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Seis+7, Semanario de Santiago de Chileábado, junio 2002

Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo acusado de Abusos Deshonestos

Por Daniela Mohor

Ocho testimonios de ex discípulos de Maciel, entre los que se cuentan ex sacerdotes y académicos, todos hombres de entre 60 y 70 años, tienen conmocionado a México en estos días. El caso tiene su capítulo chileno ya que el obispo Polidoro Van Vlieberghe es pieza clave de la acusación. Siete+7 investigó y habló con los testigos.

El testimonio del obispo emérito de Illapel Polidoro Van Vlieberghe, se ha convertido en una prueba clave para un grupo de ex sacerdotes y ex discípulos de Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo, que está decidido a comprobar ante la Iglesia Católica y los tribunales los abusos deshonestos a que fueron sometidos por el sacerdote en distintas épocas.

Las imputaciones en contra de Maciel, hechas públicas por primera vez hace cinco años, estallaron nuevamente en la noche de martes en México, al mostrarse a través de las pantallas de Televisa, en el programa “Círculo Rojo”, el apabullante testimonio de cuatro de sus ex discípulos –entre los que estaba un académico del renombrado Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM)- los que relataron los abusos a los que sometió Maciel –desde la masturbación a la violación- así como los múltiples intentos que hicieron para denunciar los hechos. Todos esos intentos –afirmaron- fueron acallados por distintas autoridades eclesiásticas, entregando nombres, fechas, diálogos y situaciones que reforzaron la veracidad de sus quemantes acusaciones.

El programa, que capturó una masiva audiencia, provocó conmoción en México. Lo que más impactó fue el relato de cuatro hombres de edad madura cuyo testimonio develó las huellas indelebles de la destrucción de sus vidas. La alta sensibilidad de la audiencia estuvo determinada por la repercusión que ha tenido el escándalo desatado por las acusaciones de pedofilia contra sacerdotes en Estados Unidos

Mientras los principales periódicos mexicanos difunden en estos días los conmovedores testimonios de ocho ex legionarios mexicanos y españoles que aseguran haber sido víctimas de Maciel cuando eran seminaristas y denuncian que el Vaticano bloqueó la causa canónica que iniciaron en 1998 contra el sacerdote, aún está presente la declaración del Episcopado de ese país con la que se pretendió cortar el debate. La palabra clave que se utilizó fue “la ropa sucia se lava en casa”. Un argumento que sirvió para justificar el hecho de que estos casos no sean llevados ante la justicia.

Entre los acusadores se encuentran el ex presidente de los legionarios en EE.UU, Juan José Vaca; el reverendo Felix Alarcón, quien en 1965 abrió la primera base norteamericana de esta congregación; Arturo Jurado, profesor del instituto de Idioma del Departamento de Defensa estadounidense y José Barba Martín, profesor del Instituto Técnico Autónomo de México, quien habló en exclusiva con Siete + 7. Todos tienen hoy entre 60 y 70 años.

Para estos hombres el testimonio del obispo emérito de Illapel, Van Vlieberghe, de nacionalidad belga, es central. En 1956, éste participó en la primera investigación del Vaticano en contra de Maciel, realizada en México, España e Italia, donde la Congregación tenía sedes.

Mientras duró esta investigación, el fundador de los Legionarios estuvo suspendido. Pero en 1958, el Vaticano concluyó que las acusaciones eran infundadas y lo exculpó. Nunca se supo a qué conclusiones llegó Van Vlieberghe. En 1996, cuando las acusaciones contra Maciel volvieron a tomar fuerza, empezaron a circular dos cartas atribuidas al obispo de Chile en las que el prelado decía que Macial era inocente.

Hasta el día de hoy, los ocho denunciantes sostienen que esas cartas son falsas. Van Vlieberghe, el único que podría zanjar la discusión, tiene 93 años y está al cuidado de enfermeros en una pensión de su congregación, los franciscanos, en la comuna de Ñuñoa. Quienes lo atienden dijeron a Siete+7 que no está en condiciones de hablar.

Los denunciantes. Los ocho denunciantes que buscan enjuiciar a Maciel fueron entrevistados durante la investigación del Vaticano en 1956. Confiesan que entonces mintieron cuando se les preguntó sobre el líder de la Congregación, entonces acusado principalmente de ser adicto al dolantin, un derivado de la morfina. “Nosotros engañamos al Vaticano durante la investigación de los ‘50. Mi conciencia estaba perjudicada y dañada. Yo mentí y cubrí las cosas. Era muy joven y sentía junto con todos los sufrimiento de los abusos, un sentido de unidad muy grande”, dice el profesor Barba.

