ECLESALIA
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¡Feliz Pascua de Resurrección!
ECLESALIA, 18 de abril de 2002
"FIELES A SUS CONCIENCIAS"
Carta de Clelia a los integrantes del Fòrum
Joan Alsina
CLELIA 10/04/02
BUENOS AIRES.
Al grupo de sacerdotes que en Girona tuvo el valor de ser fieles a sus conciencias como lo dice el concilio Vaticano II al expresar el deseo compartido en todo el mundo por una gran parte de la Iglesia Pueblo de Dios. Perdonen mi demora en llegar a ustedes con una palabra de alegría y agradecimiento por haberse pronunciado valientemente en nombre del Evangelio. En mi nombre y en el de Jerónimo que ustedes conocen y que tantos años de su vida empleó en hacer comprender esas verdades que la Iglesia Jerárquica hoy aún no quiere ver ni aceptar. Si algunos tienen la Gracia de ver, no se animan a ayudar al Papa y ni a la Iglesia, callando, sin abrirse a los Signos de los Tiempos . Cuando acepten el celibato optativo , el sacerdocio de la mujer y tantas dimensiones evangélicas que debemos recuperar dirán de él que fue el único obispo que viajó por el mundo aglutinando y fortificando a los que aún hoy sufren en distintos países de Latinoamérica y del mundo la marginación y la injusticia , el atropello a los Derechos Humanos que nuestro Papa hoy proclama pero fuera de la Institución sin ver la realidad que vive su Iglesia en su interior. Para Jerónimo siempre ustedes y los que sufren cualquier forma de persecución religiosa o política fueron su diócesis la Diáspora como él no se cansaba de decírmelo, si bien es cierto que él con su compañía era una fuerza para todos, también es verdad que ustedes fortificaban su lucha. Algún día la Iglesia de Jesús resucitará y traerá la belleza que encierra su Mensaje. Rueguen para que sea fuerte y la tristeza de su ausencia no debilite mi voluntad. Un abrazo CLELIA ------------------------ publicado en ECLESALIA ------------------------- ECLESALIA, 10 de marzo de 2002
PERFILES DE LA IGLESIA QUE VAMOS CONSTRUYENDO
FÒRUM JOAN ALSINA
GERONA
Los que firmamos estas reflexiones, miembros del Foro Joan Alsina, partimos de las inquietudes de nuestras comunidades, a la luz del Evangelio y del Concilio Vaticano II, con visión de futuro. Caminamos hacia una Iglesia más humilde, que se hace preguntas, que busca, que habla un lenguaje como el de Jesús, capaz de ser entendido y acogido tanto por la gente sencilla como por la gente de estudios. Caminamos hacia una Iglesia más atenta a los nuevos valores que surgen y menos dolida por las costumbres que se pierden, una Iglesia que propone, que invita a vivir con más plenitud, que ofrece un vigor de espíritu y de confianza en las personas. Caminamos hacia una Iglesia más interesada por el Proyecto de Jesús y por la construcción del Reino de Dios aquí y ahora que no por ella misma, una Iglesia más creíble, que ora y que habla más desde la manera de vivir y menos desde los discursos y documentos. 1.- Hacia una Iglesia más participativa y democrática En la Iglesia, pueblo de Dios, comunidad de hermanos, todos, hombres y mujeres, tenemos la misma dignidad y todos, con diferentes carismas, tenemos los mismos derechos y los mismos deberes. Por tanto, hemos de encontrar ahí la posibilidad de desarrollar las propias cualidades y los propios talentos en beneficio de la comunidad. En ella hemos de poder expresarnos con toda libertad y respeto y no ha de haber cuestiones vedadas a un diálogo fraternal. La autoridad en la Iglesia es un servicio a la comunidad, y nunca debe ser ejercida como un poder sobre los otros, ya que ejercerla de este modo contradice al Evangelio. Por eso, no se ha de prescindir nunca del parecer de las personas y comunidades afectadas, sino que deben consultarse siempre y ser tenidas en cuenta, de modo que la consulta se convierta en una práctica habitual. Hemos de llegar a una auténtica participación y democratización en la Iglesia, de acuerdo con la definición de pueblo de Dios en el Concilio Vaticano II. Esta consulta debe realizarse sobre todo a la hora de tomar decisiones importantes para la comunidad como son los nombramientos y la toma pública de posición sobre temas controvertidos, tanto eclesiales como cívicos y sociales. La persona a quien corresponde hablar en nombre de la Iglesia, ya sea en el ámbito