Volver a Atrio                                                          COMENTARIO

«Los legionarios de Cristo: el nuevo ejército del Papa»

Un libro de José Martínez de Velasco (Madrid 2002, La Esfera)

 

Antonio Duato

 

Cuando un periodista, redactor jefe de Nacional en la Agencia EFE y presidente de la Asociación de Periodistas de Información Religiosa (APIR), como José Martínez de Velasco (Madrid, 1952), escribe un libro como éste, tras año y medio de trabajo de investigación, hay que suponer que sabe bien lo que hace.

Aun hecha la obra con honradez profesional e imparcialidad informativa, es seguro que va a suscitar un enorme malestar en gente poderosa que no le van a perdonar esta osadía de descubrir para el gran público los secretos de una organización, que basa por ahora su estrategia en la total discreción y secretismo.

Porque ¿quién sabe hasta el momento quiénes son y dónde están actuando los Legionarios de Cristo? En otro libro de investigación, que ya comentó Atrio en julio de esta año, Alfonso Torres Robles había intentado contestar a estas preguntas. También nosotros habíamos aportado documentación y testimonios desde hace un año (véase nuestro dossier nº 3 de Atrio). Martínez Velasco ha recogido parte de nuestro testimonio personal. Nos satisface haber podido contribuir a su obra.

Pero lo que hace más especial el trabajo de Martínez Velasco es su pretensión de escribir una rigurosa biografía de su fundador, el P. Marcial Maciel, viendo cuándo y cómo surge el proyecto de fundar y cómo se va construyendo el contenido ideológico que dará cohesión al proyecto. Dice así el autor en la Introducción al libro:

"En los capítulos siguientes el lector encontrará una aproximación a la vida y obra del padre Marcial Maciel, de su mensaje basado en la tesis de que la cultura-incultura moderna tiene como objetivo destruir la civilización cristiana y que, por ello, los católicos han de unirse para, juntos, derrotar al enemigo."

 Nos consta que todos los hechos y citas del libro que comentamos han sido contrastados con la versión que la congregación de los legionarios ha podido o querido dar. Y así aparecen las dos versiones, sobre todo cuando trata de las acusaciones hechas a la actuación del Padre Macial -"mon Père" se hacía llamar, superando a otros en esnobismo- con seminaristas adolescentes, al menos en los primeros años de la fundación.

Lo más importante es el carácter ideológico ultraconservador de este movimiento y los métodos de captación de vocaciones y capitales, que es lo que intenta investigar el libro. Pero los otros aspectos escabrosos de la biografía de Maciel no son menos importantes y no pueden quedar tapados. Porque la historia es la historia y no se la debe maquillar.

A ver si algún día, si las cosas no cambian, tenemos que tragarnos el sapo de una canonización, tras un rápido proceso vaticano al que no hayan sido invitados a declarar los disidentes, por miedo de que empañaran la imagen del preconstituído en vida "santo promotor de vocaciones".

Recordemos cómo están las cosas. Se presentó en febrero de 1999, por consejo del Nuncio en Méjico Mons. Mullor, en forma canónica, a través de la abogada austriaca Martha Wegan, reconocida por la Santa Sede, una acusación de "absolución del cómplice" ante la Congregación de la Doctrina de la Fe, de acuerdo con los cánones 977,1378 y 1362. El 20 de Febrero se comunicó a la abogada que el la Congregación de la Fe había aceptado el caso, quedando registrado con el título de "Absolutionis complicis (A. Jurado et alii -- Rev. Marcial Maciel Degollado)". En diciembre de ese año, oficiosamente, se supo que el asunto estaba cerrado sin decisión. Claramente dice el código que a los autores de una acusación falsa tan grave (la acusación la hacían ocho personas con nombres, apellidos, dirección y un curriculum profesional intachable) deben ser juzgados y condenados. Nada de esto se ha hecho. ¿Funciona la justicia canónica -la interna de la Iglesia- en el Vaticano? ¿Y, si las cosas van así, recurren a la importancia del derecho canónico para oponerse a las normas que el episcopado vaticano estableció para aplicar el criterio de "tolerancia cero" a los pederastas? Pero sobre esto volveremos otro día.

