Volver a Atrio Comentario DOCUMENTO EN WORD PLIEGO DE VIDA NUEVA, (Números 2336 y 7, 6 y 13-07-02) Célibes por el Reino de Dios
INTRODUCCIóN
La sexualidad célibe ante el nuevo milenio No olvidemos el texto de la Sabiduría: "Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no las hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubiese llamado?» (Sab 11, 24‑25). «La sexualidad ha salido de Tu mano creadora y del gran amor de Padre que nos tienes, que nunca da cosas malas a sus hijos, sino lo mejor de Ti mismo. Tu Hijo se hizo persona sexuada, sexual y erótica para comprenderla y con su ejemplo de vida indicarnos cómo vivirla". Sin exagerar, podemos decir que los últimos y primeros años del milenio no tienen parangón en la larga historia de la Iglesia en cuanto a la cantidad de enfoques críticos sobre las cuestiones sexuales y, entre ellas, la sexualidad del célibe. Nunca antes hubo en el célibe tanta agitación por cambiar las actitudes de la Iglesia y de profundizar sobre su comprensión, valoración y forma de vivirla y expresarla. Crece la creencia de que la sexualidad, si bien incluye el don divino de la capacidad procreadora, es, de un modo más fundamental, la invitación divina a encontrar nuestro destino no en la soledad, sino en la relación profunda. La sexualidad se está convirtiendo en nuestra cultura en el fundamento fisiológico, psicológico y afectivo de nuestra capacidad de amar. Me dirijo a todos los célibes interesados en la necesidad de revisar gran parte de la comprensión cristiana de su sexualidad. Entre quienes desean estudiar y reflexionar sobre las diferentes interpretaciones o lecturas de este tipo de vida sexual, aun cuando manifiesten diferentes acentos e incluso desacuerdos, hay un amplio consenso de que muchas ideas transmitidas por la tradición histórica de nuestro pasado gozan y necesitan un gran cambio en su manera de comprenderse. El célibe libre y crítico agradece el escuchar que hay que revisar nuestros conceptos sexuales y nuestras formas de vivir y expresar esa sexualidad. Sabe leer y escuchar todo eso en silencio reflexivo, desde sí mismo, no tiene miedo, sino una gran confianza en lo que puede aportarle el otro. El suyo es un escuchar sereno y tranquilo; no está la polémica a las puertas ni replica a todo lo que se dice. En el campo sexual es capaz de Regar a pensar así: "El otro puede tener razón; ese punto de vista es muy interesante; voy a ver que me aporta para vivirla mejor; esto nunca lo hubiera imaginado... Qué agradecido debe estar por haberme ayudado a pensar sobre este terna».
La educación sexual del célibe ¿Por qué el campo de la sexualidad sana y positiva del célibe lleva un retraso con respecto al de otros estados de vida? ¿Por qué no se ha prestado la misma atención a la educación sexual de los célibes en la Iglesia como se hace con las parejas? ¿Por qué en el ámbito de las comunidades religiosas se tiene tanto miedo a sentirse condenado y juzgado si hablamos de ella con sinceridad y normalidad? Para entender el presente hay que tener en cuenta el pasado. Aunque explicar la historia completa de la sexualidad célibe no es el objeto de este trabajo. A la mayoría de célibes les resulta difícil hablar con naturalidad y sencillez de su sexualidad y sobre todo de cómo la viven. Es la reacción normal, puesto que de la sexualidad célibe no se habla abiertamente en ese entorno y menos en sus reuniones. El objetivo de este y un próximo Pliego es hablar de ella y hacer comprender que esto es hoy más necesario que nunca. Siempre es un alivio descubrir que otros célibes comparten los mismos problemas, que no son anormales ni una excepción. Entre los numerosos problemas que la educación integral del célibe debe afrontar hoy, el de la educación sexual tiene una importancia particular, bien por la complejidad del problema en sí mismo, bien porque coincide con unos hechos y situaciones que han rodeado su sentido positivo o negativo. La sexualidad es un componente esencial de todo célibe. Lo más habitual es que descuidemos esta exigencia dentro del grupo de célibes por la educación negativa y represiva recibida desde los años de niñez y continuada al ingresar en el grupo religioso. Los miembros de la comunidad se despreocupan de esta faceta como algo personal y no comunitario. Viven para sus trabajos, sus preocupaciones... Los aspectos sexuales de sus vidas quedarán relegados al final a la soledad y la conciencia íntima y profunda de cada uno de lo que nunca se habla y se pone en común. La carencia de una actitud positiva recibida desde niños y no creada al ingresar en la vida célibe, hace que no busquen la verdad sexual o la den por supuesto, olvidando que el apoyo de la comunidad da una fuerza sinérgica donde sería más fácil lograrla.
¿Pueden los célibes mejorar y cambiar sus actitudes sexuales? El problema no es fácil solucionar, pero merece la pena intentar aportar un poco más de luz a la sexualidad célibe. Sabiendo que fuimos educados en este campo en una mentalidad negativa y represiva y ahora queremos hacerlo con una actitud positiva, sana, abierta y crítica. Tratando de no quedar fijados en posturas integristas y progresistas actuales, enfrentados en una lucha de los unos contra los otros y no a una búsqueda de la verdad sexual, que nos aporte un poco más de libertad verdadera a la hora de vivirla como valor realizador de nuestras personas. Me gustaría abrirme con valentía a los signos de los tiempos, en un clima de dialogo constructivo a esta nueva comprensión y valoración que se nos pide para ser luz que fulmina hoy a los que caminan en tinieblas de muerte y desesperación. El cambio de actitudes sexuales no siempre es fácil. Cuando una actitud es firme porque su estructura está muy conexionada, el cambio de actitud sexual es más difícil. Como indica muy bien la teoría de sistemas, todo sistema tiende al equilibrio y se resiste al cambio. La introducción de un elemento nuevo puede romper ese equilibrio, generar crisis y estructurar un equilibrio superior. Esto ocurre en sistemas abiertos que tienen capacidad de crecer. Hay sistemas cuya resistencia al cambio es tan firme que impide la integración de elementos nuevos, se esclerosa. Ante las actitudes sexuales se puede dar el rechazo al elemento nuevo, la escisión, pero domina la resistencia al cambio. Por otro lado, la modificación de algún componente no siempre basta para el cambio. El componente afectivo‑emocional de la sexualidad es muy consistente, por lo que la nueva transformación de las ideas no es suficiente para producir el cambio.
I ALGUNOS FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS Todos sentimos la fascinación y necesidad de comprender y valorar la sexualidad. Esta necesidad es sana y señal de buena salud física y psíquica. No sentirla nos impulsa a pensar que algo en nosotros no funciona bien como célibes. Lo que aquí nos ocupa es una nueva antropología filosófica y teológica de la sexualidad célibe y la nueva valoración que de ella surge, que plantea nuevas cuestiones sobre este dinamismo de la persona y que, a su vez, puede ofrecer nuevas y positivas ayudas para su concepción e integración en la totalidad de la persona y proyecto de vida célibe. Pretender como religioso una educación aséptica en este campo de la sexualidad es imposible y antinatural.
