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Obispado de Mondoñedo-Ferrol, 17/09/2002

CARTAS PASTORALES DEL OBISPO GEA ESCOLANO SOBRE EL MOVIMIENTO "SOMOS IGLESIA"

Recogemos en este documento cinco cartas pastorales que el Obispo de Mondoñedo-Ferros, José Gea Escolano, ha ddicado al Movimiento "Somos Iglesia". En la última llega a omparar la imposibilisdad de ordenar mujeres al dogma de la Inmaculada y de la Asunción.

¿Ordenación sacerdotal de las mujeres? 17-9-2002

Queridos todos en el Señor: De nuevo llamo vuestra atención sobre otra cuestión sobre la que están martilleando constantemente desde la corriente "Somos Iglesia". Hay cuestiones opinables y cuestiones definitivamente zanjadas por la autoridad de la Iglesia; sus enseñanzas en estos puntos son irreformables. Nadie que se tenga por católico puede cuestionarlas; si lo hace, se sitúa fuera de la Iglesia católica, a no ser que lo haga por ignorancia o por no tener su conciencia debidamente formada.

Uno de los temas en el que insiste la corriente "SOMOS IGLESIA", es la ordenación sacerdotal de las mujeres. Éste es un tema sobre el que se ha pronunciado de manera definitiva la suprema autoridad de la Iglesia, el Papa y, por tanto, es una cuestión que ya no entra en el campo de nuestras opiniones personales y del que podamos disentir. Es ya un asunto cerrado. El hecho de que haya cristianos que piensen que otro Papa podrá decidir otra cosa, es algo muy grave, tanto, que quienes todavía siguen defendiendo su posibilidad se sitúan fuera de la Iglesia, ya una enseñanza magisterial y definitiva propuesta por el Papa a toda la Iglesia como Pastor de la misma, debe ser aceptada por todos los católicos que quieran permanecer dentro de la Iglesia, fieles a la fe de la misma.

¿Por qué ha hablado el Papa de esta manera solemne y definitiva? Porque, en vista que eran muchos los que opinaban que las mujeres debieran poder acceder al sacerdocio, ha hablado como pastor supremo de la Iglesia "con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión que atañe a la constitución misma de la Iglesia..." Es por lo que dijo que la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres.Esta enseñanza es definitiva, sin marcha atrás.

Aunque la infalibilidad del Papa no recaiga sobre la validez de los argumentos que puedan usar los teólogos e, incluso, el mismo Papa, recae sobre el objeto mismo de la definición que, por la obediencia de fe, debe ser aceptada por todos los católicos. Y esto, porque cuando enseña como pastor universal sobre fe y moral y lo hace de manera definitiva, la misma infalibilidad que tiene la Iglesia.

Lo enseña el Concilio Vaticano I al hablar de la infalibilidad: "El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables". ¿Qué opinión merecen pues, desde el punto de vista eclesial, quienes dicen que llegará un día en que el Papa autorizará el sacerdocio femenino? Muchos vinculados a la corriente "Somos Iglesia" piensan así.

En cuanto a la autoridad con que el Papa proclama esta doctrina, ponemos a continuación con qué palabras Pío IX y Pío XII definieron los dogmas de la Inmaculada y de la Asunción junto con las palabras de Juan Pablo II en su enseñanza definitiva sobre el posible sacerdocio de las mujeres:

INMACULADA

"Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original...está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."

ASUNCIÓN

"Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial"-

SACERDOCIO FEMENINO

"Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión... que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia".

Quienes piensen que otro Papa va a cambiar lo que el actual ha enseñado de manera definitiva, se van a sentir incómodos en la Iglesia porque no lo puede cambiar. ¿O es que piensan que habrá que reducir la enseñanza definitiva de los Papas a los dogmas de la Inmaculada y de la Asunción de la Virgen? Habrá algo más que el Magisterio del Papa podrá proponer a la Iglesia con garantía de verdad ¿no? Y si hay algo más, ¿cómo es posible que algún católico pueda decir con seriedad que esta enseñanza del Papa podrá ser cambiada por otro?