Otros denunciantes han hecho declaraciones similares. Sostienen que un voto de caridad los obligaba a no hablar mal de un superior, un lazo muy fuerte forjado en los disciplinados colegios y seminarios de los Legionarios en los que regía un fuerte espíritu de cuerpo.

Más de dos décadas guardaron silencio. Hasta 1978, cuando dos de ellos, Vaca y Alarcón, le enviaron al Vaticano por vía canónica oficial, cartas en que denunciaban la pedofilia y la drogadicción de Maciel. Nunca recibieron respuesta. En 1989, Vaca reiteró su denuncia. Obtuvo el mismo silencio.

Del caso no se supo más hasta mediados de los ‘90, cuando una carta pública del Papa a Maciel provocó la inmediata comunicación de sus ex discípulos. En diciembre del ’94, el Papa Juan Pablo II le escribió a Maciel una carta, publicada en distintos periódicos, en la que felicitaba al superior de los Legionarios por ser un “guía eficaz de la juventud” quien “ha querido poner a Cristo […] como criterio, centro y modelo de toda su vida y labor sacerdotal”. La indignación de las víctimas los hizo –dicen- romper los últimos diques de contensión, por lo que decidieron contar su verdad a dos periodistas del diario Hartford Courant de Connecticut: Jason Berry y Gerald Henner.

Los testimonios. Los testimonios relatan cómo Maciel inventaba pretextos médicos para justificar sus abusos sexuales. El abogado José Antonio Pérez, recuerda con claridad el día en que el sacerdote lo citó a su habitación en España para hablarle de su hermano mayor, también discípulo de Maciel:

-Según el padre Maciel [...] mi hermano se masturbaba mucho. Era urgente ayudarlo para sacarlo del pecado, incluso acudiendo a la ayuda de la medicina. Había un famoso endocrinólogo en Madrid que se llamaba Gregorio Marañón [...] Sólo él podría ayudar a mi hermano, me dijo el padre Maciel. Lo único que necesitaba el doctor Marañón para hacerle un tratamiento adecuado a la desenfrenada sexualidad de mi hermano y recetarle la medicina apropiada era una muestra de semen.

Relata Pérez: “El padre Maciel no le tenía a mi hermano la suficiente confianza como para solicitarle la muestra requerida. Pensaba el padre Maciel que siendo yo su hermano y teniendo las mismas características genéticas, una cantidad de mi semen podría ayudarlo adecuadamente […] Me preguntó si yo estaría dispuesto a sacrificarme por mi hermano. Le dije que no, que mi hermano me importaba mucho, pero que no tenía la intención de cometer un pecado por ayudarlo. Cedí por fin. El reverendo padre Maciel me bajó los pantalones, los calzoncillos y empezó a manipularme como si fuera un experto en esos menesteres [...] Cuando ya estaba eyaculando, sacó un frasquito para que lo llenara de semen. Incluso me hizo que le pegara en un papel la supuesta dirección del doctor Marañón. Una vez que concluyó, el padre Maciel me preguntó sí iría a comulgar”.

Berry y Henner investigaron la historia durante tres años. Pese a que intentaron entrevistarse con Marciel solo consiguieron que los legionarios les entregaran como única prueba las citadas cartas exculpadotas del ex obispo de Illapel.

El 23 de febrero del 1997, finalmente, Berry y Henner publicaron el artículo que generó entonces una polémica similar a la del Boston Globe sobre los casos de pedofilia en Estados Unidos, en febrero último. Era la primera vez que salían a la luz pública los testimonios de los ex legionarios.

En 1998, alentados por el remezón que causó la publicación de sus testimonios, el grupo solicitó al Vaticano que se iniciara una causa canónica contra Maciel. Y como los delitos de abusos sexuales estaban prescritos, los denunciantes acusaron al sacerdotes de violación a la ley eclesiástica (por confesar y absolver a sus víctimas), de mentira y desobediencia a la Santa Sede, entre otras. “La causa fue bloqueada porque al Vaticano le molestó que el caso siguiera en la prensa”, dijo Barba a Siete+7.

Viaje a Chile. En ese momento, para los ex legionarios, el asunto de las cartas del obispo Van Vlieberghe adquirió un nuevo valor: representaba el último recurso para conseguir justicia. Con el afán de obtener un testimonio formal del obispo emérito, Barba viajó a Santiago a principios del 2001. Lo acompañó otro de los denunciantes, Arturo Jurado, profesor del instituto de Idioma del Departamento de Defensa estadounidense.

