Católicos sin base
 

   

ABC. 13 JUNIO 2005. EDICIÓN IMPRESA - Colaboraciones

 

Por Jorge TRIAS SAGNIER/


LEO en el diario «El País», y no podía ser en otro sitio, que «grupos de católicos de base no obedecerán a los obispos por las bodas gay». Se trata de un documento firmado por individuos que quizá puedan denominarse cristianos pero que, difícilmente, se les podrá llamar católicos y, mucho menos, «católicos de base». Como dice un buen amigo mío, los «abajofirmantes» suelen ser siempre los mismos nostálgicos de sí mismos que quieren una Iglesia que no se parece en nada a la Iglesia Católica. Son ese grupo de gente que clama contra la injusticia y reclama una «teología liberadora», pero que, en lugar de mirar a Cristo, se ponen siempre del lado del Anticristo, de la tiranía ya sea marxista o nacionalsocialista, como las de Castro o Chaves. Son esos «progresistas» a quienes se les llena la boca de Juan XXIII o de Óscar Romero, como si fueran «revolucionarios», y desconocen, en cambio, que el Papa Juan, hoy beatificado, representa el punto de partida de la Iglesia actual y el obispo Romero es uno de los que postuló personalmente la causa de beatificación de San Josemaría Escrivá de Balaguer, a quien quería y veneraba. Ahora, los de siempre, esos «católicos de base» que se han quedado sin base debido a la trivialidad de sus postulados, nos anuncian solemnemente, más bien nos amenazan, que no obedecerán a los obispos. ¡Pues qué alivio, sinceramente!

El próximo sábado cientos de miles de personas se congregarán en Madrid convocados por el «Foro español de la familia». Saldrán a la calle los verdaderos y numerosísimos católicos de la base de la Iglesia. Y con ellos saldrán, también, personas con sentido común, religiosas o no, escandalizadas ante la legislación que se nos propone desde el Gobierno. José Gabaldón y Benigno Blanco, junto a tantos otros, han hecho un trabajo encomiable; y José Ramón Losana, esa persona excepcional que acaba de cruzar «el umbral hacia la otra vida, entrando en el misterio de Dios», seguirá la marcha desde la eternidad. Se trata de una llamada masiva a todos los ciudadanos, apoyada por la Conferencia Episcopal, que contemplan asombrados cómo nos invade la insensatez.

Hace unos días mis suegros celebraron sus bodas de oro. Fue un día entrañable. También recuerdo perfectamente las de mis abuelos Trias en 1955. Con mis padres «sólo» pudimos conmemorar las bodas de plata debido a la prematura muerte de mi padre -como la de Losana- a los cincuenta y pocos años. Es en esos momentos, en los más extremos de la vida familiar, en las grandes alegrías así como en las inmensas tristezas, cuando más se aprecia el valor de la familia. Ahora parece, por el contrario, que quiere sustituirse la concepción milenaria de la familia y del matrimonio, por algo extravagante que conducirá a la destrucción del tejido social. Hay, pues, que salir a la calle. Todos. No estamos hablando de defender la fe sino, tan sólo, la razón. No es poco. Merece la pena.