Hallando el Diseño en la Naturaleza
7-7-2005
Por CHRISTOPH SCHöNBORN
NYT, 7 de
julio de 2005
Desde 1996,
cuando el Papa Juan Pablo II dijo que la evolución (un término que él
no definió) era ''más que una mera hipótesis'', defensores del dogma
neo-darviniano a menudo han invocado la supuesta aceptación --o por lo
menos asentimiento-- de la Iglesia Católica romana cuando ellos
defienden su teoría como compatible de algún modo con la fe cristiana.
Pero esto
no es verdad. La Iglesia Católica, al dejar a la ciencia muchos
detalles acerca de la historia de la vida en la tierra, proclama que
con la luz de razón la inteligencia humana puede discernir clara y
prontamente el propósito y diseño en el mundo natural, incluyendo el
mundo de seres vivos.
La
evolución, en el sentido de la ascendencia común quizás sea verdadera,
pero la evolución en el sentido neo-darviniano --un proceso no
dirigido ni planeado de mutaciones aleatorias y selección natural-- no
es verdadera. Cualquier sistema de pensamiento niegue o prescinda de
la evidencia aplastante del diseño en la biología es ideología, no
ciencia.
Consideremos la enseñanza verdadera de nuestro amado Juan Pablo.
Mientras su bastante vaga y poco importante carta de 1996 acerca de la
evolución es siempre y por todas partes citada, vemos que nadie
discute estos comentarios de una audiencia general en 1985, que
representa su robusta enseñanza sobre la naturaleza:
''Todas
las observaciones con respecto al desarrollo de la vida llevan a una
conclusión semejante. La evolución de seres vivos, de cual la
ciencia procura determinar las etapas y discernir el mecanismo,
presentan una finalidad interna que despierta la admiración. Esta
finalidad que dirige a los seres en una dirección de la que ellos no
son responsables ni actores, obliga a suponer una Mente que es su
inventor, su creador''.
Y continúa:
''A
todas estas indicaciones de la existencia de Dios Creador, algunos
oponen el poder del azar o de los mecanismos apropiados del asunto.
Hablar de azar respecto a un universo que presenta una organización
tan compleja en sus elementos y tal finalidad maravillosa en su vida
equivaldría a renunciar la búsqueda para una explicación del mundo
como se nos presenta. De hecho, esto equivaldría a admitir efectos
sin causa. Sería de abdicar de la inteligencia humana, que así se
negaría a pensar y buscar una solución para sus problemas''.
Llamo la
atención que en esta cita la palabra “finalidad” es un término
filosófico sinónimo con la causa final, propósito o diseño. En su
intervención en otra audiencia general un año más tarde, Juan Pablo
concluye,
''Está
claro que la verdad de la fe acerca de la creación es opuesta
radicalmente a las teorías de la filosofía materialista. Estos ven
el cosmos como el resultado de una evolución de la materia reducible
a puro azar y necesidad''.
Naturalmente, el autorizado Catecismo de la Iglesia Católica
concuerda:
''la
inteligencia Humana es seguramente ya capaz de encontrar una
respuesta a la pregunta sobre los orígenes. La existencia de Dios
como Creador puede ser conocida con certeza a través de sus obras
por la luz de la razón humana''. Agrega: ''creemos que Dios creó el
mundo según su sabiduría. No es el producto de ninguna necesidad
cualquiera, ni del destino o el azar ciegos''.
En un
desgraciado nuevo giro en esta vieja controversia, algunos
neo-darvinistas han intentado presentar recientemente a nuestro nuevo
Papa, Benedicto XVI, como un evolucionista satisfecho. Ellos citaban
una frase de un 2004 documento de la Comisión Teológica Internacional
sobre la ascendencia común, indicando que Benedicto presidía entonces
la comisión, y concluían que la Iglesia Católica no tiene problemas
con la noción de ''evolución'' como es utilizada por la mayoría de
biólogos --esto es, con el neo-darvinismo.
El
documento de la comisión, sin embargo, reafirma el perenne magisterio
de de la Iglesia Católica acerca de la realidad del diseño en la
naturaleza. Al comentar el abuso que se ha hecho frecuentemente de la
carta de Juan Pablo en 1996 sobre la evolución, la comisión advierte
que ''la carta no se puede leer como una aprobación comprensiva de
todas teorías de la evolución, incluidas las de procedencia
neo-darviniana que priva explícitamente a la providencia divina de
cualquier papel verdaderamente causal en el desarrollo de la vida en
el universo''.
Además,
según la comisión, ''Un proceso evolutivo no dirigido --uno que queda
fuera del alcance de la providencia divina-- simplemente no puede
existir''.
Efectivamente, en la homilía de su instalación apenas hace algunos
semanas, Benedicto proclamó:
''Nosotros no somos un producto casual y sin sentido de la
evolución. Cada uno de nosotros somos el resultado de un pensamiento
de Dios. Cada uno de nosotros somos queridos, cada uno de nosotros
somos amados, cada uno de nosotros somos necesarios''.
A través de
la historia que la iglesia ha defendido las verdades de la fe dadas
por Jesucristo. Pero en la era moderna, la Iglesia Católica está en la
impar posición de defender también firmemente la razón. En el siglo
XIX, el Concilio de Vaticano I enseñó a un mundo nuevamente embelesado
por la ''muerte de Dios'' que por el uso de la razón la humanidad sola
puede venir a conocer la realidad de la Causa incausada, el Primer
Autor, el Dios de los filósofos.
