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LA REBELIÓN DE LOS FILÓSOFOS                                     15-11-2005

 

   

Antonio Duato

 

ATRIO, 15 de Noviembre 2005

 

De las oleadas de información que baten contra la pantalla de mi ordenador diariamente  –en una nota anterior ya hacía referencia a direcciones y medios para estar informado al día–  elijo hoy dos que se refieren a la discrepancia de dos filósofos catolicísimos respecto a las estrategias de política religiosa que domina en la iglesia católica.

El primero es cercano. Se trata de la significativa expulsión de Carlos Díaz de la COPE. La noticia más reciente está en Periodista Digital de ayer, lunes 14.  Se atrevió Carlos Díaz a decir que algunas expresiones de Jiménez Losantos le hacían vomitar. La lozana Cristina Schlichting –paradigma del laicado católico que hoy se propugna–  le conminó a rectificar. No lo hizo Carlos. Cristina lo ha echado de su programa porque dice que “ya no podía más”. Creo que era Carlos el que estaba hasta las narices de que una radio católica se instrumentara hasta ese punto a las estrategias políticas del PP y de algunos obispos.

Carlos estaba en la COPE, creo yo, por el mismo motivo que está en la Iglesia católica, combatiendo desde hace muchos años por un catolicismo de presencia, no vergonzante, que se sepa poseedor por la fe de Jesús de la Verdad suprema del Logos. Según él, todo cristiano está llamado a dar testimonio de esta Verdad a tiempo y a destiempo, aunque le haga perder prestigio en una universidad laica y laicista, decía él, donde hay que combatir en solitario sin el apoyo de grupos organizados como el Opus.

Hace tiempo que no estoy acuerdo ideológicamente con él, aunque siempre he admirado su hidalguía y su agudeza intelectual. Los estrategas del “por la identidad católica a la gloria, pasando por el poder y el imperio” le han sacado mucho jugo, pero al final se ha rebelado, pues realmente no es de ellos: es más creyente que ellos. Desde ATRIO le enviamos un abrazo de solidaridad y le decimos que esperamos siga expresándose con esa libertad que le caracteriza y que caracterizó a Emmanuel Mounier, otro laico coherente que luchó contracorriente y que algunos neoconservadores han querido manipular hasta que se han dado cuenta de que no podían y le atacan ahora, tachándolo de compañero de viaje del comunismo en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Y el que esté interesado en este ataque a Mounier que vea esta referencia en italiano, donde se le atribuye nada menos que el nacimiento de la leyenda negra contra Pío XII a presión del bloque soviético: Chiesa-expressoline.

Pero el de Carlos Díaz no es un caso aislado. Hay muchos otros de su generación, con la misma calidad creyente, que antes colaboraban mucho en instituciones de Iglesia y que ahora ya no son llamados pues su pensamiento cristiano parece poco seguro, excesivamente proclive al relativismo. Hay que ver el uso que se ha hecho de esa acusación de “relativista” a todo filósofo cristiano que se permitiera dudar en algún tema ético o pastoral sobre los que el magisterio se ha pronunciado y que son los baluartes del neoconservadurismo católico. Y no digamos después de que el cardenal Ratzinger, el 16 de Abril de este año, dos días antes de ser elegido papa y como último mensaje electoral, dijo que el mayor el mayor mal de la iglesia y del mundo era el relativismo, “una dictadura que no reconoce nada como definitivo”, un “dejarse llevar por el viento de cualquier doctrina”.

Pero Benedicto XVI ha encontrado en Italia la contestación radical de un filósofo católico obediente, que siempre ha defendido la fe como horizonte último del saber humano. Dario Antiseri, 65 años, es profesor de una universidad Romana y autor –junto con  Giovanni Reale, el comentador de los escritos filosóficos de Wojtyla– del texto de filosofía más usado hoy en los institutos de Italia (versión española en Herder, con el título Historia del pensamiento filosófico y científico). Es introductor en Italia de Popper, de Hayek y de la escuela de Viena. Un típico neoliberal, por tanto. Ha mantenido hasta el momento buenas relaciones con pensadores católicos conservadores americanos, como Michael Novak. Pero en el último número de Vita e Pensiero, revista de la Universidad Católica de Milán, se ha despachado con un artículo razonado en el que se ataca el corazón mismo de la doctrina de Ratzinger: el relativismo no sólo es consecuencia necesaria de la contingencia de la razón humana sino condición necesaria para la democracia. Todo intento de acabar con el relativismo (la pluralidad de visiones de la realidad y de la condición humana) haciendo descender la fe a terrenos que no son el suyo o atribuyendo a una instancia magisterial la misión de interpretar y aplicar una pretendida “ley natural”, abocan necesariamente a teocracias o dictaduras que sólo pueden mantenerse por la represión y la fuerza. Sólo el diálogo y la discusión abierta, analizando la naturaleza de las cosas y la implicación de las acciones humanas, aportando razones y no revelaciones, pueden conseguir que la sociedades progresen hacia consensos éticos mínimos que fundamenten su vida en común y su democracia. Toda otra pretensión de incidir en la historia es fomentar absolutismos.