¿Por qué preguntan por el sexo cuando quieren hablar de sexualidad? El estudio científico del "sexo" constituye un desafío de gran actualidad para comprender y valorar correctamente el proceso de sexuación del célibe. Comenzó a finales del siglo XIX y continuó en aumento en el XX con el reconocimiento de la sexología como una ciencia más del saber humano, y constituye hoy un desafío de gran actualidad para la teología. Existía un desconocimiento comprensible de la naturaleza de estas realidades humanas y sus funciones, ya que nunca antes en la historia de la humanidad se había estudiado sistemática y desprejuiciadamente como se hace en la actualidad. De estos estudios ha surgido la sexología como ciencia, y la teología debe dialogar con ella sin miedos para construir la antropología teológica de la sexualidad célibe. La sexología científica se preocupa de este complejo y fascinante hecho que solemos llamar últimamente los «sexos». Hablar en plural nos ha permitido a los profesionales de la sexología recuperar nuestro objeto epistémico central, que es precisamente este de los sexos y no del sexo. Con esta propuesta de sustituir el sexo por los sexos, estamos haciendo fundamentalmente apuestas de gran profundidad. Recuperamos la complejidad del hecho sexual humano del constreñimiento genitalista. A partir de ello sabemos que no somos sexuados sólo por nuestros genitales; ni somos sexuales sólo por nuestra genitalidad; ni somos sexuales y eróticos sólo por nuestros lenguajes o gestos intergenitales. La gran divulgación teológica nos ha acostumbrado a convivir con un error del que se derivan un sinfín de otros errores. Como este error de partida se ha extendido tanto, se diría que todos lo han dado por incorregible, y así sigue. Pero resulta que este error no puede ya mantenerse desde el avance y las nuevas valoraciones científicas de la sexología actual, si se quiere entender, entrar a fondo y explicar algo del universo del sexo, sexualidad y erótica del célibe con una cierta coherencia y claridad. La cuestión fundamental no estriba tanto en saber si la vida del célibe se apoya o no en los sexos, como en saber qué es lo que por sexuado se entiende. Porque al globalizar la noción de los sexos, se hace de ella una manera de ser‑del‑mundo físico e interhumano. Se sigue de ello el aceptar que toda la existencia del célibe tiene una significación sexuada, o bien que todo fenómeno sexual tiene una significación existencial. Entonces, "los sexos" encierra una complejidad global. ¿Qué se contiene en este concepto? Por un lado, es claro que la vida sexual designa un sector de nuestra vida que está en relaciones particulares con la existencia de los sexos. Y, por otro, la sexualidad, su expresión y manifestación privilegiada de esa existencia sexuada, que somos. Los términos los sexos, sexualidad y genitalidad con frecuencia se usan indistintamente como si significasen una misma cosa. La palabra sexos se refiere al conjunto de niveles o elementos biológicos, psicológicos, socioculturales, axiológicos y religiosos, que forman y estructuran a la persona sexuada y con la que nos identificamos con gozo como hombres o mujeres. Los sexos es el hecho inevitable de ser, sentir y vivir, desde el nacimiento hasta la muerte, como hombre o mujer. Los sexos es una dimensión constitutiva del ser humano y nos define. Afecta a las raíces mismas de la persona. Por eso, tiene una honda resonancia en todos los ámbitos de la persona. Todo queda, en alguna medida, imbuido y caracterizado por los sexos. No es lícito reducir los sexos a la pura biología genital. Los sexos es una de las condiciones básicas en las que se encuentra instalada la existencia del célibe. Origina, consiguientemente, un ámbito peculiar de actuación en el que se realiza el proyecto de vida célibe de la persona. Los sexos suponen, expresan y realizan el misterio integral de la persona. De ahí que no pueda entenderse desde una consideración reduccionista y reductora. Los elementos sexuantes que intervienen más comúnmente en el largo proceso de la sexuación de los sujetos son muchos. Su listado fue aumentando a lo largo del siglo pasado. De ellos se ocupan particularmente muy distintas disciplinas, siendo el objeto especial de la sexología su concatenación, continua o no, en términos de proceso en la biografía de los sujetos sexuados. Nos ofrece una visión global de ellos y el sentido de su coherencia. El número de esos elementos ha sido variable a medida que los conocimientos han ido subiendo de volumen. Algunos de los que vamos a señalar aquí son los más destacables. La lista no es, pues, exhaustiva, sino indicativa. (Gráfico 1) La identidad de género: "Experiencia privada, del papel de género» (Money). "Sentimiento íntimo de pertenencia a uno de los dos sexos o ambivalencia" (Giraldo Neira). Este elemento hace referencia explícita al aspecto subjetivo y relacional intrapsíquico, cómo asume cada individuo su sexo, qué tipo de relación establece con su cuerpo, cómo siente suya cierta identidad sexual y la ve reconocida también por los otros. Por lo que concierne a este componente, puede no haber sintonía total entre sexo biológico y percepción de la identidad sexuada subjetiva. Algunos autores distinguen entre identidad del género, que se desarrolla en los dos o tres primeros años de la vida, y consiste en la mayor o menor convicción de la persona de pertenecer a un sexo de género concreto, e identidad unida a comportamientos acerca del papel del sexo o papel del género: los primeros se refieren a la conducta sexuada verdadera y propia, los segundos aluden a los comportamientos con connotaciones masculinas o femeninas, es decir, a las vivencias sexuales.