parroquial, diocesano o universal, debe hacerlo sin imponer nada ni coaccionar la conciencia de nadie. De acuerdo con el Concilio Provincial Tarraconense, cuando afirma que la Iglesia es una y pluriforme, no monolítica, todos los miembros del pueblo de Dios, desde el Papa al último bautizado, hemos de abandonar actitudes negativas, como la descalificación de quienes no piensan como nosotros, la añoranza de la influencia social que en otros tiempos tenía la jerarquía eclesiástica, el miedo al mundo, a los cambios sociales y políticos y, sobre todo, el miedo a la autocrítica. Somos miembros de una Iglesia de un país concreto, que es Cataluña. Por tanto, hemos de asumir y estimar nuestras raíces históricas, nuestras tradiciones, nuestra cultura y nuestra lengua. 2.- Hacia una Iglesia decididamente posicionada a favor de la justicia y la libertad. Urge una Iglesia más preocupada por la igualdad y la fraternidad, cuestiones centrales en el mensaje de Jesús y mucho más crítica con el modelo de vida que impone el neoliberalismo dominante. Ha de ser una clara opción por los débiles y necesitados, se ha de denunciar el poder del dinero que genera un orden injusto, arbitrario y arrogante. En el interior de la Iglesia urge asegurar el ejercicio real de todo los derechos humanos, tanto para los hombres como para las mujeres, sin excepción. Sólo entonces estaremos legitimados para exigirlos de puertas afuera. Los signos de los tiempos urgen igualmente un especial interés de toda la Iglesia para promover dentro y fuera de ella la paz que es fruto de la libertad, la igualdad y la justicia para todo ser humano. Ha de quedar bien claro que la Iglesia, de acuerdo con el espíritu del Evangelio, es contraria a la pena de muerte, a las guerras, a la carrera de armamentos, al terrorismo y a las torturas, etc. En consecuencia, la Iglesia ha de promover en su interior los derechos de la mujer de manera que no quede excluida de ningún cargo o ministerio, incluido el sacerdotal, el respeto a las personas que se encuentran en situaciones familiares canónicamente irregulares, la libre opción al celibato sacerdotal, la libertad de expresión oral y escrita, etc. No es suficiente que muchos cristianos –religiosos, presbíteros y laicos- vivan austeramente. Es necesario que la Iglesia, como institución pública, dé también testimonio de desprendimiento y abandono de los signos de ostentación, riqueza y poder, de acuerdo con los recientes discursos de Juan Pablo II a los obispos reunidos en el Sínodo de Roma. Conviene recordar siempre, desde una posición crítica y solidaria, que los cristianos debemos contribuir a realizar una sociedad más justa, donde todo ser humano pueda vivir dignamente. Por tanto, no se trata de acallar la mala conciencia dando algunas limosnas, sino que urge compartir de verdad los propios bienes con los pobres y desvalidos. La Iglesia debe tomar una actitud más profética, valiente y comprometida ante situaciones de explotación y de injusticia que se dan en el mundo actual. Hemos de implicarnos en el esfuerzo por conseguir la superación de toda forma de exclusión social, unos salarios suficientes y unas pensiones dignas, una generosa acogida de la inmigración, un progreso sostenible del planeta, la reducción del desequilibrio Norte-Sur, etc. Foro Joan Alsina
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TEXTO ORIGINAL en catalán: PERFILS DE L’ESGLÉSIA QUE ANEM CONSTRUINT
Els qui signem aquestes Reflexions, membres del Fòrum Joan
Alsina, partint de les inquietuds de les nostres comunitats, a la llum de
l’Evangeli i del Concili Vaticà II, amb visió de futur:
Caminem cap a una Església més humil, que es fa preguntes,
que cerca, que parla un llenguatge com el de Jesús, capaç de ser entès i
acollit tant per la gent senzilla com per la gent d’estudi.
Caminem cap a una Església més atenta als valors nous que
apareixen i menys dolguda pels costums que es perden, una Església que
proposa, que convida a viure amb més plenitud, que ofereix un vigor
d’esperit i de confiança en les persones.
Caminem cap a una Església més interessada pel Projecte de
Jesús i per la construcció del Regne de Déu ara i aquí que no pas per ella
mateixa, una Església més creïble, que prega i que parla més des de la
manera de viure i menys des dels discursos i documents.
