DEBATE SOBRE EL VATICANO ii EN ITALIA
10-8-2005
El Servicio de Noticias
ADISTA, que otras veces hemos
recomendado y que está publicando parte de sus boletines, gratis por
ahora, en español, presentó hace unas semanas un Dossier sobre
la estratégica polémica que se está levantando contra el significado
del Vaticano II ante el 40º Aniversario de su conclusión, el 15 de
diciembre de 1965. En él se incluye sobre todo una iluminadora
entrevista al historiador ALBERIGO.
Podemos ofrecer la traducción del dossier completo gracias a la
desinteresada colaboración de Antonio Moreno de la Fuente, de
las comunidades cristianas de Sevilla.
2005: ODISEA Y
MIEDO DEL CONCILIO
DOC 1637. ROMA-ADISTA.- A partir del libro de mons. Agustín
Marchetto (Il Concilio Vaticano II. Contrappunto per la sua
storia. Librería Editrice Vaticana 2005, p.406, 53 Euro, v..Adista
51/05) se está desarrollando en la prensa una serie de golpes y
respuestas (contragolpes) entre el diario de la CEI (Conferencia
episcopal italiana) Avvenire y el grupo de historiadores
dirigido por José Alberigo, autor de la obra (Storia del
Concilio Vaticano II, en cinco volúmenes) a la que la obra de
Marchetto serviría de contrapunto. El trabajo de Alberigo estaría
viciado, según Marchetto, por un ”elemento ideológico” partidista. Del
mismo parecer es el card.Camilo Ruini, quien presentando el
volumen el 17 de junio pasado (junto a Andrea Ricardi quien,
para la crónica, es miembro del “comité científico” que preparó la
Storia del Concilio) definió a la Storia como “una lectura
poco objetiva” del acontecimiento conciliar. Alberigo, por su
parte, en una entrevista publicada por la Repubblica, responde
a las pullas y el Avvenire reacciona a vuelta de correo. En el
debate se introduce Alberto Asor Rosa, entrevistado por
LÚnità. A continuación reproducimos los tres artículos,
precedidos por el del Avvenire, que da cuenta de la
intervención del card. Ruini en la presentación del
libro de Marchetto.
AVVENIRE 19 de Julio del 2005 (por la nota
introductoria debe ser Junio)
VATICANO II: CUANDO EL
HISTORIADOR NO CONCILIA
Juan Maria VIAN
Cuarenta años después de la clausura del Vaticano II,
falta todavía por escribir una historia del más grande acontecimiento
religioso del Novecientos, por encima de las partes (“parcialismos” o
puede interpretarse también: “que recoja todas las contribuciones
parciales”.NT). Los libros y los artículos publicados hasta ahora son
obviamente numerosísimos: centenares de volúmenes y muchos millares de
artículos en revistas científicas. Y si en esta bibliografía no faltan
las historias globales de la extraordinaria asamblea celebrada desde
el 1962 al 1965, ninguna de ellas puede compararse a aquel que fue el
modelo historiográfico más reconocido en este ámbito, es decir, la
reconstrucción del Concilio de Trento (1545-1563), del gran
historiador alemán Hubert Jedin (1900-1980), aparecida entre el 1949 y
el 1975 y publicada en Italia (Morcelliana) en 5 vols.
Para hablar nuevamente de la historiografía del Vaticano
II –tema muy debatido en los últimos años y no sólo por los
especialistas- se reunieron el viernes pasado (NT.por la nota
introductoria fue el 17 de junio) en Roma el cardenal vicario Camilo
Ruini, el presidente del Comité Pontificio de ciencias históricas
Walter Brandmüller, el senador Francesco Consiga, y el historiador
Andrea Riccardi, estando todos de acuerdo en que falta todavía una
historia del último concilio. La ocasión del encuentro en el Capitolio
fue la presentación de un volumen de Agustín Marchetto (Il
Concilio Ecumenico Vaticano II. Librería Editrice Vaticana, 407 pp, 53
€) que no es naturalmente la historia que falta, sino “un
contrapunto para su historia” a través de 52 contribuciones –casi
siempre recensiones- publicadas entre el 1989 y el 2003, mas seis
inéditas. La colección resulta vivaz, riquísima de información y
puntual.
