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¿REALIDAD O FICCIÓN? LA VIDA DE LOS FANTASMAS                                                                                               30-04-2005

Por José María Monzó

ATRIO, 30-04-2005

A partir del 11 de septiembre con la destrucción de las Torres Gemelas que pudimos ver asombrados por televisión en directo, hemos sido testigos de desgraciados y terribles acontecimientos que plantean un montón de interrogantes y reflexiones. Después de la destrucción de las Torres y como consecuencia, exigido por un guión, como si de una película se tratase, vinieron las guerras de Afganistán, a la caza y captura del malo de la película, y le siguió la guerra de Irak, que con la excusa de otra caza y captura se masacró y se sigue masacrando a un pueblo inocente.

 Utilizo el lenguaje cinematográfico, guión y película, de forma intencionada porque recuerdo que cuando veíamos caer las Torres Gemelas teníamos la sensación de estar viendo una película, porque aquello era increíble y su crueldad era más llevadera si la convertíamos en una ficción. Porque las imágenes de televisión con su fuerte impacto, están tan presentes en la sociedad que vivimos que realidad y ficción pueden fácilmente confundirse.

Algo importante está sucediendo con la presencia masiva del poder de la imagen y su influencia en la mente del espectador, que se encuentra indefenso al desconocer sus códigos de lectura y su capacidad de penetración. El cine, el llamado arte del siglo XX  (después la televisión heredara su lenguaje), se fundamenta en la proyección de imágenes en movimiento de una realidad que transforma en ficción, y donde el tiempo y el espacio, marco necesario de lo real, pasan a ser un tiempo y un espacio de ficción al que llamamos tiempo y espacio cinematográfico. Este espacio y este tiempo nuevo creado por la maquina no es el real. “Cualquier hecho o personaje que coincidan con la realidad es mera coincidencia” rezan los créditos en casi todas las películas. Advertencia a un público para que no se sienta engañado y no confunda la ficción con la realidad. Y desde esta perspectiva se entiende que llegue  un momento en que una terrible realidad, como el atentado de las Torres Gemelas pueda leerse en clave de ficción “parece que estamos viendo una película”. ¿Qué ha sucedido? ¿Hasta dónde ha llegado el poder de la imagen, su utilización y su fuerte presencia? ¿Puede darse una lectura de la realidad tan distinta de la verdad hasta el extremo de convertirla  en ficción?

 Una realidad como las guerras que siguieron al atentado se presentó al mundo por los medios de difusión de forma similar a una ficción, y esto se hizo de manera  intencionada, como una gran manipulación, porque lo que menos importaba en esas guerras eran las personas que luchaban y morían en total anonimato. Como si de “extras” se tratara en una película de acción donde el guión incluye escenas de crueldad. Escenas incluso de torturas donde una mujer, perdiendo su condición de persona apunta con su mano al sexo de las víctimas para humillarlas y burlarse de ellas. ¡Qué terribles imágenes!. Pero no nos alarmemos porque se presentaban como anécdotas de un guión. Pasar, lo que se dice pasar, no pasa nada. Hay víctimas, muchas víctimas en esta película, pero no hay culpables. Y lo más terrible de todo es que la realidad ha dejado de serlo para convertirse en una ficción en la que aparecen los escenarios, los decorados y también las víctimas, pero éstas ya no son reales. Las víctimas se han convertido en fantasmas. No existen. Los acontecimientos se han manejado de tal forma para que la culpabilidad desaparezca, y de esta forma, sirva a los intereses del guión preestablecido por los poderosos, léase Bush y todos sus acólitos. La persona ha dejado de serlo para formar parte de la ficción. ¡Que terrible manipulación!

Esto sucede en nuestros días, a nuestro alrededor y de forma constante. Es la terrible manipulación que utiliza los poderosos medios de comunicación. Y esto es muy grave porque nuestras vidas y nuestras mentes están en manos de unos poderes tiránicos y mediáticos que realizan sus películas manipulando los acontecimientos y las personas y presentando un mundo excelente, creado por ellos, y para servir a sus intereses. Un mundo y una cultura que de forma solapada y con toda normalidad cierra todas las vías que conducen a la libertad de acción y de pensamiento. Pretenden que la ciudadanía no exista y que la persona se convierta en masa.

 

Dentro de esta misma perspectiva de influencia masiva de los medios de comunicación para confundir y transformar la realidad en ficción podemos acercarnos a  acontecimientos recientes, que por salud mental y religiosa voy a intentar leer desde un “reality show” que en estos días nos han ofrecido con la transmisión casi en directo de la agonía del papa, su muerte, sus funerales y el nombramiento de su sucesor. En estos acontecimientos se ha producido un nuevo avance en la manipulación de las personas al incorporar a una gran masa anónima, bien intencionada (los extras de la película) a los que se les hace reír, llorar, rezar y gritar siguiendo las órdenes de voceros de conciencias y avispados manipuladores, creadores del guión de este show que han proyectado minuciosamente para cumplir al pie de la letra sus objetivos y sus fines.