Mondoñedo, 17 de septiembre de 2002

+ José Gea, obispo de Mondoñedo-Ferrol

 

Celibato opcional    10-9-2002

Queridos todos en el Señor: Otra de las cuestiones en que está insistiendo la corriente "Somos Iglesia" es el celibato opcional del sacerdote. Lo están repitiendo constantemente. Que la Iglesia no respeta la libertad de quienes tienen vocación al sacerdocio, pero no al celibato, que si sería mejor para la solución del problema vocacional, que si el sacerdote tendría un mejor equilibrio psíquico... De ahí, la presente reflexión.

Por la vocación sacerdotal Jesús llama a los que quiere, no para el celibato, sino para continuar su sacerdocio. Lógicamente, como en toda imitación de Jesús, los llamados deben tender a vivir su sacerdocio con la mayor perfección posible, como deben vivirse todas las virtudes, es decir, imitando la manera de vivirlo Jesús. En otras palabras, Jesús envía al sacerdote para que ejerza su mismo sacerdocio con la misma intensidad con que Él lo vivió. Es aquí donde el celibato encuentra su razón de ser. Lo que pasa es que, normalmente, tenemos la tendencia a suavizar las exigencias tanto del sacerdocio como de la misma vida cristiana. Sin radicalidad.

El punto clave al hablar del celibato no es si ha de ser obligatorio u opcional. El celibato consiste, sencillamente, en aceptar las exigencias del sacerdocio ya que hay que vivirlo al estilo de Jesús, no puede haber, de entrada, sacerdotes de primera y de segunda, los dedicados en exclusiva y los dedicados a media jornada.

Si a nadie extraña que en la sociedad civil haya cargos que requieren dedicación exclusiva, de manera que los que los desempeñan no pueden dedicarse a otra profesión, tampoco debe extrañar que la Iglesia pida a los sacerdotes dedicación exclusiva para que lo ejerzan plenamente y sin condicionamientos.

Vocación al celibato en sí, no la hay; el celibato supone una liberación de todo lo que pueda impedir estar totalmente libres para el ejercicio del sacerdocio. No consiste en renuncias al matrimonio, sino a renunciar incluso al matrimonio. Cuando alguien acepta la llamada al sacerdocio ya sabe a qué se compromete, a tratar de vivirlo radicalmente como se debe vivir cualquier otra virtud cristiana. Tampoco se puede decir que la Iglesia imponga la dedicación en exclusiva y para siempre al propio cónyuge, en la administración del matrimonio. Los que lo contraen podrían decir que tienen vocación al sacramento pero no a su perpetuidad. Es cuestión de coherencia. La grandeza y belleza del sacerdocio, como participación del sacerdocio de Jesús como raíz de toda su vida, es lo que debiéramos presentar con nuestras vidas al estilo de la de Jesús y, en nuestro contacto con la gente joven.

Carácter sacramental

Los sacramentos que imprimen carácter asumen toda la realidad personal de quien los recibe y la orientan a la realización de lo que el sacramento significa. El bautismo y la Confirmación orientan a la persona a vivir como hijo de Dios y como testigo de Jesús, de manera que no hay nada en el bautizado y en el confirmado que no esté orientado a la vivencia de estos sacramentos. En ambos hay una exigencia de vivir la filiación y el testimonio con la mayor perfección posible. No hay medias tintas ni reducción de exigencias para vivirlos en plenitud.

Lo mismo sucede con el sacramento del orden sacerdotal, que también imprime carácter. Si por el sacramento se recibe el mismo sacerdocio de Cristo, es toda la persona del sacerdote la que debe estar orientada a la vivencia del mismo que en los otros dos sacramentos. Y la perfección en su vivencia está en la exclusividad de la dedicación. Ni matrimonio, ni negocios, ni actividades de cualquier tipo -recordemos aquello de San Pedro cuando la institución de los diáconos-, nada debe apartarle de la entrega incondicional a hacer presente a través de él a Cristo sacerdote enviado a salvar a todos los hombres. En esto consiste el celibato. En resumen, que si todos los actos del sacerdote son sacerdotales, toda su vida debe orientarse en exclusiva a la vivencia del sacerdocio.