El autor –canonista e historiador de formación- alumno de
Miguel Maccarrone y muy próximo a Romana Guarnieri, la heredera
estudiosa de José De Lucca, desaparecida en el 2004- ha estudiado
sobre todo la historia del primado romano, ejercitándose en el género
literario de la recensiones críticas, como aquellas recogidas en el
2002, en la monumental Chiesa e Papato nella historia e nel
diritto (Librería Editrice Vaticana): escritos breves, más
propios de un eclesiástico que de la historia, no ha logrado jamás
dedicarse (a ella) a tiempo completo, en cuanto diplomático primero al
servicio de la Santa Sede y ahora arzobispo secretario de la
Congregación vaticana que se ocupa de la emigración.
Mas ¿porqué este volumen es un “contrapunto”? Lo ha
explicado con claridad el cardenal Ruini, porque el autor de esta
colección contrapone su obra a los 5 volúmenes de la Historia del
Concilio Vaticano II (1965-2001), dirigida por José Alberigo y editada
en Italia por el Mulino de Alberto Melloni, obra ciertamente
importante pero, sea dicho de un “modo chistoso”, parangonable a la
escrita por el servita Pablo Sarpi sobre el Concilio de Trento y
publicada en Londres en 1619, es decir, una reconstrucción brillante
mas parcial. A esta obra respondió el jesuita Pedro Sforza Pallavicino,
con una Historia (1636-1637), mucho más documentada pero
no menos apasionada y parcial, evocada con un tono irónico por
Branmüller, convencido sin embargo que para llegar a un Jedin del
Vaticano II no se deberá esperar tres siglos.
Y de una historia “en positivo” del último concilio
tenemos necesidad, ha insistido Ruini, quien rechazó con rotundidad la
presentación del Vaticano II como una “grieta”, novedad absoluta que
habría roto con la historia precedente de la Iglesia. Una concepción
extraña a quien quiso y convocó el Concilio –emblemático es cuanto
dijo a propósito Juan XXIII abriendo la sesión conciliar el 11 de
octubre del 1962- como ha sido extraña a sus sucesores, desde Pablo VI
(por ejemplo en el importante discurso del 18 de noviembre de 1965) a
Juan Pablo II. De los muchos textos dedicados al Vaticano II por el
Pontífice desaparecido, el cardinal vicario ha recordado el principio
de la Enc. Dives in misericoridia (1980) y la carta
apostólica (1994) Tertio millenio adveniente (18-23),
mientras del entonces cardenal Ratzinger ha citado los recuerdos
conciliares incluidos en el escrito La mia vita (publicada hace
poco por San Pablo), que alcanza hasta el 1977, cuando el profesor que
participó como joven teólogo fue nombrado arzobispo de Munich y Frigia
y fue creado cardenal por Pablo VI.
La novedad del Vaticano II está en el retorno a las
fuentes bíblicas y patrísticas –preparado por otra parte tras una
larga temporada de estudios- y en la atención a una “vertiente
antropológica” iluminada por la cristología, tema desarrollado en la
Gaudium et Spes(22) y apreciado por el teólogo Ruini.
Clausurado poco antes de la explosión de la contestación (¡1968!) y de
la larga crisis de los últimos treinta años del Novecientos, el
Concilio no tuvo obviamente las preocupaciones de defender a la
Iglesia de las tormentas sucesivas y ha podido en cambio reflexionar
“serenamente” sobre el aggiornamento, con el que ha
completado al Vaticano I (1869-1870), preparando así una síntesis
futura. Inconsistentes –y en los hechos casi extinguidas- son por
tanto, según el cardenal vicario, las interpretaciones del Vaticano II
como ruptura (cursiva mía) y aquellas que quieren
encontrar contraposiciones entre una “evento” que sobrepasaría las
“decisiones”, o aún más entre “espíritu” y “letra” del Concilio.
