
PABLO VI, Nuntius
Radiotelevisificus, 12 de
octubre de 1970, en AAS, LXII (1970) 10, p. 681..
22. En 1974 se celebraba el V
Centenario de la fecha del nacimiento de Juan Diego, cuando
algunos miembros del pueblo de Dios en México, pidieron su
canonización, para proponerlo como ejemplo de laico cristiano
GONZALEZ Fernández, Fidel, CHAVEZ Sánchez, Eduardo y GERRERO,
Rosado José Luis, El
Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego,
Ed. Porrúa, México 2000, XXXVIII, Doc. XIII, 119..
23. Juan Pablo II, durante su primera
visita a México con motivo de la inauguración de la III
Conferencia del Episcopado Latino Americano, en 1979, se refiere a
la Virgen llamándola "Madre de la Iglesia en América Latina",
"Estrella de la evangelización"
JUAN PABLO II, Alocución
por la III Conferencia del Episcopado Latino Americano,
28 de enero de 1979, en AAS LXXI (1979) 3, p. 205.;
mientras que de Juan Diego dice:
Desde que el indio Juan Diego hablara
de la dulce Señora del Tepeyac, tú, Madre de Guadalupe entras de
modo determinante en la vida cristiana del pueblo de México
Id., Alocución a los
obispos de América Latina, Primer viaje apostólico a México,
México, D. F., 27 de enero de 1979, en AAS LXXI (1979) 3, p. 173..
24. El Arzobispo Cardenal Ernesto
Corripio Ahumada presidió tres de los momentos más importante de
todo este afanoso proceso de investigación histórico-científica:
el primero, el 7 de enero de 1984, en la Insigne y Nacional
Basílica de Santa María de Guadalupe, cuando dio lectura al
documento con el que se iniciaba el Proceso Canónico del Siervo de
Dios, Juan Diego, el indio humilde mensajero de la Virgen de
Guadalupe. El segundo fue el 23 de marzo de 1986, en la Catedral
Metropolitana de México, cuando, en su investidura de "Juez
Ordinario", presidió la celebración de la última sesión de este
proceso, y la Congregación para las Causas de los Santos aprobó el
camino realizado Cfr.
Carta de la Sagrada Congregación
para las Causas de los Santos al Cardenal Ernesto Corripio Ahumada,
8 de junio 1982, Prot. N. 1408-2/1982, p. XVI, XXIV; XIX..
El tercer momento fue el 9 de octubre de 1989, en la Sala de
Acuerdos de la Curia de la Arquidiócesis de México, donde fueron
convocados 21 especialistas, investigadores y estudiosos del
Acontecimiento Guadalupano, entre los cuales estaba Mons.
Guillermo Schulemburg,
para emitir, con toda libertad, sus valiosas opiniones a favor o
en contra de la causa de Juan Diego; ninguna opinión se vertió en
contra de la existencia física del Siervo de Dios y se ahondó
positivamente en su fama, virtudes y culto
ROMERO Salinas, Joel, Juan
Diego, su peregrinar a los altares,
Ed. Paulinas, México 1992, p. 54.,
.
25. Los resultados y la documentación
necesaria fueron enviados a la Santa Sede, a la Congregación para
las Causas de los Santos, donde se elaboró la
Positio,
la cual, en 1989, se puso a la consideración de las tres
Comisiones, designadas para el caso: la de historiadores, la de
teólogos y la de obispos y cardenales. La
Positio
fue aprobada en 1990 Cfr.
Relatio et Vota
de Consultores Históricos, 30 de enero 1990, y de los consultores
teólogos, 30 de marzo 1990. ,
reconociendo que a Juan Diego se le daba culto desde tiempos
inmemoriales, apoyando esto con diseños y medallas en los que se
le representaba con aureola, o su figura en cálices, púlpitos,
altares, exvotos, ofrendas, documentos. Una buena síntesis de todo
esto nos la ofrece D. Cayetano de Cabrera y Quintero:
Aún los mismos indios que frecuentaban
el Santuario se valían de las oraciones de su compatriota viviendo
y, ya muerto y sepultado allí, lo ponían como intercesor ante
María Santísima, para lograr sus peticiones. Esperamos en Dios que
un día lo veamos en el honor de los altares
CABRERA y Quintero, Cayetano de,
Escudo de Armas,
Impresiones del Real, México 1746, p. 345, N° 682..
26. La Congregación para las Causas de
los Santos presentó los resultados obtenidos para que fueran
valorados por el Papa Juan Pablo II, a quien correspondía la
decisión final. La respuesta fue dada a conocer a través del
Decreto de Beatificación del 9 de abril de 1990, con el que se
reconocía la santidad de vida y el culto tributado, desde tiempo
inmemorial, al Beato Juan Diego. El 14 de abril, sábado de Gloria,
en la Catedral Metropolitana, el Sr. Cardenal D. Ernesto Corripio
Ahumada dio la jubilosa noticia.
27. En su segundo viaje apostólico a
México, el 6 de mayo de 1990, Juan Pablo II presidio en la
Basílica de Guadalupe la solemne lectura del Decreto de
Beatificación por confirmación del culto que de tiempo inmemorial
le había rendido el pueblo mexicano. En su homilía comentaba:
Juan Diego es un ejemplo
para todos los fieles, pues nos enseña que todos los fieles de
Cristo, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor
a la perfección de la santidad por la que el Padre es perfecto,
cada quien en su camino (LG
11). Y Juan Diego,
obedeciendo cuidadosamente los impulsos de la gracia, siguió fiel
a su camino y se entregó todo a cumplir la voluntad de Dios,
según aquel modo en el que
se sentía llamado por el Señor. Haciendo esto, fue sobresaliente
en el tierno amor para con la Santísima Virgen María, a la que
tuvo constantemente presente y veneró como Madre y se entregó al
cuidado de su casa con humilde y filial ánimo. No es de admirar,
pues, si no pocos fieles lo tenían por un santo, viviendo todavía,
y le pedían les ayudara con su oración. Esta fama de santidad
después de su muerte duró, de modo que no son pocos los
testimonios del culto que se le daba, los cuales muestran
suficientemente que delante del pueblo cristiano se le nombraba
con el título de santo, y así conocido le daban los signos de
veneración que suelen estar reservados para los beatos y los
santos, como queda patente por los monumentos de arte, en los
cuales la efigie de Juan Diego se puede ver adornada con aureola y
con otros signos de santidad.
Cierto que tales signos de
culto se manifestaron sobre todo en el tiempo más cercano a la
muerte de Juan Diego, pero nadie puede negar que los mismos han
continuado hasta nuestro tiempo, de modo que con seguridad consta
el testimonio congruente de un culto peculiar dado sin
interrupción a Juan Diego. Habiendo instado muchos obispos y
fieles de Cristo, principalmente mexicanos, la Congregación para
las Causas de los Santos procuró que se recogieran los documentos
que ilustran la vida, virtudes y fama de santidad de Juan Diego, y
mostraron el culto que se le diera, los cuales, debidamente
investigados, concluyeron con la Positio sobre la fama de
santidad, de sus virtudes y culto que se le dio desde tiempo
inmemorial JUAN PABLO II,
AAS,
LXXXII (1990), p. 853-855..
28. El 12 de octubre de 1992, en el
discurso inaugural de la IV Conferencia General del Episcopado
Latino Americano, en Santo Domingo, el mismo Juan Pablo II
afirmaba con gran fuerza la importancia del Acontecimiento
Guadalupano, nombrándolo como ejemplo de evangelización
perfectamente inculturada, ya que en la figura de María de
Guadalupe se encarnaron auténticos valores culturales indígenas:
En el rostro mestizo de la
Virgen del Tepeyac, se resume el gran principio de inculturación:
la íntima transformación de los auténticos valores culturales,
mediante la integración en el cristianismo en las varias culturas
JUAN PABLO II, Discurso
Inaugural en la IV Conferencia General del Episcopado Latino
Americano, Santo Domingo,
12 de octubre de 1992, AAS LXXXV (1993) 9, p. 826, N° 24..
29. El 28 de octubre de 1998 se
presentó el resultado de la investigación realizada por una
Comisión Histórica formada ex profeso por la Congregación para las
Causas de los Santos y la Arquidiócesis de México. Su trabajo fue
tomar en cuenta todo lo ya realizado e investigar en Archivos y
Bibliotecas de varias partes del mundo, estudiar y analizar desde
la tradición oral continua e ininterrumpida que se ha mantenido en
la memoria del pueblo, hasta fuentes documentales como mapas,
códices, anales, testamentos, cantares, narraciones,
Nican Mopohua,
Nican Motecpana,
Información de 1556, Informaciones Jurídicas de 1666, los
importantes escritos de los primeros frailes misioneros y otros
muchos documentos. Los resultados comprueban y confirman la verdad
del Acontecimiento Guadalupano, la historicidad del indio Juan
Diego, modelo de santidad, y su papel como mensajero y misionero
laico elegido por Nuestra Señora de Guadalupe. Lo más importante
de la investigación fue publicada en un libro bajo el título "El
Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego"
Cfr. Nota 14. y fue entregado a
prestigiados estudiosos en Historia de la Iglesia, grandes
conocedores de México y de América Latina. Todos, de manera
unánime han dado su confirmación positiva, tanto de la historia
del Acontecimiento Guadalupano, especialmente del Beato Juan
Diego, como de la metodología científica usada en la
investigación.
30. El 22 de enero de 1999, durante su
cuarta visita a México, Juan Pablo II dejó oír nuevamente su voz,
declarando la importancia del mensaje Guadalupano comunicado por
el beato Juan Diego, y confirmando la perfecta evangelización que
nos ha sido regalada por nuestra Madre, María de Guadalupe, a
quien declaró "Patrona de todo el continente Americano" y
"Estrella de la primera y de la nueva evangelización"
JUAN PABLO II, Ecclesia in
America, México 22 de
enero de 1999. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano
1999, n. 11.70. Véase también en AAS, 85 (1993), p. 826..
31. Después de nuevos estudios sobre
la figura histórica del Beato Juan Diego y sobre las apariciones
de Guadalupe Una Comisión de
Historiadores, presidida por el Prof. P. Fidel González Fernández,
Consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, en
1998 llevó a cabo una atenta revisión de todos los documentos
hasta ese entonces conocidos, relativos al Beato Juan Diego y a
las apariciones de Guadalupe. Además se realizaron nuevas
investigaciones en otros archivos de los Estados Unidos de
América, Viena, Ciudad del Vaticano, España, México y en otros
lugares. Las conclusiones, que han confirmado científicamente los
datos históricos tanto del Beato como del Evento Guadalupano, han
sido compartidas por eminentes estudiosos y fueron publicadas en:
FIDEL GONZALEZ FERNÁNDEZ, EDUARDO CHAVEZ SÁNCHEZ Y JOSE LUIS
GUERRERO, El encuentro de
la Virgen de Guadalupe y Juan Diego.
Ed. Porrúa, México 2000., bajo
la dirección del Emmo. Sr. Ernesto Cardenal Corripio, se llevó a
cabo la Investigación diocesana (1990-1994) acerca de una supuesta
curación milagrosa, atribuida a la intercesión de dicho Beato. El
caso en cuestión inició el 3 de mayo de 1990, cuando un joven de
20 años de edad, llamado Juan José Barragán Silva, cayó de una
altura aproximada de 10 metros, sobre la banqueta de cemento, con
un fuerte impacto valorado en 2,000 kg., con fractura múltiple del
hueso craneal y fuertes hematomas. Según la valoración de los
médicos, la mortalidad instantánea superaba el 80%. El 26 de
febrero de 1998, los médicos especialistas de la Congregación para
las Causas de los Santos examinaron y aprobaron por unanimidad los
estudios que los médicos mexicanos habían hecho en el proceso
diocesano, pues comprobaron que era naturalmente inexplicable que
Juan José estuviese vivo y sano, con una curación rápida, completa
y duradera; era una inexplicable curación según el conocimiento de
la ciencia médica. La madre del joven fue la que, con gran fe,
invocó al Beato Juan Diego por la salvación de su hijo. El 11 de
mayo de 2001, en Sesión Especial para estudiar el milagro, los
consultores teólogos, presididos por el promotor de la fe,
aprobaron el milagro sucedido por intercesión de Juan Diego
Cuauhtlatoatzin, con voto afirmativo unánime
CONGREGATIO DE CAUSISI SANCTORUM,
Canonizationis Beati Ioannis Didaci
Cuauhtlatoatzin, viri laici (1474-1548) Relatio et Vota, Congresus
Peculiaris super Miro, 11
de mayo de 2001, Mexicana, P. N. 1408, Tip. Guerra, Roma 2001.;
a idéntica conclusión llegaron los cardenales y obispos reunidos
en Sesión ordinaria, el 21 de septiembre del mismo 2001.
32. Los obispos del episcopado
mexicano, en su Carta Pastoral del 12 de octubre de 2001 decían:
La verdad de las apariciones
de la Santísima Virgen María a Juan Diego en la colina del Tepeyac
ha sido, desde los albores de la evangelización hasta el presente,
una constante tradición y una arraigada convicción entre nosotros
los católicos mexicanos, y no gratuita, sino fundada en documentos
del tiempo, rigurosas investigaciones oficiales verificadas el
siglo siguiente, con personas que habían convivido con quienes
fueron testigos y protagonistas de la construcción de la primera
ermita CONFERENCIA DEL
EPISCOPADO MEXICANO, El
Acontecimiento Guadalupano Hoy,
n. 3 (...) Consideramos
también deber nuestro manifestar que la historicidad de las
apariciones, necesariamente lleva consigo reconocer la del
privilegiado vidente interlocutor de la Virgen María
Ibíd..,
n. 9..
