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JUAN
ARIAS - Río de Janeiro |
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EL
PAÍS - Internacional - 19-04-2005 |
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El Papa, en la Iglesia católica, tiene
quizás más poder del que le correspondería según la tradición ya que, antiguamente,
eran sobre todo los obispos y las Iglesias locales, los concilios y los
sínodos episcopales quienes tomaban, aunque junto con él, las grandes
decisiones. Pero, precisamente porque el poder en la Iglesia ha quedado muy
centralizado en el papado, un nuevo Papa, si quisiese, podría realizar
grandes cambios. Cambios que son compatibles con la doctrina del magisterio y
la tradición bíblica. Lo que un Papa puede cambiar en la Iglesia es más de lo
que la opinión pública imagina. He aquí algunos ejemplos: - Puede abandonar el poder temporal.
Dejar de ser jefe de Estado y de todo el aparato que ello conlleva, como el
tener embajadores y nuncios apostólicos, para convertirse en un simple líder
espiritual de los creyentes. Las objeciones que suelen poner los contrarios a
la idea es que con los poderes de jefe de Estado y un territorio
independiente como el Vaticano -que le fuera concedido por el dictador
fascista Mussolini-, el papado tiene mayor espacio
de libertad. ¿Y el contrapeso de las otras ataduras mundanas? - Puede dejar el Vaticano, que sería
destinado a alguna otra institución italiana o internacional. De querer
quedarse en Roma -muchos papas han vivido fuera de la ciudad eterna durante
largos periodos-, lo lógico es que colocara su sede en la basílica de San
Juan de Letrán, que es la primera iglesia de Roma,
y no en San Pedro. De querer llevar la sede del Papa a otro lugar del mundo,
cualquiera sería bueno. Se habla de que Juan Pablo II había
"amenazado" al poder comunista polaco con trasladarse a Polonia. Y
Juan Pablo I, al parecer, se había planteado irse a vivir con la curia a un
barrio pobre de Roma, aunque quizás eso le costara la muerte a los 33 días de
pontificado. - También puede cambiar el proceso de
elección del Papa, que ha tenido a lo largo de la historia de la Iglesia
innumerables formas, comenzando desde cuando a los papas los elegían los
fieles junto con sus pastores. Podrían elegirlo los obispos o un sínodo, o
una representación de obispos y comunidades de fieles y sin tantos secretos y
misterios. - Puede cambiar el nombramiento de los
obispos, que hoy es un complejo juego de poder en el que tanto peso tienen la
diplomacia de las nunciaturas y el poder de la curia. Pueden ser elegidos
como antaño, por los sacerdotes de la diócesis junto con las comunidades de
fieles. - El celibato obligatorio del clero
secular puede ser abolido. Depende sólo de la voluntad del Papa. Los
apóstoles de Jesús estaban casados, quizás él mismo lo estuviera, y los
obispos de los primeros siglos del cristianismo también. Incluso se les pedía
que tuvieran una sola mujer para dar ejemplo. Los sacerdotes católicos de
rito ortodoxo se casan. - ¿Y el sacerdocio de la mujer? Hasta
ahora los papas se han fundado en la tradición para sostener que Cristo no
quiso sacerdotisas. Pero no existe consenso entre los teólogos y menos entre
los biblistas, muchos de los cuales sostienen que
en tiempos de Pablo hubo sacerdotisas y que no existen impedimentos de fe a
su existencia. El Papa, quizás con una consulta a los obispos, puede admitir
a la mujer en el sacerdocio. - La prohibición del aborto tampoco es
un dogma de fe, sobre todo en el primer momento de la gestación y en ciertas
circunstancias. Al parecer, el Vaticano ya permitió en secreto abortar en el
Tercer Mundo a algunas monjas que habían concebido despúes
de haber sido violadas. La Iglesia puede abrir un diálogo con la ciencia. La
Iglesia heredó de la filosofia griega el concepto
del alma separada del cuerpo. Los judíos no concebían un alma separada del
cuerpo. Para ellos existían sólo las personas. ¿Cuándo puede considerarse a
un feto persona? - La prohibición del derecho a morir
libremente y sin dolor en casos de enfermedades incurables tampoco es un
dogma. El Papa puedeautorizar algún tipo de
eutanasia para los católicos. - Por supuesto que un Papa puede
autorizar el uso de anticonceptivos. Eso nada tiene que ver con la fe ni con
la exigencia bíblica del crecer y multiplicarse. Puede si acaso considerarse
contra la voluntad de Dios que un matrimonio recusase, sin motivo, usar del
don de la procreación, no el control de la natalidad. - El divorcio tampoco está condenado
como dogma de fe en ningún lugar. Según los teólogos y expertos bíblicos,
incluso cuando Jesús habla en contra del divorcio, lo hace en el contexto de
su tiempo para criticar la discriminación contra la mujer que no se podía
divorciar. El hecho de que la Iglesia acepte ya la anulación matrimonial
demuestra la incongruencia al no aceptar el divorcio. El Papa puede
admitirlo, por lo menos, en algunas circunstancias. - Puede abrir un diálogo con la
ciencia para los temas de bioética limitándose a los grandes principios sobre
el respeto a la dignidad de la persona, pero sin olvidarse de que Dios dejó
al hombre la libertad de dominar la tierra y de usar su inteligencia al
servicio de la humanidad. - El nuevo Papa puede autorizar la teología
de la liberación ahora que ha acabado la guerra fría y devolver la
libertad de expresión a los 140 teólogos condenados en los últimos años. - El Papa puede permitir el acceso a
los sacramentos a los divorciados católicos. Hay obispos que lo permiten,
aunque a la chita callando. No es contrario a la fe. - Puede eliminarse la confesión
privada, una práctica tardía. Al principio existía sólo la confesión pública
y la petición de perdón ante la comunidad. Si el próximo Papa realizara sólo la
mitad de estos cambios que le permite su poder sin comprometer la fe, la
Iglesia podría ser muy diferente; el ecumenismo podría tomar otro rumbo, los
obispos y comunidades cristianas podrían recobrar su dignidad perdida dentro
de la Iglesia y la institución acabaría siendo más transparente. Las iglesias
locales recuperarían su libertad cultural y la Iglesia sería más cercana a
los latidos de sus fieles. |
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