1.- Cap a una Església més participativa i
democràtica
A l’Església, poble de Déu, comunitat de germans, tots,
homes i dones, tenim la mateixa dignitat i tots, amb diferents carismes,
hi tenim els mateixos drets i els mateixos deures. Hem de trobar-hi, per
tant, la possibilitat de desenvolupar les pròpies qualitats i els propis
talents, en bé de la comunitat. Ens hi hem de poder expressar amb tota
llibertat i respecte, i no ha d’haver-hi qüestions vedades a un diàleg
fraternal.
L’autoritat dins l’Església és un servei a la comunitat, i
mai no ha de ser exercida com un poder damunt dels altres, ja que exercir-la
d’aquesta manera contradiu l’Evangeli. Per això, no s’ha de prescindir mai
del parer de les persones i comunitats interessades, sinó que cal demanar-lo
sempre i tenir-lo en compte, de manera que la consulta esdevingui una
pràctica habitual. Hem d’arribar a una autèntica participació i
democratització en l’Església, d’acord amb la definició de poble de Déu,
del Concili Vaticà II. Aquesta consulta s’ha de realitzar sobretot a
l’hora de prendre decisions importants per a la comunitat, com són els
nomenaments i les preses de posició pública sobre temes controvertits,
tant eclesials com cívics i socials. La persona a qui correspongui parlar
en nom de l’Església, ja sigui en l’àmbit parroquial, diocesà o universal,
cal que ho faci sense imposar res ni coaccionar la consciència de ningú.
D’acord amb el Concili Provincial Tarraconense quan afirma
que l’Església és una i pluriforme, no pas monolítica, tots els membres
del poble de Déu, des del Papa a l’últim batejat, hem d’abandonar actituds
negatives, com la desqualificació dels qui no pensen com nosaltres,
l’enyorança de la influència social que en altres temps tenia la jerarquia
eclesiàstica, la por del món, dels canvis socials i polítics i, sobretot,
la por a l’autocrítica.
Som membres d’una Església d’un país concret, que és
Catalunya, per tant hem d’assumir i estimar les nostres arrels històriques,
les nostres tradicions, la nostra cultura i la nostra parla.
2.- Cap a una Església decididament posicionada a
favor de la justícia i la llibertat.
Cal una Església més preocupada per la igualtat i la
fraternitat, qüestions centrals en el missatge de Jesús, i molt més
crítica amb el model de vida que imposa el neoliberalisme dominant. Ha de
ser clara l’opció pels febles i necessitats, s’ha de trencar el poder del
diner que genera un ordre injust, arbitrari i arrogant.
A dins de l’Església cal assegurar l’exercici real de tots
els drets humans, tant per als homes com per a les dones, sense excepció.
Serà aleshores quan estarem legitimats per exigir-ho de portes enfora.
Els signes dels temps urgeixen tanmateix un especial
interès de tota l’Església a promoure dins i fora d’ella la pau, que és
fruit de la llibertat, la igualtat i la justícia per a tothom. Ha de
quedar ben clar que l’Església és contrària, d’acord amb l’esperit de
l’Evangeli, a la pena de mort, les guerres, la cursa d’armaments, el
terrorisme i les tortures, etc.
Com a conseqüència, l’Església ha de promoure dins d’ella
mateixa els drets de la dona de manera que no quedi exclosa de cap càrrec
o ministeri, inclòs el sacerdotal, el respecte a les persones que es
troben en situacions familiars canònicament irregulars, la lliure opció al
celibat sacerdotal, la llibertat d’expressió oral i escrita, etc.
No n’hi ha prou que molts cristians -religiosos, preveres i
laics- visquin austerament. Es necessari que l’Església, com a institució
pública, també doni testimoni de despreniment, i abandoni els signes
d’ostentació, riquesa i poder, d’acord amb el recent discurs de Joan Pau
II als bisbes reunits en el Sínode de Roma.
Cal recordar sempre, des d’una posició crítica i solidària,
que els cristians hem de contribuir a fer una societat més justa, en què
tothom pugui viure dignament. Per això, no n’hi ha prou de fer callar la
mala consciència donant algunes almoines, sinó que cal compartir de
veritat els propis béns amb els pobres i desvalguts.
L’Església ha de prendre una actitud més profètica, valenta
i compromesa davant les situacions d’explotació i d’injustícia que es
donen en el món actual. Hem d’implicar-nos en l’esforç per aconseguir: la
superació de tota mena d’exclusions socials, uns sous suficients i unes
pensions dignes, un generós acolliment de la immigració, un progrés
sostenible de la terra, la reducció del desequilibri Nord-Sud, etc.
Fòrum Joan Alsina
Gener del 2002
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