33. El decreto "acerca del milagro"
fue promulgado en ciudad del Vaticano ante Su Santidad Juan Pablo
II el 20 de diciembre de 2001.
34. Esta tradición centenaria, en la
que confluyen diversos miembros del pueblo de Dios en México,
España, Vaticano, nos indica que el tema en cuestión es más que un
simbolismo. En efecto, el culto desde tiempos antiguos se
convierte en una realidad que se va imponiendo como expresión de
fe y reconocimiento de algo que realmente aconteció en la
historia, en los personajes identificados por la misma tradición,
a saber, Santa María de Guadalupe, Juan Diego, Fray Juan de
Zumárraga y Juan Bernardino. A eso habrá que añadir los diversos
testimonios escritos, representativos y arqueológicos, cuya
importancia será mencionada más adelante.
35. El argumento Guadalupano ha sido
objeto de apasionados debates históricos, pero podemos decir que
pocos eclesiásticos y seglares mexicanos se han opuesto a la
historicidad del Hecho y, consiguientemente, de Juan Diego.
Algunos explican que el Hecho Guadalupano es un mito religioso
usado para representar las antiguas tradiciones religiosas
mexicanas, que luego fueron asumidas en forma sincretista por el
catolicismo. Otros consideran el Hecho Guadalupano como un mero
instrumento pedagógico de la catequesis misionera a favor de los
indígenas. Unos más consideran el Hecho Guadalupano como una
invención del criollismo nacido en el siglo XVII, para darle
fuerza al naciente nacionalismo mexicano
En 1995 apareció publicada la obra del sacerdote historiador
norteamericano
Poole Stafford. Se empeña en
demostrar que "Guadalupe" es un símbolo religioso nacional
inventado por los criollos del siglo XVII, para oponerse a los
peninsulares españoles y ofrecer un fundamento religioso a los
mexicanos de entonces, que años después desembocó en la
Independencia. Las apariciones serían el instrumento de este
simbolismo, que con el paso del tiempo impusieron la devoción
Guadalupana a la opinión pública como un hecho histórico.
STAFFORD, Poole, Our Lady
of Guadalupe. The Origins and Sources of a Mexican National
Symbol, 1531 – 1797. The
University of Arizona Press, Tucson and London 1995..
Hay quienes apoyan su duda sobre la historicidad del Hecho
Guadalupano en la ausencia de fuentes claras y precisas en los
primeros veinte años inmediatos al Acontecimiento; especial
relevancia se le da a la ausencia de documentos franciscanos que
lo mencionen, sobre todo la falta de datos de uno de los
protagonistas del Hecho, el obispo fray Juan de Zumárraga.
Finalmente, hay quienes no niegan la historicidad de lo sucedido,
pero afirman que lo fundamental es el simbolismo que encierra, es
decir, la representación del drama de la conquista, que incluye
las diversas actitudes de los misioneros y el trauma de los
indígenas en los primeros momentos de la evangelización
Cfr. GONZALEZ, Fidel, m.c.c.j,
La Virgen de Guadalupe de México y el
indio Juan Diego, ¿mito, símbolo o historia?,
en L'Osservatore Romano, edición
semanal, n. 51, del 21 al 27 de dic., 2001, p. 11..
36. Los que niegan la historicidad de
la Virgen de Guadalupe y Juan Diego afirmando que ambos forman
parte de la catequesis simbólica, consideran que sacarlos de este
simbolismo, llevaría a una fantasía histórica. En este sentido,
canonizar a Juan Diego equivaldría a canonizar un símbolo, no a
una persona real. Por lo demás consideran que, negar la
historicidad del Hecho, en nada contradice la importancia de la
devoción Guadalupana a lo largo de la historia de México.
37. Esta postura reciente y las
oposiciones antiguas
El primero de todos fue fray
Francisco de Bustamante, provincial de los franciscanos en México
(1556) y su histórica desavenencia con el arzobispo dominico
Alonso Montúfar, que le llevó, junto con otros de sus hermanos
frailes a mostrarse resueltamente hostiles, ya no digamos contra
la aparición, sino contra la misma devoción a la Virgen de
Guadalupe, afirmando que era falsa, promotora de la idolatría y,
por lo mismo, demoníaca. Le sigue el Pbro. Juan Bautista Muñoz,
quien en una disertación ante los miembros de la Academia "Memorias
sobre las apariciones y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe de
México" (1794)
afirmaba que en todos los documentos que le habían hecho llegar
por orden del rey Carlos III, su tutor, no había encontrado
ninguna referencia sobre quienes habían vivido el Hecho, y que
nada tenían que aportar los documentos indígenas, a los que
denominaba "papeles mugrientos" y sin valor por provenir de los
indios. Posteriormente están el brillante y megalómano Fray
Servando Teresa de Mier (1794), Joaquín García Icazbalceta (1800),
y los recientes encabezados por Mons. Guillermo Schulemburg Prado,
ex abad de Guadalupe, los canónigos Carlos Warnlholtz Bustillos y
Esteban Martínez de la Serna y el Pbro. Manuel Olimón Nolasco.
han obligado a revisar la documentación histórica y a proseguir la
investigación en archivos y bibliotecas, para aclarar dudas y
llegar razonablemente a una conclusión positiva o negativa, con
rigor científico, sobre la historicidad objetiva del
Acontecimiento Guadalupano y del indio vidente Juan Diego. Los
resultados de tales trabajos fueron presentados por el R. P. Fidel
González Fernández, m.c.c.j., catedrático de la Universidad
Pontificia Urbaniana de Roma y de la Pontificia Universidad
Gregoriana también de Roma en un Congreso convocado para esta
finalidad por la Congregación de las Causas de los Santos, el 1 de
noviembre de 1998. La relación fue acogida y aprobada por
unanimidad en esa sesión, presidida por el Prefecto de dicho
Dicasterio, para darle el debido curso canónico
GONZALEZ Fernández Fidel, o. c., p XVI y XVII..
38. Las obras hasta ahora analizadas
afirman, de manera convergente y no prefabricada, la historicidad
del Acontecimiento Guadalupano y de todos sus protagonistas. Esto
no niega que en algunos casos se presenten determinadas hipótesis
razonables de carácter histórico, para explicar posibles dudas o
vacíos, como el llamado "silencio Guadalupano" de algunos
personajes eclesiásticos y civiles del siglo XVI
Ibíd.,
p. XVII. Aun cuando haya excepciones, podemos avanzar la hipótesis
plausible de que los franciscanos de la primera mitad del siglo
XVI guardaron silencio para no favorecer las supersticiones,
destruyeron códices, templos tradicionales y manifestaron
desconfianza hacia todos los elementos culturales y religiosos de
las tradiciones indígenas..
39. El trabajo de investigación ha
seguido una ruta rigurosamente crítica histórica en la búsqueda y
valoración de documentos que se encuentran en archivos y
bibliotecas. Ello ha implicado para los estudiosos la obligación
de respetar las características peculiares, según se trate de
obras indígenas, españolas o mestizas, y la índole histórica de la
documentación. Asimismo han averiguado si estas fuentes son
fidedignas total o parcialmente, y en qué medida, y si en ellas se
encuentran elementos históricos sólidos que fundamenten la
historicidad del Acontecimiento Guadalupano y del vidente Juan
Diego
Ibíd..,
p. XVIII.. Finalmente han
tomado en cuenta el origen, destinatario, contexto y finalidad de
todos estos documentos para entender su propósito y alcance.
40. Los documentos españoles del siglo
XVI, que mencionan a "Guadalupe" son numerosos, sobre todo a
partir de la segunda mitad del siglo. Con frecuencia se refieren
directa o indirectamente al culto dado a la Virgen de Guadalupe en
su ermita, ubicada entonces en las afueras de la ciudad de México.
No hablan directa o explícitamente de las apariciones o de Juan
Diego, sino que son alusiones circunstanciales o de paso
Es el caso de las mandas, herencias dejadas para el servicio de la
ermita, visitas de personajes de la vida pública cuando entraban
al reino de la Nueva España, controversias de diversa índole..
Hasta el presente no se ha llegado a encontrar documento alguno,
entre 1531 y 1548, que se refiera al Hecho Guadalupano, ni
siquiera de uno de los protagonistas, Fray Juan de Zumárraga,
primer obispo de México, muerto en 1548. No obstante, este
silencio ni prueba ni niega nada.
41. A partir del dominico Fray Alonso
de Montúfar, segundo arzobispo de México, el guadalupanismo
comienza a ser una tónica común en los arzobispos de México,
mientras que en la sociedad del siglo XVII es ya un elemento
esencial de la conciencia católica mexicana y de la pertenencia
nacional de los mestizos; por lo que no es sorprendente que haya
inspirado movimientos sociales, culturales, religiosos y
políticos, que fueron favoreciendo una mentalidad que desembocó en
la Independencia Cfr. NEBEL,
Richard, Santa María
Tonantzin Virgen de Guadalupe. Continuidad y Transformación
Religiosa en México.
México 1996 –traducción de la obra alemana de 1992-, Fondo de
Cultura Económica, p. 237-238..
42. A esto hay que añadir que tanto la
tradición oral continua, tan importante entre los pueblos
mexicanos (a base de cantos, poemas), como los diversos escritos,
indígenas, mestizos y españoles de naturaleza varia (narrativos
Las fuentes narrativas, sin ser las únicas, sí forman una buena
parte de las fuentes guadalupanas. Se presentan bajo la forma de
anales, crónicas, cantares, que fijan una tradición oral.,
epistolares Prácticamente
todas las fuentes epistolares son de origen español.,
jurídicos Los escritos
jurídicos son muy variados y se refieren al gobierno de la Iglesia
o del culto, como los legados de herencias, los testamentos, las
indulgencias, las gracias concedidas a Santa María de Guadalupe,
la disputa entre el provincial franciscano Bustamante y el segundo
arzobispo de México Montúfar, disputas con los frailes jerónimos
de Extremadura... y
administrativos Las fuentes
administrativas reflejan la ordenación del territorio novohispano
mediante los censos, los mapas topográficos, algunos de los cuales
señalan desde temprana hora la existencia de la primera ermita en
el Tepeyac.), las
representaciones (pinturas La
iconografía sobre Juan Diego, unida a la Guadalupana, crece, sobre
todo, a partir del siglo XVII, en templos donde existe población
mayoritariamente indígena. Por ejemplo, en san Lorenzo Ríotenco,
los jesuitas, difusores convencidos de la tradición Guadalupana,
propiciaron la construcción de un templo(finales del XVI o
principios del XVII) cuyo retablo representa la imagen Guadalupana
y a Juan Diego en lugar del "ángel" que aparece ordinariamente
llevando sobre sus hombros a la Morenita. Especial mención reserva
la tradición oral a la tilma o ayate donde se encuentra plasmada
la imagen de la Virgen de Guadalupe, y que algunos de los
documentos, sobre todo indígenas del siglo XVI, afirman que se
trata de la misma tilma de Juan Diego. La iconografía indígena
caracteriza a Juan Diego con la aureola de santo y algunos de los
Códices indígenas que sobrevivieron a la destrucción, representan
al macehual con signos que los mismos naturales reservaban para lo
sagrado, signos que conocemos por lo que afirman Fray Bernardino
de Sahagún y Fray Jerónimo de Mendieta, y en 1578, el misionero
dominico Fray Diego Durán.,
esculturas) y la arqueología
Las fuentes arqueológicas se encuentran en un estado incipiente.
Lo que hasta el presente se puede afirmar es que, en los lugares
donde vivió Juan Diego, desde el siglo XVI los indígenas han
sostenido una continua veneración por el beato, expresada en
capillas y ermitas. Así por ejemplo, en el valle del Anáhuac hay
tres lugares donde la tradición oral consigna que tienen que ver
con el nacimiento y la residencia de Juan Diego: Cuauhtitlán,
Tulpetlac y San Juanico. En Cuauhtitlán, existe tres
construcciones: la primera, los restos de una casa indígena
prehispánica, sobre la cual se construyó en el siglo XVI una
pequeña capilla cristiana, que a su vez sirvió de base para el
actual templo de finales del siglo XVIII y principios del XIX,
dedicado a la Virgen de Guadalupe. Sobre esta lugar existe una
tradición indígena sin interrupción sobre la existencia de este
lugar de culto unido a la historia de Juan Diego. Las mismas
Informaciones Jurídicas de 1666 afirmaron unánimemente que éste
era el lugar del nacimiento de Juan Diego.
muestran cómo, en torno al Hecho histórico Guadalupano, se va
desarrollando una creciente atención y devoción a María de
Guadalupe, íntimamente ligada a la gran veneración popular al
vidente Juan Diego.
43. Siguiendo los criterios de
realismo, imparcialidad y moralidad histórica, los peritos nos
presentan las siguientes conclusiones: por un lado, la
investigación histórica sigue abierta; por otro lado, los datos
con los que ya contamos, son más que suficientes para afirmar con
certeza la convergencia en hablar de Guadalupe (distinta de la de
Extremadura, España Tengamos
presenta que la devoción a la Virgen de Guadalupe existía ya en
Extremadura, lugar de procedencia de Hernando de Cortés, el
conquistador, y formaba parte del profundo sentido mariano de los
conquistadores y misioneros. El Acontecimiento Guadalupano en
México es diverso y no viene a ser un sustituto que reemplace a
las deidades maternas
de la cultura náhuatl
(Coatlícue, Cihuacóatl...), sino que fue un acontecimiento
histórico, reafirmado por los más antiguos documentos hasta ahora
encontrados y estudiados.) y de
Juan Diego, como una fuerza increíble y extraordinaria que se
convierte en punto central de una nueva historia religiosa y de
encuentro entre dos mundos, hasta ese momento en violenta y
dramática contraposición Cfr.