¿Por qué hablar de amor cuando queremos hablar de sexualidad? Sexualidad: es una palabra de uso muy reciente. Data del siglo pasado, durante el auge de la época victoriana. Es en 1808, de la pluma de Charles Fourier, cuando este concepto aparece en nuestra cultura. La palabra "sexual" se usa para ofrecer un concepto más global. El Oxford English Dictionary publica una lista de las fechas en que se comenzaron a usar términos referidos a la sexualidad: "órganos sexuales" (1828), Meseo sexual" (1836), "instinto sexuaF (186 l), "impulso sexual" (1863), «acto sexual" (1888), e "inmoralidad sexual" (1911). Una progresión similar se da en los otros idiomas europeos. Hoy es de capital importancia clarificar el concepto de sexualidad como hemos hecho con el de sexo. Una leve indagación al respecto nos permite comprobar cómo, cuando se habla de la misma cuestión, en realidad puede que se esté hablando de cosas muy diferentes. Por otro lado, también podemos comprobar que el concepto de sexualidad que se maneja, en general, es muy restrictivo. Para la mayoría, la sexualidad se reduce a aquello que tiene que ver con el «sexo» y las «relaciones genitales", o sea, con el comportamiento genital. (Gráfico 2) La sexualidad afecta a la totalidad de la persona. La persona es una totalidad en unidad, en cuanto es un ser sin rotura. La sexualidad engloba en profunda unidad todas las instancias de la persona, desde la somática, psíquica, afectiva, social, cultural, axiológica y sanitaria: la sexualidad no es, pues, relativa solamente al cuerpo, sino que es riqueza de toda la persona. Luego la sexualidad condiciona y está obligada a encontrarse, expresarse, manifestarse, relacionarse, comunicarse con los demás por la totalidad de las instancias que constituyen el todo sexual. La sexualidad habla de la forma de expresar el hecho de ser sexuados como célibes. La sexualidad abarca todo el cuerpo y a toda la persona como ser sexuado, es una fuente de comunicación, ternura, salud y una forma privilegiada de obtener placer. Se expresa de muchos modos: caricias, besos, abrazos... El coito es uno de ellos, no el único, ni el fin principal. La sexualidad humana se entiende como un modo de comportamiento, una conducta de relación en la que se conjugan factores de naturaleza somática, psicológica, afectiva, social, cultural, axiológicos, religiosos e higiénico‑sanitarios, integrados armónicamente en el todo personal, resaltando que el significado sexual de un objeto se elabora en función de diferentes factores y no sólo de uno, adoptando la sexualidad un carácter dinámico, evolutivo, no invariable ni inamovible. La sexualidad humana es la manera y la calidad de encontrarnos, relacionarnos, comunicarnos, expresarnos entre sí los sexos, en cualquier momento de nuestra existencia y en cualquier aspecto de la vida. La sexualidad es el modo y la manera en que los humanos experimentan y a su vez expresan su sexuación como condición relacional con respecto a unos y a otros en identificación y calidad de hombres y mujeres. La sexualidad no es meramente un fenómeno biológico o físico accidental a los seres humanos, sino parte integrante de su autoexpresión y su autocomunicación con los demás. La sexualidad es un sistema de conductas o comportamientos, desde el ser personal sexuado del célibe, abierto a todas las funciones o significados que tiene en nuestra cultura, prescindiendo del aspecto genital del componente somático por el amor a Dios y a los valores del Reino de Dios, integrada en la totalidad de nuestro ser sexuado, de una manera armónica y en nuestro proyecto de vida, vivida por medios positivos y que potencian la personalidad, el encuentro, la relación, la comunicación, el amor, la felicidad... condicionada por las pautas religiosas, sociales y culturales de cada época y lugar, para realizamos plenamente como personas sexuadas y eróticas que somos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos describe la salud sexual de la siguiente forma: "Salud sexual es la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, comunicación y el amor". Formación de profesionales de la salud (1974), Serie I . Tm. No 572, Ginebra. La definición de la OMS, sin embargo, es parcial, porque no tiene en cuenta instancias del ser sexual. El todo sexual consta de las siguientes instancias: biológica, psicológica, afectiva, social, cultural, axiológica, religiosa e higiénico‑sanitaria. Quizá deje alguna sin nombrar y que debería ser incluida, como han hecho algunos otros autores, pero considero suficientes las ya reseñadas. Lo que me parece muy grave por parte de un organismo de la relevancia de la OMS es que deje fuera la axiológica y religiosa, que para los creyentes es muy importante, ya que la dimensión religiosa marca profundamente el proceso de sexuación de los individuos y, por tanto, de la vivencia de su sexualidad y erótica.
La genitalidad no es la única manera de vivir la sexualidad humana Las capacidades de la sexualidad humana no son meramente genitales, sino relacionales, comunicativas, cognitivas, afectivas.. ., dado que las instancias de la sexualidad abarcan a toda la persona humana. A través de la sexualidad entramos en el misterio del amor. En la integración actual de la sexualidad célibe no carecemos de ayuda, porque la iglesia ha superado el marco meramente biológico en su comprensión de la sexualidad. La abstinencia genital es una interpretación biológica, necesaria pero mínima, de lo que implica la sexualidad célibe. La sexualidad célibe es un estilo de vida sexual adulto diferente al de otros estados de vida. La sexualidad célibe es una consagra ción de nuestra sexualidad, de nuestro modo de ser hombres o mujeres en e mundo. La genitalidad viene a ser una subparte de instancia somática de la sexualidad humana. Es un valor esencialmente muy relativo, ya que su ejercicio sólo vale en función y al servicio de las demás instancias y funciones de la sexualidad. Principalmente es humanizada y personalizada por la afectividad, ternura, caricia, etc. Necesita la explícita referencia a las otras instancias y funciones de la sexualidad humana y en relación a ellas se define y alcanza su pleno valor. La frontera entre sexualidad y genitalidad no está siempre bien delimitada. El reconocer esto no significa fornentar el miedo, la sospecha o la desconfianza, sino insistir en la necesidad de este conocimiento, indispensable para la vivencia e integración de la sexual¡ dad en este tipo de vida.
II ¿QUÉ ES LA SEXUALIDAD CÉLIBE?
La idea de que la sexualidad forma parte del celibato, que éste no es contrario a ella y que no viene determinado fundamentalmente por la abstención de relaciones genitales únicamente, se va imponiendo desde las nuevas valoraciones antropológicas del hecho sexual. Un nuevo entendimiento del significado cultural del sexo y sexualidad nos ayudaría a revisar nuestras ideas sobre el tema. La palabra célibe en el decurso de estas páginas se toma como una opción diferente de vivir y expresar la sexualidad humana. Es una forma de vida afectivo-sexual que me empuja a arriesgarme a amar a todos, en calidad y profundidad. La vida célibe vivida me ha enseñado que cuanto más pronto te arriesgas a comenzar a amar, antes comienzas a hacerte mejor e influir benéficamente a los que te entregas. Un dominico que conozco mucho me definió su vida célibe como «una forma de vida en la que puedo expresar mi sexualidad de una forma no genital, pero de forma diferente, que me hace amar bien a todo el mundo". Yo soy célibe y como tal me siento un hombre sexuado, sexual y erótico. Creo que el celibato es un estado sexuado y sexual. Esto me lleva a preguntarme e investigar la relación entre sexualidad y celibato. Esta afirmación, que nos permite la nueva valoración antropológica de la sexualidad, hace surgir en todas las personas no célibes una gran pregunta: ¿Cómo es vuestra sexualidad célibe?, ¿cómo las vivís?, ¿cómo la expresáis?, ¿cómo la sentís?... Los mitos ante sexualidad célibe § El sexo entendido como algo sucio, malo y pecaminoso. § Buenas relaciones genitales igual a buena salud. § La genitalidad es obligatoria. § La supervaloración de que es objeto la sexualidad hoy. § La mujer, objeto de placer masculino. El hombre y la mujer están completos al unirse genitalmente. § Las mujeres son una amenaza para la salvación del célibe. § La sexualidad es algo natural que no se puede controlar. § La ilusión o hipervaloración del placer genital. § El coitocentrismo. § La genitalidad es el único camino para alcanzar el placer sexual. § La intimidad significa genitalidad. § Todo contacto fisico con la mujer debe terminar en coito. § Amarse es tener relaciones genitales. Todos los célibes son vírgenes. § La vida célibe, camino de soledad § Idealizar la sexualidad matrimonial. § Idealización de la mujer. § El hombre tiene un impulso sexual hacia la mujer. § El cuerpo sexuado, cárcel del alma. § El angelismo sexual. § El no tener relaciones genitales es sinónimo de sexualidad célibe. § Los célibes sin educación sexual saben vivir ese proyecto de vida. § La falsa creencia de la integración sexual plena.
