Antonio Duato
Cuando un periodista, redactor jefe
de Nacional en la Agencia EFE y presidente de la Asociación de
Periodistas de Información Religiosa (APIR), como José Martínez de
Velasco (Madrid, 1952), escribe un libro como éste, tras año y
medio de trabajo de investigación, hay que suponer que sabe bien lo
que hace.
Aun hecha la obra con honradez
profesional e imparcialidad informativa, es seguro que va a suscitar
un enorme malestar en gente poderosa que no le van a perdonar esta
osadía de descubrir para el gran público los secretos de una organización, que basa por
ahora su estrategia en la total discreción y secretismo.
Porque ¿quién sabe hasta el momento
quiénes son y dónde están actuando los
Legionarios de Cristo? En otro
libro de investigación, que ya comentó Atrio en
julio de esta año, Alfonso Torres
Robles había intentado contestar a estas preguntas. También
nosotros habíamos aportado documentación y testimonios desde hace un
año (véase nuestro
dossier nº 3 de Atrio). Martínez Velasco ha recogido parte
de nuestro testimonio personal. Nos satisface haber podido contribuir
a su obra.
Pero lo que hace más especial el
trabajo de Martínez Velasco es su pretensión de escribir una rigurosa
biografía de su fundador, el P. Marcial Maciel, viendo cuándo y cómo
surge el proyecto de fundar y cómo se va construyendo el contenido ideológico
que dará cohesión al proyecto. Dice así el autor en la
Introducción al libro:
"En los capítulos siguientes el
lector encontrará una aproximación a la vida y obra del padre Marcial
Maciel, de su mensaje basado en la tesis de que la cultura-incultura
moderna tiene como objetivo destruir la civilización cristiana y que,
por ello, los católicos han de unirse para, juntos, derrotar al
enemigo."
Nos consta que todos los
hechos y citas del libro que comentamos han sido contrastados con la
versión que la congregación de los legionarios ha podido o querido
dar. Y así aparecen las dos versiones, sobre todo cuando trata de las
acusaciones hechas a la actuación del Padre Macial -"mon Père" se
hacía llamar, superando a otros en esnobismo- con seminaristas
adolescentes, al menos en los primeros años de la fundación.
Lo más importante es el carácter
ideológico ultraconservador de este movimiento y los métodos de
captación de vocaciones y capitales, que es lo que intenta investigar
el libro. Pero los otros aspectos escabrosos de la biografía de Maciel no
son menos importantes y no pueden quedar tapados. Porque la historia
es la historia y no se la debe maquillar.
A ver si algún día, si las cosas no
cambian, tenemos que tragarnos el sapo de una canonización, tras un
rápido proceso vaticano al que no hayan sido invitados a declarar los
disidentes, por miedo de que empañaran la imagen del preconstituído en
vida "santo promotor de vocaciones".
Recordemos cómo están las cosas. Se
presentó en febrero de 1999, por consejo del Nuncio en Méjico Mons.
Mullor, en forma canónica, a través de la abogada austriaca Martha Wegan,
reconocida por la Santa Sede, una acusación de "absolución del
cómplice" ante la Congregación de la Doctrina de la Fe, de
acuerdo con los cánones 977,1378 y 1362. El 20 de Febrero se comunicó
a la abogada que el la Congregación de la Fe había aceptado el caso,
quedando registrado con el título de "Absolutionis
complicis (A. Jurado et alii -- Rev. Marcial Maciel Degollado)". En diciembre
de ese año, oficiosamente, se supo que el asunto estaba cerrado sin decisión.
Claramente dice el código que a los autores de una acusación falsa tan
grave (la acusación la hacían ocho personas con nombres, apellidos,
dirección y un curriculum profesional intachable) deben ser juzgados y
condenados. Nada de esto se ha hecho. ¿Funciona la justicia canónica
-la interna de la Iglesia- en el Vaticano? ¿Y, si las cosas van así,
recurren a la importancia del derecho canónico para oponerse a las
normas que el episcopado vaticano estableció para aplicar el criterio
de "tolerancia cero" a los pederastas? Pero sobre esto volveremos otro
día.
