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“Enseñar la Controversia”. ¿Qué Controversia?   17-5-2005

 

 

Por LAWRENCE M. KRAUSS

NYT, 17 de mayo de 2005

 

Los debates recientes sobre la enseñanza de la evolución en Kansas me han hecho pensar sobre las diferentes reacciones teológicas a la enseñanza de la evolución.

La Iglesia Católica romana, que tiene puntos comunes con los cristianos conservadores en la oposición al aborto y que sigue manteniendo doctrinalmente nociones como el Nacimiento Virginal, aparentemente no tiene problemas con la noción de la evolución como es estudiada actualmente por biólogos, incluyendo según cabe suponer las ideas ''polémicas'' sobre la ascendencia común de todas formas de la vida.

Los Papas desde Pío XII a Juan Pablo II han reafirmado que el proceso de la evolución de ninguna manera viola las enseñanzas de la iglesia. El Papa Benedicto XVI, cuando era Cardenal Joseph Ratzinger, presidió la Comisión Teológica Internacional de la iglesia, la cual indicó que ' desde que se ha demostrado que todos organismos vivos en la tierra se relacionan genéticamente, es virtualmente cierto que todos organismos vivos han descendido de este primer organismo''.

Al mismo tiempo, los que desean incluir'' el diseño inteligente'' en el plan de la ciencia insisten en que si dejamos al creador fuera de las discusiones sobre el origen y la evolución de la vida, entonces ese ''naturalismo'' quedará incompleto y abre la puerta al relativismo moral y a muchas de las otras enfermedades que lo acompañan.

La última extensión de esta posición puede ser el comentario del Representante Tom DeLay’s: la tragedia de Columbine sucedió ''porque nuestros sistemas escolares les enseñan a nuestros hijos que ellos no son nada más que glorificados monos que han evolucionado desde algún barro primordial''. La biología evolutiva no es la única ciencia que parece suscitar los asuntos teológicos.

Como cosmólogo, recuerdo una controversia que surgió del desarrollo de una consistente solución matemática de las ecuaciones de Einstein, ideada en 1931 por George Lemaître, un sacerdote y físico católicos.

La solución requería lo que hoy llamamos la Gran Explosión (Big Bang). Confrontando la opinión científica convencional que el universo era eterno, y demostrando en cambio que lo era probable haber tenido un principio en el pasado finito --verdaderamente, algo que ciertamente se podría llamar nacer a la luz-- Lemaître fue aclamado por muchos, incluso 20 años después por el mismo Papa Pío XII, por haber demostrado científicamente el Génesis.

Lemaître, sin embargo, estaba convencido de que era inapropiado utilizar la Gran Explosión como una base para declaraciones teológicas. Él incluía inicialmente un párrafo –que después fue quitado– en su artículo de 1931 sobre la Gran Explosión que observa en las consecuencias teológicas posibles de su descubrimiento. Decía: ''en cuanto alcanzo a ver, tal teoría queda enteramente fuera de cualquier cuestión metafísica o religiosa''.

Aunque este argumento puede parecer extraño, Lemaître apuntaba a algo que se pierde en los debates públicos actuales acerca de la evolución. La Gran Explosión no es una teoría metafísica, sino científica: a saber, una que deriva de las ecuaciones que se ha utilizado para describir el universo, y que hacen predicciones que se pueden probar.

Es ciertamente verdad que uno puede reflexionar en la existencia de la Gran Explosión para validar la noción de la creación, y con ella la noción de Dios. Pero una especulación metafísica como ésta queda de la misma teoría.

De ahí que la Iglesia Católica pueda creer que seguramente Dios creó los humanos y acepta al mismo tiempo la aplastante evidencia científica en favor de la ascendencia evolutiva común de la vida en la tierra.

Uno puede escoger ver la selección fortuita como la evidencia obvia de que no hay Dios, como argüiría el Dr. Richard Dawkins, un biólogo evolutivo y ateo inflexible, o puede deducir por contre que Dios escoge trabajar por medios naturales. En el último caso, la evidencia aplastante de que esa selección natural ha determinado la evolución de la vida en la tierra implicaría simplemente que Dios es la causa de causas, como lo describe el documento del Cardinal de Ratzinger.

El hecho de que estas dos visiones diametralmente opuestas puedan ser aplicadas a la misma teoría científica demuestra que la necesidad de la evolución no determina una teología. Es decir, las preguntas aparentemente debatidas no son científicas. Es posible que biólogos evolutivos profundamente ateos como el Dr. Dawkins y profundamente espirituales como el Dr. Kenneth Miller de la Brown University que escribe extensamente sobre evolución, estén completamente de acuerdo acerca del mecanismo científico que dirige la evolución biológica y acerca del hecho de que la vida ha evolucionado vía la selección natural.

Los estudiantes son completamente libres de opinar lo que quieran, en todo caso. Lo que ahora se cuestiona es si se les va enseñar la ciencia que debe permitir hacer un juicio informado. Pero impugnar la sustancia de la ciencia o requerir la introducción de ideas esencialmente teológicas como ''el diseño inteligente'' en el currículo, sólo hace que revolver el fango del agua imponiendo especulaciones teológicas en una teoría científica.

La evolución, como la Gran Explosión de Lemaître, “queda enteramente fuera de cualquier cuestión metafísica o religiosa”'.

El Discovery Institute que promueve ''el diseño inteligente'', una versión más nueva del creacionismo, argumenta que las escuelas deben ''Enseñar la Controversia''. Pero no hay controversia científica.