La sexualidad célibe desde un concepto integral Hoy, la sexualidad científica nos habla y justifica con facilidad diferentes formas de vida sexual y, como sexólogo cristiano, me cuesta comprender a unos científicos que justifican otras formas de vida sexual y se aferran en negar ésta. De ahí que es necesario hacer de la sexualidad célibe una reinterpretación global, teniendo en cuenta todos los componentes, condiciones y aspectos que intervienen a la hora de dar una visión integral y positiva. Sólo en el contexto de una sólida antropología teológica sobre el sexo y la sexualidad, puede el celibato ofrecer un tipo de vida sexual sana y positiva en la que realizarse plenamente como personas sexuadas que somos. Algunos célibes, basados en nuevos estudios y valoraciones antropológicas de la sexualidad humana, tenemos una interpretación más compleja del celibato en el campo de la sexualidad que, simplemente, lo no «genital". La genitalídad no agota la sexualidad del célibe. La intimidad sexual no queda agotada en la intimidad genital. Aunque sea muy difícil hoy por falta de conceptos y lenguajes hablar y expresar esa otra intimidad sexual. Redefinir la sexualidad célibe de manera más amplia no supone evadirse, ni exigirse menos. Los célibes diariamente se ven llamados por el mundo a contestar estos interrogantes y a integrar estas nuevas exigencias de la sexualidad. Esta nueva amplitud del concepto de sexualidad pone de manifiesto las capacidades vitales y amorosas de ella en su rico mundo de relaciones, capacidades que no son genitales y a las que no renuncia. El célibe se ve a diario desafiado a integrar las exigencias de la sexualidad en su vida para vincularse con los demás. Debatirse con la sexualidad es parte de esa exigencia. La relación y diferencia entre lo que significa ser célibe y lo que es la sexualidad célibe no es nada clara. Tal como se estudiaba antes y se hablaba de ella, era una abstención y negación de ella. Por ello, es muy difícil poder explicarla a quien la vive. Las palabras que usábamos en el pasado para hablar de este campo no son lo suficientemente correctas, no indican lo que deseamos transmitir, y las que podemos crear no son comprendidas. Tal vez porque en el pasado no se nos daba un lenguaje apropiado para hablar de ella, ni se nos animaba a expresar en voz alta las sensaciones sexuales que experimentábamos. Las cosas van cambiando y comenzamos a plantear y discutir tenias sobre la sexualidad dentro de las comunidades célibes. Hoy cada vez tenemos más claro que tenemos y vivimos un tipo de sexualidad humana y que esa sensación sexual está entretejida con su practica célibe. El proyecto de vida sexual célibe representa, por tanto, la modalidad existencia] que el individuo elige para realizar su sexualidad de cara a la plena realización personal. La opción sexual célibe por el Reino constituye este proyecto de vida, es el estilo existencial que el célibe elige para vivir su sexo y sexualidad en función de su bien total, el amor a Dios y a los hermanos en la construcción de fraternidad. La vida sexual célibe es una forma de enfrentarse y vivir el proceso de sexuación, y de sentir, vivir y expresar su sexualidad humana, aunque es un camino de minorías y muy diferente a como se vive en pareja. La renuncia a la subparte genital de la parte somática de la sexualidad y a compartir la existencia con una persona en una amistad en pareja exclusiva, no supone dejar en el olvido la sexualidad de la vida célibe, un aspecto imprescindible de esta forma de vida. La vivencia de su sexualidad y el desarrollo de ella es una tarea de la que nadie puede eximirle. Las capacidades relacionales, comunicativas y afectivas de la sexualidad humana no son meramente genitales, sino también y predominantemente afectivas. Dado que la sexualidad abarca una amplia gama de capacidades humanas, la realización y maduración sexual no concierne sólo a la genitalidad. La sexualidad célibe es más que continencia y abstinencia de la genítalidad, más que ser soltero, porque cualquiera puede vivir la soltería en la cultura secular. Las expresiones sexuales de la vida célibe son las del afecto, calidez y ternura, no las expresiones o gestos que implican genitalidad. El lenguaje sexual del celibato debe ser congruente con el modo de vida en el que uno ha elegido vivir y experimentar su intimidad sexual. Las expresiones sexuales propias de este tipo de vida son las de la amistad intencional.
El celibato está en el cerebro más que en los genitales El cerebro es la batuta que dirige toda la orquesta de la vida sexual del célibe. Es más fácil para unos que para otros, según el potencial biológico, pero más aún según la educación y los hábitos. La educación sexual de este tipo de vida es una necesidad neurofisiológica, hasta el punto de que los automatismos reflejos del hombre no son guiados por un instinto seguro, sino que se trata de hábitos de aprendizaje. Este mando que toma el cerebro superior del hombre sobre los comportamientos sexuales es lo que les da su gran maleabilidad. El hombre puede habituarse a cualquier cosa. Es el ser más desbordable, dominable y moldeable en razón de las posibilidades de su cerebro. Pero también es el ser más desviable del camino normal, al mismo tiempo que el más neurotizable. Precisamente porque no tiene un verdadero instinto, sino una necesidad, las perturbaciones de la conciencia podrán orientarlo desde niño hacia una sexualidad sana o patológica. El cerebro es un ordenador compuesto por unos cien billones de neuronas, que constantemente intercambian informaciones entre sí. Los impulsos eléctricos viajan por las extensiones o ramificaciones de la célula nerviosa hasta su núcleo, y esto genera una producción de sustancias químicas (neurotransmisores nerviosos) que actúan como mensajeros entre las sinapsis nerviosas. El hipotálamo se comunica con la glándula pituitaria, que a su vez envía mensajes hormonales a los órganos genitales. Y estos órganos producen hormonas que dirigen la acción sexual: los hombres producen testosterona en los testículos y las mujeres, en sus ovarios, estrógenos y progesterona. El origen del deseo sexual y de la mayoría de las conductas sexuales está en el cerebro. Hace algo más de un año, un grupo de investigadores franceses, mediante unas técnicas de investigación complicadas, localizó e identificó cinco regiones del cerebro que entran en acción en el momento de la excitación sexual. La activación del cerebro pasa por esas cinco zonas antes de decidir si entra o no en acción.