Ahora, en
el principio del siglo XXI, frente a reclamos científicos como el
neo-darvinismo y la hipótesis multiversal de la cosmología inventada
para evitar la aplastante evidencia del propósito y el diseño
encontrados por la ciencia moderna, la Iglesia Católica otra vez
defenderá la razón humana proclamando que el evidente diseño inmanente
en la naturaleza es verdadero. Las teorías científicas que tratan de
explicar la apariencia del diseño como el resultado de ''el azar y la
necesidad'' no son científicas en absoluto, sino, como lo afirmó Juan
Pablo, una abdicación de la inteligencia humana.
By CHRISTOPH SCHöNBORN (NYT)
Published: July 7,
2005
EVER since 1996, when Pope John Paul II said that evolution (a term he
did not define) was ''more than just a hypothesis,'' defenders of neo-Darwinian
dogma have often invoked the supposed acceptance -- or at least
acquiescence -- of the Roman Catholic Church when they defend their
theory as somehow compatible with Christian faith.
But this is not true. The Catholic Church, while leaving to science
many details about the history of life on earth, proclaims that by the
light of reason the human intellect can readily and clearly discern
purpose and design in the natural world, including the world of living
things.
Evolution in the sense of common ancestry might be true, but
evolution in the neo-Darwinian sense -- an unguided, unplanned process
of random variation and natural selection -- is not. Any system of
thought that denies or seeks to explain away the overwhelming evidence
for design in biology is ideology, not science.
Consider the real teaching of our beloved John Paul. While his
rather vague and unimportant 1996 letter about evolution is always and
everywhere cited, we see no one discussing these comments from a 1985
general audience that represents his robust teaching on nature:
''All the observations concerning the development of life lead to a
similar conclusion. The evolution of living beings, of which science
seeks to determine the stages and to discern the mechanism, presents
an internal finality which arouses admiration. This finality which
directs beings in a direction for which they are not responsible or in
charge, obliges one to suppose a Mind which is its inventor, its
creator.''
He went on: ''To all these indications of the existence of God the
Creator, some oppose the power of chance or of the proper mechanisms
of matter. To speak of chance for a universe which presents such a
complex organization in its elements and such marvelous finality in
its life would be equivalent to giving up the search for an
explanation of the world as it appears to us. In fact, this would be
equivalent to admitting effects without a cause. It would be to
abdicate human intelligence, which would thus refuse to think and to
seek a solution for its problems.''
Note that in this quotation the word ''finality'' is a
philosophical term synonymous with final cause, purpose or design. In
comments at another general audience a year later, John Paul concludes,
''It is clear that the truth of faith about creation is radically
opposed to the theories of materialistic philosophy. These view the
cosmos as the result of an evolution of matter reducible to pure
chance and necessity.''
Naturally, the authoritative Catechism of the Catholic Church
agrees: ''Human intelligence is surely already capable of finding a
response to the question of origins. The existence of God the Creator
can be known with certainty through his works, by the light of human
reason.'' It adds: ''We believe that God created the world according
to his wisdom. It is not the product of any necessity whatever, nor of
blind fate or chance.''
In an unfortunate new twist on this old controversy, neo-Darwinists
recently have sought to portray our new pope, Benedict XVI, as a
satisfied evolutionist. They have quoted a sentence about common
ancestry from a 2004 document of the International Theological
Commission, pointed out that Benedict was at the time head of the
commission, and concluded that the Catholic Church has no problem with
the notion of ''evolution'' as used by mainstream biologists -- that
is, synonymous with neo-Darwinism.
The commission's document, however, reaffirms the perennial
teaching of the Catholic Church about the reality of design in nature.
Commenting on the widespread abuse of John Paul's 1996 letter on
evolution, the commission cautions that ''the letter cannot be read as
a blanket approbation of all theories of evolution, including those of
a neo-Darwinian provenance which explicitly deny to divine providence
any truly causal role in the development of life in the universe.''
Furthermore, according to the commission, ''An unguided
evolutionary process -- one that falls outside the bounds of divine
providence -- simply cannot exist.''
Indeed, in the homily at his installation just a few weeks ago,
Benedict proclaimed: ''We are not some casual and meaningless product
of evolution. Each of us is the result of a thought of God. Each of us
is willed, each of us is loved, each of us is necessary.''
Throughout history the church has defended the truths of faith
given by Jesus Christ. But in the modern era, the Catholic Church is
in the odd position of standing in firm defense of reason as well. In
the 19th century, the First Vatican Council taught a world newly
enthralled by the ''death of God'' that by the use of reason alone
mankind could come to know the reality of the Uncaused Cause, the
First Mover, the God of the philosophers.
Now at the beginning of the 21st century, faced with scientific
claims like neo-Darwinism and the multiverse hypothesis in cosmology
invented to avoid the overwhelming evidence for purpose and design
found in modern science, the Catholic Church will again defend human
reason by proclaiming that the immanent design evident in nature is
real. Scientific theories that try to explain away the appearance of
design as the result of ''chance and necessity'' are not scientific at
all, but, as John Paul put it, an abdication of human intelligence.
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