El encuentro con el obispo se realizó en el convento de Nuestra Señora de Lujan, en calle Tegualda, en Ñuñoa.

-Le dijimos la razón de nuestra visita, le mostramos una copia original de lo publicado en el diario Hartford Courant y las cartas donde aparecía defendiendo a Marcial Maciel. Se quedó muy sorprendido y dijo que no sabía nada. Estaba perfectamente lucido. Las miró con detenimiento y tristeza y dijo: ´Son falsas´-contó Barba a Siete + 7.

Al día siguiente, los acusadores regresaron a calle Tegualda. Querían tener por escrito el testimonio que ya les había dado el obispo. No fue posible, pero Barba asegura que el párroco Claudio Salgado, quien les informó que el obispo estaba ocupado, les repitió lo que tanto deseaban escuchar: “El obispo está en la parroquia asistiendo a misa pero pidió que les repitiera que las cartas son falsas”.

De acuerdo al relato de Barba, la información fue confirmada también por Sergio Novoa y Juan Ruz Letelier, abogado y secretario del sacerdote, respectivamente. Agregaron un dato importante: el 12 de diciembre del 1996, cuando se supone que Van Vlieberghe escribió una de las polémicas cartas, estaba internado en la clínica de la Universidad Católica con una grave infección pulmonar. Siete + 7 intentó contactarse con el obispo. No fue posible. “No está en condiciones de salud para recibir visitas y hablar del tema”, afirmó su auxiliar. El abogado Novoa no quiso referirse a las cartas.

Si lo hizo el párroco de Nuestra Señora de Lujan, Claudio Salgado. Reconoció haber recibido a los dos denunciantes cuando fueron a visitar el obispo la segunda vez, pero niega haberles trasmitido algún mensaje. “Los atendí y les dije que vieran el asunto con el abogado y el secretario de monseñor Van Vlieberghe”, afirmó. Y agregó haber escuchado decir que las cartas son falsas: “Ellos dicen que son falsas porque el obispo estaba en la clínica en la fecha en que se escribieron”.

Una de las cartas, fechada del 12 de Diciembre del 1996 y de la cual el Nacional Catholic Reporter publicó algunas partes el año pasado, cuestiona la veracidad de las denuncias de los ocho denunciantes afirmando que fueron consultados durante los años 50 y no dijeron nada.

La otra carta, sin fecha, esta dirigida al delegado del Vaticano en México, Luis Raimondi. En ella, Van Vlieberghe le ruega interceder a favor de Maciel.

Barba y sus compañeros refutan la veracidad de las misivas, especialmente de la que no está fechada, puesto que no sigue las formas que respetan normalmente los franciscanos en su correspondencia. Una omite, según Barba, el nombre de los verdaderos investigadores apostólicos enviados a Roma para investigar a Maciel en los ‘50 y nombra a otros. La otra, fechada en diciembre del 1996, en cambio, contendría en la misma firma la prueba de su falsedad. “Las personas que falsificaron la firma del padre Van Vlieberghe creyeron que por ser obispo quedaba fuera de la orden franciscana y por eso omitieron en su firma poner las letras OFM, Ordinis Fratrum Minorum, es decir de la orden de los hermanos menores”, dijo Barba a Siete+7.

El libro. Durante los últimos cinco años un sicoanalista y sociólogo mexicano ha seguido la huella de Maciel recopilando las denuncias lanzadas en su contra a lo largo de más de 40 años. Fernando González prepara hoy un libro sobre el fundador de los Legionarios de Cristo.

En sus entrevistas con las víctimas de Maciel aparecen “desde masturbaciones hasta violaciones”, dijo González a Siete+7: “A algunas de sus víctimas después los mandaba a misa a comulgar. Con una mano los masturbaba y con la otra les daba la absolución”.

Gonzalez pesquisó la primera acusación en contra de Maciel ocurrida en 1944. Por entonces, el sacerdote recién había fundado la legión con el apoyo de poderosos empresarios de Monterrey y bajo la tutela de su tío, el obispo de Cuernavaca, Monseñor González Arias. Fue entonces que uno de sus discípulos, de sólo 13 años, le contó a su padre cómo Maciel lo invitaba de noche a su habitación y le hacía tocar sus genitales. El episodio lo relata González, quien prometió no revelar el nombre de la víctima de ahora 70 años.

“Maciel escogía muchachitos guapos, de piel blanca, de ojos claros, muy criollos. Nunca estaba con uno. El siempre elegía a varios y había escenas individuales con testigos silenciosos. Cuando el padre se enteró, se fue directamente a hablar con el obispo de Cuernavaca, quien le prometió suspender a su sobrino. No ocurrió. El obispo, en cambio, ordenó a Maciel sacerdote y lo avaló en su intento fundacional”, cuenta González.