La sexualidad de Jesús La definición de la vida sexual célibe cristiana del religioso, en cuanto opción fundamental de vida, hay que buscarla en Jesús en la apasionada búsqueda del Reino de Dios. Desde esta óptica, es muy necesario preguntarse cómo vivió Jesús su propia sexualidad, qué hizo con ella y qué dijo acerca de ella, sobre todo porque, si a partir de la encarnación se hace en todo semejante a los hombres ("menos en el pecado'”) también en la sexualidad. Jesús, en cuanto ser sexuado, sexual y erótico, es un varón. Se sintió y expresó como un varón en su sexualidad. Y vive su sexualidad de varón de una manera determinada. La pregunta que surge es: ¿de qué manera vive esa sexualidad y por qué la vive así? Pregunta y respuesta son esenciales para definir la sexualidad célibe. El NT no usa la palabra sexualidad, un concepto creado por la cultura moderna. Jesús no podía, por tanto, usarlo con el contenido que hoy le damos. Pero en Mateo usa la palabra eunuco, que nos puede ayudar a comprender el concepto de Jesús: «Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a si, mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender que entienda" (Mt 19,12). La sociedad y la cultura en tiempos de Jesús centraban el concepto sexualidad en la genitalidad reproductora, y negarse a ella era un insulto para el varón y la mu jer. Pero este concepto no es el que usa nuestra cultura actual. La genitalidad es una subparte de la parte somática de la sexualidad y del sexo. No implica a es todo del que hoy nos habla nuestra cultura y del cual no puede prescindir nadie. Pero si se puede prescindir de una parte libremente por un bien superior, como es la construcción del Reino de Dios, esto no plantea ningún problema. Ya que la parte está siempre en función del todo. Lo grave es que hoy día muchos siguen viendo la parte sexual como un todo y, por ello, no pueden colocar bien las instancias sexuales dentro de la globalidad. En Jesús es importante anotar la razón que ofrece para explicar por qué no se ha casado. Si no lo ha hecho, no ha sido por que algo o alguien se lo hayan impuesto. Ni nació impotente, ni ha sido castrado por nadie. Si no se ha casado, siguiendo la tradición de su pueblo, ha sido por un motivo bien significativo: el Reino de Dios. Porque para Él lo primero y más importante es el Reino, y todo lo demás está en función de este objetivo prioritario. El acento no hay que ponerlo en este tipo de vida sexual, como si se tratara de una defensa a ultranza de ella. Todo lo contrario. El acento hay que ponerlo en el valor de Reino de Dios, por el que se debe dejarlo todo y venderlo todo. El mismo matrimonio cristiano hay que vivirlo desde esta opción prioritaria, no solamente el fecundo, sino también el estéril, aquel que era marginado por la ley de su tiempo. Lo importante no es la sexualidad célibe en sí misma. Lo que realmente importa es que las formas de vida sexual que existen, por ejemplo la misma homosexualidad, se vivan según las exigencias del Reino. Ningún tipo de vida sexual es mejor ni peor, ni ha de ser motivo de vanagloria o comparación. Su único y verdadero valor hay que situarlo en la dinámica del Reino, en el servicio a todos, en especial a los más malditos y proscritos por las leyes.
Qué nos enseña la manera de vivir Jesús su sexualidad § El Reino y su justicia son lo primero y lo último para Jesús. § Su sexualidad la pone al servicio del Reino de Dios. § La castidad es una exigencia a valorar desde la construcción del Reino. § Jesús no sobrevalora ni infravalora su propia vida sexual. § Mucho menos la absolutiza o diviniza. § La valora sólo en función del Reino. § Por él y para él vive Jesús su sexualidad. § Su único absoluto es el Dios del Reino. § El Reino es la fuerza integradora que encauza creativamente su vida sexual. § El que encuentra el tesoro del Reino puede prescindir de lo demás. § La sexualidad la vive para ese Dios y para ese Reino. § Vive las relaciones humanas heterosexuales en la dinámica del Reino, § Las relaciones homosexuales hay que verlas también desde el Reino. § Su vida sexual célibe no es excusa para no amar. Todo lo contrario. § Su vida sexual manifiesta la ternura del amor gratuito de Dios a los necesitados. § Su sexualidad expresa el amor que tiene a los más necesitados. § Su sexualidad no le hace egoísta, mojigato, ni huraño, sino todo lo contrario. § Su sexualidad no le aleja de la convivencia, compañía y amistad de las mujeres, sino que tiene un trato familiar con ellas.
Funciones o significados de la sexualidad célibe La opción de una vida célibe por el Reino constituye este proyecto de vida sexual en función de su bien total, el amor a Dios y a los hermanos. Pero, al mismo tiempo, es también el fundamento de los significados o funciones donde sitúa su opción de vida. La sexualidad es un bien humano precioso al servicio de la realización del bien total, objetivo final de la vida célibe. Esta opción, a su vez, le ofrece los valores y significados que la sexualidad célibe debe vivir y respetar, y que, también a su vez, le dan la riqueza y la motivan en su modo de vivirla y el testimonio que debe dar para Dios y los hermanos. Recordemos algunos de esos significados: § Profetas de otra forma de vivir y expresar la sexualidad humana. § Ser mensajeros de libertad sexual en un mundo de adictos genitales. § Ofrecer la nueva identidad sexual de la persona de Jesús. § La sexualidad, dinamismo realizador de la personalidad célibe. § La fecundidad personal no se agota en el significado reproductor. § La sexualidad célibe es una forma más de relación interpersonal con el otro. § El celibato es una forma más de comunicación sexual con los otros. § La expresión de la sexualidad célibe es un camino de amor oblativo y gratuito. § La genitalidad no es el único camino para vivir el placer sexual. § Un camino más que nos conduce a la unión fiel con Dios y los hermanos. § Ser testigos en el mundo de hoy de la ternura del amor no posesivo de Dios. § Ser profetas de la gracia gratuita de Dios. § La persona es atractiva no por su atractivo genital sino personal. § El célibe da rienda suelta a sus deseos sexuales en pos del apetito incontrolado de Dios. § El orgasmo genital no es la única forma de fusión plena con el otro. § La sexualidad célibe es otro de los caminos para superar la soledad, ya que es creadora de comunidad.
III LA INTEGRACIÓN DE LA SEXUALIDAD, UN CAMINO QUE DURA TODA LA VIDA
¿Qué es la vivencia de una sexualidad sana en la vida célibe? La vivencia e integración armónica de todos los elementos somáticos, psicológicos, afectivos, sociales, culturales, axiológicos, religiosos e higiénicos de la persona sexuada, por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, el encuentro, la relación, la comunicación, el amor, para realizarnos plenamente como personas. La sexualidad comienza al principio siendo algo que se produce en mí y, poco a poco, con la integración progresiva, se va haciendo una realidad mía. En realidad, nuestros pensamientos, sentimientos, acciones sexuales al principio no dependen de la voluntad. Todo ello aflora espontáneamente. Lo que sí depende de la voluntad activa y para lo que sí estamos capacitados es para gobernarlos, en lugar de dejar impasiblemente que ellos nos gobiernen a nosotros. La educación sexual del célibe exige como algo imprescindible la integración en la unidad del yo sexuado de todas sus instancias o elementos. Todas ellas deben formar una unidad, aunque cada persona privilegia más un elemento u otro, dependiendo también de los momentos de la vida. Todos estamos capacitados para practicar la integración sexual, es sólo cuestión de conocer y de aceptar este aspecto de la sexualidad como hemos aceptado el aspecto activo de vivirla como algo positivo. La integración está empezando a aparecer en nuestra sociedad permisiva en calidad de muy útil y positiva, como vehículo capaz de promover el desarrollo sexual personal de todos. El hecho de que esta aparición se esté produciendo en medio de tantos otros cambios sociales puede conducir a muchas conjeturas en relación con sus causas. Una de ellas es la evidente necesidad de equilibrar el molesto bombardeo del erotismo de nuestra sociedad, una exageración para lo que ya no sirve de excusa la represión sexual del pasado. De ahí, el creciente interés por vivir un desarrollo espiritual sin los dualismos del pasado. Lo espiritual hay que aprender a vivirlo y expresarlo a través de un cuerpo sexuado como el nuestro.