Puede verse más información sobre esta cuestión y el texto de Antiseri acudiendo una vez más a Chiesa. Sentimos no poder dar aún la traducción en español. ¿Existe o alquien puede hacerla?

 

Pero Antiseri no es el único filósofo católico que piensa así. Lo extraño es que desde dentro no se alcen con más frecuencia voces discrepantes como la suya. Hay temor a la confrontación directa con la jerarquía, sobre todo cuando por la otra parte, el pensamiento laico hay con frecuencia también sectarismo y frivolidad respecto al análisis serio de los problemas fundamentales y del horizonte de trascendencia.

Pero es necesario. Porque el momento actual lo veo así, haciendo referencia a la doble estrategia Ratzinger-Ruini de que se habló ya en ATRIO:

El papa tiene un sentido agustianiano de su misión en el mundo y en la Iglesia. Como en el derrumbe general que supuso la caída del imperio romano, Agustín salvó la razón y las esencias de las cosas fortaleciendo la filosofía platónica en riesgo con la luz de la fe, convirtiéndose en eje cultural de la cristiandad medieval, así el nuevo papa filósofo, tan agudo intelectualmente como Agustín, podría tal vez convertirse en protector de la razón desde la fe en esta época de derrumbe filosófico, de pensamiento débil y relativo, y volver a hacer del cristianismo el nuevo eje cultural de la nueva sociedad global.

Ésta sería hipotéticamente la visión de Joseph Ratzinger, a la espera de su próxima encíclica programática. Él, como Agustín, no es hombre político ambicioso de poder, sino un intelectual de amplia visión con pretensión histórica a la larga. Pero si la influencia de Agustín en la vida de la Iglesia y de la sociedad pueden ser discutidas (véase el iluminador librito de Gardner: Vita brevis : la carta de Floria Emilia a Aurelio Agustín  en editorial Siruela) ¡cuánto más el proyecto de Benedicto XVI, que no es sino pensamiento contingente, necesariamente relativizado por sus vivencias personales, su perspectiva actual y sus conocidas limitaciones y “alergias” en campos tan importantes como son la crítica histórica y textual, la sociología del conocimiento y el análisis económico-político sobre las corrientes de fondo en la sociedad!

Pero lo más peligroso es que ya están en marchas estrategias, que sin esperar al efecto retardado de las grandes síntesis, ya empiezan a utilizar los principios de la verdad absoluta y de la ley natural con estrategias muy concretas de ocupación del poder, como puede ser el liderzazgo poítico-religioso de Ruini otro artículo en ATRIO sobre el partido CEI-Conferencia episcopal italiana) las broncas políticas contra Zapatero que está montando aquí el PP con la jerarquía y la COPE de compañeros de viaje.

Por eso son esperanzadoras las reacciones de Carlos Díaz y Darío Antiseri. Voces y razones como éstas, más que campañas simplistas o insultos a la Cope, copiando su estilo –hay  que tener cuidado en combatir simplistamente un medio de comunicación pues les haces mártires de la libertad– son las que pueden devolver la esperanza de que se bloqueen estas estrategias de neocristiandad. Y hablar en positivo de lo que supone vivir la fe en la relatividad, en la búsqueda, en lo provisional, en el silencio y la oscuridad de Dios. Es necesario una generación de auténticos místicos laicos. Laicos no sólo porque sean seglares sino porque vivan su apertura respetuoso al misterio desde la laicidad auténtica, el territorio del diálogo, de las razones y de la razón.

 

 

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