GONZALEZ, Fidel, o. c.,
p. XXIX..
44. De todo lo anterior se sigue que
sólo la afirmación clara de la historicidad de lo acontecido en el
Tepeyac llena de contenido un símbolo que hace razonable una
práctica y una devoción mariana como Guadalupe. A partir de esta
semilla sembrada en el Tepeyac comenzó una devoción incontenible
de indios, españoles, criollos y mestizos que nadie ha podido
frenar. Guadalupe se ha convertido en el punto de llegada y de
partida de todos los que reconocen en la siempre Virgen María de
Nazaret, a la Madre de Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, encarnado
por obra del Espíritu Santo, y a la Madre de todos, hecho
histórico que comenzó con la aparición de esta Celestial Señora a
un indio llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
II. JUAN DIEGO PREEVANGELIZADO
45. Juan Diego Cuauhtlatoatzin, al
parecer, vio la primera luz hacia 1474 y murió en 1548. Su vida
transcurría como la de muchos de sus contemporáneos. Habiendo
nacido en Cuauhtitlán, de la etnia chichimeca, reino de Texcoco,
se crió en el barrio de san José Millán; luego se fue a vivir a
Tulpetlac, municipio de Cuauhtitlán, conservando la propiedad de
su casa natal
Informe económico para la edificación
de la capilla de Juan Diego en Santa María Tulpetlac, 1791,
Archivo General de la Nación, Archivo Histórico de Hacienda,
Legajo 674-2 (antiguo) 91..
Contrajo matrimonio en santa Cruz el Alto (Tlacpan), cerca de san
Pedro, con la joven Malitzin, quien en su bautismo tomó el nombre
de María Lucía, la cual murió dos años antes de las apariciones de
la Inmaculada Cfr.
IXTLIXOCHITL, Fernando de Alva,
Nican Motecpana,
en DE LA TORRE Villar Ernesto y NAVARRO de Anda Ramiro,
Testimonios Históricos Guadalupanos,
Fondo de Cultura Económica, 1ª. Edición , México 1982, p. 305..
46. Por fuentes históricas sabemos que
Juan Diego tuvo descendencia. Los descendientes que procreó
parecen haber sido ignorados por el gran Lorenzo Boturini
Benalluci, quien pretendía a toda costa defender la virginidad
total del beato, como una gloria singular de Juan Diego y como
defensa contra la pretensión de algunos que neciamente quisieran
aparecer como sus descendientes y parientes en línea recta. Sin
embargo, los misioneros franciscanos dan fe de esta prole tenida
antes de que fuera bautizado.
Así se habla de la religiosa clarisa Gertrudis de Torres Vázquez,
bautizada el 2 de marzo de 1703 y muerta el 1 de abril de 1774,
que ingresó al convento de Corpus Christi a la edad de 23 ó 24
años, e hizo su profesión religiosa el 2 de febrero de 1726. Se
dice que era tenida por descendiente del dichoso Juan Diego, Cfr.
Vida de Gertrudis de Torres Vázquez, en
Apuntes de varias vidas de Religiosas
que han florecido en virtudes en este convento de Corpus Christi.
De Indias Caciques, s. n.
f. El 24 de mayo de 1739 recibió el hábito de religiosa en el
mismo convento de franciscanas descalzas doña María Micaela
Antonia de Escalona y Rosas, quinta nieta del venerable y
venturoso indio Juan Diego, en Gacetas de México, Ed. SEP, t. III,
México 1950, p. 178..
47. Juan Diego y Juan Bernardino
tenían "casas y tierras" heredadas de sus "padres y abuelos",
Nican Motecpana, Ibidem. es
decir, desde tiempos antiguos, lo que puede indicar que no eran
miembros de un calpulli, donde la tierra era propiedad comunal,
sino que ellos tenían la responsabilidad de la manutención y del
bienestar de otras familias de trabajadores.
48. Todavía no se edificaba el
convento de Tlatelolco El
convento franciscano fue construido en 1540.,
cuando ya funcionaba allí un centro de evangelización desde 1524;
los frailes asistían entre semana, cada tercer día, y todos los
domingos y fiestas Cfr.
MOTOLINIA, Fray Toribio Paredes de Benavente,
Historia de los Indios de la Nueva
España. Editorial Porrúa.
Colección "Sepan Cuantos", n° 129, 4ª edición. México 1984.
Tratado II, c. I, n° 190, p. 78..
Para 1528 Juan Diego había entrado en contacto con los misioneros
franciscanos y, tocado por la gracia de Dios, terminó por
solicitar el Bautismo. Con su esposa María Lucía, inició su camino
de preparación, bajo la sabia dirección de Fray Toribio Paredes de
Benavente, que adoptó el sobrenombre de "Motolinía"
"Motolinía"
quiere decir "pobre" o "el que se automortifica"..
De él aprendió la doctrina cristiana y las exigencias de vivir de
acuerdo con el Evangelio, así como la excelencia de la virtud de
la pureza y castidad, hasta el grado de decidir, junto con su
esposa, vivir castamente una vez recibido el Bautismo
Cfr. BECERRA Tanco, Luis,
Felicidad de México, en DE
LA TORRE Villar, Ernesto y NAVARRO de Anda, Ramiro,
Testimonios Históricos...,
p. 330. IXTLIXOCHITL, Fernando,
Nican Motecpana,
en DE LA TORRE Ernesto, o. c., p. 305..
Fue bautizado con el nombre de Juan Diego
BECERRA, o. c., p. 312..
49. Cuando andaba en los 57 años, es
decir, siendo ya un hombre cabal y con buen grado de madurez,
comenzó a ser conocido como uno de los protagonistas de los hechos
en la colina del Tepeyac. Este repunte de su personalidad nos
lleva a la necesidad de preguntarnos sobre el tipo de formación
tenida, que le permitió alcanzar una madurez humana respetable y
que fue la base de su santidad cristiana.
50. Muy diversas eran las culturas
indígenas que habitaban el territorio de lo que luego llegó a ser
México. Al referirme al mundo de la educación estoy hablando de
una cultura que sobresalió por su contacto inmediato con lo que
hemos venido nombrando el Acontecimiento Guadalupano, me refiero a
la cultura náhuatl.
51. Fray Bernardino de Sahagún
consignó por escrito el tipo de educación esmerada que recibían
los indígenas Cfr. SAHAGUN,
Fray Bernardino de,
Historia General de las Cosas de la Nueva España,
Porrúa, Colección "Sepan Cuantos", n° 300, México, 1975, p.
297-299.. Las virtudes
domésticas comenzaban a sembrarse desde que la madre estaba segura
de haber quedado en cinta. Con tiernos y solemnes discursos el
abuelo o el miembro más anciano de la familia se dirigía a la
embarazada, recordándole que el fruto en camino era obra del señor
Dios, que debía cuidar de ese fruto divino absteniéndose de
levantar cosas pesadas, evitar discusiones con el marido y
disminuir las relaciones maritales para no hacer daño a la
criatura en formación, y terminaba deseándole dicha, salud,
alegría y un parto sano Cfr.
Ibíd.,
p. 369-370..
52. Todo el proceso del embarazo y el
mismo parto era acompañado por nuevos discursos, oraciones y
consejos. Cuando la mujer daba a luz, la partera prorrumpía en
gritos de victoria en nombre de la parturienta, indicando así que
ésta había superado valientemente la prueba, y había cautivado a
una criatura Cfr.
Ibíd.,
p. 383.. Y si era varón, lo
recibían con la advertencia de que venía a un mundo que no era el
suyo, y que su verdadero nacimiento dependería de que tuviera el
honor de merecer la muerte florida, es decir, de morir como
prisionero de guerra sacrificado a la divinidad
Cfr. Ibíd.,
p. 384-385. Desearle a un recién nacido la "muerte florida"
requiere conocer el significado del concepto "guerra florida" en
la antigua cultura mexicana. Ellos veían que dos veces al día el
cielo se inundaba de "sangre" cuando el sol muere tragado por la
tierra y surgen la luna y las estrellas, que a su vez, mueren
cuando el sol nace al amanecer. Los sabios mexicanos consideraban
que la vida era movimiento, mientras que la muerte significaba
dejar de moverse. El elemento humano que siempre estaba en
movimiento era el corazón y la sangre, por lo que llamaban a la
vida "yoliztli". Ahora bien, tanto el corazón como la sangre eran
dones recibidos del sol (Quetzalcóatl) y que todos los seres
vivios necesitaban para resucitar cada día. Ahora bien, el mismo
sol necesitaba de esta sangre para seguir en movimiento, lo cual
significaba vida y estabilidad para el universo. Por lo mismo,
poder ofrendar el propio corazón, es decir, el propio movimiento o
la propia vida era un deber y un privilegio reservado a los
valientes muertos o capturados en la guerra. Morir en la batalla o
ser ofrendados en sacrificio era el camino para adquirir la
verdadera vida, pues quedaban divinizados. De este modo, la guerra
mexicana no era directamente para matar enemigos, sino para que el
Sol pudiera "cosechar corazones" en ambos ejércitos. Así pues, los
indígenas aztecas veían la guerra como una vocación religiosa,
profundamente ascética y exigente, ya que no se trataba de herir y
matar, sino de capturar "corazones". Si un guerrero mataba a su
adversario, se sentía avergonzado de no haber sabido vencerlo
desarmándolo, y el que había muerto era considerado glorioso por
haberse sabido defender y logrado la victoria de la "muerte
florida", o sea, la divinización. Por tanto, un guerrero mexicano
tenía que vencer dos impulsos fuertes: su miedo instintivo al
peligro y la muerte, y su ansia agresiva de matar, por lo que la
batalla resultaba una verdadera ascesis de autodominio, que
empezaba a aprender desde el hogar. La guerra era un acto de amor
a Dios y al prójimo, una vocación de engrandecimiento propio, pero
a partir de la renuncia a sí mismo y de servicio a los demás. Era
algo semejante al martirio. En la guerra florida se buscaba el
bien del enemigo, pues se le ayudaba a que se hiciera realidad el
sueño de entregar totalmente su vida para que "Dios viviera" y así
hubiera estabilidad para todos los que vivían en este mundo..
53. La figura materna era muy cercana,
mientras que la del padre era lejana por andar en las batallas.
Cuando éste visitaba a los suyos, en lugar de ponerse a jugar con
sus hijos e hijas, se dedicaba a ofrecerles elementos educativos a
través de discursos: los invitaba a prepararse para la vida, les
enseñaba el modo cómo acercarse a Dios para obtener sus favores,
les recordaba que había que ganarse el pan diario, para lo que
tenían que aprender oficios diversos, como el trabajar las plumas
u oficios mecánicos, o la agricultura (maíz, maguey, árboles
frutales, tunas), les ilustraba cómo hacerse amigos de Dios
acercándosele con humildad y esperanza y cómo vivir en paz con
todos, siendo prudentes en el hablar y no violentos ni vengativos,
dejando a Dios el juicio de quien les hubiera hecho algún mal; en
fin, los animaba a emplear diariamente el tiempo en cosas
provechosas Cfr. Ibíd., p.
343-345..
54. La educación indígena
proporcionada por las instituciones educativas de entonces, al
mismo tiempo que amorosísima era muy severa. El Calmécac y el
Tepochcalli eran las dos instituciones oficiales que se encargaban
de la educación. La disciplina férrea y militar que se impartía
buscaba formar personas virtuosas, generosas, abiertas a Dios para
descubrir su voluntad, laboriosas, amantes de la paz, respetando y
reverenciando a todos, con simplicidad de vida, que supieran
aprovechar el día y la noche y que evitaran caer en la ciencia
vana. Quien iba allá, era enseñado a no mirar atrás: tenía que
aprender a dejar la familia, los parientes, las comodidades;
ejercitarse en barrer, recoger, arreglar, pasar la noche en vela.
Un texto muy ilustrativo de esta educación dice así: "cuando
haya que correr, correrás, te darás prisa, no serás pesado ni
haragán. Sólo una vez tendrás que oír, con una vez que se te llame
te pondrás en pie con agilidad, de un salto, no se te llamará dos
veces; y aun cuando no te llamen, levántate, ve corriendo por lo
que tienes que traer, haz lo que se quiere que hagas. Vas a
obedecer, a humillarte, a vivir en pobreza. Pues cuando ya te
pongas algo duro, si suda o se inquieta tu cuerpo, refrénate,
sométete, no recuerdes, no desees el polvo y la basura. Esfuérzate
cuanto puedas por desechar el desasosiego de la sensualidad. Lo
que tienes que hacer es cortar espinas y ramas de abeto y
ofrecerlas (cubiertas con tu sangre), y meterte en el agua helada
(= mortificación). No comas hasta hartarte, conoce y ama la
abstinencia... No uses demasiada ropa; no tiemble tu cuerpo con el
frío... Llégate a la prudencia de los prudentes, de los sabios,
conserva la ciencia y la sabiduría antigua por escrito
SAHAGUN, Fray Bernardino,
Códice Florentino,
Huehutlatolli, Libro Sexto, p. 126-128. ANDERSON, Arthur J. O., y
DIBBLE, Charles E., Florentine Codex, 12 Volúmenes, 2a. Edition,
The School of American Research and the University of UTA, 1982.