¿En qué consiste la integración? El verbo "integrar” es frecuente en el ámbito de la sexualidad célibe. Así como la totalidad de la sexualidad es irrenunciable, sí es renunciable el ejercicio de la genitalidad como parte de la misma. Esta renuncia es fruto de la racionalidad, y lleva a la persona no a reprimir o permitir, sino a integrar. La represión simplemente oculta activísimos volcanes interiores que un día u otro entrarán en erupción arrasando todo lo que encuentren a su paso. Por el contrario, una energía sexual debidamente integrada va dirigida a la construcción de la sociedad y de los valores religiosos, de una manera cada vez más humanizada. De todos modos, prefiero hablar de integración de los componentes de la sexualidad. Según la Real Academia, integrar significa "formar las partes de un todo, completar un todo con las partes que faltaban” y normalizar se define "como regularizar o poner en buen orden lo que no lo estaba, hacer que una cosa sea normal". Nosotros el término integración lo utilizamos fundamentalmente para hablar del proceso de ajuste de las instancias o dinamismos de la sexualidad humana en aras de constituir una globalidad unificada, armónica y equilibrada. La base de la integración es la unificación armónica y la interacción equilibrada de las instancias de este todo, que permite a la persona vivirla por medios positivos que potencian la realización gozosa. La no integración implica el conflicto sexual entre las instancias del todo. Sea como fuere, la forma de integración es distinta en todo célibe. La tendencia y el esfuerzo por alcanzar y lograr la integración y uniformidad es denominada por los sexólogos «integración sexual". Lo que se quiere conseguir es la integración en un todo unificado de las instancias, ordenadas entre sí de modo jerárquico. La actitud de esfuerzo y autodominio, para ubicar cada instancia en la jerarquía correspondiente, pertenece al ámbito de la integración. La integración sexual vendría a coincidir con la capacidad de tener encuentros y relaciones intersexuales a través del amor, sin convertir al otro en objeto que usamos para ponerlo a nuestro servicio, renunciando a la fantasía de constituirse en un todo para el otro o de que el otro se constituya a su vez en un todo para sí. Esa totalidad, a la que últimamente aspira la sexualidad, habrá que darla por perdida como condición de posibilidad, aunque intentemos caminar por lograrla, procurando alcanzar un encuentro real, positivo y gozoso con el otro, lo más pleno posible. Es la capacidad que nos da fuerzas para integrar y canalizar de forma progresiva las distintas instancias o componentes del ser sexual en la totalidad unitaria de la persona, que nos permite vivirla por medios positivos, lo que potencia el encuentro interpersonal, la comunicación, el placer, el amor y la realización plena y gozosa de la persona. No somos castos o integrados, sino que lo vamos siendo en la medida que ponemos manos a la obra. Esta integración no se da como fruto de los dioses, sino como resultado de un duro esfuerzo continuado y perseverante de cada uno. La integración, tal como hay que entenderla y practicarla, es la manera humana de vivir nuestra sexualidad. No es una proeza, sino que está al servicio de valores superiores: el respeto de sí mismo, el respeto del otro y el poderla vivir en una vida consagrada a Dios. La sexualidad humana no es vergonzosa, como dicen los puritanos, pero tampoco hay que sacrificarla, tal cual es, como creen los libertinos. Lo que es vergonzoso es la manera como solemos practicarla, una manera animalizada y desespiritualizada. La integración es ese modo de ser humano. Es una integración reflexiva al servicio del amor en la vida célibe. Esto quiere decir que la integración no es más que el aspecto técnico, que no debemos aislar, de una virtud superior que lleva el nombre de castidad. Virtud en verdad desvalorizada y ridiculizada hoy en día, siendo así que es la clave de todos los problemas sexuales humanos.
La integración, un camino de afectividad La capacidad de amar es una condición indispensable para la integración de la sexualidad. Hoy es de capital importancia integrarla en la inteligencia emocional, para vivir una sexualidad sana, positiva y realizadora dentro del proyecto célibe. Esa integración implica en cada uno de nosotros educar y desarrollar la habilidad de nuestra inteligencia emocional. En nuestro pasado educativo se daba toda la importancia a la inteligencia racional. Hemos creído que una buena racionalización de la sexualidad era capaz de reprimirla o sublimarla en función de nuestro tipo de vida. Realidad que nos ha llevado a ser buenos ascetas, olvidando que cuando ya no teníamos voluntad para seguirla reprimiendo con raciocinios y fuerza de voluntad, nos desbordaba y terminaba con nuestra vocación. (GRÁFICO 2, pág. 26) La clave de la sexualidad célibe esta en integrarla en la afectividad. Para que la integración de nuestra sexualidad sea posible, es necesario que los célibes adquieran un fuerte autocontrol de ella. La sexualidad humana no es una fuerza instintiva e imponderable, un impulso incontrolable, que deba manifestarse a tenor de las circunstancias del momento. Su relación con el cerebro es demasiado clara para poder ignorar que éste debe regir la evolución sexual. Chauchard, a lo largo de todas sus obras, ha demostrado admirablemente cómo la plenitud sexual sólo es alcanzada por aquellos que saben educar su sexualidad sometiéndola al autocontrol directo del cerebro. El cerebro del hombre se coloca, entonces, al servicio del corazón, y le permite dominar una genitalidad demasiado inquieta, transformándola en manifestaciones de amor. La integración y el autocontrol de la sexualidad es, además, el único medio que posibilita que la unión sea una comunicación de amor, más que una explosión de búsqueda de placer en el otro. El elemento determinante del proceso integrativo de la sexualidad célibe no es, por lo tanto, el ejercicio o no de la sexualidad entendida en un sentido genital, sino la capacidad de integrarse en una actitud de amor oblativo. Hay una estrecha relación entre amor oblativo y madurez de la persona humana. Quien haya comprendido esta afirmación no se maravillará al descubrir por qué los neuróticos pueden encontrarse tanto en las filas de los desposados como en las de los célibes, exactamente en la misma proporción con que no han sabido poner en práctica una actitud de oblatividad en la donación propia, ya sea en, el ejercicio, ya en la abstinencia del uso de la genitalidad. La formación recibida por el célibe ha consistido en gran parte, hasta el momento presente, en enjaular a las personas en sistemas que hacen imposible el amor práctico, y después llamar a eso integración. Se trataba de reprimir a la persona hasta que sus hormonas entraban en decadencia, y después se la liberaba con su identidad maltrecha y sin haber adquirido los verdaderos aprendizajes de la integridad afectiva. En lo que a la integración se refiere, existen, de hecho, dos riesgos: uno reside en el desarrollo de relaciones intersexuales y en la correspondiente evolución que demandan de acuerdo al proyecto de vida; el otro es esa clase de superficialidad de ir por la vida fisicamente casto y emocionalmente intacto. No se trata de elegir no amar, sino de llegar a escoger sinceramente entre las dos situaciones, a fin de que nuestro amor sea real y nuestra castidad fecunda. La sexualidad del religioso, si no es integrada y vivida en una vida de amor, no tiene calidad, ni profundidad cristiana. Cada día son más las voces que claman por un desarrollo de la inteligencia emocional para poder lograr este objetivo prioritario. Un equilibrio de lo racional y lo emocional sería el ideal, pero en el caso de desequilibrar la balanza sería preferible que lo hiciera del lado de la afectividad.
