EL EMBRION Y LA PERSONA
Giovanni Sartori
Corriere della Sera,
28 mayo 2005
La ley 40 que se
someterá a referéndum es una ley que establece que el embrión es ya
vida humana, y por eso dota al embrión de "derechos".
Nadie
niega que el embrión sea vida. Una piedra no tiene vida; pero todo lo
que nace, se desarrolla y muere, es vida. Las plantas son vidas, los
animales son vidas. Y de un punto de vista biológico el genoma (los
genes) de un chimpancé es casi igual –en un 99.5% - al de un ser
humano. Y sin embargo la diferencia entre un chimpancé y un homo
sapiens es inmensa. ¿En qué consiste? ¿Por qué hay que proteger al
embrión humano y al del chimpancé no?
Si se trata de
proteger la vida en cuanto tal, existen millones de millones de
especies y variedades de vida. Pero si se trata específicamente de la
protección de la vida humana, entonces tenemos que definirla, que
establecer qué vida es humana y por qué. Hasta hace medio siglo lo
sabíamos. Grosso modo (hay excepciones) para la Iglesia y para
la fe el hombre se caracterizaba por el alma, y el '"alma racional",
según Santo Tomás, llega tarde, ciertamente no con la concepción. En
cambio para la filosofía, o para la reflexión racional, el hombre se
caracteriza por la razón, por la autoconciencia o al menos por estados
psicológicos y mentales conscientes. Para Locke, por ejemplo, la
persona es "un ser que se conoce a sí mismo", y "sin consciencia no
hay persona" (Ensayos, II, 27). Pero he aquí que de repente la Iglesia
Católica se olvida del alma (y con ello de toda su teología) y se
entrega a la biología, a la que hace decir que entre mi embrión y yo
no hay diferencia: vida humana es la suya, vida humana es la mía. Pero
desgraciadamente hay diferencia; y muy a mi pesar. Si, como me dice un
amable lector, hubiese sido matado siendo un embrión no me habría dado
cuenta y ni siquiera habría sufrido; en cambio ahora, como persona
humana, yo sé que tengo que morir y quizás también sufrir. Y el
discurso serio, el argumento lógico, es éste: que si es verdad que un
embrión será una persona, todavía no el es
ahora como embrión.
Y desafío a
cualquier ruiniano a presentar una definición de "persona humana" que
se aplique al embrión. Paso a las implicaciones prácticas y a los
aspectos concretos del asunto. Un primer argumento de los partidarios
de la ley 40 es que proteger el embrión es proteger al más débil, la
vida más débil. Pero desde este punto de vista, a los embriones no les
va tan mal. Los textos de demografía de cuando yo nací predecían para
el 2000 una población de 2 mil millones; pero somos ya más de 6 mil
millones y se espera que pronto llegaremos a 9. Se deduce de ello que
los embriones han conseguido un éxito excesivo: una superpoblación que
lleva a la destrucción de la Tierra, del planeta Tierra, y así que
también al suicidio potencial del género humano. En este contexto, el
derecho a la vida se trastoca en una horrenda condena a muerte para el
ya nacido, el viviente que sobra. Otro argumento es que la ley 40 es
para proteger a la mujer. Lo que faltaba.
Si el embrión es
sagrado e inviolable, también la píldora (anticonceptiva) del día
siguiente debe estar prohibida. Así que centenares de millones de
chicas menores de edad, inexpertas o violentadas, tendrán que aceptar
un niño no deseado o recurrir al aborto. Pero éste tendrá que ser
también rápidamente prohibido, porque si se mantiene la ley 40, la ley
194/78 sobre el aborto no se puede sostener lógicamente: el principio
de no contradicción lo imide. Así que volveremos a las abortistas
clandestinas que con frecuencia masacran y matan a sus clientes.
Realmente una bella protección.
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