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CATEDRAL Y BAZAR

 Poderes del papado y el Espíritu de Cristo              12-05-2005

 

Xabier Pikaza

Teólogo

ATRIO, 12-05-2005

 

Más que la vida y valores del nuevo Papa Benedicto XVI, que resultan conocidos, me importan sus poderes institucionales, que he querido comparar con la estructura de una gran catedral en la que todo se organiza de un modo unitario, sin improvisaciones, como sistema sacral jerarquizado. Frente a la iglesia-catedral he querido situar la iglesia-bazar (iglesia-zoco o muchedumbre), donde parece que no hay orden, sino multitud de múltiples contactos. En ese bazar quiero situar al papa, volviendo así a la imagen de Jesús, que se encontraba más a gusto entre las gentes espontáneas de Galilea que entre los bien organizados sacerdotes del templo-catedral de Jerusalén.

Los poderes actuales del papado, que forman una inmenso sistema unitario y bien jerarquizada, se inspiran en una interpretación sesgada y cumulativa de Mt 16, 18-19 ("Tú eres Pedro..."), más canónica que teológica, más política que evangélica, más medieval y absolutista que moderna. Así decimos que la iglesia romana se ha elevado como una impresionante catedral milenaria donde cada piedra encuentra su lugar y todos los lugares un adorno o una piedra, sin que se deje nada para la improvisación, espontaneidad o creatividad de los creyentes particulares.

La composición y gobierno de la curia o gobierno del Papa (cf. CIC 360-361) es el canto mayor nunca en otro lugar elevado a la jerarquía verticalizada, como una catedral desde cuya cúpula o torre central se gobierna y dirige la vida de todos los estamentos cristianos. Se supone así que el evangelio de Cristo se traduce en forma de sistema orgánico y que el Papa, representante de Cristo, tiene todos los poderes en el cielo y en la tierra (conforme a una interpretación también sesgada de Mt 28, 16-20). Estos son los pisos o plano de poder de ese sistema::

 

1.    Poder político. Ciertamente, los Estados Pontificios desaparecieron el año 1870, pero con los pactos de Letrán (1929) surgió el Estado de la Ciudad del Vaticano que tiene, en principio, unos fines espirituales (no económicos, ni militares), pero que en realidad posee un gran peso político, de manera que el Papa actúa como Jefe de Estado.

2.    Poder diplomático. Se expresa a través de sus nunciaturas, que representan al Papa de un modo oficial, antes casi todos los estados de la tierra. Esa actividad diplomática se extiende, por otra parte, hacia la misma vida de las iglesias locales, sobre la cuales influyen de un modo intenso los nuncios.

3.    Poder magisterial. El Papa, ayudado por comisiones y sínodos (especialmente por la Congregación para la Doctrina de la Fe), siguiendo siempre, en última instancia, sus propias preferencias religiosas, promulga documentos oficiales (Encíclicas, Cartas pastorales, Exhortaciones), con orientaciones de fe para todos los católicos del mundo. Esos documentos tienden a moverse en un círculo cerrado, alimentándose a sí mismos, sin diálogo real con el mundo exterior, ni con los orígenes cristianos (Nuevo Testamento).

4.    Poder ministerial. En principio, los ministerios surgían de la vida y la creatividad de cada iglesia, capaz de nombrar sus obispos y presbíteros. Pero de hecho, el Papa se ha reservado el poder de nombrar, dirigir y remover a los obispos de la iglesia católica (y a través de ellos a sus presbíteros). De esa forma, todos los obispos del mundo parecen de hecho delegados del Papa, que les nombra y ofrece la "investidura" religiosa (ministerial).

5.    Poder misionero. La misión evangélica pertenece a toda la iglesia, pero ella ha quedado de alguna forma "controlada" por la Curia Vaticana, que es ahora la única que tiene el poder de erigir nuevas iglesias, instituyendo prelaturas y obispados. Eso significa que las iglesias "crecen desde arriba" (o desde el centro), de un modo controlado, con el peligro de perder su vitalidad y su fuerza creadora. Es como si la curia romana tiene miedo de perder el control de las nuevas formas de vida cristiana que pueden surgir.

6.    Poder teológico (ideológico). La teología es, en principio, independiente del Magisterio, pero desde el concilio de Trento y de un modo más intenso desde finales del siglo XIX, la curia de Roma ejerce un control muy fuerte sobre la investigación y publicaciones de los teólogos, especialmente de aquellos que están vinculadas a la enseñanza oficial (Facultades de Teología) o al ministerio, de manera que, a veces, en contra de su propia tarea, la teología tiende a convertirse en un comentario de los textos del magisterio.

7.    Poder Sacramental. Ciertamente, los signos sacramentales provienen de Jesús, pero ellos parecen haberse "fosilizado", de tal forma que muchas veces (casi siempre) el orden ritual, fijado por Roma resulta determinante. Con la ayuda de la Sagrada Congregación para los Ritos, el Papa define y organiza la liturgia cristiana, fijando las formas exteriores, los gestos rituales y las palabras básicas de todas las celebraciones católicas del mundo.