Esa complicidad de las autoridades eclesiásticas con las conductas impropias del joven Maciel –afirma- se repetirían durante décadas.

El libro recoge también una denuncia del el ex rector de la Universidad mexicana Anahuac, Juan Manuel Fernández Amenábar, quien también fue legionario. En su lecho de muerte escribió y firmó una carta acusando a Maciel de haberlo sometido a abusos en tres ocasiones en Roma, cuando tenía 16 y 17 años. También relató la adicción de Maciel por un derivado de morfina. Antes de morir Fernández le contó al padre Alberto Athié Gallo su historia y le pidió lo siguiente: “Cuando usted diga mi misa de muerte, dígale a la gente que perdoné a Marcial Maciel pero que pido justicia”.

En 1999, dice González, el padre Alberto Athie habó con el Nuncio en México para pedirle asesoría y éste le recomendó que le escribiera al Cardenal Joseph Ratrzinger. La denuncia nunca prosperó.

-La explicación que dio Ratzinger fue que no consideraba prudente abrir el caso porque el acusado era una persona muy querida del Santo Padre y había ayudado mucha a la iglesia - dijo Athie al diario mexicano Reforma.

Testimonios más dramáticos aparecieron en 1997 a través de las pantallas del Canal 40 de México, el que aún no se repone del todo del boicot publicitario que causó la transmisión. Allí el profesor Barba relató cómo fue abusado por Maciel, en Roma, en julio de 1955:

“Estaba otra persona dentro de la enfermería, y [Maciel] me empezó a hablar de sus problemas. Cómo tenía permiso del Papa Pío XII para que unas religiosas le dieran masaje en sus partes viriles por un problema de interferencia entre las vías seminales y la vía de la orina, me pidió si yo podía darle masaje. Cuando entré había otra persona. Y cuando comenzó esto, me llamó la atención que esta persona no se fuera. Entonces, tomó mi mano que estaba muy tensa y la llevó hacía sí. Me di cuenta de que tenía su miembro excitado y eso me puso más nervioso. [...] [Maciel] se acercó hacia mí y me dijo que quería explicarme en dónde le daban los dolores. Me puse mucho más nervioso, me encogí y traté de rechazar firmemente lo que quería hacer. Él insistió, insistió y yo no pude, no pude vencerlo. Porque yo era un muchacho de poca edad y él tenía ya 34 o 35 años. La persona que estaba ahí no me ayudó, y eso siempre lo he resentido”.

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Los legionarios se defienden.

Las declaraciones públicas de las víctimas, no han despertado reacciones en el Vaticano. La única respuesta vino de Maciel. En carta dirigida al editor del Hartford Courant negó las acusaciones: “Son todas difamaciones y falsedades sin ningún fundamento ya que durante los años que esos hombres pasaron en la Legión nunca cometí esos actos con ellos, ni les hice propuestas de ese tipo”, escribió el fundador de la Legión cinco días después de la publicación del artículo.

Al Estado mexicano tampoco le interesó abrir una investigación, como ha ocurrido en Estados Unidos recientemente. Por los mismos días en que Maciel desmentía lo publicado en el Hartford Courant, un funcionario de la Secretaría de gobernación anunciaba que pese al revuelo público que causaron las denuncias, éstas no se investigarían ya que el delito había prescrito.

Cinco meses después del escándalo, el Papa nombró a Maciel como uno de los organizadores del Sínodo de las Américas, a realizarse en Roma a fines del ‘97.

Para la congregación, las acusaciones son infundadas. Sostienen que los 8 denunciantes forman parte de un complot en contra del fundador de su orden. Y exhiben para demostrarlo testimonios notariales de legionarios que dicen haber sido invitados por los denunciantes a participar de esta campaña de destrucción de imagen. En las “legiones” se sostiene que el tema de la pedofilia de Maciel ha sido detonado por gente del Opus Dei, con quien disputan el mismo nicho de mercado religioso.

Por ahora, Maciel sigue viajando libremente entre las sedes de su congregación. En México, los denunciantes esperan esta vez hacerse justicia. Y miran hacia Chile en donde el obispo emérito Van Vlieberghe yace postrado e impedido de toda comunicación con el exterior. “No creo que el obispo se haya olvidado, creo que es un complot para acallar la verdad. Nosotros seguiremos hasta que la verdad sea plenamente conocida y se nos haga justicia”, concluye Barba.

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