Es una edición crítica de todo el Código Florentino, con
traducción al inglés. "
55. Así pues, aun cuando no contemos
con una biografía de Juan Diego Cuauhtlatoatzin antes de su
conversión, al leer sobre las costumbres familiares y sobre la
educación que recibían los niños, podemos deducir que lo que Juan
Diego manifestó de su personalidad en el encuentro con la Virgen y
en su vida de convertido al cristianismo, no apareció como por
arte de magia, sino que fue el florecimiento de las semillas que
sembraron en su casa sus parientes y sus maestros.
56. Después de servir a la Señora del
Cielo durante 16 años, murió en 1548, a la edad de 74 años
Algunas fuentes históricas donde se habla de la muerte del Beato
Juan Diego son: el Códice
Escalada,
Noticias Curiosas,
Nican Motecpana.
En Anales de Puebla y
Tlaxcala o
Anales de los Sabios Tlaxcaltecas
o Anales de Catedral,
AHMA, AAMC, n° 18, 1, se dice: Año de 1148 omomiquili in Juan
Diego in oquimotenextilitzino in tlazo Cihuapilli Guadalupe
México", es decir, "Año de
1548. Murió dignamente Juan Diego, a quien se le apareció la
preciosa Señora de Guadalupe de México".
También Añalejo de Bartolache o Manuscrito de la Universidad,
BNAH, Archivo Histórico, Archivo de Sucs. Gómez de Orozco, que
dice: "Tecxia 1548, Omomiquilili Juan Diego in oquimonextilli in
tlazocihuapilli Guadalupe México. Otecihuilo niztac tépetl", es
decir, "Año técpatl, 1548
Murió dignamente Juan Diego (a quien) se dignó aparecer la amada
Señora de Guadalupe de México. Granizó en el cerro blanco".,
año en que también falleció Fray Juan de Zumárraga
Fray Juan de Zumárraga murió el domingo 3 de junio de 1548, a las
nueve de la mañana, estando con todo su juicio. MENDIETA, Jerónimo
de, Historia Eclesiástica, o. c., p. 636..Fue
sepultado en la ermita, igual que su tío Juan Bernardino
Cfr. IXTLIXOCHITL, o. c., p. 305. Juan Bernardino murió a
consecuencia de la peste ocurrida en 1544. Como Juan Diego,
también él recibió en sueños la visita de la Señora del Cielo,
quien le dijo que había llegado la hora de morir, pero que ella
estaría a su lado y lo llevaría a su casa, puesto que le había
servido con fidelidad. Murió el 15 de mayo de 1544, a la edad de
86 años..
57. El Códice 1548 o Códice Escalada,
descubierto en 1995, ha sido considerado como el acta de defunción
de Juan Diego, pues refiere la muerte del beato en 1548. Consigna
la fecha de aparición de Guadalupe a Cuauhtlatoatzin. El vidente
está representado hincado, de perfil, con la vista hacia el lado
derecho, portando el clásico ayate, anudado sobre su hombro
derecho. Mira hacia una imagen Guadalupana rodeada de nubes, con
la luna a sus pies y estrellas en el manto, posada sobre la falda
de un cerro rocoso, con plantas de la estepa del altiplano de
México. Al calce, lleva la firma de "Sahún" y el glifo de Antonio
Valeriano, como juez ESCALADA
SJ, Xavier, Enciclopedia
Guadalupana, vol. 5.
Excavaciones recientes han sacado a la luz los restos de un
santuario mucho más antiguos de los actuales templos guadalupanos,
situado en el costado derecho del templo actualmente conocido como
"parroquia de indios". Una tradición constante coloca en este
lugar la casa de Juan Diego, custodio del santuario. Como se
acostumbraba entonces, los cristianos era sepultados en las
iglesias o cerca de ellas, por lo cual es probable que Juan Diego
haya sido sepultado en dicho lugar, donde se encuentran otras
sepulturas de la época virreinal..
Evidentemente éste no es el único códice donde se habla de la
muerte de Juan Diego ya que se complementa con la convergencia de
otros códices, como por ejemplo el "Códice de la Universidad" o
"Códice de Bartolache".
III. JUAN DIEGO EVANGELIZADOR
58. Al contemplar la diversidad de
etnias indígenas presentes en el territorio mexicano y la manera
como han sido tratadas por la sociedad, se antoja como imposible
alcanzar su integración a la comunidad nacional sin que pierdan
sus valores, incluso su misma identidad. Algo semejante se vivió
en los comienzos de la nación mexicana: la cultura náhuatl y la
cultura española representaban a dos pueblos enfrentados uno
contra otro, y separados abismalmente. No obstante, el Hecho
Guadalupano viene a convertirse en el puente de unión genética y
mental, con un eje religioso que le da cohesión e identidad nueva
y que desembocó en la formación de la raza mestiza.
59. En este contexto Juan Diego brilla
como uno de los protagonistas de esta síntesis admirable: por un
lado es indígena con los suyos, con una tradición que venía desde
remotos antepasados y cuya permanencia en el tiempo era símbolo de
verdad; por otro lado, entra en contacto con el mundo de lo
"nuevo" y que, por lo mismo, no tenía garantía de veracidad. No
obstante, aprende a dialogar con la fuente de los símbolos
españoles, la Virgen María y el fruto bendito de su vientre,
Jesús, y lo asimila de manera excepcional en una experiencia
religiosa que deja ver la fuerza de la gracia en el escogido. La
historia de las apariciones es el testimonio vivo de la eficacia
de María como Maestra de un laico indígena evangelizador. El "Nican
Mopohua", (= aquí se narra)
del sabio y docto indígena Antonio Valeriano,
Prácticamente todos los mejores investigadores afirman que el
Nican Mopohua es obra del indio Antonio Valeriano. El que el Nican
Mopohua sea un relato literario no quita su fundamento histórico,
máxime que otras fuentes de diferente naturaleza aportan una
convergencia sólida en relación a los datos históricos que nos
proporciona. Fue dado a conocer en 1649 por Lasso de la Vega; es
como el ejemplo a seguir para otros relatos posteriores. En él
aflora el extraordinario mensaje de la maternidad espiritual de
María, principalmente hacia los pobres y los desamparados. El
Nican Mopohua viene a ser como la culminación de tres milenios de
actividad literaria de cantos, crónica y poesía de sabios
toltecas, teotihuacanos y los inventores del así llamado
"Calendario Azteca", sobre la búsqueda del sentido de la vida, de
la muerte, del mundo y de la historia. Su redacción final ya no es
solamente indígena, sino que está profundamente coloreado por la
cristianización y la cultura humanista europea, en la que fueron
formados varios de los misioneros venidos a nuestras tierras.
es una relación de alta escuela, donde aparecen íntimamente
relacionados los protagonistas: la Madre del Hijo de Dios, Juan
Diego Cuauhtlatoatzin, el obispo Fray Juan de Zumárraga y Juan
Bernardino.
60. Quiero recorrer de nuevo, junto
con toda persona de buena voluntad, el mismo camino seguido por
estos personajes, especialmente Juan Diego, para experimentar la
magia del encuentro íntimo con Jesucristo, que motive la
participación de cada uno de nosotros en la misión que estamos
llamados a desempeñar en este gran mosaico cultural que forma la
porción del pueblo de Dios, México Tenochtitlan
Esta segunda sección ha sido inspirada por la "exégesis" realizada
por el prestigiado investigador José Luis Guerrero Rosado y
plasmada en dos volúmenes: "El Nican Mopohua", un intento de
exégesis, U.P.M., Biblioteca Mexicana, 1996..
61. En asuntos de la historia de la
salvación, es Dios quien siempre toma la iniciativa. En nuestra
historia, la llena de gracia es quien sale al encuentro del que
había sido elegido en el misterio del amor divino para una misión
excepcional. Así como Dios actuó con algunos profetas del Antiguo
Testamento, también la Reina y Señora llama por su nombre a quien
ha designado, pero lo hace con delicadeza indígena, teñida de
afecto, ternura y reverencia: "...
oyó que lo llamaban de arriba del
cerrillo, le decían: Juanito, Juan Dieguito"
VALERIANO, Antonio, o. c., v. 12
62. El escogido es un hombre
contemplativo, que lo mismo disfruta la belleza de una visión que
lo melodioso de la música. Y en esta contemplación aparece en
forma elocuente y clarísima el anuncio de la continuidad de los
valores del mundo náhuatl, pues el lenguaje está lleno de
elementos que hablan de las cosas de Dios, pero ahora restaurados
en torno a una figura femenina envuelta por el sol y embarazada
por el Espíritu divino: "Oyó
cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos...
sobremanera suaves, deleitosos..."
Ibíd..,
v. 8. "Y
cuando llegó frente a ella, mucho admiró en qué manera, sobre toda
ponderación, aventajaba su perfecta grandeza: su vestido relucía
como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que
estaba de pie, como que lanzaba rayos, el resplandor de ella como
preciosas piedras..., la tierra como que relumbraba con los
resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales
y las demás hierbecillas que allí se suelen dar, parecían como
esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus
espinas, sus aguates, relucían como el oro"
Ibíd..,
v. 16-21.
63. El colorido y luminosidad de esta
visión nos transporta a la experiencia del monte Tabor, donde
Jesús se transfiguró en presencia de sus elegidos, preparándolos
así tanto para la próxima pasión, resurrección y glorificación,
como para el día de Pentecostés y el envío para evangelizar a
todos los pueblos. Juan Diego estaba en el preludio de la misión
que la Señora del cielo pronto le iba a encomendar.
64. ¡Cómo necesitamos recobrar la
capacidad de admiración y de contemplación! No por nada el fin
último de nuestra vida es interpretado como "contemplación del
rostro de Dios"; y el salmista lo convierte en oración: "Tengo
sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de
Dios?" (Sal 42, 3).
Recuperar nuevamente la dimensión humana de la vida, disfrutar el
encuentro armonioso con el hermano, gozar la belleza de la música,
experimentar cómo el amor transforma la misma realidad de todos
los días, apreciar el fruto del trabajo honesto y responsable,
valorar el cuidado de la creación; esto y más forma parte de
nuestro aprendizaje para saber vivir cristianamente en nuestra
sociedad, tan avanzada en algunos campos, pero que no raras veces
pierde el sentido humano de sus conquistas científicas y técnicas.
65. A diferencia del temor con el que
manejaban los asuntos de Dios en el Antiguo Testamento, Juan Diego
es un laico familiarizado con las cosas divinas, tanto al estilo
indígena
Ibíd..,
v. 9-10., como las del Dios
predicado por los frailes franciscanos
Ibíd.., v. 5-6; 24.. Ante la
audición de los cantos y ante la voz a él dirigida, en nada se
turba ni se asusta; al contrario, se alegra desde lo profundo de
su persona y se pone a escuchar con toda atención
Ibíd..,
v. 22..
66. La Muchachita le habla a Juan
Diego declarándolo su venerable hijo menor, su pequeñito. Desde
ese momento, la Señora lo está presentando a todas las
generaciones como a su hijo predilecto. Por su parte, Juan Diego,
en su primera contestación a la Reina, le responde en el mismo
tono, con una exquisitez que mezcla el cariño, la confianza, la
admiración y la reverencia: "Mi
Señora, Reina, Muchachita mía..."
Ibíd.,
v. 24.
67. ¡Quién no se ha sentido arrebatado
ante la imagen venerada de Santa María de Guadalupe y la ha
invocado con piropos semejantes a los de Juan Diego! Ante un
semblante como el suyo, se ablanda hasta el más recio. Contemplar
ese rostro es todo un desafío para que admiremos en cada persona
la belleza de Dios Padre creador, afeada, sí, por el pecado, pero
resplandeciente cuando deja asomar el brillo del Espíritu divino.
Escuchar sus palabras, son camino seguro que nos lleva a Cristo.
68. Delante de la celestial
Muchachita, Juan Diego encuentra el lugar para manifestar su
profesión de fe en la figura sacerdotal, llamando a los frailes
evangelizadores "imágenes de
Nuestro Señor"
Ibíd..,
v. 24., es decir,
representación verdadera, presencia concreta de Ometéotl, Dios que
une los opuestos. Esto en nada disminuía la obligación que todo
jerarca tenía de venerar esa "imagen divina" en sus subordinados,
v. gr. los hambrientos menesterosos, los desarropados, los
enfermos Cfr. SAHAGUN, Fray
Bernardino de, Historia
General..., Lib. 6, c. 7,
n. 34, p. 315..
69. Quienes hemos recibido la gracia
de participar en el ministerio sacerdotal de Jesucristo somos
testigos del respeto y veneración que diversas personas
manifiestan hacia los sacerdotes. Siguiendo el ejemplo del Señor,
debemos empeñarnos en corresponder a estas muestras de caridad
cristiana con una coherencia de vida que transparente a Cristo
pastor de su pueblo.