Las comunidades célibes, lugares ideales de integración La vivencia de la integración de la sexualidad en el ámbito de la vida comunitaria ofrece al célibe la posibilidad de su realización afectiva, de una realización interpersonal afectivo‑sexual apoyada en la comunidad de hermanos/as y de una entrega amorosa, creativa y fecunda. No quedando así mutilada nuestra capacidad afectiva, sino plenificada en el amor a Jesús y los hermanos. Es una forma de amor a Jesús, siempre vivo y presente, que sólo puede verificarse en el amor a los hermanos, siendo muy difícil testimoniarlo sin la comunidad ("Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo"). Es un compromiso de amor total a Jesús y, en Él, a los hermanos, para construir la gran utopía de una comunidad fraterna. La persona de Jesús y su Reino se nos hizo tan fascinante que llegamos a relativizar no sólo el modelo sexual genital, que nos ofrecía nuestra sociedad, sino el gran valor de la familia que teníamos y de la familia que podíamos formar. Polarizados en el amor a Jesús y el Reino de Dios, dejamos la propia familia y decidimos entrar a formar parte de una familia de fe, para vivir el seguimiento de Jesús célibe en una fraternidad abierta a la universalidad. En ella consolidamos nuestra capacidad de amor y nos vamos haciendo hermanos y hermanas. La comunidad se hace necesaria, pues, para vivir la sexualidad célibe por el Reino, porque no se puede amar a Dios invisible si no se aprende y experimenta el amor en la fraternidad visible. La sexualidad célibe con amor constituye una vida de comunidad. El celibato frustrado es la muerte de esa vida. Una comunidad erótica está formada por personas valerosas y amantes, y consiste no en la comunidad, sino en la armoniosa colaboración de personas libres. La armonía erótica sólo es posible cuando los individuos eligen libremente hacer lo que es mejor para los demás. El célibe dotado de una capacidad afectivo‑sexual crea una comunidad espiritual porque se entrega en cuerpo y alma a esa comunidad. La vida de comunidad es una vida de amor coparticipada en la mayor calidad y extensión posible. La más autentica fraternidad por el Reino de Dios es la formada por quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra. Y la Palabra de Dios, como dice San Juan, es amor. Una persona aislada no puede implantar un nuevo estilo integrado de sexualidad, porque la sexualidad es un complejo fenómeno social y siempre presupone por lo menos una comunidad mínimamente representativa, a modo de unidad básica, una aceptación del grupo, puesto que, de otro modo, su advenimiento no podría tener lugar en estos momentos en nuestra sociedad.
Fases de la integración sexual del célibe La sexualidad célibe es un viaje, siempre cambiante, nunca estático. Los deseos y las apetencias sexuales suben y bajan, cambian con la adolescencia, la juventud, la madurez, la menopausia, la andropausia y la vejez. La sexualidad, de una forma o de otra, siempre está presente. De hecho, desde el momento en que nacemos somos sexuales.
El fruto más valioso de la integración de la sexualidad El fruto más preciado que produce el árbol de la integración es la libertad ante nuestra sexualidad y la del otro. Sin dominio de nuestra sexualidad no se puede lograr la libertad sexual. Pero, a su vez, el dominio de la sexualidad exige una gran "voluntad activa" en orden a conseguir la tan cacareada libertad. El reino de la libertad no baja a la sexualidad humana sin cooperación del propio individuo. Sola~ mente los que se esfuerzan lo logran. La integración sexual se ha de conquistar, según la experiencia de vida de los que lo van logrando. Una sexualidad positiva, sana e integral, vivida como expresión de un amor que llena de gozo a los que así la viven realizando plenamente a sus personas, implica una jerarquía de valores y descansa sobre el principio del esfuerzo y la ascesis de la voluntad activa. Como cristiano veo en jesús ese prototipo de hombre sexualmente libre, a pesar de que a muchos hombres de hoy y no creyentes les parezca algo extrano, ya que se abstuvo de vivir la sexualidad tal como la concebía su cultura judía. Con razón W. Reich, el patrón de la llamada "revolución sexual", afirmó que Jesús era el prototipo de hombre sexualmente libre, que expresaba en su conducta sexual una personalidad en la que las necesidades vitales más profundas están resueltas. Para W. Reich, los hombres neurotizados no pudieron soportar a Cristo por lo intolerable que les resultaba su libertad a todos los niveles: fueron los hombres neuróticos y acorazados los que en Cristo mataron la vida. Sólo para lograr esta libertad espiritual frente a nuestra sexualidad y la del otro, la Iglesia nos exige la ascesis de voluntad activa a célibes y casados. Sin ella no se puede lograr el dominio de los impulsos sexuales, que nos hacen ser dependientes o adictos a esa sexualidad. Este dominio no se consigue sin nuestra colaboración y esfuerzo personal. Porque las cosas grandes son preciosas y caras, cuestan, requieren la propia superación, cuando no el negarse a sí mismo.