8.     Poder Legislativo. En principio, la norma de vida de la iglesia es el Evangelio, pero en la práctica, ese evangelio acaba apareciendo como una especie de referencia lejana. Las leyes concretas de la vida de la iglesia las traza y define el Papa, quien (conforme a la lectura oficial de Mt 16, 17-19) ha recibido de un modo directo todo el poder legislativo sobre el conjunto de la iglesia.

9.    Poder Ejecutivo. A través de los obispos que él nombra, el Papa (la curia romana) puede ejercer y ejerce un control directo sobre el conjunto de la iglesia católica, utilizando para ello las diversas Congregaciones y Secretarías de la Curia Vaticana, con sus métodos de "secreto reverencial" paternalista.

10.           Poder judicial. La iglesia de Roma no conoce un poder judicial independiente, sino que los mismos que promulgan las leyes y promueven su cumplimiento son después quienes las sanciona, a través de los diversos tribunales eclesiásticos, centrados en la Curia Vaticana.

11.           Poder coactivo. En otro tiempo pudo ejercerse a través de inquisiciones, en contacto con la autoridad civil. Actualmente se ejerce en forma espiritual, pero bastante eficaz, a través de coacciones, deposiciones y condenas que deciden la pertenencia o expulsión de los miembros de la iglesia, especialmente del clero y de los religiosos.

12.           Poder espiritual y de santidad. La Curia de Roma ejerce también el control simbólico de la santidad, dirigiendo unos procesos que pueden conducir a la beatificación y/o canonización de ciertas personas, para que sean veneradas en el conjunto de la iglesia (desde Santa Teresa de Calcuta hasta San Josemaría Escrivá de Balaguer, entre los modernos).

13.           Poder sobre la vida religiosa. La vida religiosa quiso ser un signo de presencia y fuerza carismática en la iglesia. Pero desde tiempo antiguo, en un proceso que ha desembocado en el centralismo del siglo XX, todas las órdenes religiosas se han "romanizado", pues sólo Roma puede aprobar sus constituciones y formas de vida.

14.           ¿Poder económico? La organización de la Curia Romana y el mantenimiento del Estado Vaticano necesita un fuerte soporte económico, que no se puede comparar al de las grandes compañías multinacionales, pero que resulta considerable.

 

        Esos catorce poderes principales definen la iglesia del papado como una catedral inmensa donde los siglos han ido organizando desde arriba la vida de los fieles, de manera que cada uno tiene su lugar y función dentro del sistema. Pero el Nuevo Testamento (que habla de una iglesia construida sobre la confesión de Pedro, Mt 16), presenta a Jesús como piedra desechada (Mc 12, 10-11), de manera que sobre ella no se puede construir un edificio al estilo del templo judío (o de una nueva catedral cristiana), ni un nuevo imperio social o religioso como el que habían fundado por entonces los romanos. Al contrario, la iglesia del Pedro-Piedra de Mt 18, es la iglesia donde todos los temas se resuelven por consenso comunitario (Mt 18, 16-20) y donde nadie es padre o superior sobre nadie (Mt 23, 1-11).

        Frente al templo-catedral, donde un Papa, Sumo Sacerdote, organiza la trama del conjunto, Jesús puso en marcha un movimiento de vida, de comunicación y convivencia amorosa y liberadora, que se parece mucho más a un bazar multiforme donde hombres y mujeres de diverso origen pueden encontrar y encuentran un lugar para compartir experiencias y vivir enriquecidos, unos por los otros, cambiando y regalando lo que tienen, enriqueciéndose todos, de un modo inmediato. El grupo de Jesús se parece a una red de gentes que se van reuniendo para hablar y convivir, como en una plaza abierta (cf. Ap 22, 2), donde todos aportan lo que tienen y pueden comunicarse directamente, sin intermediarios superiores, sin leyes jerárquicas, sin otra norma que el deseo de ofrecer cada uno su vida, recibiéndola y gozándola con otros.

        Jesús no ha empleado unos modelos de poder centralizado, no ha construido otro templo, no ha querido un imperio, sino que ha iniciado un camino de humanidad, de diálogo concreto y universal, como en ese gran bazar donde parece que reina el desorden absoluto y, sin embargo, hay un orden e intercambio más hondo que en todos los programas impositivos, de tipo social o religioso. Así lo ha puesto de relieve, de un modo provocativo y brillante, E. S. Raymond (en un texto del 23-mayo-1998, dedicado a la revolución que en informática representa el siStema abierto y democrático LINUX, VER ARTÍCULO)  aplicándo estas imágenes de la catedral y el bazar, a la red de conocimientos y medios de comunicación de la informática. Esta es una imagen que pueden aceptar, desde perspectivas diversas, biólogos y economistas, políticos y sociólogos. Ciertamente, puede haber una "mano invisible", una armonía superior que guía el proceso de la vida, pero ella no se ve, ni se impone de un modo directo, como quieren los sistemas cerrados (entre ellos la iglesia romana). Esa mano unitaria se expresa a través de los contactos múltiples, que no pueden programarse desde arriba o desde fuera, contactos en los que los fieles cristianos pueden ver la presencia del Espíritu Santo.