70. La Virgen Santa María se
manifiesta ante Juan Diego como la Madre del verdaderísimo Dios. Y
lo hace con naturalidad y sencillez, y con un mensaje que dejaba
tranquilos tanto a los suspicaces españoles, que por todos lados
descubrían signos de idolatría, como a los desconcertados y
humillados indígenas, que se sentían traicionados por sus
"dioses". María es transparente y clara con ambos, sin engañar,
ofender o desplazar a ninguno. Y el primero a quien no desplaza es
a Dios: todo el acontecimiento se centra en el "verdaderísimo
Dios", de quien ella es Madre, el único Dios de todos los pueblos
y de todos los tiempos y, por tanto, el mismísimo que siempre
habían venido adorando los indígenas, quizá sin saberlo. Juan
Diego se abre al Evangelio, y por la catequesis de María, su
cultura, su religiosidad quedan transformadas y completadas al ser
integradas a dicho Evangelio.
71. Las múltiples culturas o formas de
vivir y de pensar presentes en la ciudad de México necesitan
contar con un eje que les una y les dé sentido y armonía, que les
haga ser riqueza dentro del tejido social; esta es la finalidad
del Evangelio de Jesucristo. Anunciarlo de modo que lo conozcan
todas las personas no es una moda o algo de lo que se pueda
prescindir, al contrario, la cohesión social necesita urgentemente
de estos aires saludables.
72. La petición de María Virgen
parecería muy sencilla a primera vista. Sin embargo, "edificar un
templo" en la mentalidad náhuatl significaba construir la nación,
la raza; mientras que la destrucción del templo equivalía a la
desaparición del estado "Por
ventura los templos, oratorios y altares, y lugares dedicados a
vuestro servicio, ¿habéis de permitir que se destruyan y asuelen,
y no haya más memoria de ellos?, SAHAGUN, "Historia
General..." Lib. 6, c. 1,
n. 9-10, p. 300.. Con la
presencia del Evangelio de María de Guadalupe comenzaba una etapa
inesperadamente gloriosa de la historia del pueblo náhuatl,
presidida por el mismo Ometéotl y por su Madre. El templo es de
ella, pues es quien lo pide, pero no es para ella, sino para
restauración y gloria del pueblo, que podrá experimentar desde
allí los efectos de la presencia de Dios mismo, manifestado por su
Madre. Y precisamente Juan Diego va a jugar un gran papel en la
reconstrucción de su pueblo que había sido arrasado por las luchas
fratricidas auspiciadas y apoyadas por los españoles
En la conquista de la gran capital azteca, los españoles
encontraron en otras tribus y reinos indígenas excelentes aliados;
tal es el caso de los tlaxcaltecas y texcocanos. Los españoles
supieron aprovechar el descontento indígena contra la opresión de
los aztecas, que había impuesto su hegemonía sobre otros pueblos,
que se traducía, entre otras cosas, en tener que pagar pesados
tributos o impuestos..
73. Aquí se abre la nueva etapa en la
misión del Beato: tiene que ir de mediador entre la Madre y su
Hijo y el obispo de México para compartirle el contenido de todo
lo que ha sido testigo con la Señora del cielo: "Y
para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa,
anda al palacio del obispo de México, y le dirás cómo yo te envío,
para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una
casa, me erija en el llano mi templo; todo lo contarás, cuanto has
visto y admirado, y lo que has oído"
VALERIANO, Antonio, o. c., v. 33.
74. Si Nuestra Señora de Guadalupe
quiere un "Templo", significa que desea promover la fraternidad
entre los moradores de estas tierras. Por ser Madre del Hijo de
Dios, es Madre que engendra la fraternidad de todos. Y así como
nos une la dicha de contar con esta maternidad, también estamos
unidos en todo lo que implica vivir en "este valle de lágrimas: "porque
allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para
curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores"
Ibíd..,
v. 32. María, pues, al anunciar
el Evangelio que promueve la unidad nacional, se convierte en
madre del mestizaje nacido en medio de la tensión. Por su parte,
Juan Diego es el gran invitado a colaborar en esta misión, pero en
forma orgánica; de ahí la insistencia de comunicar al obispo de
México todo lo que ha visto y oído, y de someterlo a su
aprobación. Encontramos aquí un eco de lo que ha inspirado el
Espíritu Santo por boca del apóstol san Juan "Lo
que hemos visto y oído se lo comunicamos a ustedes, para que estén
en comunión con nosotros"
(Cfr. 1 Jn 1, 1-4)
75. En nuestra ciudad enferma por
estar perdiendo tantos valores familiares y sociales, ante los
atentados contra la unidad familiar y la vida, ante las grandes
concentraciones urbanas que deshumanizan y borran los espacios
para desarrollarnos en mayor libertad, ante el egoísmo que
destroza todo rastro de fraternidad, debe volver a resonar la voz
del Bautista: "Conviértanse,
porque está llegando el reino de los cielos"
(Mt 3, 2) y la del crucificado: "Si
en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y
ve primero a reconciliarte con tu hermano..."
(Mt 5, 23-24) Este evangelio que se identifica con la persona de
Jesucristo, debe llegar a la conciencia de las personas.
Necesitamos reconciliarnos unos con otros y todos con Dios. La
fraternidad será entonces no un mero sentimiento de convivencia
social, sino un testimonio de que somos hijos de un mismo Padre,
nos santifica y nos llena de vida el mismo Espíritu y somos
hermanos entre nosotros, gracias a Jesucristo.
76. María de Guadalupe, como eficaz
maestra de protocolo, prepara a su mensajero para que aprenda a
cumplir su encomienda ante el obispo Fray Juan de Zumárraga. La
respuesta de Juan Diego al envío de la Señora es inmediata y
responsable. Lo que va a transmitir es todo lo que ha visto y
oído; y esto lo hará cuanto antes. Este "todo" encierra un
contenido muy arriesgado, pues se trataba de integrar los
elementos de la fe española con los elementos de la creencia
indígena. Pero Juan Diego cumple puntualmente en presencia del
obispo Zumárraga la orden recibida.
77. La tarea de ser recibido por la
máxima autoridad religiosa, no era nada sencillo, máxime
perteneciendo a la raza indígena, de la que varios negaban que
estuvieran dotados de razón; no obstante, consigue ser recibido.
Una vez delante del jerarca, Juan Diego aparece obediente,
discreto y diligente, pues únicamente al obispo refiere el
contenido de su diálogo con la Señora. Estas tres virtudes
formaban parte de las enseñanzas básicas de los padres a sus
hijos: "ni hables demasiado,
ni cortes a otro la palabra (...) Si no fuere de tu oficio, o no
tuvieres cargo de hablar, calla, y si lo tuvieres, habla, pero
cuerdamente"
MENDIETA FR. Jerónimo de, o. c., Lib. 2, c. 20, p. 113.
"... el oficio que te dieren
tomarás, y cuando fuere menester saltar o correr para hacer algo,
hacerlo haz (...) lo que te manden una vez, hazlo luego (...); y
harás de presto lo que te mandaren hacer, y lo que sabes que
quieren que se haga, hazlo tú"
SAHAGUN, Fray Bernardino de,
Historia General,
Lib. 6, c. 40, nº 6, p. 403.
78. El resultado de la primera
entrevista con la autoridad eclesiástica dejó al indio "triste
porque no se realizó de inmediato su encargo"
VALERIANO, Antonio, o. c., v. 46.
Tenía el ingenuo candor de pensar que el obispo iba a aceptar de
inmediato su mensaje, por venir de quien venía. Pero se trataba de
un indio recién converso y su petición sonaba a osadía, pues
solicitaba que se erigiera un templo en el lugar donde los
indígenas adoraban a Tonantzin, "nuestra venerable madre" de los
dioses.
79. Al referir la respuesta de
Zumárraga a la Patroncita, Juan Diego manifiesta otros rasgos de
su personalidad india. Sabiendo que no puede quejarse ante la
Señora sin ofenderla, puesto que fue ella quien lo mandó allá,
suaviza su informe lo más que puede y disculpa el rechazo del
obispo, colocándose muy a la mexicana él mismo como el culpable.
La forma como lo hace, es una manera elegante de expresar la
modestia.
80. Para un indígena perder la
compostura (= enojarse) significaba humillación; en cambio,
mantenerse imperturbable ante la adversidad, era sinónimo de
superioridad. La aparente autodenigración al confesarse indigno e
inepto ante quien le había solicitado un servicio, era un signo de
cortesía, honestidad y educación; lo opuesto sonaría a petulancia.
Algo parecido dijeron los profetas del Antiguo Testamento (Jer 1,
6; Is 6, 5)
81. Nunca ha sido fácil anunciar el
Evangelio. Desde el mismo Jesucristo y los Doce apóstoles, el
martirio sigue siendo el gran signo de quien busca obedecer la
voluntad del Padre Dios. Contra las dificultades, seguimos
escuchando la voz del Hijo de María de Nazaret, que vino a hacer
la voluntad de su Padre: "No
se inquieten ni tengan miedo... En el mundo encontrarán
dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo, yo he
vencido al mundo" (Jn 14,
27; 16, 33)
82. Ante la confesión educada de Juan
Diego, María de Guadalupe pregona que la Evangelización de México
tiene que ser obra de la Iglesia que trasciende la diferencia de
razas y culturas, obra conjunta de españoles y mexicanos. Por eso
insiste en que quien tiene que llevar el mensaje al obispo es el
intercesor escogido por la Reina, a nombre de muchos otros
hermanos y hermanas que cooperarán para que se haga realidad en
México el mandato misionero que muchos siglos atrás Jesús
encomendó a sus Apóstoles.
83. Lo que sigue a esta intervención
de la Morenita del Tepeyac, confirma la personalidad de Juan Diego
como un laico convertido y con una disponibilidad responsable.
Volverá al día siguiente y cumplirá al pie de la letra lo que
quiere la Señora. Por lo pronto hay que descansar. Y en su
delicadeza indígena quien lo tiene que hacer es la Reina, que para
nada necesitaba de este descanso y sí Juan Diego que había tenido
un día complejo y difícil.
84. La misión en la que estamos
empeñados diariamente, debe ser nuestra participación bautismal
para ayudar a recomponer el tejido social desgarrado por las
diversas formas de pecado, tomando en cuenta las realizaciones
positivas de personas, comunidades, instituciones. La restauración
sigue siendo obra del Espíritu de Dios, pero amorosamente quiere
que también nosotros colaboremos. Debemos trabajar por integrar
orgánicamente los diversos carismas presentes en el pueblo de
Dios, para que la misión perdure. Agentes laicos, miembros de la
vida consagrada, clérigos tenemos que trabajar en comunión, cada
uno de acuerdo a la propia función dentro del Cuerpo de Cristo, de
modo que demos un testimonio de unidad orgánica y así participemos
en hacer llegar el Evangelio de Jesucristo a los alejados de su
influjo, sean familias, jóvenes, pobres, sectores, ambientes.
85. Juan Diego no aduce su calidad de
embajador de la Señora para faltar a sus deberes dominicales de
cristiano convertido. Y de nuevo ante el obispo, en lugar de
presentarse desafiante por ir en nombre de la Señora del Cielo, lo
hace con humildad y miedo de llegar a ser el causante del fracaso
de toda la misión que le había sido encomendada. Este tesón por
cumplir una encomienda es como el inicio de una cadena de futuros
catequistas indígenas que recorrerán los caminos en todas
direcciones con tal de llevar el mensaje del Evangelio, incluso
con riesgo de su propia vida como lo prueban los mártires
oaxaqueños Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles que serán
beatificados por Su Santidad en este su quinto viaje a México. Y
es que en realidad, la conversión de los indios fue apostolado de
los mismos indios que se trocaron en infatigables misioneros de
sus hermanos a partir de lo sucedido en 1531. De su capacidad el
mismo Mendieta nos refiere que "estando
el religioso presente (...) predicaba en su nombre todo lo que le
había dicho (...) y echaba de ver si era enteramente dicho, o si
había alguna falta. La cual no hallaban, sino que eran muy fieles
y verdaderos, y en extremo hábiles, que no solamente decían lo que
los frailes les mandaban, más aun añadían mucho más"
MENDIETA, o. c., Lib. 3, c. 19, p. 225-226.
86. Lo que Juan Diego añadió a todo lo
anterior fue que no se descorazonó ante la escrupulosidad y
severidad del obispo que, como buen inquisidor, le preguntó de
todo e incluso le hizo seguir por sus servidores. Ellos se
convertirían en el nuevo obstáculo que tendría que superar Juan
Diego Cfr. VALERIANO, Antonio,
o. c., v. 85-87..
87. ¡Cómo ilustran la hermosura de la
Iglesia de Cristo tantos laicos, desde niños hasta ancianos, que
aun cuando atienden las responsabilidades del hogar y las del
propio trabajo, todavía encuentran tiempo para su formación y para
participar en la evangelización de sus hermanos! Tocar las
puertas, visitar a los enfermos como ministros extraordinarios de
la Eucaristía, enseñar al que no sabe, colaborar como catequistas,
conservar la usanza de mayordomos, fiscales, topiles que custodian
tradiciones de religiosidad popular, es una operación que sigue
dando buenos frutos, porque los sarmientos permanecen unidos a la
vid que es el Señor (Cfr. Jn 15, 5)
88. En medio de tantos ires y venires,
aparece la Virgen tranquilizando a Juan Diego y asegurándole el
feliz éxito de su misión Cfr.
Ibíd.,
v. 90-93.. Pero aquí aparece un
nuevo protagonista, se trata de Juan Bernardino, tío de Juan
Diego. Además de la importancia que tenían los tíos, sobre todo si
eran de primer grado, por ser la autoridad que quedaba en el hogar
cuando los esposos partían a las guerras, cosa frecuente, estaba
el hecho de que Juan Diego encuentra enfermo de muerte a su tío.