¿Qué hacer con la ascética sexual? La integración del dinamismo sexual no es un simple precepto que se nos impone desde el'exterior, sino una exigencia fundamental de nuestra sexualidad sana. Decir sexualidad sana es sinónimo de personalidad integrada, que tiene todos sus elementos armónicamente integrados. Sólo una actitud ascética encaminada a esa integración es humana no mutila la sexualidad, sino que nos permite vivirla por medios positivos dentro de ese proyecto de vida sexual que es el celibato cristiano. La ascesis sexual no es una guerra contra la sexualidad, para que la suprima como si fuera un obstáculo que impide vivir el celibato. Es algo necesario para integrarla y que nos permita ser dueños de ella, para poderla vivir dentro de ese proyecto de vida elegido libremente para seguir a Cristo. Lo importante es no confundirla con la negación, la represión, la inhibición, la vergüenza, los miedos, los falsos pudores... La ascesis trata de educar la sexualidad del célibe para lograr la integración y, como consecuencia, nos conduce a la verdadera libertad sexual para poder vivir este tipo de sexualidad humana y cristiana. La ascesis cumplida con naturalidad e inteligencia no impide entrar en la relación sexual con los otros sino que la hace posible. Lograr hoy una sexualidad célibe, integrada en la totalidad de la persona y en nuestro proyecto de vida, es más necesario que nunca. Comprendo la reacción del mundo célibe contra ella, la ascética que les enseñaron y aprendieron pertenecía a un modelo sociocultural de sexualidad hoy pasado. Era una ascética que negaba, reprimía y veía la sexualidad como contraria a la vida célibe. Hoy no se comprende y mucho menos se puede justificar una ascética que niegue toda sexualidad y menos aún la que hemos elegido vivir. Los ascetas no son castos, sino que a base de racionalización mental y grandes dosis de ascesis, intentan reprimir y prescindir de la sexualidad. Lo peligroso de estas personas es cuando se les rompen estos bloqueos, y toda esa energía reprimida se desborda perjudicando a la persona en su totalidad. Se impone, pues, la ascesis sexual de una voluntad activa. En caso contrario, corremos el riesgo del fracaso más lamentable. El célibe que no sabe ser dueño de su sexualidad es incapaz de lograr la integración de sus componentes y de vivirla de una forma positiva y por medios positivos en la unidad de la persona, en su proyecto de vida, e integrada en una afectividad oblativa. Por eso, hay tantas decepciones que envenenan la sexualidad célibe, en detrimento del logro de su felicidad. Uno de los principales imperativos relacionado con la práctica de la ascesis cerebro‑sexual es adquirir un sólido dominio sobre nuestra sexualidad, puesto que sólo él hace posible la vivencia de la misma.
¿Qué se requiere para vivir este tipo de voluntad activa? § Tener bien desarrollada la capacidad de "voluntad activa". § Tener una actitud positiva frente a la sexualidad. § Estudio y conocimiento de Jesús y su mensaje. § Estar capacitado para ese estado de vida. § Conocer y aceptar las ventajas que nos aporta. § Vivir y frecuentar personas que lo viven. § Sentirse bien con el trabajo que se realiza. § Desarrollar una gran capacidad de entrega. § Tener buenos amigos con los que relacionarse. § Una comunidad donde tu necesidad de ser amado se llena. § Una vida activa donde te realizas como persona. § Una vida de oración. § Una vida de entrega total a tu propio carisma. § No considerar el trato con la mujer como tentación y causa de pecado. § Ver al hombre y la mujer como compañeros y amigos, y nunca como un peligro. § Tener madurez afectiva. § Convivir y sentir el apoyo y ayuda de matrimonios y familias felices. § Desarrollar en sus vidas una gran capacidad de acogida a todos. § Saber acercarse a la realidad de la vida y de los problemas del hombre de su tiempo. § Que aprenda a estar solo y a convertir luego esa soledad en una gran riqueza personal. § Desarrollar la capacidad de interdependencia y no de dependencia
CONCLUSIÓN 1. Frente a la "positividad" y bondad que comporta la realidad sexuada, sexual y erótica desde los designios divinos como reflejo de la santidad de la creación, la sexualidad del célibe ha estado durante demasiado tiempo vinculada a un dualismo, que distorsiona y oculta su cara positiva. Si este estado de vida sólo es percibido como una privación de la sexualidad, el resultado será un desarrollo humano y cristiano antinatural y desequilibrado. 2. La sexualidad humana no está determinada por imperativos biológicos, sino que está sujeta a condicionamientos sociales y religiosos. En este sentido, la sexualidad no se ajusta a un modelo unívoco, sino que es profundamente plural. Especialmente, en las sociedades más complejas y avanzadas, existen una gran variedad de saberes que permiten gestionar la sexualidad humana. 3. La idea revolucionaria de que el celibato forma parte de la sexualidad humana y no es contrario a ella, es algo esencial a tener en cuenta para su compresión. Que no viene determinado fundamentalmente por la abstención, continencia y castidad de las relaciones genitales. Es primariamente una elección libre de vivir una nueva forma de vida sexual por razones humanas y religiosas. Es una forma de práctica sexual sin las fuertes luchas que genera una relación genital activa y que ni se apoya ni es apoyada en y por el mito de la sexualidad reducida a la genitalidad. 4. El celibato puede abrir caminos sorprendentes y maravillosos en la creación de nuevas formas de encuentro, relación y comunicación, de contactos interpersonales entre los sexos.
Bienaventuranzas de la sexualidad célibe
Bienaventurados los célibes que aceptan la sexualidad como don de Dios, porque se convierten en pregoneros de una buena noticia en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes con actitudes positivas ante la sexualidad, porque ellos serán los mejores defensores del derecho a ella en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que imparten una educación sana, positiva y progresiva, porque ellos serán los educadores del Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que se aceptan corno personas sexuadas, sexuales y eróticas, porque dan testimonio de la encarnación en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que escuchan la llamada "ven y sigueme', porque nuestra gratuidad es muy grata a los ojos de Dios. Bienaventurados los célibes que imitan la identificación y orientación sexual de Jesús, porque serán gratificados por ello en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes por elegir esta opción de vida sexual diferente, porque permiten que haya libertad sexual en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que renuncian a la fecundidad, porque su amor será fecundo creando la gran fraternidad de los hijos de Dios. Bienaventurados los célibes que son fieles a la opción realizada, porque tendrán una gran recompensa en el Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que integran la sexualidad en su proyecto de vida, porque llegarán a gozar de la libertad de los hijos de Dios. Bienaventurados los célibes que no se sienten superiores ni mejores a otros, porque entre ellos reinará la igualdad fraternal de los hijos de Dios. Bienaventurados los célibes que se arriesgan a amar más, porque ellos dan testimonio hoy del amor oblativo de Jesús en el Reino. Bienaventurados los célibes que no explotan y abusan de la sexualidad de nadie, porque esto es prioritario en la construcción del Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que aceptan y respetan la diversidad sexual, porque las puertas del Reino de Dios no se cierran para nadie. Bienaventurados los célibes que integran su sexualidad en el amor, porque serán capaces de vivirla por medios positivos constructivos del Reino de Dios. Bienaventurados los célibes que saben disfrutar de unas relaciones sexuales cálidas, porque serán las manos tiernas y cariñosas de Dios en el Reino. Bienaventurados los célibes que dirigen su pulsión sexual con el fin de construir el Reino de Dios, porque ellos serán la comunidad célibe de los hijos de Dios. Bienaventurados los célibes que, aceptando la bondad del placer genital, renuncian libremente a él, porque ellos heredarán el gozo de los hijos de Dios.
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