Hay quienes hablan de las iglesias orientales en las que se pueden conferir el sacerdocio a personas casadas. No entro en el enjuiciamiento de esta situación, aunque pienso que deberían ser más bien los orientales quienes deberían avanzar hacia el ejercicio del sacerdocio en plenitud por medio del celibato.

También algunos dicen que en la primitiva Iglesia, eran ordenadas personas casadas. De hecho, había obispos y sacerdotes que eran casados. Es posible que hubiese algún apóstol casado, aunque de hecho no aparece en el Nuevo Testamento ninguna esposa ni hijos de ninguno de ellos; sólo se nos habla de la suegra de San Pedro, pero nada se dice de si vivía, o no, su mujer cuando Jesús lo llamó.

Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que la Iglesia ha ido descubriendo la grandeza del celibato como manera de ejercer el sacerdocio, hasta decidir conceder el sacerdocio sólo a quienes estuviesen dispuestos a vivir en celibato.

Mondoñedo, 10 de septiembre de 2002

+ José Gea, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

 

Moral sexual y conciencia   3-9-2002

Queridos todos en el Señor: Uno de los puntos sobre los que incide la corriente "Somos Iglesia" es la sexualidad en su relación con la moral. En nuestro mundo hay quienes dicen que está superado aquello de pecado o no pecado. Si no se perjudica a nadie, ¿por qué no disfrutar de la sexualidad?

Pase que esto lo digan personas que no tienen fe, pero que grupos que dicen pertenecer a la Iglesia admitan como algo normal el placer sexual incluso entre homosexuales, es grave; y algo de esto dicen algunos componentes de la corriente "Somos Iglesia". En una de sus reivindicaciones dicen que se valorar la sexualidad de forma positiva "como una dimensión más del ser humano, abierta en sus posibilidades y expresiones, sean hetero u homosexuales, y que reconozca la capacidad de decisión en base a la conciencia personal". Como si la Iglesia no la valorase.

Verdad. Para que una valoración correcta hay que partir de la verdad del hombre y de las cosas. Los cristianos vemos al hombre como un ser trascendente y con una relación filial con Dios, como principio y meta de todo lo creado. Sin esta concepción de Dios y del hombre falla todo lo referente a la fe, a la moral y a la vida social. Ni se ve el sentido de pecado ni el por qué de la virtud. No plantear la vida desde esta visión de fe tiene consecuencias muy graves. Ya dijo Jesús: "Por sus frutos los conoceréis..." y algunos de estos frutos los estamos viendo ya.

Conciencia. Aquí entre en juego la conciencia de cada uno. Todos debemos obrar según nos diga la conciencia, pero también todos tenemos el deber de formar bien nuestra conciencia de modo que se corresponda con la verdad. Con una conciencia que prescinda de la verdad se entra en una pendiente irracional y de moral subjetiva. ¿Dónde encontrar esta verdad? El cristiano, y esto es una gracia de Dios, la encuentra en el Magisterio de la Iglesia. Si no es la Iglesia, ¿quién la puede presentar con certeza? ¿Nadie? Y si nadie, ¿no queda la moral reducida a un puro subjetivismo? ¿Habrá que dar por buena la conciencia del terrorista porque actúa de acuerdo con su conciencia?

Cierto que hay que respetar la conciencia de los demás, cierto que debemos comprender situaciones difíciles por las que pasa mucha gente. Lo que no podemos es dar por bueno lo que cualquiera decida hacer porque lo haga en conciencia. Debemos proclamar la verdad del Evangelio y ayudar a todos a encontrarla y a vivirla.

Sexualidad. Bajando ya al campo de la sexualidad, hay quien no acaba de ver la distinción entre querer y amar. Se quiere tanto lo que se ama como lo que se desea; el desear a una persona no significa que se la ame; se la puede desear para disfrutar o para disfrutar de ella. Cuando se ama a una persona se la quiere como se quiere uno a sí mismo; se la quiere servir y no servirse de ella. Hoy se desea mucho y se ama poco, aunque se llame amor al deseo.

La unión sexual puede ser fruto del deseo o expresión del amor total. Si se busca el goce y el placer sin más, se está falseando el amor.