Confirmando así las críticas que, desde hace tiempo, están
contrastando reconstrucciones –como aquellas de la “escuela boloñesa”
que se refiere a José Dossetti- importantes y útiles, sin duda alguna,
mas demasiado ideológicas.
La
Repubblica 2 de julio del 2005-08-05
GUERRA SOBRE EL CONCILIO:
Coloquio con el historiador José
Alberigo
Por Simonetta
Fiori
Bolonia.- “¿Me acusa el Cardenal Ruini de ser un nuevo
Pablo Sarpi? Para un historiador esto supone un elogio más que una
crítica. La historia del Concilio de Trento escrita por aquel hermano
servita tuvo un impacto cultural envidiable”. José Alberigo muestra un
tono de voz sosegado, divertido en algunos momentos, como el que a sus
ochenta años ya ha visto demasiadas cosas. Ilustre historiador de la
Iglesia, puede enorgullecerse de haber tenido entre sus maestros a
D.José Dossetti y Delio Cantimori, personalidades extraordinarias que
le han dejado una huella profunda. Del primero ha heredado el
Instituto de Ciencias religiosas, hoy en el centro de una nueva
tormenta. Es aquella Escuela boloñesa contra la que se ha pronunciado
recientemente L´Avvenire, el diario de los obispos, que le acusa de
“partisanería” e “ideología”. Y fulminantemente inculpado también de
“intemperancias progresistas” por “Il Foglio”, el órgano de los “ateos
ortodoxos”. El replica un poco resignado: “Hace cuarenta años estaba
de moda acusar a los adversarios de estar subordinado a los franceses
(“afrancesado”, se decía entre nosotros), hoy se les acusa de
ideológicos: nada más que condecoraciones (sambenitos)”.
¿De qué culpa se habría manchado el profesor Alberigo? La
obra que desagrada al cardenal Camilo Ruini es la monumental Storia
del Concilio Vaticano II, cinco volúmenes con las aportaciones de
los mayores especialistas a nivel mundial (editada desde el 1965 al
2001 en la editorial Il Mulido y traducida a las principales
lenguas). Lo que no agrada al presidente de la CEI (conferencia
episcopal italiana) es la interpretación de aquel acontecimiento (el
Vaticano II) bajo el signo de innovación, el subrayar su carga de
ruptura respecto a la historia precedente de la Iglesia. “Una lectura
poco objetiva” ha señalado públicamente el cardenal. “Necesitamos una
reconstrucción en positivo que no presente aquellas sesiones como una
grieta respecto al pasado, sino como una continuación con la
tradición”. Es significativa la ocasión de esta intervención: la
presentación del libro firmado por Monseñor Agustín Marchetto: Il
Concilio Ecumenico Vaticano II,- concebido propiamente como
“contrapunto” a la obra de Alberigo, que está para salir (14 de julio)
en la edición de Il Mulino, una síntesis verdaderamente eficiente
(Breve storia del Concilio Vaticano II, 1959-1965).
¿Simple disputa historiográfica, profesor Alberigo?
“Tengo la impresión de que la crítica severa a mi Historia
del Concilio haya sido la ocasión para formular una “visión propia”
del Concilio”.
¿Está en juego la importancia innovadora de aquel
acontecimiento?
“No hay que minimizar la coincidencia entre el comienzo del
pontificado de Benedicto XVI y el cuarenta aniversario inminente de la
clausura del Concilio, el 8 de diciembre de 1965. Estas dos
circunstancias se entrecruzan. Muchos de nosotros esperamos que el
pontífice prosiga sobre aquel camino, retomando el auspicio expresado
por Juan Pablo II en su testamento”.