Alguno se pregunta y me pregunta:
¿por qué insistir tanto ahora en echar a la cara de una persona,
socialmente tan estimada, pecados de hace cincuenta años? ¿Es que no
hay opción a la conversión y cambio de vida? ¡Claro! El Santo David,
por ejemplo, pero tras reconocer su pecado, que el quería ocultar y
que Natán le desveló. Y San Pedro, que al cantar el gallo por tercera
vez, reconoció su culpa y lloró amargamente,
quedando el relato de las negaciones, sin ningún tipo de maquillaje,
en los textos del evangelio. Para Maciel los acusadores no quieren una
pena, ni siquiera destruir su obra. Sólo un reconocimiento de su
culpa, aunque sea vago, y una petición de perdón. Y claro que este
incidente podría constar en una biografía verdadera de un verdadero
santo, que seguro sería entonces más ejemplar y produciría en cascada
una mayor comprensión de la debilidad humana, que parecen no tener los
movimientos ultraconservadores. ¿Es más que San Pedro este Maciel para
que proteger su vida de este tipo de infidelidades?
¿Y la presunción de inocencia? La
tiene Maciel. Por eso esperamos un pronunciamiento claro de la
autoridad designada por la Iglesia para juzgar estos delicados temas. Que juzgue la causa la
Congregación de la Fe y aceptaremos la sentencia Pero también tienen
la presunción de inocencia los denunciantes, de quienes no se puede
decir sin más que se han confabulado para calumniar mintiendo. Ellos
tienen además la presunción y especial atención que merecen las
víctimas. El que
quiera ver el talante de ellos, que consulte
la carta que le
escribieron al Papa, que quedó sin respuesta, lo que obligó a iniciar
la denuncia en rigurosa forma canónica.
Es fácil decir que la Legión de
Cristo no va a entrar en polémica y que no va a defenderse de
calumnias evidentemente absurdas. No es verdad. Hay una
página Web de
los legionarios construida expresamente para defenderse.
He examinado los argumentos de la defensa pero son flojísimos, sobre
todo el de que la inocencia de Maciel ya quedó resuelta tras la
investigación que encargó la Santa Sede en los años cincuenta. Las
víctimas, jóvenes entonces imbuidos de un temor reverencial,
expresamente instruidos para el secreto total, han declarado hoy, al
hacerse personas adultas y algunos expertos psicólogos, cómo les fue
imposible en aquella investigación decir la verdad de lo que sabían. Y
la historia en la legión continúa. También hay una pagina web en USA,
dedicada a poner en contacto a exseminaristas para ayudarse mutuamente
en su nueva vida, que está dominada por los ex-legionarios, que
cuentan allí sus experiencias y problemas vividos en la institución.
De vez en cuando he entrado, pero por respeto a ellos no publico esta
dirección.
"El que esté sin pecado que tire la
primera piedra". Pero ante nosotros no tenemos una humillada mujer,
sino un varón poderoso, con fama de santidad, como los ancianos
acusadores de Susana que denunció Daniel. Somos pecadores como el que
más, pero queremos alejar la hipocresía de nuestra iglesia.
La verdad es que no insistiríamos en querer
poner luz en estos aspectos negativos de unas biografías -como hicimos
también hace poco respecto a la incomprensible vanidad de Escrivá de
Balaguer al ir cambiando su nombre y apellidos de nacimiento, y al
solicitar un título de marqués que
ninguno de sus antepasados conocidos ostentó- si no fueran biografías
amañadas -y no sólo en estos detalles- de personajes que se dedicaron
a construir enormes organizaciones sobre las que el actual Papa
intenta basar su proyecto de Iglesia para el nuevo milenio. Sobre esta
roca, que no es capaz de reconocer y llorar sus pecados como Pedro,
sino que prefiere utilizar su influencia para correr un tupido velo
sobre ellos, difícilmente se va a cimentar hoy la Iglesia de
Jesús, querido hermano Juan Pablo.