Los estándares de la ciencia de los organismos que rigen las escuelas públicas harían bien en incluir una declaración como ésta: “Mientras teorías bien-probados como la evolución y la Gran Explosión han proporcionado nuevo conocimiento y predicciones notables acerca de la naturaleza, las preguntas de sentido que pueden subyacer a estos descubrimientos están fuera del alcance de la ciencia y los científicos mismos tienen muchas visiones diferentes a este respecto”.

O quizás una declaración que cite simplemente a Lemaître, quien habló de las limitaciones de la ciencia y de su propio esfuerzo de reconciliar sus descubrimientos científicos con sus creencias religiosas paralelas: '' buscar completamente para la verdad implica un investigar en las almas lo mismo que en los espectros''.

 

 

School Boards Want to 'Teach the Controversy.' What Controversy?

By LAWRENCE M. KRAUSS (NYT)
Published: May 17, 2005

The recent so-called debates on the teaching of evolution in Kansas have me thinking about different theological reactions to the teaching of evolution.

The Roman Catholic Church, which stands on common ground with conservative Christians in opposition to abortion, and which is doctrinally committed to notions like the Virgin Birth, apparently has no problem with the notion of evolution as it is currently studied by biologists, including supposedly ''controversial'' ideas like common ancestry of all life forms.

Popes from Pius XII to John Paul II have reaffirmed that the process of evolution in no way violates the teachings of the church. Pope Benedict XVI, when he was Cardinal Joseph Ratzinger, presided over the church's International Theological Commission, which stated that ''since it has been demonstrated that all living organisms on earth are genetically related, it is virtually certain that all living organisms have descended from this first organism.''

At the same time, those who wish to include ''intelligent design'' in the science curriculum insist that if we leave the creator out of discussions of the origin and evolution of life, then such ''naturalism'' must be incomplete -- and that it opens the door to moral relativism and many of the other ills that go along with it.

The ultimate extension of this position may be Representative Tom DeLay's comment that the tragedy at Columbine happened ''because our school systems teach our children that they are nothing but glorified apes who have evolutionized out of some primordial mud.'' Evolutionary biology is not the only science that appears to raise theological issues.

As a cosmologist, I am reminded of a controversy that arose from the development of a consistent mathematical solution of Einstein's equations, devised in 1931 by Georges Lemaître, a Catholic priest and physicist.

The solution required what today we call the Big Bang. By confronting the conventional scientific wisdom that the universe was eternal, and instead demonstrating that it was likely to have had a beginning in the finite past -- indeed, one that could certainly be said to be born in light -- Lemaître was hailed by many, including 20 years later by Pope Pius XII himself, as having scientifically proved Genesis.

Lemaître, however, became convinced that it was inappropriate to use the Big Bang as a basis for theological pronouncements. He initially inserted, then ultimately removed, a paragraph in the draft of his 1931 paper on the Big Bang remarking on the possible theological consequences of his discovery. In the end, he said, ''As far as I can see, such a theory remains entirely outside of any metaphysical or religious question.''

While this argument may seem strange, Lemaître was grasping something that is missed in the current public debates about evolution. The Big Bang is not a metaphysical theory, but a scientific one: namely one that derives from equations that have been measured to describe the universe, and that makes predictions that one can test.

It is certainly true that one can reflect on the existence of the Big Bang to validate the notion of creation, and with that the notion of God. But such a metaphysical speculation lies outside of the theory itself.

This is why the Catholic Church can confidently believe that God created humans, and at the same time accept the overwhelming scientific evidence in favor of common evolutionary ancestry of life on earth.

One can choose to view chance selection as obvious evidence that there is no God, as Dr. Richard Dawkins, an evolutionary biologist and uncompromising atheist, might argue, or to conclude instead that God chooses to work through natural means. In the latter case, the overwhelming evidence that natural selection has determined the evolution of life on earth would simply imply that God is ''the cause of causes,'' as Cardinal Ratzinger's document describes it.

The very fact that two such diametrically opposed views can be applied to the same scientific theory demonstrates that the fact of evolution need not dictate theology. In other words, the apparently contentious questions are not scientific ones. It is possible for profoundly atheist evolutionary biologists like Dr. Dawkins and deeply spiritual ones like Dr. Kenneth Miller of Brown University, who writes extensively on evolution, to be in complete agreement about the scientific mechanism governing biological evolution, and the fact that life has evolved via natural selection.

Students are completely free to make up their own minds, in any case. What is at issue is whether they will be taught the science that should allow them to make an informed judgment. But impugning the substance of the science, or requiring the introduction of essentially theological ideas like ''intelligent design'' into the curriculum, merely muddies the water by imposing theological speculations on a scientific theory. Evolution, like Lemaître's Big Bang, is itself ''entirely outside of any metaphysical or religious question.''

The Discovery Institute, which promotes ''intelligent design,'' a newer version of creationism, argues that schools should ''Teach the Controversy.'' But there is no scientific controversy.

State school board science standards would do better to include a statement like this: While well-tested theories like evolution and the Big Bang have provided remarkable new insights and predictions about nature, questions of purpose that may underlie these discoveries are outside the scope of science, and scientists themselves have many different views in this regard.

Or one might simply quote Lemaître, who said of the limitations of science and of his own effort to reconcile his scientific discoveries with his parallel religious beliefs: ''To search thoroughly for the truth involves a searching of souls as well as of spectra.''

 


 

 

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