Alguno se pregunta y me pregunta: ¿por qué insistir tanto ahora en echar a la cara de una persona, socialmente tan estimada, pecados de hace cincuenta años? ¿Es que no hay opción a la conversión y cambio de vida? ¡Claro! El Santo David, por ejemplo, pero tras reconocer su pecado, que el quería ocultar y que Natán le desveló. Y San Pedro, que al cantar el gallo por tercera vez, reconoció su culpa y lloró amargamente, quedando el relato de las negaciones, sin ningún tipo de maquillaje, en los textos del evangelio. Para Maciel los acusadores no quieren una pena, ni siquiera destruir su obra. Sólo un reconocimiento de su culpa, aunque sea vago, y una petición de perdón. Y claro que este incidente podría constar en una biografía verdadera de un verdadero santo, que seguro sería entonces más ejemplar y produciría en cascada una mayor comprensión de la debilidad humana, que parecen no tener los movimientos ultraconservadores. ¿Es más que San Pedro este Maciel para que proteger su vida de este tipo de infidelidades?

¿Y la presunción de inocencia? La tiene Maciel. Por eso esperamos un pronunciamiento claro de la autoridad designada por la Iglesia para juzgar estos delicados temas. Que juzgue la causa la Congregación de la Fe y aceptaremos la sentencia Pero también tienen la presunción de inocencia los denunciantes, de quienes no se puede decir sin más que se han confabulado para calumniar mintiendo. Ellos tienen además la presunción y especial atención que merecen las víctimas. El que quiera ver el talante de ellos, que consulte la carta que le escribieron al Papa, que quedó sin respuesta, lo que obligó a iniciar la denuncia en rigurosa forma canónica.

Es fácil decir que la Legión de Cristo no va a entrar en polémica y que no va a defenderse de calumnias evidentemente absurdas. No es verdad. Hay una página Web de los legionarios construida expresamente para defenderse. He examinado los argumentos de la defensa pero son flojísimos, sobre todo el de que la inocencia de Maciel ya quedó resuelta tras la investigación que encargó la Santa Sede en los años cincuenta. Las víctimas, jóvenes entonces imbuidos de un temor reverencial, expresamente instruidos para el secreto total, han declarado hoy, al hacerse personas adultas y algunos expertos psicólogos, cómo les fue imposible en aquella investigación decir la verdad de lo que sabían. Y la historia en la legión continúa. También hay una pagina web en USA, dedicada a poner en contacto a exseminaristas para ayudarse mutuamente en su nueva vida, que está dominada por los ex-legionarios, que cuentan allí sus experiencias y problemas vividos en la institución. De vez en cuando he entrado, pero por respeto a ellos no publico esta dirección.

"El que esté sin pecado que tire la primera piedra". Pero ante nosotros no tenemos una humillada mujer, sino un varón poderoso, con fama de santidad, como los ancianos acusadores de Susana que denunció Daniel. Somos pecadores como el que más, pero queremos alejar la hipocresía de nuestra iglesia.

La verdad es que no insistiríamos en querer poner luz en estos aspectos negativos de unas biografías -como hicimos también hace poco respecto a la incomprensible vanidad de Escrivá de Balaguer al ir cambiando su nombre y apellidos de nacimiento, y al solicitar un título de marqués que ninguno de sus antepasados conocidos ostentó- si no fueran biografías amañadas -y no sólo en estos detalles- de personajes que se dedicaron a construir enormes organizaciones sobre las que el actual Papa intenta basar su proyecto de Iglesia para el nuevo milenio. Sobre esta roca, que no es capaz de reconocer y llorar sus pecados como Pedro, sino que prefiere utilizar su influencia para correr un tupido velo sobre ellos, difícilmente se va a cimentar hoy la Iglesia de Jesús, querido hermano Juan Pablo.     

   
 

Volver a Atrio                                   COMENTARIO