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Un ejemplo de coherencia evangélica

El Obispo católlico de Lancaster ha dado un ejemplo de lo que podía hacer la Iglesia con gran parte de su patrimonio: ha vendido su mansión episcopal para un programa de ayuda a los pobres. En España ha dado la noticia Begoña Arce, en El Periódico. En Inglaterra lo hizo, con algún detalle más, Guardian. Pero una mayor información sobre Mons. Patrick O'Donoghue, irlandés recriado en Londres, uno de los principales colaboradores del Card. Hume y obispo de Lancaster desde hace un año, puede verse en la página de la diócesis de Lancaster. En su escudo pastoral ha puesto como lema: "Beati pauperes". Pero parece que quiere hacerlo realidad.  Ojalá que se lo permitan.

Su decisión de ir a vivir a un modesto piso anexo a la catedral no es nueva. Hace algún tiempo varios obispos españoles lo hicieron. Pero, que yo sepa, ninguno puso a la venta el antiguo palacio. Entonces, no  habo beneficio real para los pobres, sino más comodidad y más gasto con el segundo inmueble. Si en su día un obispo hubiese intentado vender un palacio histórico se hubieran levantado grandes protestas, con la escusa de que era un "patrimonio histórico". Como si los bancos, empresas o instituciones autonómicas -posibles comprandores de ese tipo de inmuebles- no fueran buenos restauradores y conservadores de edificios.

 Recuerdo el alboroto que se armó en Valencia cuando en 1988 intenté dar una sugerencia para obedecer de forma concreta el mandato que Juan Pablo II había dado en la Sollicitudo Rei Socialis:

 "Ante los casos de necesidad, no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podría ser obligatorio enajenar estos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello". (SRS, 31)

El Obispo de Mallorca, Teodoro Úbda, una de las personas más coherentes dentro del episcopado,  expresó aquellos días su voluntad de vender para esas necesidades parte de las joyas de la Virgen del Lluch. No llegó a hacerlo por la oposición que encontró entre cristianos tradicionales.

A mí se me ocurrió en una reunión de sacerdotes y posteriormente en la revista SAÖ proponer la venta progresiva, por elementos, de la custodia de la Catedral de Valencia. Argumentos: no tiene valor artístico-histórico, a no ser el recuerdo de la guerra civil, pues se contruyó después del 39, con joyas recogidas entre las familias valencianas por el Padre León para agradecer la "victoria". Los donantes, desde el cielo, seguro que hoy esta´án más de acuerdo con que el destino final de su limosna sea el que propone el Papa ahora. La acción, plenamente diocesana, sería un test de autenticidad cristiana y un movilizador de acciones de solidaridad.

Me decían que era un bromista o un  loco, pero nunca he hablado en público más seria y cuerdamente. Desgraciadamente quedó en nada, como el mismo texto del Papa, en el sagrado depósito del magisterio. ¡Ojalá el camino episcopal emprendido por Mons. Patrick O'Donoghue en Lancaster tenga más éxito! A.D.