Dejando para después a la Señora celestial, atiende a su tutor.
Cuidar a los enfermos, era una riqueza del patrimonio cultural
indígena, ya que éstos eran tenidos como "imágenes
de Dios"
Cfr. SAHAGUN, Historia
General..., Lib. 6, c. 7,
n 34, p. 315. Lo que hace Juan
Diego es manifestar la virtud que ya practicaba como herencia de
raza, pero ahora madurada y coronada por el Bautismo.
89. Juan Diego recibe una petición de
su tío: poder contar con un sacerdote para que lo confiese y lo
prepare a morir Cfr.
VALERIANO, Antonio, o. c., v. 97..
Bien podríamos pensar en que un cristiano pidiera, además de la
Confesión, el Sagrado Viático y la Unción de los Enfermos.
Motolinía da testimonio de que el Santísimo Sacramento de la
Eucaristía era administrado a pocos naturales y pocas veces
Cfr. MOTOLINIA, Historia de
los Indios..., Tratado I,
c. IV, n° 64, p. 24.. Por su
parte Mendieta afirma que por muchos años no se administró el
Sacramento de la Unción de los Enfermos por la falta de ministros
MENDIETA, o. c., Libro V, c. 30, p. 637..
En cambio, él mismo consigna la inmensa estima de los indios por
la Confesión hasta el grado de que viajaban grandes distancias,
abandonaban sus casas y haciendas, mientras que los minusválidos
se hacían transportar por otros con tal de ser oídos en confesión
Ibíd..,
c. 41, p. 282..
90. Como indio cumplidor, Juan Diego
tiene una urgencia familiar a la que debe responder, pero para no
herir a la perfecta siempre Virgen Santa María con una negativa
abierta, decide tomar otro camino que el acostumbrado
Cfr. VALERIANO, Antonio, o. c., v. 101-103..
Una expresión más del refinamiento indio que Juan Diego había
aprendido de su raza.
91. La Virgen le sale al paso y lo
trata con una delicadeza exquisita. La pregunta que brota de sus
labios es amable, como de quien comprende y muestra misericordia,
pues para nada menciona el rodeo que hace Juan Diego, y sí le
allana el camino para que le participe de sus angustias
Ibíd..,
v. 104-108.. Este responde con
la finura de quien tiene tal confianza con la Madre del Hijo de
Dios, hasta el punto de llamarla cariñosamente "Mi
hija chiquita", "Mi
niña del cielo"
Ibíd..,
v. 110.. En su Niña Celestial
abandona el peso de su congoja y le explica lo que va a intentar,
pues era de noche y difícilmente encontraría un sacerdote que
pudiese venir a auxiliar a su tío antes de que muriera.
92. Parafraseando el texto de 1Cor.13,
podríamos presentarnos hablando lenguas angelicales, o como
conocedores de todos los misterios, o protagonizando obras
impresionantes de renuncia; pero, sin caridad, nos haríamos
merecedores del refrán mexicano "mucho ruido y pocas nueces".
Recordemos que Cristo conjugó lo que hizo y dijo como expresión de
su amor total a su Padre y el amor incondicional a sus hermanos.
Juan Pablo II invita a que la práctica del amor concreto,
especialmente hacia los pobres en sentido material, moral o
cultural, sea la mística que caracterice nuestra vida cristiana,
el estilo de ser Iglesia y la programación pastoral (NMI
JUAN PABLO II, Carta Apostólica "Novo Millennio Ineunte",
Vaticano, 6 de enero de 2001.
49.50) Por consiguiente, el alma que inspire todos nuestros
quehaceres pastorales deberá ser siempre la caridad, recordando
que pasarán todos los demás dones y virtudes, y sólo ella quedará.
93. Juan Diego se encuentra entre la
gran lista de personajes que han recibido de parte de Dios este
apoyo: María de Nazaret lo escuchó del ángel (Lc 1, 30) lo mismo
que José (Mt 1, 20), Zacarías (Lc 1, 13) y los pastores (Lc 2,
10), todos como anuncio de la inminente venida del Salvador. Sin
embargo, también se encuentra en los relatos de vocación de
personajes como Abrahán, Isaac, Moisés, Josué, Gedeón, Jeremías,
Isaías, así como en otros textos del Nuevo Testamento. (Lc 12,23)
Por su parte, la Virgen María se manifiesta ante Juan Diego como
"protectora", figura que emplearán las generaciones cuando la
invoquen como "auxilio de los cristianos".
94. Juan Diego recibió de su Reina y
Señora la certeza de que siempre estaría a su lado, por lo que
podría confiar en ella sin reservas. Jesús se lo dijo un día a
Pedro después de una jornada de arduo trabajo. Juan Pablo II lo ha
pronunciado en diversas ocasiones, dirigiéndose a toda la
comunidad eclesial, a los jóvenes, indígenas, enfermos, alejados
que buscan la felicidad, la libertad y el sentido de los esfuerzos
diarios. La esperanza está fundada en la presencia diaria de
Cristo con todos sus hermanos de fatigas por causa del Evangelio:
"Y sepan que yo estaré con
ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos"
(Mt 28, 20)
95. Como Iglesia arquidiocesana,
volvamos de nuevo nuestra mirada a la Virgen Madre del Hijo de
Dios y Madre nuestra y digamos confiadamente: "Bajo
tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desprecies las
súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien
líbranos de todo peligro, ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!"
Asimismo recordemos la tierna oración que muchos de nosotros
aprendimos en casa: "Dulce
Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes, ven conmigo a
todas partes y solo nunca me dejes..."
Todo tiene sabor de hogar, todo nos habla del calor familiar que
no podemos dejar que se apague.
96. La Virgen María proclama a Juan
Diego un mensaje que de por sí comporta un nuevo nacimiento:
"¿No estoy yo aquí que soy
tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la
fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el
cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?"
VALERIANO, Antonio, o. c., v. 119María
no sólo está diciéndole a Juan Diego que ella es su "Madrecita",
sino que además ella se siente honrada y agradecida por serlo.
97. Santa María de Guadalupe se coloca
así en la condición de tantas madres mexicanas que desde tiempo
inmemorial han expresado su maternidad en forma única, como algo
más que un mero dato biológico reproductivo, o un derecho aducido
para colocarse en lugar de Dios. Las expresiones referidas a esta
forma de maternidad se multiplican: "la mamá cría sus hijos",
"cuida continuamente de ellos", "vigila para que no les falte
nada", "es como esclava de todos los de su casa", "sufre por la
necesidad de cada uno", "siempre atenta en las cosas necesarias
para el hogar" SAHAGUN,
Historia,
o. c., Libro 10, c. 1, n° 2, p. 545..
No podemos perder de vista que, sobre todo en los grandes centros
urbanos, como es el caso de la ciudad de México, las condiciones
laborales han cambiado mucho esta dinámica familiar; sin embargo,
todavía persiste la importancia central de la figura materna en el
cuidado, educación y éxito de una familia. Ciertamente tendremos
que valorar mucho lo que todavía tenemos en nuestras familias y
reconquistar mucho de lo perdido y por supuesto abrirnos con
sabiduría a las nuevas situaciones.
98. La maternidad a la que alude la
Virgen Madre es de tipo espiritual, pero con toda una proyección
personal y comunitaria. Al presentarse como Madre espiritual de
Juan Diego y de todos los moradores de estas y de otras tierras,
la amable y maravillosa Madre de nuestro Salvador no lo hace para
dejarnos en una situación infantil; no, la madre del verdaderísimo
Dios viene, sí a consolar, pero también a animarnos y a urgirnos
para que trabajemos tenazmente por profundizar en nuestra fe y
buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de
paz Cfr. Oración colecta de la
Misa para el 12 de diciembre. CONFERENCIA EPISCOPAL MEXICANA,
Misal Romano,
Buena Prensa 1996, p. 596..
99. La Sagrada Escritura nos ofrece un
texto que inspira el trabajo comprometido y solidario de todos los
días: "Ante esto ¿qué
diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que
no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos
nosotros ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?
¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica
¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el
que resucitó, el que está a la diestra de Dios e intercede por
nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La
tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?... Pero en todo esto
salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó"
(Rm 8, 31-39) Santa María del Tepeyac lo hace suyo y, como Madre y
Maestra, se lo anuncia a su hijito Juan Diego.
La fe, envuelta en flores
100. Juan Diego nada pide para sí
mismo o para su tío. Apenas escuchó la voz de su Niña celestial,
deja sus intereses familiares y se vuelve totalmente hacia el
interés de su Señora, a tal grado que incluso le suplica lo envíe
a llevar la respuesta pedida por el obispo. Y el signo del que
será portador, sobrepasa toda previsión.
101. Es cierto que usamos flores para
expresar amor y otros nobles sentimientos, y también con sentido
estético. Pero a nadie se le hubiera ocurrido que la Reina
enviaría su proyecto evangelizador a través de un puñado de rosas,
vinieran de donde fuera. No obstante, la Niña bendita sabía que
para el pueblo indio estas eran flores de Dios, brotadas,
verdecidas y florecidas en suelo mexicano, flores que significaban
la realización de todo creyente indígena, a saber, la comunión
efectiva y definitiva con Dios.
102. Juan Diego es el macehual,
instrumento de la gracia de Dios, a través de María, conocedora de
estos menesteres, pues ella misma se había confesado como "la
esclava del Señor" (Cfr. Lc
1, 38) De ella recibe el encargo de subir a cortar variadas flores
En un cerro donde lo único que había era mezquites, magueyes y
nopales, y que en ese tiempo atravesaba por la estación invernal.,
de colocarlas en su ayate y de llevarlas a la presencia de la
Soberana VALERIANO, Antonio,
o. c., v. 125-126., quien las
tomará en sus manos y las volverá a colocar en la tilma de su
embajador.
103. Cuauhtlatoatzin no desempeña un
papel de mero agente, sino también de sujeto libre y responsable
en manos de Dios. Y este misionero está llamado a la altísima
vocación de ser intermediario para que el mundo divino, el de las
flores de Dios, llenas de vida, "de
un olor suavísimo; como perlas preciosas, como llenas de rocío
nocturno,"
Ibíd..,
v. 130. se una al mundo humano
del Tepeyac, que de por sí era árido y además se encontraba en la
época de invierno. Se anunciaba así el comienzo de un nueva etapa
en la historia del pueblo indígena, fidelísimo a sus dioses y que
aparentemente había sido traicionado por ellos; etapa que había
sido ya inaugurada definitivamente por la encarnación del Hijo de
Dios, en el seno de María de Nazaret, por obra del Espíritu Santo.
104. Todo misionero debe estar
plenamente consciente de la gran distinción que recibe al ser
enviado para anunciar el Evangelio; ésa es su dicha y el motivo de
sus desvelos. Los asuntos divinos son confiados a cada uno de
nosotros, de modo que cualquiera pueda disfrutar de los diversos
signos del amor que Dios nos tiene reservados en su Hijo
Jesucristo. Seguimos necesitando en la Iglesia particular de la
Arquidiócesis de México este tipo de evangelizadores llenos de fe,
que pongan su persona entera en manos de Dios, para ir
discerniendo, a la luz del Evangelio, los diversos acontecimientos
de la vida diaria, de tal modo que se vayan capacitando para
responder a las exigencias de dar a conocer la herencia que a
todos nos tiene reservada el Padre en su Hijo amado.
105. El hijito menor de la celestial
Señora se encuentra finalmente en el corazón de la encomienda. En
frases claras y sencillas se le indica lo que tiene que decir, a
quién se lo va a decir y cómo tiene que hacerlo. Se le recuerda
que no va en nombre propio y que no va a expresar su voluntad
Ibíd..,
v. 137-142..
106. Santa María del Tepeyac, Maestra
divina, le enseña a su discípulo que aprenda a conjugar su
respuesta obediente a Dios, a la vez que le dará su lugar al
obispo, pues es la cabeza visible de la Iglesia naciente en el
Valle del Anáhuac, a quien le toca juzgar y ejecutar la voluntad
de la Señora del cielo. Solamente así Juan Diego podrá servir a
sus hermanos como eslabón privilegiado en la cadena de otros
evangelizadores que se unirán a la tarea misionera.
107. La Madre amorosa ya desde en vida
canoniza a Juan Diego, ya que, además del modo como se dirige a
él, lo declara no como su recadero, sino como su mensajero o
embajador, como alguien de "absoluta confianza"
Ibid.., v.139 que llevará la
imagen misma de la Madre del verdadero Dios por quien se vive.
108. El embajador emprende nuevamente
el camino "contento, sosegado su corazón, porque todo saldrá bien;
incluso va cuidando mucho lo que está en el hueco de su vestidura
y disfrutando del aroma de las diversas preciosas flores"
Ibíd..., v.139 El panorama
aparece profundamente optimista. La fe le hace ir adelante, no
obstante que ya ha tenido la experiencia de no ser creído por el
Obispo, de ser investigado, de haberse topado con un enfermo
terminal. La seguridad le llega porque ha recibido con mente y
corazón bien dispuesto el ofrecimiento de la dulce Señora. Y va
con toda la autoridad que ha recibido de ella. Las diversas y
preciosas flores son para el Macehual "corazón y cuerpo de Dios",
las lleva en su regazo con tal cuidado, como un ministro lleva la
Eucaristía. La señal no es sólo para Juan Diego, sino que es para
la cabeza de la Iglesia que es Juan de Zumárraga.