Otros, en cambio, prefieren que el Papa Ratzinger siga
direcciones diversas.
“Se quiere anular “el cambio” (el viraje) conciliar, dejando
de lado también la enseñanza del Concilio sobre la Iglesia: me refiero
a la sacramentalidad del episcopado, que resaltó su autonomía respecto
al poder central, y a la colegialidad del Papa con los obispos”.
En suma, un retorno a la tradición.
“Si, a la tradición, pero no como tradere, es decir
como entregar – en donde el paso de mano en mano hace inevitable el
cambio- sino más bien como monumento de piedra, cerrado e
inmodificable”.
A la tradición que reclamaba también Mons.Lefebvre, el
mayor opositor del Concilio.
“Lo contraatacaba porque –cito una expresión suya del 1965-
“porque es una ruptura con el pasado y la tradición”. Terminó
excomulgado gracias también a Ratzinger. Un buen augurio”.
¿Está diciendo que sus palabras pudieran ponerse de moda de
nuevo?
“Algunas de las objeciones que se me han opuesto se asemejan
de un modo impresionante a lo que escribía Lefebvre. Existe el riesgo
de un desvío, para aquellos que se han formado en una etapa pre-conciliar.
Las críticas no provienen de personas de mi edad, crecidas antes del
Vaticano II”
¿Qué quiere decir?
“Dejando a un lado actitudes maliciosas y animosidad, advierto
un limite objetivo. Además del cardenal Ruini, en el debate que ha
iniciado la polémica, participaban también Francisco Cossiga y el
profesor Brandmüller, presidente del Comité Pontificio de Ciencias
históricas. Leyendo las recensiones del encuentro, tengo la impresión
de que de él brota una lectura del Concilio hecha con ojos de “antes”.
Es evidente que la asimilación del Concilio tiene necesidad de que
pase el tiempo y probablemente de que pase también la generación que
lo ha vivido”.
¿Ha leído el libro de Ms. Marchetto?
“Si, me ha parecido una obra sin espesor cultural, compuesta
exclusivamente de críticas rencorosas y apriorísticas y de
investigaciones ajenas”.
La acusación dirigida a Ud. es de haber utilizado fuentes no
oficiales.
“Sí, los diarios y los testimonios de los que participaron,
además de los protocolos oficiales. Es verdaderamente curiosa esta
alergia a l documentación personal viva: el problema real es cuando
esta documentación no existe”.
Su Historia del Concilio hoy contestada tuvo, sin embargo,
una acogida oficial por el Papa Wojtyla.
“Tuve la oportunidad de entregarle tanto el primer volumen como
el último, recibiendo vivos reconocimientos por la iniciativa.
Naturalmente esto no significa que el Pontífice estuviera de acuerdo
automáticamente con los contenidos. Hace días he pedido poder entregar
esta nueva síntesis a Benedicto XVI, al que presenté poco a poco los
volúmenes de la obra mayor”.
Ud. profesor, fue testigo directo de los trabajos del
Concilio.
“Me tocó esta fortuna. Era asistente de Dossetti, que era
teólogo del obispo de Bolonia, Santiago Lercaro, destinado a tener un
papel importante. De aquí la implicación de nuestro grupo”.
Una sorpresa en todos los sentidos.
“El anuncio conciliar del Papa Juan XXIII fue inesperado. Todo
hacía creer que había sido elegido por anciano y bonachón. En suma que
estaba allí de paso. A menos de cien días de su elección hizo su
proclamación histórica.”.
Era el enero de 1959: no todos en la Curia la recibieron
bien.
“Algunos esperaban que muriese antes, otros que se limitase a
concluir el precedente concilio del 1870. Pero el papa Roncalli los
desmintió una vez más, distinguiéndose también en la denominación de
aquel Vaticano I y fijando el comienzo el 11 de octubre 1962: para
evitar malentendidos”.
Personalidades importantes del pontificado se
opusieron.