La iglesia católica ha puesto en escena, sirviéndose de los medios de comunicación y utilizando a las masa de fieles, la agonía y la muerte de un hombre, su exaltación mortuoria hasta el paroxismo (“Subito Santo” exclamaba la gente), para que todo continúe igual  y el poder pase a las manos de otro, sagaz e inteligente, y en nombre nada menos de Jesús de Nazaret. Porque este espectáculo olvida algo que es esencial. Olvida el Evangelio, lo que podríamos llamar el guión original. Sin él todo se convierte en un fraude y en una traición. Solo el Evangelio puede marcar  el contraste y la falsedad de este  show.

 “De nuevo conectamos con la Plaza de San Pedro”..., donde todo es posible y todo es conjugable..., “El escenario es grandioso, la luz de bellos contrastes, el colorido del vestuario en los desfiles cardenalicios resulta muy brillante. En esta plaza están presentes todos los poderes de la tierra y una gran masa, miles de personas gritan, cantan, ríen y lloran.” La puesta en escena es tan perfecta que la realidad y su significado se hace irreconocible. Ha dejado de ser realidad evangélica para convertirse en ficción . Las personas ya no son personas. Se han convertido en fantasmas.

Volvamos al guión original que marca el Evangelio. Veamos cómo podrían sonar las palabras de Jesús en la Plaza de San Pedro para comprobar si nos pueden devolver la autentica realidad que pretenden sustituir. Los discípulos de Jesús han entrado en discusión sobre quien de ellos va ha tener más poder. Él les abre los ojos y les aclara, por si lo desconocen o lo han olvidado, cómo actúan los poderes en este mundo: “sabéis que entre los paganos, los gobernantes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad.” (Mateo 20, 25-26). El evangelio de Lucas añade algo más . “... y los que imponen su autoridad llevan el título de bienhechores” (Lucas 22, 25-26). “Vosotros obrad al revés... quien quiera ser grande se haga vuestro servidor, y quién quiera ser el primero se haga vuestro esclavo”.

Advertencia y denuncia de la tiranía del poder y de su autopropaganda engañosa declarándose bienhechores. Ocurría entonces ya y ocurre ahora. Pero en esta plaza se encontraban todos, Los señores de las guerras, los señores de la corrupción, y los responsables del hambre y de la miseria. Bien recibidos y bien agasajados. Pero en un mundo de ficción todo es posible.

 

 Otra imagen inolvidable: el nuevo Papa, con el clamor de las multitudes se asoma al balcón de las bendiciones de la plaza de San Pedro y se identifica: “yo sólo soy un trabajador de la viña” exclama vestido de púrpura. ¿Y cuál es esa viña en la que se presenta como trabajador? ¿Trabajador con ese extraño vestuario y en un balcón engalanado de púrpura? “La viña del señor” de la que este personaje se anuncia como simple trabajador es la viña del reino que vino a proclamar Jesús de Nazaret. Un reino y una viña en la que los obreros trabajan por la justicia, el amor y la paz. Una vida de compromiso por la persona marginada, débil, pobre y necesitada. Y una vida que sólo se puede leer por las obras, no por las bellas palabras y buenas intenciones. Así lo anuncia Jesús en su evangelio, en el guión original, identificándose Él con estas personas: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era emigrante y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me visitaste, estaba encarcelado y acudiste... os aseguro que lo que habéis hecho a uno solo de estos mis hermanos desgraciados, me lo hicisteis a mi” (Mateo 25, 35 y ss.).

¿Cómo hay que leer estas palabras en la plaza de San Pedro y desde el Balcón de las Bendiciones donde una persona se proclama trabajador de esa viña y de ese trabajo?. Desde este mundo mediático y desde este bello decorado del Vaticano todo es posible, todo puede recomponerse e interpretarse porque estamos en una gran ficción “yo sólo soy un trabajador de su viña”. Pero volvemos al guión original, a las palabras del evangelio que pueden crearnos cierto malestar porque son palabras muy duras: “... contigo comimos y bebimos, en nuestras calles enseñaste.”, le decían los que se apropiaban su cercanía y sus palabras sin cumplirla. Somos nosotros, Señor, los tuyos, los cercanos, los que trabajamos en tu viña, “comimos contigo”. A lo que el replicará: “os digo que no sé de dónde venís. Apartaos de mí malhechores” (Lucas 13, 26-27). Dos visiones de la realidad, la del evangelio de Jesús y la de la gran ficción a la que hemos llegado.

 

 La película tiene que terminar bien porque de lo contrario tendría pésima carrera comercial y no sería vendible. Auque me asalta la duda de si ese trabajador de la viña, que apareció en ese bello balcón es una persona o es también un fantasma.

 

 

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