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CARTA ABIERTA A LOS OBISPOS                                            21-6-2005
 

    Ángel Frías Benito

Sacerdote. Firmantes de nuestro MANIFIESTO (nº 1166)

 

A Mn. ANTONIO MARÍA ROUCO Y DEMÁS OBISPOS PRESENTES EN LA MANIFESTACIÓN DEL 18 DE JUNIO

 

Estimados  Señores Obispos:

 

Con contenida emoción me dirijo a ustedes. para comunicarles la alegría que sentí cuando, presenciando por la pequeña pantalla la manifestación que tuvo lugar el día 18 de junio, desde la Plaza de Cibeles a Sol, descubrí su presencia que, aunque anunciada por todos los medios de comunicación, me resultaba de todo punto imposible por lo insólito del hecho. Ha sido un gesto sin precedentes, decían los diarios y medios de comunicación del día siguiente.

 

Muchos años llevo asistiendo a manifestaciones, ya desde los 60, cuando había que correr para escapar de las porras de las fuerzas del orden franquista. Lo he hecho siempre que, a mi entender, aquellas eran para reclamar libertad, dignidad y justicia para mis hermanos, fueran estos de la parte del orbe que fueran. Y tengo que confesarles que siempre me he sentido recriminado, mal-juzgado y mal-mirado por gentes de iglesia, por compañeros en el sacerdocio e incluso por superiores.

 

No se pueden imaginar la liberación y la alegría que ha supuesto para mí su asistencia a esa manifestación. Por fin, los miembros de la Iglesia, y sus representantes jerárquicos, hemos descubierto que la calle es un lugar digno y apropiado para protestar contra lo que nos parece injusto en nuestra sociedad, para reclamar públicamente los valores en los que los seguidores de Jesús creemos, y, a su vez, es un modo de forzar a los poderes políticos y económicos de nuestra sociedad a hacer las transformaciones necesarias para que el mundo en que vivimos se vaya asemejando cada vez más al Reino de Dios que Jesús vino a anunciarnos.

 

Sí tengo que confesarles mi extrañeza por el contraste con la actitud que tuvieron con motivo de la guerra de Irak. Ustedes, los obispos, en aquella ocasión, no alentaron a la feligresía a seguir el ejemplo público del papa y a oponerse a aquella guerra injusta, ilegal y cruel, como lo han hecho, con todo derecho, en lo que respecta a la manifestación contra los matrimonios entre personas del mismo sexo, y tampoco les vimos encabezando la manifestación de repudio a la masacre que se avecinaba y que luego resultó ser, y sigue siendo, una realidad vergonzante, porque toda guerra está contra la voluntad de Dios, porque estaba fundamentada en mentiras, y significaba la destrucción total de un país y todo un pueblo.

 

Espero que, una vez superado el trauma inicial que supone dar el primer paso, y contradecir con los hechos la forma de actuación de siglos y siglos de la Jerarquía de la Iglesia - es la primera vez que tal hecho ha tenido lugar- , alentarán, esta vez sí, a la feligresía católica a asistir a la concentración/manifestación que tendrá lugar el próximo domingo, día 26 a las 12 del día,  y ustedes, los obispos, estarán también presentes en ella, aunque no sea en las pancartas de cabecera. Les supongo informados, pero, por si acaso, les indico que es una manifestación contra el hambre, parte de la campaña “Hambre Cero”, planteada a nivel mundial: cada seis segundos muere un niño de hambre en el mundo. Es el primer y principal mandato cristiano: “tuve hambre y me disteis de comer”; tres cuartas partes de la población mundial vive por debajo de los límites de la pobreza… Está en juego la vida de millones de hijos de Dios, hermanos nuestros. No tiene nada que ver con la moral que durante tantos años hemos predicado, la sexual. Tiene que ver con la moral más genuina y nuclear del evangelio de Jesús: la defensa de la vida real, la justicia y la fraternidad en el mundo de hoy.

 

Sería una pena, y tal vez una vergüenza, que, ante la situación más anticristiana que vive el mundo de hoy, cuando la sociedad se pone en pie para exigir pan para todos, ustedes, los obispo, no aportaran, como lo han hecho en relación a la ley de unión entre personas del mismo sexo, el peso, la representatividad, la fuerza, la presión que aún tienen en nuestra sociedad, y, sobre todo, perderían la ocasión de,  en el mismo espacio público, decir a la sociedad que los creyentes en Jesús pensamos que el pecado mayor de nuestra sociedad, de nuestro mundo, es el hambre, la marginación y el asesinato real de tantos millones de seres humanos que mueren por falta de pan, cuando en el mundo hay bienes suficientes para todos. ¿No es ésta, y no la relacionada con el sexo, la mayor inmoralidad que se desprende del evangelio?

 

Aún me resisto a aceptar que sea cierto lo que he leído en uno de tantos artículos publicados a este respecto durante estos días: “Sorprende vuestro reduccionismo de la fe cristiana a temas de moral sexual y a que la legislación civil refleje lo que consideráis lícito en este campo. En los evangelios apenas hay dos pasajes referidos a la moral sexual y son, por supuesto, exigentes como lo es todo el Evangelio. Pero la mirada de Jesús se dirigía mucho más al sufrimiento humano, a la enfermedad, a las opresiones realizadas en nombre de Dios o del Dinero, a la mujer marginada, a la posibilidad de la paz interior y a todas esas pequeñas conquistas de libertad que, cuando se dan, Jesús las leía como signos de que se está acercando el Reino de Dios. Mucho más duro es el Evangelio con los ricos, aunque esto no parece preocuparnos pastoralmente. Vuestras palabras se parecen más a las del romano Catón, que a las del judío Jesús, llamado El Cristo.”

 

Con esperanzas de verles el día 26 diciendo no al hambre en el mundo y exigiendo Pobreza Cero

 

Ángel Frías Benito. Sacerdote.

c/ Etruria, 39, 1º B

28022

mail: afrias1@almez.pntic.mec.es

 

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