“Se distinguieron los cardenales Spellman y Ottaviani, que
eran responsables del Sto Oficio, además del obispo de Génova, Siri.
Temían la aportación innovadora del Concilio”.
Miedo que vuelve.
“Un hilo que llega hasta hoy”.
¿Qué cosas temían entonces?
“Tenían verdadero terror de la idea de una Iglesia no más
eurocéntrica. África era todavía enteramente una colonia. América
Latina sólo una expresión. El Concilio llevó Roma centenares de
obispos negros y sudamericanos: cambió enteramente la geografía del
catolicismo”.
Desbarató la liturgia.
“Sustituyó al latín por las lenguas madre. A aquellos
monseñores les parecía inimaginable: ignoraban que ya hacia cuatro
siglos dos monjes camaldulenses habían escrito al Papa:”Mira que no se
comprende nada”. Y propiamente ahora, a la mitad del Novecientos, se
tenía el temor que quitando el latín se arruinase todo”.
Cuarenta años después no parece que haya cambiado gran
cosa: el papa Ratzinger quiere volver a la Misa en latín.
“Seguramente el pontífice sólo quiere afirmar la
posibilidad –ahora que se ha afirmado la liturgia en lengua vulgar- de
celebrar la Misa en latín en solemnidades extraordinarias. Pienso que
esto no se corresponde con el deseo de los jóvenes que aclamaban en la
plaza a Juan Pablo II”.
Ud. escribe que el Vaticano II rompe con el inmovilismo
de los años 50…
“Le cuento un episodio que explica muchas cosas. En
aquellos años de vez en cuando venía a nuestra casa un padre
benedictino, pío y bastante famoso. Se quedaba también a domir. Una
tarde, al término del 53, al momento de la oración me llamó a mi y a
mi mujer Angelina: “Y ahora recemos por la muerte del Pontifice”. Mi
mujer y yo nos miramos estupefactos: el papa Pío XII se encontraba
buenísimo. Quieto, replicó a nuestra desazón: “Ahora el Santo Padre es
un peso para la Iglesia. Roguemos al Señor para que se lo lleve
pronto”.
¿Qué es lo que cambió con el Concilio?
“Salió profundamente modificado el estilo del cristiano,
cimentado finalmente en el principio de la responsabilidad: en el fiel
común sacado de la inercia como en los sacerdotes reforzados en su
autonomía o en los obispos desembarazados de su pasiva sumisión a
Roma. Fueron rotos muchos tabús que parecían intocables”.
Una llama de libertad destinada a apagarse..
“La digestión conciliar es siempre lenta. Entre las
indicaciones hasta ahora desatendidas llama la atención aquella sobre
la colegialidad episcopal. Hemos asistido en los meses pasados a la
dramática agonía de Wojtyla, abrumado por su responsabilidad personal.
Si se hubiese realizado una colaboración, el pontífice hubiese estado
notablemente aliviado”.
Dossetti fue quien propuso en el Concilio una
innovación doctrinal que investía a los obispos.
“Una tarde llegó a nuestra casa agitando un pliego de
papel. Lo leímos sin imaginar su importancia. Era un texto breve sobre
el origen divino del cargo episcopal. Esto implicaba que el prelado
debería ser consagrado con el rito sacramental, que lo dotaba de
voluntad personal: en sustancia, el obispo no estaba obligado a la
pasiva sumisión del Pontífice”.
Y ¿ pasó el texto?
“Si, fue votado por la mayoría, en contra del parecer de
la Comisión doctrinal, presidida por el Cardenal Ottaviani. Aquellos
votos documentaron en qué dirección caminaba el Concilio”.
Entre los efectos beneficiosos del Vaticano II, Ud
indica también el debilitamiento de las relaciones privilegiadas entre
la Iglesia y la Democracia Cristiana.