109. En medio de una sociedad en la
que se levanta el clamor de protesta contra la corrupción, como
una de nuestras grandes lacras que impiden el desarrollo en el que
debemos participar todos, tenemos que sembrar semillas de
esperanza y confianza. Un joven convencido de su fe, sabrá
educarse en el respeto a la palabra dada; un trabajador público
con vocación de servicio, se sumará a otros que con honestidad se
comprometen por el bien común; un profesionista diplomado, sabrá
responder cristianamente a la confianza que depositen en su
capacidad; los padres de familia, aceptarán ser los colaboradores
de Dios en el origen y el cuidado de la vida de sus hijos.
110. Delante de la autoridad
eclesiástica, Juan Diego presenta una síntesis de su versión
indígena del núcleo de su encuentro con la Reina del cielo. En su
narración desaparecen todos los elementos "periféricos", para
centrarse únicamente en la voluntad de la Señora. Ella había hecho
florecer nuevamente el lugar destruido por los españoles, a donde
los indígenas venían desde muy lejanas tierras trayendo ofrendas
para celebrar la fiesta de la Tonantzin, que quiere decir "nuestra
venerable Madre" SAHAGUN,
Historia…, Libro 11, Apéndice sobre Supersticiones, no. 7.
p.704-705.; ésta era una buena
nueva para cualquier indio devoto. Pero, al mismo tiempo, da una
buena noticia, del todo novedosa: ya no se necesitan los
sacrificios humanos, pues el mismo Hijo de Dios dio su vida, su
sangre por toda la humanidad.
111. Juan Diego Cuauhtlatoatzin se
convierte en el precursor que Dios escogió para que en México se
aplicara lo que ya Cristo había realizado perfectamente y de una
vez para siempre, cuando de dos pueblos (el judío y el gentil)
había hecho uno solo "derribando
el muro divisorio, la enemistad..., haciendo las paces, y
reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la
cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad".
(Ef 2, 14-16)
112. Las flores, que de por sí ya eran
la expresión de algo sagrado, se convierten en instrumento para
pintar en la tilma del embajador indígena la imagen de la Reina
del Cielo, de la Madre del Hijo de Dios. Entregadas tilma y flores
al obispo, tenemos la unión de dos autoridades, el macehual que
llevaba la imagen de la Señora y el que es convertido en custodio
de la Imagen.
113. La orientación misionera de toda
la actividad de la Iglesia en la ciudad de México nos hace
descubrirnos diversos en nuestra función dentro del cuerpo de
Cristo, pero unidos en la única misión que el Padre le encomendó a
su amado Hijo: "Como tú me
has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por
ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean
santificados en la verdad"
(Jn 17, 18-19) "Padre, los
que tú me has dado, quiero que donde yo esté, estén también
conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque
me has amado antes de la creación del mundo...Yo les he dado a
conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos"
(Jn 17, 24. 26) Se abre así el vasto panorama de la presencia del
laico en la obra de la evangelización de nuestra ciudad.
"Buen indio, buen cristiano",
"un varón santo"
114. La experiencia de toda una vida
culminada con cantos y flores, encuentro con la Señora del Cielo,
enfermedad y curación del tío Bernardino, entrevistas con el señor
obispo, llevaron a Juan Diego a pedir el honor de poder dedicarse
por completo al servicio de su Muchachita, viviendo a un lado del
templo. Para ello solicitó la autorización del obispo Zumárraga,
dada la distancia que había entre su casa y la ermita de
Guadalupe. Juan Bernardino, tío de Juan Diego quiso hacer lo mismo
para estar junto con su sobrino sirviendo al Señor y a su preciosa
Madre, pero Juan Diego no accedió, mientras que le pedía que se
dedicara a cuidar la herencia familiar de casas y tierras, lo que
implicaba velar por las familias y trabajadores bajo su cuidado
Cfr. IXTLILXOCHITL, o. c., p. 304-305. (Cfr. IXTLILXOCHITL
Fernando de Alva, Obras
Históricas, UNAM,
Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1975).
115. Obtenido el permiso del obispo,
dejó todo y se retiró a la ermita de Guadalupe para servir a la
Virgen, cuidando de su casita
Barrer el templo dedicado a alguna divinidad, cuidar del sahumerio
y del copal era un modo como los indígenas mostraban su devoción.
Además lo consideraban como un privilegio o una gloria
ambicionada, sobre todo si ya no podían participar en las "guerras
floridas".
Cfr. MENDIETA, Fray Jerónimo de,
Historia Eclesiástica
Indiana, (obra escrita a
finales del siglo XVI), Porrúa, 2ª. Edición Facsimilar, México
1971, p. 429.. Esta comunión
diaria con los intereses de la Santísima Virgen desembocó en una
vida según el Espíritu de Jesucristo:
A diario se ocupaba en cosas
espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora
del Cielo y la invocaba con fervor. Frecuentemente se confesaba
y obtuvo la gracia de poder comulgar tres veces por semana, cosa
excepcional para un laico de entonces. Ayunaba, hacía penitencia,
se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y buscaba la soledad
para poder entregarse a solas a la oración
Cfr. IXTLILXOCHITL, o. c., p. 305. O como decía también el indio
Martín de san Luis: "Que
siendo de diez a doce años en muchas y diversas ocasiones le dijo
Diego de Torres Bullón (...) cómo había conocido, tratado y
comunicado al dicho Juan Diego Indio, porque como lleva referido
era natural de este dicho Pueblo del dicho Barrio de Tlayácac, y
que era un hombre (cuando se le apareció la Reina del cielo y
Madre de Dios de Guadalupe) de cincuenta y seis a cincuenta y ocho
años, hombre de madura edad, temerosos de
Dios, y de su conciencia, y
de santas costumbres, sin que diese nota de su persona, muy amigo
de ir a las iglesias, y acudir a la doctrina, y divinos oficios,
causando mucho ejemplo a todos los que le conocían, trataban y
comunicaban", "Testimonio
de Martín de San Luis", en
Informaciones Jurídicas de 1666,
f. 46r-46v. "Testimonio de Gabriel Xuárez", en
Informaciones Jurídicas de 1666,
ff. 21v-22r..
116. Su vida espiritual se proyectaba
en el servicio a la comunidad: era buscado como intercesor ante la
Santísima Virgen, para que les diese buenos temporales en sus
siembras "Testimonio de
Gabriel Xuárez", en
Informaciones Jurídicas de 1666,
Archivo Histórico de la Basílica de Guadalupe, Ramo Histórico, ff.
21v-22r. "Testimonio de Andrés Juan",
Idem.,
f. 28v., ya que estaban ciertos
de "que cuanto pedía y
rogaba a la Señora del cielo, todo se le concedía"
IXTLILXOCHITL, Fernando de Alva, Nican Motecpana, p. 305. También:
ESCALADA, Xavier, SJ, Ed. Enciclopedia Guadalupana, México 1997,
t. V.. Aprovechaba, además, su
permanencia junto a la casita de la Virgen para evangelizar a
quienes allí acudían.
117. De esta forma, el testimonio de
una vida íntegra alcanzada por Juan Diego, bajo la acción de la
gracia divina, provocó una fama de santidad reconocida por quienes
entraban en contacto con él. Marcos Pacheco, el primero de los
siete indios ancianos, informantes de Cuauhtitlán, que declararon
en el proceso de 1666, nos ofrece una síntesis al respecto: "Era
un indio que vivía honesta y recogidamente, que era muy buen
cristiano y temeroso de Dios y de su conciencia, y de muy buenas
costumbres y modo de proceder, en tanta manera que, en muchas
ocasiones le decía a este testigo la dicha de su tía: 'Dios os
haga como Juan Diego y su tío', porque los tenía por muy buenos
indios y muy buenos cristianos",
concepto en que concuerdan los otros seis testigos
Los nombres de los otros seis testigos, además de Marcos Pacheco,
son: Gabriel Xuárez, Andrés Juan, doña Juana de la Concepción, don
Pablo Xuárez, don Martín de san Luis, don Juan Xuárez y Catarina
Mónica, en: SADA Lambretón, Ana María,
Las Informaciones Jurídicas de 1666 y
el beato Juan Diego, Ed.,
Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, México 1991, p. 105.;
otro testimonio es el de Andrés Juan, quien se refería a Juan
Diego llamándolo "varón santo"
"Testimonio de Andrés Juan", en
Informaciones Jurídicas de 1666,
Archivo Histórico de la Basílica de Guadalupe, Ramo Histórico, f.
28v. y "varón santísimo"
"Testimonio de Martín de san Luis", en
Informaciones Jurídicas de 1666,
f. 46v..
118. Efectivamente, Juan Diego era
tenido por el pueblo como "un indio bueno y cristiano", o como "un
varón santo". Ambos títulos eran más que suficientes para expresar
la buena fama de que gozaba, lo cual se ve reafirmado por el hecho
de que lo propusieran como ejemplo para los demás y de que se
acercaran a él para que intercediera por necesidades personales y
del pueblo. Así pues, Juan Diego no sólo intercedió a favor del
sostenimiento de la vida, sino que también a través de su
testimonio motivó que hubiera un punto de referencia familiar. El
Nican Motecpana
exclama sobre la vida ejemplar del beato: "¡Ojalá
que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las
cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos
alcanzar los eternos gozos del cielo!"
IXTLILXOCHITL, o. c., p. 305.
119. En Juan Diego se hace realidad la
tradición oral de nuestros pueblos indígenas, que se ha mantenido
desde tiempo inmemorial hasta el día de hoy. Una de estas
tradiciones que actualmente se comunica de padres a hijos, de
abuelos a nietos, proclama: "Apareció,
así lo dicen los Jefes, en el Cerro del Anáhuac, una señal del
mismo Cielo, a donde llega la manzana del Volador: una Mujer con
gran importancia, más que los mismos Emperadores, que, a pesar de
ser mujer, su poderío es tal que se para frente al Sol, nuestro
dador de vida, y pisa la Luna, que es nuestra guía en la lucha por
la luz, y se viste con las Estrellas, que son las que rigen
nuestra existencia y nos dicen cuándo debemos sembrar, doblar o
cosechar. Es importante esta Mujer, porque se para frente al Sol,
pisa la Luna y se viste con las Estrellas, pero su rostro nos dice
que hay alguien mayor que Ella, porque está inclinada en signo de
respeto. Nuestros mayores ofrecían corazones a Dios, para que
hubiera armonía en la vida. Esta Mujer dice que, sin arrancarlos,
le pongamos los nuestros entre sus manos, para que Ella los
presente al verdadero Dios"
"Tradición oral de San Miguel Zozocolco, Veracruz", recogida por
el P. Ismael Casas en 1995, en
Sagrada Congregación para las Causas
de los Santos, Archivo para la Causa de Canonización de Juan Diego..
120. Una personalidad como la de Juan
Diego, vivida en fidelidad a la voluntad divina y al servicio de
los hermanos se convierte, para cualquier bautizado, en un modelo
que llama a la conciencia y nos anima a confrontar nuestro estilo
de vida con el Evangelio de Jesucristo, y a integrarnos con los
demás miembros del pueblo de Dios para seguir colaborando en la
misión a favor de esta ciudad de México. Contemplación, oración,
práctica sacramental, ayuno y penitencia, misión, son parte de la
personalidad espiritual del agente laico evangelizador.
JUAN DIEGO, Y EL DESAFÍO PARA LA
MISIÓN DE LOS LAICOS HOY DÍA
121. Esta es la hora de los laicos. Su
presencia en medio de las realidades temporales les hace contar
con un amplio radio de acción para dar testimonio de su bautismo.
Ayudar en la santificación de estas realidades significará hacer
presentes los criterios del Evangelio que inspiren las actividades
de todos los que trabajan por el bien común.
122. La canonización no separa a Juan
Diego de su pueblo, más bien abre el espacio para que puedan
entrar en "su mundo" los diversos indígenas, dondequiera que se
encuentren, y cualquier miembro del pueblo de Dios. Ser elevado a
los altares significa que su identidad como hombre de su tiempo ha
recibido la perfección por obra del Espíritu de Cristo resucitado,
y este mismo Espíritu es el que le da al santo su apertura a la
sociedad y a la Iglesia. Si ha llegado a la perfección, quiere
decir que ha tenido que recorrer un largo camino, en el que
progresivamente fue encontrando la respuesta a Dios que lo buscó y
a sus hermanos que seguirán tocando a su puerta.
123. En su itinerario personal mucho
tuvo que ver la asimilación de los valores familiares y culturales
de su tiempo. La acción de la gracia encontró un terreno abonado y
fértil, de modo que cuando oyó la predicación evangélica,
descubrió la cercanía de Ometéotl, "Señor de la dualidad" "Señor
del cerca y del junto". Y así comenzó la nueva etapa de su vida,
ahora bajo el explícito conocimiento de Jesucristo, de su Padre y
del Espíritu, todo bajo el signo de una Mujer vestida de Sol.
124. Habiendo entrado en el camino de
la conversión, fue progresivamente llevado de la mano hasta
convertirse en un evangelizador para sus hermanos. La comunión con
Dios se convirtió en comunión y servicio con los hermanos, y por
lo mismo misión (ChL 32). Gracias a esta comunión pudo dar fruto
abundante. Cristo mismo así lo proclamó cuando a sus discípulos
decía "El que permanece en
mí y yo en él, ése da mucho fruto"
(Jn 15, 5)
125. Mirar a Juan Diego significará en
primer lugar, tomar conciencia de la propia identidad y de los
valores que cada uno ha heredado de la familia, de la parroquia,
de la escuela, de algún amigo o de algún acontecimiento que haya
sido significativo en la experiencia de todos los días.
