Krauss contra Ratzinger: el regreso
1-8-2005
Javier Sampedro
EL PAÍS - 01-08-2005
El papa Ratzinger debió de quedarse pensativo al
terminar de leer la carta que recibió el mes pasado: "Le agradecemos
que considere esta petición nuestra, y le deseamos fuerza y sabiduría
para dirigir la Iglesia católica en estos tiempos difíciles". Sería
una despedida convencional si la carta procediera de cualquier
congregación o peña vaticana, pero no era así. Los firmantes eran nada
menos que el astrofísico Lawrence Krauss y los biólogos Francisco
Ayala y Kenneth Miller. ¿Qué podía hacer él, el papa Ratzinger, para
satisfacer su petición?
Todo empezó con un artículo contra los movimientos
creacionistas de Estados Unidos publicado por Krauss el 17 de mayo en
The New York Times, y titulado: 'Las escuelas quieren enseñar
la controversia. ¿Qué controversia?'. El físico contraponía allí la
tozudez de los cristianos norteamericanos con la actitud moderna y
tolerante de la Iglesia católica, que, según él, "parece no tener
problema con el concepto de evolución que manejan hoy los biólogos".
El físico subrayaba que el actual Papa, cuando era todavía el cardenal
Joseph Ratzinger, presidió una Comisión Teológica Internacional que
concluyó: "Puesto que ha sido demostrado que todos los organismos
vivos de la Tierra están genéticamente relacionados, es virtualmente
cierto que todos los seres vivos han descendido de un primer
organismo". Ningún darwinista lo hubiera escrito más claro.
En su artículo, Krauss trazaba un paralelismo con el
debate surgido en 1931, cuando el físico y sacerdote católico belga
Georges Lemaître publicó la teoría del Big Bang. Esa teoría fue muy
elogiada por el Vaticano, y el papa Pío XII llegó a afirmar 20 años
más tarde que Lemaître había probado científicamente el relato del
Génesis. Pero lo cierto es que, en su artículo científico de 1931,
Lemaître puntualizó: "Hasta donde puedo colegir, esta teoría es ajena
a cualquier cuestión religiosa o metafísica". Krauss concluía con una
mano abierta al consenso: "La evolución, como el Big Bang de Lemaître,
es ajena a cualquier cuestión religiosa o metafísica".
Si Krauss buscaba un armisticio, consiguió justo lo
contrario. Ni dos semanas tardó el cardenal de Viena, Christoph
Schönborn, en contestarle, también en The New York Times: "La
evolución en el sentido de ancestro común puede ser cierta, pero la
evolución en el sentido neodarwiniano -un proceso de variación
aleatoria y selección natural sin plan ni dirección- no puede serlo".
Curioso debate éste en que los científicos se expresan como teólogos y
viceversa. Schönborn se apoyaba en una carta que el anterior papa,
Juan Pablo II, había escrito en 1985: "A todas las indicaciones de la
existencia de Dios, algunos oponen el poder del azar. Pero hablar del
azar en un universo de tan compleja organización y tan maravillosa
finalidad sería equivalente a abandonar la búsqueda de una explicación
del mundo tal y como aparece ante nosotros". He aquí un Papa regañando
a los científicos por... ¡falta de racionalidad científica! Y me van a
perdonar, pero no se puede negar que Schönborn es cañero en ese punto:
"A lo largo de la historia, la Iglesia ha defendido las verdades de la
fe. Pero ahora se ve en la extravagante situación de tener que
defender también los argumentos de la razón". Toma ya.
¿Qué hará el papa Ratzinger? Krauss, Ayala y Miller le
han pedido por carta que "clarifique de nuevo la postura de la Iglesia
sobre la evolución" y que puntualice que "las afirmaciones de
Schönborn no reflejan las ideas de la Santa Sede".
Escribí a Krauss el 14 de julio para ver si le había
respondido el Papa. "No, todavía no he tenido noticias suyas", me
explicó el físico en un correo ese mismo día. "Al parecer, está de
vacaciones en los Alpes. Sin embargo, la Academia Pontificia ha leído
la carta y, por lo que entiendo, la están sometiendo a discusión. Ya
te diré lo que sepa del Vaticano". Nada, hasta la fecha.
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