“Apenas elegido Juan XXIII, dijo de inmediato que la
política italiana no atañía a la Iglesia, tanto menos al Papa. Esta
salida, agradó muy poco al Card. Siri, presidente de los obispos
italianos: estábamos en los principios del centro-izquierda, mirado
con suspicacia por gran parte del Vaticano. Pero el papa Roncalli no
quería oír nada de interferencias políticas: en cierta ocasión se
negó a recibir la presidencia de la Confindustria (NT.la patronal de
los empresarios italianos). Estaba en cuestión la nacionalización de
la energía eléctrica, y el Santo Padre quería permanecer fuera de
estas cuestiones”.
¡Otros tiempos!
“El reciente referéndum nos ha puesto de frente a los
fantasmas del pasado”.
Avvenire
3 de julio del 2005
AL CONCILIO LE SIRVE LA HISTORIA, NO LA
IDEOLOGÍA
Juan
María VIAN
No ha puesto “medias tintas” José Alberigo, entrevistado
en “La Repubblica” de ayer, al titular a toda página: “Guerra sobre el
Concilio”. Sobre el Vaticano II, naturalmente. La ocasión es la
historia en cinco volúmenes (Il Mulino 1995-2001) dirigida por el
estudiosos y sintetizada en un volumen inminente. El historiador la
emprende, en efecto, con las críticas que desde mucho tiempo atrás y
de muchas partes han sido dirigidas a la empresa conducida por él,
sin duda alguna importante, pero parcial y demasiado ideológica. Y que
de todos modos es criticable como toda obra y que, ciertamente, no
puede identificarse con el Concilio mismo o, mejor, con su auténtico
espíritu, como quisiera el discípulo de José Dossetti . Es de sobra
conocido que uno se apega a los propios argumentos de estudio, sobre
todo si se han vivido con pasión, pero la militancia no facilita la
búsqueda de la objetividad, ardua de por si, y mucho menos el “fair
play” (juego limpio), del que Alberico no abunda en el entrevista. Las
críticas –de las que se ha hecho eco recientemente el Cardenal Camilo
Ruini con reflexiones argumentadas y originales- no son otra cosa que
“colgarse medallas”- mientras el volumen de Agustín Marchetto (Il
Concilio Ecumenico Vaticano II. Librería Editrice Vaticana),
ciertamente no muy benévolo, es “una obra falta de espesor cultural”.
Apreciaciones, en suma, más que réplicas puntuales. En vez de entrar
en los contenidos, el estudioso prefiere divagar, llevando su discurso
a un conflicto a propósito del Vaticano II: las críticas habrían sido
“una ocasión para formular “una visión propia” del Concilio”, mientras
“se quiere anular “el cambio” (o viraje) conciliar”. Y aún más:
“Algunas de las objeciones que se me han opuesto se asemejan de un
modo impresionante a lo que escribía Lefebvre”.Hasta el suceso
desconcertante del “benedictino, pío y bastante famoso”, huésped de la
familia Alberigo, que en el fin del 1953, cuando Pio XII “estaba
buenisimo”, dijo a los “estupefactos” hospederos: “Ahora el Santo
Padre es un peso para la Iglesia. Roguemos al Señor para que se lo
lleve pronto”.Efectivamente, esta anécdota poco edificante es un
indicio útil para comprender la hipótesis interpretativa que subyace
bajo la historia en cuestión y termina por debilitarla: es simplemente
una hipótesis ideológica que absolutiza el acontecimiento conciliar,
aislándolo de la historia precedente y sucesiva, pintada de buena gana
con tintas fuertes (“El reciente referéndum nos ha puesto de frente a
los fantasmas del pasado”). Con un énfasis que le impulsa a
prescindir, por ello, de textos del mismo Juan XXIII – además de las
lecturas sucesivas de Juan Pablo II y del entonces cardenal José
Ratzinger, que han participado en el Concilio – y a eludir lo más
posible a Pablo VI, que condujo y clausuró el mismo Concilio. Con
buena paz de la historia.
Sevilla 10 de agosto del 2005
(Antonio Moreno de la Fuente, por la
traducción)
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