ALARMANTES
DE DETERIORO DEMOCRÁTICO 11-8-2005
COMUNIDADES
CRISTIANAS POPULARES.
SEVILLA
Sabemos que la
democracia no es algo que se nos de hecha a los ciudadanos, de una vez
para siempre, sino que debemos conquistarla día a día, poniendo
en práctica, al menos, los principios constitucionales que un día
votamos (Referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978). Se
hace democracia cuando se crean puestos de trabajo, haciendo que baje
el paro o se garantizan las pensiones a los jubilados, cuando se
ofertan viviendas dignas para quien las necesitan, etc., y cuando
crece, también, la solidaridad y preocupación por cubrir las
necesidades a las que no llega lo público, mediante Asociaciones y
ONGs.
Pero hay actos,
comportamientos y actitudes que hacen retroceder la democracia a
épocas de la dictadura o desconciertan tanto a los ciudadanos que no
sabemos si estamos en un estado de derecho o de desintegración
democrática. Efectivamente, signos de retroceso democrático
son, entre otros, las muertes violentas de mujeres a manos de sus
parejas, las muertes a manos de vecinos o por ajustes cuentas, etc.,
pero se retrocede a la época de la dictadura ante la noticia, recogida
por toda la prensa, de la muerte de Juan Martínez Galdeano acaecida el
24 de julio del 2005 en el cuartel de Roquetas del Mar (Almeria),
por la supuesta agresión del teniente y otros guardias civiles. Ante
este hecho, se nos viene a la memoria actos semejantes de atropellos y
malos tratos ocurridos a muchas personas, durante nuestra niñez, en
los cuarteles de nuestros pueblos y, sin quererlo, de nuevo nos
vuelve la imagen de la Guardia civil como Cuerpo represor… Por
ello, como ciudadanos y cristianos condenamos rotundamente estos
actos de violencia contrarios a los derechos humanos fundamentales
de la persona, como es “el derecho a la vida y a la integridad física
y moral” (CE, art.15).
Pero, también
se retrocede en la democracia, cuando –según denuncia Amnistía
internacional en su informe anual 2004- se tortura en las
comisarías españolas con el fin de obtener confesiones de presuntos
delincuentes o se organizan vuelos colectivos de expulsión de
emigrantes o, por causa del terrorismo, se intenta obligar a las
operadoras telefónicas y proveedores de Internet a retener los datos
de conexión.
Se dan también
otros hechos que nos desconciertan tanto, que no sabemos si estamos en
un estado de derecho o de desintegración jurídica. Tal es el caso de
la sentencia de la juez de Sevilla Dña. María Ángeles Sáez contra D.
Juan Manuel Fernández Montoya, conocido como Farruquito, al
condenarle a 16 meses de prisión por el atropello mortal de un
peatón, rodeado de una serie de circunstancias de todos conocidas.
Esta sentencia, cuando menos, desconcierta a los ciudadanos, si se la
compara con otras conocidas o con la sentencia emitida en el juicio
que tuvo lugar el día 10 de mayo de este año, en Cádiz, contra los
cinco activistas de Greenpeace, Daniel Rizzotti y cuatro
compañeros, por una protesta pacífica contra la guerra de Irak,
ante la Base de Rota, en marzo del 2003. La fiscalía pedía 12 años de
prisión para los cinco encausados. La sentencia, por su parte,
absolvió a tres de los activistas, pero impuso una multa a otro y
condenó a seis meses de prisión al entonces capitán del Rainbow
Warrior Daniel Rizzotti, por desobediencia a la autoridad.
Todos estos
hechos no pueden menos de motivar alarma social y de punzar en nuestra
conciencia, preguntándonos si dentro del “poder judicial” se ha dado
ya la regeneración democrática esperada tras los veinticinco
años de vida constitucional que llevamos en nuestra Patria.
Por el
Secretariado: Antonio Moreno de la Fuente
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