DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Manifiesto
MALKA CONGÁLEZ, Judía; MONTSERRAT
CASTELLÁ, Budista; YARATULLAH MONTURIOL, Islámica; JUANA ORTEGA, Cristiana
Evangélica; Col·LECTIU DE DONES EN L’ESGLÉSIA,
Cristianas Católicas
ECLESALIA, 24/11/05.- Somos
mujeres de diferentes Tradiciones religiosas, que nos sentimos profundamente
dolidas por la violencia de género que, desgraciadamente, conocemos de una
manera reiterada en nuestro país como también en otras partes del mundo.
Delante de esta evidencia, nos
unimos para hacer escuchar nuestra voz y exigir con fuerza, a los dirigentes de
cada una de nuestras religiones, que asuman, de una vez por todas, las
respectivas responsabilidades, y también que como autoridades puedan dar una
clara respuesta para la eliminación de todo tipo de violencia.
Teniendo presente la Ley, los
rabinos dispusieron:
- “Un varón ha de respetar a su
mujer más que a sí mismo. La tiene que amar como a si mismo, ya que no
encuentra la bendición de su casa, si no es a causa de su mujer”.
- “No le es permitido entristecer
a su mujer, para que no sean frecuentes sus lágrimas”
- “El hombre que pega a su mujer
realiza una trasgresión, igual que quien pega a su prójimo y si se acostumbra a
hacerlo, el Tribunal Rabínico, tiene la fuerza para hacerlo sufrir,
excomulgarlo, gravarlo con toda clase de obligaciones
y hacerle jurar que no volverá a pegarle, porque no es conducta de Israel
golpear a sus mujeres...”
El pensamiento budista
dice:
- Crear sufrimiento a los otros o
a uno mismo, sólo puede engendrar sufrimiento. En cada acto, sea a través del
cuerpo, de la palabra o del pensamiento, estamos plantando simientes. Si las
simientes son de sufrimiento, experimentaremos, inexorablemente, el fruto del
sufrimiento. Entonces, hemos de ser capaces de generar compasión tanto para la
persona objeto de la agresión, como para el mismo agresor. La actitud correcta,
según la perspectiva budista, es la de intentar beneficiar y ayudar a los otros
en todo momento y, si no somos capaces de conseguirlo, al menos no tenemos que
hacerles ningún daño.
Para el Colectivo de Mujeres en
la Iglesia, el principio se encuentra en el Evangelio:
- “‘Maestro, ¿cual es el
mandamiento más grande de la Ley?’ Jesús le dijo: ‘Ama al Señor tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma y con todo el pensamiento. Este mandamiento
es el más grande y el primero. El segundo es parecido a este: Ama a los otros/as
como a ti mismo. Todos los mandamientos de la Ley y de los Profetas se
fundamentan en estos dos’” ( Mt.
22,36-40).
El espíritu de estas palabras no
tiene nada que ver con la violencia que padecen las mujeres y que es el
resultado de la discriminación que supone ser consideradas como inferiores
dentro del género humano.
Esta situación de violencia se
fundamenta en costumbres excluyentes que arrastran las sociedades patriarcales
y de infecundos inmovilismos que aún existen y que vienen de tiempos ancestrales.
La continuidad de esta violencia, recae, en buena parte, sobre toda autoridad
religiosa que deja a las mujeres al margen de poder participar en la vida de la
iglesia, en verdadera comunión a través de responsabilidades paritarias.
Nuestra amiga musulmana manifiesta
que la indignación y protesta radican en contra de la violencia de todo tipo, y
también específicamente contra las mujeres. Dice:
- No podemos cerrar los ojos, ni
podemos callar, frente a todo esto. No se pueden tener comportamientos que vulneren
los derechos de las personas humanas por “razones” de género y menos aún,
justificándolo por motivos religiosos o espirituales, ya que desde esta
perspectiva, los valores éticos o morales que se prediquen en estos ámbitos
entran en contradicción vergonzosa, peligrosamente hipócrita. Es necesario
exigir que se clarifiquen estas medidas.
Hacemos una llamada formal a toda
la sociedad, a todas las instituciones, y más concretamente a las Tradiciones
espirituales y religiosas para que asuman su responsabilidad en esta cuestión y
ofrezcan soluciones a los problemas de las víctimas afectadas más directamente,
pero también para aumentar la sensibilidad sobre la repercusión y los
resultados de la negligencia en este quehacer. Es nuestra conciencia la que nos
hace más personas.
Las ideólogas y redactoras
cristianas de la “Declaración de Séneca Falls” el año
1848, Elisabeth Cady
Staton (presbiteriana) (1) y Lucretia
Mott (cuáquera) (2) decían respectivamente:
1) La mujer se ha mantenido
satisfecha durante mucho tiempo dentro de límites determinados, que unas
costumbres corruptas y una tergiversada interpretación de las Sagradas
Escrituras le han señalado. Ya es hora que se mueva en un medio más amplio
y que el Creador le había asignado.
2) La velocidad y el éxito de
nuestra causa, depende del interés y de los esfuerzos, de hombres y mujeres,
por hacer desaparecer el monopolio de los púlpitos y conseguir que la mujer
participe equitativamente en los diferentes
oficios, profesiones y negocios.
En el siglo XXI desgraciadamente,
esta “Declaración” continua totalmente vigente.
Las mujeres participantes en este
Manifiesto, aunque practicantes de diferentes Tradiciones Religiosas, se
solidarizan con la erradicación de la violencia a través del respeto y la
justicia. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de
sus artículos, indicando su procedencia).