Por otra parte, el amor total expresado en la mutua donación y posesión, tiende a plasmarse en un nuevo ser. Por eso el hijo debe ser el fruto del amor total del padre y de la madre. Podemos decir que el "yo" del padre y el "yo" de la madre se plasman en un nuevo "yo", el yo del hijo. En función de este amor está la sexualidad.

Moralidad. Por eso es inmoral poner el acto que es la expresión de esa donación total sin haber llegado a la donación total y definitiva. Se critica a la Iglesia por considerar inmorales las relaciones prematrimoniales, pero la Iglesia no puede hacer otra cosa dentro de la coherencia con la fe evangélica. Y desgraciadamente, esas relaciones van en aumento y se va degradando el sentido del amor. Habría que preguntara los miembros de tantas familias destrozadas porque los padres o los hijos se han dejado llevar por el placer sexual.

Una vez más insistimos en la necesidad de formar la conciencia de acuerdo con la verdad del hombre que nos ofrece nuestra fe. Recordemos las dos razones que nos da San Pablo para la vivencia de la castidad vista desde la fe cristiana: Somos templo de Dios y miembros de Cristo.

Para vivir la castidad hay que mirar con limpieza de corazón nuestro cuerpo y el de los demás; para ello se requiere la pureza de intención y de la mirada. Ya dijo el Señor: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt. 5, 28). Esa limpieza de corazón nos permite ser señores de nuestras tendencias y ofrecerle al Padre el culto agradable en el templo de nuestro cuerpo. No es esta concepción cristiana del amor y de la sexualidad la que sostiene la corriente "Somos Iglesia".

El Magisterio nos da la garantía de la verdad. Magisterio y sentido de fe de los fieles no pueden disociarse Han sido unidos por el Espíritu. Dice el Concilio: "La totalidad de los fieles... no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad... cuando desde el Obispo hasta el último de los laicos cristianos muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral... El Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que obedece con fidelidad, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios" (G. Sp. 12).

También aquí podemos decir que lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

Mondoñedo 3 de septiembre de 2002

+ José Gea, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

 

 

Democratización de la Iglesia    27-8-2002

Sigo tratando en esta nota pastoral sobre lo que dicen en la corriente "Somos Iglesia". Resumo brevemente algunas cosas y paso a enjuiciarlas. Buscando la igualdad de todos los creyentes, tratan de superar el abismo entre clero y laicos. Entre otras cosas, piden la coparticipación y codecisión de los fieles en el nombramiento de obispos; acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal; libre elección de la forma celibataria y no celibataria para el ministerio sacerdotal. Se trata de una renovación tal de la Iglesia, que más que una reforma, lo que se pretende es cambiar la identidad de la Iglesia, identidad que le dio el Señor, dándole como una nueva "Constitución". Veamos, si no, algunos de sus postulados y deseos claramente manifestados en escritos y documentos:

La Iglesia debe ser regida por unos llamados "Concilios" que hay que establecer a distintos niveles, locales, diocesanos, nacionales y general. Porque, según dicen que hay que reestructurar a la Iglesia desde la base.

Empezar por el Concilio Parroquial elegido por todos los miembros de la comunidad parroquial.

Cada diócesis elegirá un Concilio Diocesano. (No dicen si quienes han de elegir a los miembros del Concilio parroquial y diocesano han de ser todos los bautizados, o sólo los que van a misa o pertenecen a grupos apostólicos, o si también, los que están viviendo al margen de toda norma cristiana).

Normalmente, los Concilios diocesanos de una nación establecerán un Concilio Nacional.

Los Concilios Nacionales deberán elegir cada diez años a los miembros del Concilio General.

Los distintos Concilios tendrían, cada uno a su nivel, la última palabra y responsabilidad en materias de culto, educación, obras caritativas, administración, finanzas y otras actividades que se llevasen a cabo en nombre de los distintos concilios, desde el parroquial hasta el universal. La responsabilidad no es personal sino de grupo.

Los Párrocos, Obispos y el Papa serían elegidos por los respectivos Concilios "por un tiempo limitado específico". En cuanto al nivel de Iglesia universal, el Papa "será elegido para un solo mandato de diez años por delegados seleccionados por los concilios nacionales". "El Papa y un seglar elegido por el Concilio General serán Co- Presidentes del Concilio General".