        La vida real no es una catedral ya hecha, sino una red de conexiones múltiples que se va haciendo de un modo incesante, de manera creadora, sin un centro superior, sin una imposición de conjunto. Esta imagen de la iglesia "bazar abierto y múltiple", presencia siempre inmediata del Espíritu, puede ayudarnos a superar el modelo del papado-catedral (que se siente obligado a controlar todos los poderes de la iglesia), para descubrir de forma nueva la experiencia del pueblo de Dios o de las diversas comunidades de seguidores de Jesús que pueblan ese magnífico retablo de grupos y tendencias cristianas del Nuevo Testamento. Ciertamente, se trata de una imagen y debe emplearse con inteligencia e "imaginación", pero ella nos parece mucho más cercana al carisma múltiple de Jesús que el esquema de la iglesia-catedral donde el Papa se impone sobre el conjunto de las piedras, que pierden así su autonomía.

        Recordemos que según la parábola evangélica del edificio (Mc 12), Jesús puede "construir" en la medida en que se deja matar, no asumiendo, por tanto, una posición de privilegio (no creando una catedral). Todo su movimiento nos sitúa más cerca de esta imagen de la iglesia-bazar (la iglesia red-de-relaciones, comunidad de comunidades, pueblos de Dios). Ciertamente, la imagen en cuanto tal no resuelve, en modo alguno, todos los problemas, pero puede ayudarnos a entender mejor la dinámica del evangelio. La vida humana no avanza dirigida desde arriba, por mentes superiores, sino que se va desarrollando desde abajo, a partir de las mil interacciones de cada uno de los componentes de este inmenso bazar humano donde todos se comunican. De la catedral no puede nacer ya nada, está hecha. Del bazar pueden surgir y surgen ideas, afectos y vida, por la comunicación inmediata de todos sus componentes.

          Los grandes templos o catedrales tienen un valor, pero acaban ahogando a los cristianos en un tipo de organización jerarquizada, que se impone sobre todos. Son hermosas para desarrollar un tipo de religiosidad jerárquica, una liturgia sagrada. Pero la iglesia de Jesús se parece más al bazar de los mil intercambios de la vida, en palabra y comunicación directa, como los antiguos atrios de las iglesias donde todos hablaban y se comunicaban experiencias y amores. La universalidad cristiana solo es posible donde los hombres y mujeres se miran y encuentran de un modo directo, pues los temas de la vida no están hechos y resueltos de antemano, sino que se van resolviendo a medida que los creyentes (hombres que creen en Dios creyendo unos en otros) se dan y reciben la vida, se encuentran y dialogan (cf. Mt 25, 31-46). Este zoco o mercado de la iglesia es un lugar donde nadie triunfa ni se impone, ni siquiera el todo, pues no existe un «todo» dominante por encima de los individuos (Dios no es todo, sino fuerza que actúa en cada uno de los hombres). Sobre el imperio de una ley o talión universal (que puede imponerse sobre todos), Jesús ofrece un mesianismo de gracia en el que todos pueden compartir lo que son.

             En este contexto se pude y debe hablar de los obispos, que no están fuera, sin dentro del bazar. Se puede y debe hablar de la unidad de las iglesias. Se puede y debe hablar, incluso, de la función de un obispo de Roma, como signo de unidad en la diversidad, pero no con los catorce poderes arriba señalados. Tendrá que ser un Papa-Obispo (un padrecito-vigilante) que está al servicio de la autonomía, libertad y creatividad de todos.

              Sobre la figura y función de obispos y Papa en este nuevo modelo eclesial habría que hablar con más cuidado, pues se trata de algo que sólo se puede ir descubriendo en la medida en que se van abriendo experiencias y trazando caminos. El papado actual tardó casi mil años quinientos años constituirse. Esperemos que el nuevo papado no necesite tanto tiempo. Pero el tiempo dirá y dirá el Dios del evangelio en el que seguimos creyendo los cristianos. Por ahora dejamos el tema así, para que se pueda seguir pensando, imaginando, buscando. Lo único cierto, por ahora, es que los catorce pisos del edificio de poder arriba señalados concuerdan con un modelo de iglesia-catedral que no parece ajustarse al movimiento de los amigos y seguidores de Jesús.

             Muchos han tenido y tienen miedo, pensando que si abandonamos los poderes de esta-catedral se destruye el evangelio. Posiblemente creen poco en el Espíritu Santo. Nosotros queremos elevar desde aquí un canto al Espíritu creador de Jesús resucitado, que ha introducido su vida en este bazar-multiforme de evolución y vida que es la humanidad en la que Dios habita, en la que Dios mismo se ha encarnado en Cristo.

 

 

 

 

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