EL PAÍS, Domingo, 23 de Septiembre, 2001 EL EFECTO DE LA CRISIS EN UNA REGIÓN ESTRATÉGICA PARA EL PETRÓLEO |
Las rutas de la seda negra |
RAFAEL DEZCALLAR+
La región del mar Caspio, donde Asia Central confluye con el Cáucaso, tiene unas reservas de petróleo estimadas entre 40.000 y 200.000 millones de barriles. Las reservas probadas de Kazajistán alcanzan los 22.000 millones de barriles, cantidad que podría eventualmente llegar hasta los 110.000 millones. Solo Azerbaiyán tiene unas reservas comparables a las todo el Mar del Norte. Es además un crudo de alta calidad, ligero, con muy poco azufre, y se halla a poca profundidad. En cuanto al gas natural, el volumen de reservas se estima entre 7 y 10 billones de metros cúbicos, un 20% mayor que las del Mar del Norte, y equivalentes a la mitad de las reservas de Irán. Desde el punto de vista energético el Caspio es posiblemente la tercera región en importancia en el mundo, después del Golfo Pérsico y de Rusia. El mar Caspio, que a finales del siglo XIX vio nacer la industria del petróleo, puede ser el Golfo Pérsico del siglo XXI. La zona del Caspio tiene sin embargo dos particularidades. Una es la fragilidad de los nuevos Estados nacidos de las antiguas Repúblicas soviéticas, que comparten con Rusia e Irán las aguas de ese mar. Especialmente si se tiene en cuenta la importancia de los intereses políticos y económicos que están en juego en la zona, que es objeto de interés por parte de las principales potencias. Estados Unidos está interesado en sus
recursos energéticos, y el papel de sus empresas en la explotación de los
yacimientos del Caspio les permite estar presentes en una región
monopolizada hasta ahora por Rusia e Irán. Rusia no se resigna a perder
influencia en una parte del mundo que hasta ahora había tenido bajo su
control, y trata de recuperar terreno. Irán está siguiendo una política
pragmática, utilizando sus vínculos culturales, su peso geopolítico y su
importante papel en la industria del petróleo para intentar superar el
rechazo que el integrismo religioso despierta en las laicas Repúblicas
ex-soviéticas.
La segunda particularidad de la región del Caspio es su lejanía de los mares abiertos. Ello plantea el problema fundamental de cómo exportar el petróleo y el gas desde los yacimientos a sus mercados exteriores. El trazado de los oleoductos y gaseoductos se convierte así en una cuestión extremadamente politizada. Primero, porque ese trazado determinará qué país o países podrán influir decisivamente en el futuro sobre la seguridad del abastecimiento de recursos energéticos del Caspio al resto del mundo. Y segundo, porque los oleoductos dejarán importantes beneficios a los países que atraviesen. Son las nuevas rutas de la seda -seda negra, en este caso-, que en ocasiones siguen el mismo curso de las antiguas. Estados Unidos y Turquía, por ejemplo, son partidarios de construir un oleoducto desde Bakú hasta el puerto de Ceyhan, situado en el golfo de Alejandreta, en el Mediterráneo turco. EEUU prefiere que el oleoducto discurra por el territorio de su aliado turco a otras rutas alternativas. Turquía evidentemente también lo desea, y alega además que de esa manera se eliminaría buena parte del tráfico de petroleros que amenaza provocar desastres ecológicos en el Bósforo y los Dardanelos. Se han firmado ya varios acuerdos para la construcción del oleoducto de Ceyhan, respaldados por los gobiernos norteamericano, turco y azerí. Pero las empresas petrolíferas con intereses en la región, que son las que tendrían que financiarlo, no se deciden a hacerlo. Se ha señalado que esta ruta atraviesa áreas potencialmente inestables, como Georgia, la región kurda de Turquía, o zonas cercanas a Nagorno Karabaj. Pero, sobre todo, para que el oleoducto fuera rentable sería necesario garantizar un volumen de exportaciones mucho mayor que el actual. Ello se vería muy facilitado si Kazajistán aceptara construir otro oleoducto que atravesara el mar Caspio desde sus propios yacimientos hasta Bakú, de forma que a Ceyhan llegara también la producción de los yacimientos kazajos. También ayudaría el que Turkmenistán (otro país del Caspio, dueño de las cuartas reservas de gas más importantes del mundo) estuviera de acuerdo en construir un gaseoducto que atravesara igualmente el Caspio desde sus costas hasta Bakú. Pero ambos países tienen especial interés en cuidar sus relaciones con Rusia. Kazajistán, cuya población es casi un 50% eslava, es un país muy sensible a sus relaciones con Moscú, y Moscú tiene unos planes muy diferentes para el trazado de los oleoductos del Caspio. El que va desde los enormes campos kazajos de Tengiz al puerto ruso de Novorrosisk, en el mar Negro, se encuentra ya prácticamente terminado. Rusia desearía que el petróleo de Azerbaiyán sea exportado también vía Novorrosisk por un oleoducto nuevo que ampliara el ya existente entre esa ciudad y Bakú, y que pasa muy cerca de Chechenia. En cuanto a Turkmenistán, depende para la exportación de su gas del gigante ruso Gazprom, y ha mantenido fuertes disputas con Azerbaiyán sobre el reparto de las aguas del Caspio. Todo ello dificulta la construcción de un gaseoducto hasta Bakú. Turkmenistán, que se ha proclamado país neutral, ha reforzado en cambio sus relaciones con Irán, habiéndose construido ya un ferrocarril y un gaseoducto -concebido como el primer tramo de un proyecto de mayor envergadura que cruzaría Irán y llegaría hasta Turquía- entre ambos países. Desde el punto de vista económico, la ruta
más lógica para exportar los recursos energéticos del Cáucaso sería
probablemente la ruta iraní, que discurriría hacia Bandar Abbas y otras
terminales petrolíferas del Golfo Pérsico. Es la más corta, la más estable
políticamente, y cruza un país con una larga experiencia en la industria del
petróleo. Irán tiene un acuerdo de swap de crudo con Kazajistán, el
cual abastece a través del Caspio los puertos del norte iraní a cambio de
que una cantidad equivalente de petróleo sea puesta a su disposición en los
puertos iraníes del Golfo. Pero la ruta iraní no ha sido aceptada hasta
ahora por Estados Unidos, que son conscientes de que ello reforzaría la
posición de Teherán en la región.
El subcontinente indio podría ser un inmenso mercado natural para las grandes reservas de energía del Caspio. Pero, igual que durante el llamado Gran Juego del siglo XIX -la rivalidad entre Rusia e Inglaterra por el control de las rutas de acceso a India- Afganistán se ha convertido en una barrera infranqueable entre el subcontinente indio y Asia Central. UNOCAL, con apoyo de Pakistán y de Arabia Saudí, ha elaborado un proyecto de gaseoducto desde los enormes campos de Turkmenistán, a través de Dowlatabad (Afganistán) hasta Multan (Pakistán). Pero la situación en Afganistán ha hecho imposible la realización del proyecto. Nadie parece dispuesto a invertir los más de 2.000 millones de dólares que costaría el gaseoducto. La situación en Afganistán hace pensar que por el momento el gas y el petróleo del Caspio deberán buscar mercados en Europa y en Extremo Oriente, pero no en Pakistán o India. |