Con ello se suprime la misión propia de la jerarquía intentando superar lo que llaman el abismo entre clero y laicos. Y así, partiendo de las comunidades locales, se debe estructurar la Iglesia de manera que, desde la base, se vayan eligiendo los miembros de los distintos Concilios, empezando por el parroquial y, pasando por los diocesanos y nacionales, llegar hasta la constitución del Concilio de la Iglesia universal.

No sé si Jesús reconocería como propia esta Iglesia que intentan establecer. Lo que en ella se ve es más bien una sociedad civil, democrática, estructurada desde abajo. Supongo que echaría en falta todo lo que Él enseñó como que Él es el centro de la Iglesia, la fuerza de la gracia que Él prometió, la acción del Espíritu; preguntaría, desde luego, qué se ha hecho de Pedro y de los Apóstoles a quienes prometió la asistencia del mismo Espíritu.

Me da la impresión de que muchos de los que promuevan este Movimiento son un poco soñadores; y dan por supuesto que con esa nueva "Constitución" de la Iglesia todos actuaríamos con la perfección propia de los santos. Por lo que dicen, parece que no piensan en grupos enfrentados y divididos por mil cuestiones y problemas.

A pesar de no participar de estos criterios, miro a estos hermanos con gran respeto; pero quiero recordarles aquel pasaje de los Hechos: "Te es duro dar coces contra el aguijón. Yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo el Señor: Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte en pie" (Hech. 9, 4-5). Actuar en contra la Iglesia (la nuestra, la única, que no hay otra) ¿no equivale a actuar contra Jesús? La verdadera reforma de la Iglesia ¿no irá por otro camino?

También yo les digo que es duro sentirse condenados a vivir siempre incómodos en la Iglesia, que es la misma en que se sintieron a gusto los santos. Fueron éstos los grandes reformadores de la Iglesia porque se exigieron a sí mismos más que a los demás. Nunca dijeron "yo no soy como ésos". Porque todos somos pecadores, todos; unos más y otros menos, pero todos. También la Jerarquía; también los de "Somos Iglesia". Los que hicieron daño a la Iglesia se presentaron como reformadores atacando a sus dirigentes.

Días después le dijo a Ananías: "Éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel". Yo les diría también que pueden ser un instrumento de elección y hacer mucho bien a la Iglesia y al mundo, imitando a Pablo y viviendo como él, la comunión eclesial.

Quienes conocen la Historia de la Iglesia saben que esta corriente no va a hacer cambiar a quienes la dirigen porque, gracias a Dios y, prescindiendo de sus defectos, que todos tenemos, saben de su fidelidad al Señor en cuanto a la constitución de su Iglesia. Quienes van a ser los más perjudicados, como en las guerras, serán los que menos culpa tienen, la gente sencilla de buena voluntad. No está bien esta manera de actuar.

Que el Señor nos ayude a todos a trabajar por su Iglesia en comunión y aceptado nuestra propia cruz.

Mondoñedo, 27 de agosto de 2002

+ José Gea, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

 

 

¿Qué es la corriente «Somos Iglesia»?   20-8-2002

Queridos todos en el Señor: No hace mucho, escribí una nota sobre la corriente "SOMOS IGLESIA". Unos días después recibí un informe sobre ella. Lo leí atentamente y pienso escribir unas notas pastorales tanto sobre lo que es en sí esta corriente, como sobre algunas cuestiones que plantean, como democratización de la Iglesia, moral sexual, celibato opcional y ordenación sacerdotal de las mujeres, puntos en que se manifiestan en desacuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Hoy os voy a hablar de esta corriente en sí.

REDUCCIONISMOS

Como reflexión general, veo que en las cuestiones más importantes que plantean, hay una serie de reduccionismos que falsean la doctrina católica. Esta doctrina se podrá aceptar o no, pero hay que presentarla tal como es, no parcialmente, es decir, sin reduccionismos. Unos cuantos ejemplos:

Reduccionismo pastoral: Están apuntando a una promoción social, dejando de lado otras promociones como fe, oración, apostolado, doctrina, catequesis, formación... En la Iglesia hay otros valores que la sustentan.