126. Habiendo valorado esto, viene el
momento de reconocer la presencia de Dios en la vida personal y en
la vida de los demás. La experiencia de Dios marca la existencia
de quien se deja amar; le abre nuevos horizontes y le introduce en
una dinámica nueva. Juan Diego vivió este itinerario y encontró
una escuela maravillosa. Su maestra fue nada menos que la Siempre
Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien
vivimos, somos y existimos, Madre compasiva y misericordiosa,
Madre del Amor y de la santa esperanza. Obedeciendo la voluntad de
Dios aprendió a ser constante y a enfrentar los retos de la vida.
127. Los laicos están llamados a
participar en la nueva civilización del amor: oficios diversos,
insertos en la comunidad, multiplicidad de vocaciones inspiradas
en el amor creador de Dios, hacen que la presencia de los laicos
en el mundo sea como la presencia del alma en el cuerpo.
128. Nacida del bautismo, su vocación
cristiana es vocación de servicio; su ocupación esencial es
evangelizar: llevar a todos, con las palabras y el testimonio
diario el Evangelio que anuncia y realiza la salvación. Vocación
de llevarnos a todos a Jesucristo.
129. La misión de evangelizar en medio
de la sociedad requiere que aceptemos que nuestros sentimientos y
actitudes encuentren su dinamismo en el Espíritu de Jesucristo. El
cambio de actitudes, criterios y conducta es una expresión de la
libertad de vivir según los criterios de este Espíritu; y es aquí
donde encuentra su lugar la caridad como fuente constante del
vivir cristiano. Su idioma tiene diversos vocablos que encierran
otros tantos criterios para hacer presencia de Cristo misionero.
130. La mano de Dios está presente en
toda su creación. Cada uno de nosotros está llamado a contemplar
los reflejos de la belleza y bondad del Padre creador en el mundo
animal, vegetal, humano. Debemos aprender a vivir los momentos de
rectificación en la vida, de reconciliarnos contemplando al que
pende de la cruz, con su costado y brazos abiertos. Hay que
ejercitarnos en experimentar las diversas facetas del amor en las
relaciones interpersonales, más allá de una mera manifestación de
instintos o de necesidades biológicas, sino también y
principalmente como expresiones del amor del Espíritu que habita
en nuestros corazones.
131. La experiencia de Juan Diego, aun
cuando es personal, puede motivarnos mucho, pues supo aquilatar
los valores de su cultura, aprendió a relacionarlos con los
valores propuestos por el cristianismo, se ejercitó en
proyectarlos en el servicio a sus contemporáneos y los modeló en
la escuela de María de Guadalupe. Para lograrlo necesitó ser un
hombre de gran contemplación y profundidad en las cosas de la
vida, de la religión, de la familia, de las autoridades y un laico
cercano y comprometido por evangelizar a sus hermanos.
132. Comunicarnos como personas y ser
escuchados es una necesidad para superar tantos traumas o golpes
afectivos que aquejan nuestra vida. La misión que Cristo nos
encomienda es muy ambiciosa y tiene que desarrollarse en un
constante diálogo con Dios y con los hermanos. En efecto, debe
llegar a todas las gentes de todos los pueblos, a los sectores y
ambientes diversos de nuestra ciudad, a las familias, los jóvenes,
los pobres. Al mismo tiempo es una propuesta en el amor, no una
imposición, por bien motivada que sea. Quien es contemplativo,
sabe escuchar la voz de Dios en quien pasa necesidad, cualquiera
que ésta sea, y también sabe comprometerse efectivamente con quien
requiere su apoyo.
133. La Misión que estamos llevando a
cabo en la ciudad de México nos está urgiendo a caminar más, a
evangelizar con renovados bríos y con imaginación pastoral, a
salir a buscar a tantos alejados del influjo del Evangelio para
despertar en ellos la alegría de encontrarse con Cristo, se dejen
amar por él y se comprometan solidariamente en el bien de los
demás. Siguen existiendo muchos ambientes y sectores de la
sociedad en donde no ha resonado la Voz que busca amigos para
compartir la vida entera. Es una exigencia evangélica que
involucremos nuestras personas y nos preparemos para evangelizar a
los hermanos, como en su tiempo lo hizo Juan Diego.
134. Si queremos que la Nueva
Evangelización provoque este renovada vitalidad pastoral, debemos
reconocer que en México y en nuestro continente Americano pasa por
la mediación de María. Así comenzó la evangelización en nuestras
tierras y así se ha desarrollado nuestra identidad nacional y
continental. Aquella que es Madre y Maestra del Hijo de Dios,
tiene mucho que decirnos a los que hemos sido adoptados gracias al
bautismo. Volver constantemente a su imagen, nos llevará a tener
una sana imaginación espiritual y pastoral. Releer nuestra
historia a la luz del Acontecimiento Guadalupano, despertará en
nosotros el deseo de acercarnos a Juan Diego para aprender de él
sus diversas virtudes: apertura a Dios, disponibilidad para la
misión, veneración de la imagen de Dios en cada hermano, tenacidad
para enfrentar los retos que implica su vocación, caridad
fraterna.
135. Es indudable que la tradición del
pueblo con sus jerarcas ha sabido valorar la gracia que Dios nos
ha ofrecido en el indio Juan Diego. Su experiencia de ir y venir
entre la Reina del Cielo, Fray Juan de Zumárraga y Juan
Bernardino, con la mezcla de sentimientos que iban desde la
alegría hasta la preocupación, la afluencia hacia la ermita de
diversas personas, marcaron el camino que muchas generaciones
hasta el día de hoy siguen recorriendo.
136. Las peregrinaciones de grupos
parroquiales, de obreros, comerciantes, colonias, voceros de
periódicos, diócesis, familias, extranjeros, danzantes, son
valiosas expresiones vivientes de fe individual y comunitaria,
cuya fuerza evangelizadora debemos motivar con el Evangelio, de
modo que exista coherencia entre fe y vida, que se traduzca en un
compromiso cristiano a favor de nuestra ciudad.
137. Así pues, debemos seguir
descubriendo el encanto de esta "casita" de Santa María de
Guadalupe, punto donde confluyen y se hermanan familias e
individuos de diversos rumbos. Todavía queda mucho que recorrer
para que podamos tener la identidad que Cristo nos mereció con su
encarnación, muerte y resurrección. Sin embargo, este peregrinar
constante nos enseña que formamos parte de un pueblo que ya camina
hacia la casa del Padre.
138. Junto a la Morenita siempre
encontraremos a su embajador y mensajero. Al ir siguiendo su
itinerario, nos hemos dado cuenta de que su valor no es únicamente
para los de su misma sangre, sino también para todos los que
tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo
Dios y Padre.(Cfr. Ef 4,5). Por lo mismo, su figura no puede
quedar reducida a algo folklórico; es una personalidad normal
ofrecida como inspiración para todos los que quieran dejarse guiar
por Dios y colaborar en la formación de una comunidad más fraterna
animada por los valores evangélicos.
139. El Acontecimiento Guadalupano y
Juan Diego Cuauhtlatoatzin tienen un marcado sentido eclesial y
misionero, de gran significado para entonces y para nosotros hoy
día. El Hecho Guadalupano es la síntesis del mundo cultural y
religioso precolombino y el cristiano llegado de Europa,
transformada evangélicamente: de los dos pueblos, Dios hizo uno
solo. Ante la riqueza del Evangelio de Cristo caen las barreras
que levantan las diversas culturas, porque la salvación abarca a
todos como un proyecto eterno y divino, fraguado y llevado a
término en la caridad; de este modo podemos afirmar que Dios ha
apostado todo por el amor.
140. Por su parte Juan Diego
Cuauhtlatoatzin fue el eslabón entre el mundo antiguo mexicano, no
cristiano, y la propuesta misionera venida por la mediación de
España. El es el elegido por Dios para el encuentro de Jesucristo
con la cultura indígena, a través de la mediación de María.
141. Los misioneros españoles
descubrieron que debían asumir la defensa de los derechos humanos
de los conquistados, frente a sus compatriotas que se confesaban
cristianos, pero que estaban lejos de demostrarlo a través de las
obras. Sin optar a favor de uno en contra del otro, los misioneros
presentaron el hecho cristiano como un hecho significativo de
reconciliación para ambos.
142. El Acontecimiento Guadalupano fue
la confirmación de esta metodología misionera del anuncio
cristiano, por lo que con toda razón podemos afirmar que en todo
mexicano existe un rasgo de Zumárraga y de Juan Diego, ambos
arrodillados frente a María De Guadalupe
Cfr. ALTAMIRANO, Ignacio Manuel,
La Fiesta de Guadalupe,
México 1884, p. 1130-1133..
143. La historia del Acontecimiento
Guadalupano y Juan Diego da testimonio de que la nación mestiza
que se ha ido formando a lo largo de estos últimos cinco siglos,
en medio de luchas y conquistas en el campo religioso, político,
social y cultural ha desembocado en dar un paso más en la
consolidación de la Iglesia en América Latina, con una fuerte
dosis de identidad como Iglesia católica. Esto significa que el
Acontecimiento Guadalupano va más allá de una sola nación.
144. Juan Pablo II ha querido que este
tesoro sea compartido con todo el continente americano. Nació como
un regalo de amor de Dios y como una respuesta de gracia a una
situación dramática de oposición entre dos culturas, sin esperanza
de solución humana, y que no le ahorraron ni las luchas ni las
incomprensiones fratricidas. Por lo mismo se puede entender la
actitud repetida de Juan Pablo II en presentar la vocación del
Tepeyac como "corazón mariano de América", "auténtico cenáculo de
comunión eclesial", "experiencia fraterna de encuentro con el
Señor resucitado, camino para la conversión, la comunión y la
solidaridad en América", y por lo mismo ha declarado el 12 de
diciembre Fiesta de Santa María de Guadalupe obligatoria para todo
el Continente. Todo esto, sin Guadalupe ni Juan Diego no hubiera
sido posible.
145. El milagro de este encuentro es
todavía incompleto, pero el Hecho Guadalupano tiene todavía mucho
que aportar para que este ideal avance un paso más, hasta que
llegue a su realización definitiva en el cielo.
CONCLUSIÓN
146. Vivimos en la actualidad una
etapa difícil de nuestra historia: sufrimientos por la crisis
internacional, fuerte carencia de valores humanos y espirituales,
angustia existencial de los jóvenes que no encuentran su identidad
ni su misión en el mundo, hedonismo y odio que corrompen el
corazón humano, tanta pobreza e injusticia social que golpean la
dignidad de hermanas y hermanos, todos aquellos que se han alejado
del verdadero Dios, tanto desperdicio de riquezas y cualidades
culturales, personales y sociales, en fin, tantos miedos para
vivir, para compartir, para amar de verdad.
147. Necesitamos la participación de
todos para hacer realidad la construcción del "templo" que pidió
Santa María de Guadalupe, a saber, el templo de nuestra ciudad, de
nuestra nación y de otras naciones. Se trata de alcanzar una
identidad que parta de nuestras conciencias, se construya en medio
de nuestras familias, para que desde ahí sea proclamado el mensaje
de nueva vida en Dios, que Nuestra Señora de Guadalupe ha hecho
florecer para el mundo entero.
148. Querido Juan Diego, muéstranos
dónde quiere la Reina del Cielo, nuestra amada Niña, nuestra
Madre, nuestra Señora de Guadalupe que le edifiquemos su templo;
en qué corazón, en qué alma, en qué espíritu debemos construir la
fe, esperanza y amor. Dinos dónde recogiste estas hermosas flores
llenas de rocío matinal, dónde estaban arraigadas, quién las hizo
crecer para nosotros, quién las acarició y las acomodó en tu
tilma. Queremos ser esas nuevas rosas que florezcan en nuestro
valle a veces tan frío, tan árido de civilidad. Queremos seguir
dibujando con el pincel del Espíritu de Dios el rostro mestizo y
moreno de cada habitante de esta ciudad, rostro donde resida y
crezca el amor. Dinos, querido Juan Diego, indio diligente y
obediente, indio noble y paciente, indio fiel y verdadero, dónde
debemos ir, por cuál sendero debemos caminar, para llevar a este
pueblo delante de santa María de Guadalupe, para que sean
escuchados sus ruegos, sus tristezas, sus llantos, para que sean
acariciados por esas manos cobijadoras de Madre. Condúcenos, amado
Juan Diego, ante la Muchachita Morena del Tepeyac, nuestra Madre
amorosa y compasiva, pues creemos en el mensaje del que fuiste
testigo y nos has transmitido como fiel misionero de Dios. Por ti
sabemos que la Reina y Señora nos ha colocado en su corazón, que
estamos bajo su sombra y resguardo, que es la fuente de nuestra
alegría, que estamos en el hueco de su manto, en el cruce de sus
brazos; sabemos y estamos seguros de que es ella quien nos conduce
al verdadero Dios por quien vivimos y somos. Gracias, Juan Diego,
varón santo, felicidad de México, de América y de la Iglesia
entera. Amén.
México, D. F., 26 de febrero de
2002, día en que el Santo Padre Juan Pablo II ha anunciado
oficialmente, en solemne consistorio, su decisión de viajar a la
Ciudad de México para la canonización del Beato Juan Diego
Cuauhtlatoatzin.