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Reflexiones de Cristo Desolado                                       18-6-2005
 

    Francisco Asensi

Escritor. Valencia

 

 

Un día estaba yo meditando, no recuerdo bien sobre qué insondables misterios... De repente experimenté que una paz interior, jamás experimentada, me invadía... que me circundaba el aura de Dios... Flotaba... Tan a gusto y feliz me sentía que me dije : "Esto debe de ser un éxtasis, uno de esos arrobamientos que experimentan los místicos. ¡Hagamos aquí mismo una tienda para toda la eternidad !"

En sueños, o en visión, no sabría decirlo, se me apareció Cristo, o así me pareció. Triste, muy triste. Desolado. De todos modos, ni joven, ni hermoso, ni resplandeciente. Muy envejecido y desmejorado, diría yo. Una inmensa tristeza llenó mi alma donde antes todo era felicidad. "Ven", me dijo.

Y esto es lo que me habló :

 

 * Parece ayer, y ya han pasado dos mil años...

 * Miro la Tierra y, de Oriente a Occidente, la veo sembrada de cúpulas, de torres, de iglesias... Demasiado numerosas. Demasiado grandes. Demasiado desafiantes y bellas... Terriblemente vacías y huecas.

 * Profeticé la destrucción del Templo, de todos los templos... Quise hacer de vosotros templos vivos... Pero vosotros, recogiendo una a una todas las piedras muertas, habéis edificado de nuevo el Gran Templo... Una torre de Babel peor que la primera...

 * ¡Gloria a Dios ! gritáis, como si Dios fuese vanidoso y necesitase la adulación de los hombres... ¿De qué Dios habláis ? ¿A qué nuevo ídolo os referís ?

 * Vosotros sois sal de la tierra. La luz del mundo. Un grano de mostaza. La levadura que hace fermentar la masa... Sal, mostaza, levadura. Cosas humildes, mínimas, insignificantes... Eso es lo que dije.

 * ¿Quién habló de Sumos Sacerdotes, de tiaras y mitras, de templos y altares, de ritos y ceremonias, de dinero y de poder para transformar la Tierra ? ¿Acaso no quedó claro que todos sois iguales? 

 * ¿Y mis pobres ? ¿Qué habéis hecho de mis pobres ? Escucho horrorizado los gritos de mis hermanos: los emigrantes,  los enfermos desahuciados,  los perseguidos y encarcelados,  los ancianos desamparados,  los niños sin pan, las viudas y los huérfanos, los oprimidos bajo vuestros infinitos yugos, los marginados por vuestro rencor, los masacrados en vuestras justas guerras... ¿Para qué seguir ? Hasta mí llegan sus bramidos de desesperanza... ¿Tan mal me expliqué yo, o es que vuestro corazón es de piedra ? No hay tiempo que perder. Los pobres nos esperan.

  * Yo os dije : Sólo Dios es Santo ; y aquéllos que Él escribe en su Corazón. Pero vosotros, como si fueseis Dios, los fabricáis por vuestra cuenta y con vuestra horma. Hacéis una lista interminable, tan larga como las filactelias de los fariseos... Puestos a escribir ¿en qué catálogo habéis inscrito a Llidó, a Romero, a Ellacuría, a tantos y tantos otros... ? No os entiendo.

  * Yo os dije : La Verdad os hará libres... Buscadla siempre. Desconfiad de los que la tienen. Huid de los que la detentan. Temed a los que dogmatizan y la imponen.

  * Me llamáis Maestro y decís bien, porque lo soy. Pero me habéis deshumanizado. Habéis robado  mi carne, mis huesos, mis sentimientos... Me encumbrasteis como Dios para mantenerme lejos, infinitamente lejos... Tenéis miedo de que mi humanidad os  incordie, os reproche vuestra hipocresía y egoísmo. Tenéis miedo de que mi inmensa compasión y estremecedora humanidad os condene....

* En esto conocerán todos que sois mis discípulos : si os amáis los unos a los otros. Eso y sólo eso es lo que dije. Pero vosotros, como escribas y fariseos, queréis más y más leyes, doctrinas y concilios... Discutir y disecar cada una de mis palabras, como si fuesen palabras muertas... Os asusta la vida y simplicidad de mi Evangelio.

* El Espíritu de Vida os enseñará todas mis cosas... pero vosotros tenéis miedo de recogeros en vuestro interior y escuchar  a  vuestra propia conciencia... Preferís correr tras el viento que más sopla. Tened la sinceridad de reconocerlo: Os asusta el  Silencio.

*  No temáis, hombres de poca fe. Cuando dos o tres os reunáis en mi nombre, allí estaré yo. Esa y no otra es mi iglesia.

 

Cuando terminó este sueño  -no me atrevo a calificarlo de visión- oí dentro de mí una voz que me gritaba :  "El que quiera que me siga". Entonces puse mis pies en tierra. Miré a mi alrededor. Me di cuenta de que vivía en los tiempos de Cristo Desolado. No había llegado aún el día de la Ascensión.

 

 

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