Reduccionismo sacramental: Para ellos, la misa es la fiesta de la comunidad; se prescinde de su dimensión de vivencia de acción de gracias y de incorporación al misterio de la muerte y resurrección del Señor. Ni se habla de la fuerza de la gracia que nos viene de los sacramentos para el cumplimiento de nuestros deberes.

Reduccionismo moral: La Moral, dicen, nace de la conciencia, dando por supuesto que está bien formada, a pesar de ver la falta de sintonía entre lo que muchos de ellos piensan y la enseñanza moral de la Iglesia; sobre todo se ve esta diferencia en lo referente a la sexualidad, con lo que fácilmente caen en un subjetivismo moral.

Reduccionismo Cristológico: No presentan a Jesús como el único Salvador. Apenas hablan de Jesús y de su obra. Dan la impresión de estar queriendo hacer una "Constitución" de la Iglesia de acuerdo con lo que creen ellos que debe ser, cuando lo lógico sería buscar cómo quiso Jesús que fuese, y no cómo queremos nosotros que sea, sabiendo de antemano que nunca llegaremos a realizar, de hecho, una Iglesia perfecta. Es Jesús quien la va santificando, "purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef. 5, 26-27). Esa Iglesia totalmente perfecta se dará cuando, al final de los tiempos, la entregue Jesús al Padre.

Reduccionismo Eclesiológico: Están queriendo instaurar un modelo de Iglesia secularizada. Insisten en presentar a la Iglesia como Pueblo de Dios, sin tener en cuenta otras imágenes de la Iglesia como cuerpo de Cristo o morada del Espíritu. Al concebir la Iglesia como un pueblo democrático, para ellos, no es la Jerarquía quien la rige, sino el pueblo sociológico actuando desde la base. La conciben como cualquier sociedad democrática.

Presentación atractiva: Presentan estas ideas con muchos tópicos y frases sugerentes. Insisten en que lo que buscan es la reforma que se inició en el Concilio Vaticano II; por un lado está la Iglesia institucional, de los obispos, rica, clerical, autoritaria, conservadora, enemiga en el tema de la liberación sexual, inmovilista... y por otro, está la Iglesia carismática, igualitaria, fraterna, renovadora, la de los pobres y de los más desfavorecidos...

Dicen que la Iglesia discrimina a la mujer impidiéndole el acceso al sacerdocio, mientras que ellos defienden el sacerdocio de la mujer y conciben una Iglesia democrática en que la base es la que inicia el régimen de la Iglesia entre todos, pero con la misma responsabilidad y los mismos derechos en cuanto a las decisiones. No es difícil apuntarse a esa Iglesia idílica. Por eso hay gente de buena voluntad en esa corriente.

Es una pena que personas con años de formación teológica -entre ellos, hay bastantes sacerdotes y religiosas tanto en activo como secularizados- apoyen esta corriente, como la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y, en nuestra Galicia, las revistas Irimia y Encrucillada,. Todo ello genera confusión y escándalo, sobre todo, en gente sencilla; no puede olvidarse de que lo que está en juego es la unidad de la Iglesia. Es lógico que los católicos no acepten las líneas de las asociaciones y revistas que apoyan este movimiento. Sería lógico también que los que rigen estas entidades pensasen si es ésa la mejor manera de actuar como miembros de la Iglesia.

Cierto que hay en la Iglesia muchas cosas que perfilar y corregir, de manera especial, el talante de muchas personas, de la jerarquía y de fuera de la Jerarquía. Si dicen que en la Iglesia hay autoritarismo, ¿no lo habrá más bien entre ellos? Creo que debiéramos plantearnos ante el Señor la fidelidad a la Iglesia como se la plantearon los santos, es decir, con la humildad de quienes se sienten pecadores y no con la arrogancia de los que se creen justos.

No hacen falta muchos comentarios para descartar una corriente que intenta, con palabras de reforma y perfeccionamiento de la Iglesia, construir una Iglesia completamente distinta de la fundada por Jesús.

Mondoñedo, 20 de agosto de 2002

+ José Gea, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

 

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